viernes, 29 de enero de 2016

LA BASTARDA PARTE 35

SABADO 6 DE JUNIO

Ya habían pasado varios días desde que Yolanda resolvió echar a su marido y a su sobrina de su casa. Ahora que se sentía más tranquila y a instancias de su hija, la mujer accedió a hablar con Horacio para escuchar sus explicaciones. La sala de la casa fue el escenario escogido para que la conversación.

_ Bueno Horacio, lo escuchó. ¿Qué me tiene que decir? -le preguntó Yolanda a su marido con un semblante adusto.
_ Antes que nada le agradezco que haya aceptado hablar conmigo.
_ Al grano.
_ Yo necesito explicarle lo que pasó ese día. No es lo que usted se está imaginando. Fue esa muchacha la que me provocó, la que me sedujo. Yo nunca se lo había querido contar, pero a espaldas suyas Esperanza siempre me coqueteaba, me hacía insinuaciones. Yo nunca le hacía caso, pero desafortunadamente la carne es debil y ese día yo caí... -explicó el hombre en medio de titubeos.
_ ¿Y usted cree que eso justifica que usted haya hecho lo que hizo en mi propia casa?
_ Usted me tiene que creer. Yo me dejé enredar por esa muchachita. Siempre posaba de víctima y por eso yo le tenía conmiseración y ella se aprovechó de eso para enredarme, para seducirme. Pero yo a quien amo es usted.
_ Pues lo siento mucho, pero yo a usted no. Y lo que usted hizo no lo puedo perdonar. Yo sé los alcances de Esperanza; digna hija de una vagabunda a fin de cuentas. Pero eso no lo exime a usted de culpas. Ya tomé una decisión y no quiero vivir más con usted. Quiero que nos divorciemos.
_ ¡Usted no puede echar tantos años de matrimonio por la borda sólo por un error! ¡Piense en nuestros hijos!
_ ¡¿Y acaso usted pensó en ellos cuando hizo lo que hizo?! -dijo Yolanda elevando el tono de su voz para luego retomar esa actitud serena y ecuánime que había mantenido en el curso de la conversación-: Lo siento mucho. Y voy a hacer muy franca con usted: hace mucho tiempo que lo dejé de amar. Es más, yo creo que nunca lo amé en realidad. Con usted me metí por despecho, por olvidar una traición amorosa. Pero en realidad usted sólo me produce lástima. Siempre ha sido tan pusilánime, tan gris. Duré tanto tiempo junto a usted sólo por costumbre. Por conveniencia...
_ ¡Por favor, no me diga esas cosas!
_ ¡Déjeme terminar!Yo hace mucho tiempo que quería separarme de usted. No lo hacía pensando en nuestros hijos, en el qué dirán... Y ahora que pasó lo que pasó, tengo una excusa válida para no continuar con esta farsa. Ya no quiero volverla a ver. Le dejó el camino libre para que se quedé con la vagabunda de Esperanza y con la la que sea su amante, porque yo estoy segura de que usted siempre me fue infiel. Esta maldita enfermedad que usted "me pegó" es la prueba. Váyase. No se preocupe que no le voy a prohibir ver a los niños y ejercer su rol de padre. Pero de mí es mejor que se olvide para siempre.

Muy lejos de la casa y de los problemas de Yolanda y Horacio, el mafioso Oliverio Esguerra y su antigua amiga y mano derecha Débora hablaban sobre un "negocio" que indirectamente iba a afectar a Esperanza.

_ ¿Cómo va aquello Débora? -preguntó el delincuente arrellanado en la silla de su despacho.
_ Bien. Ya están haciendo los casting para encontrar a la nueva integrante de su harem.
_ Espero que eso no se demore. Estoy urgido de carne fresca.
_ Nunca he entendido por qué ustedes los hombres entre más viejos, más asaltacunas se vuelven.
_ La juventud siempre atrae.
_ Ojalá que no se le olvide que nosotras las mujeres maduras también tenemos nuestro encanto.

Entretanto en casa de Berenice todo marchaba normalmente. Su invitada se sentía muy cómoda aunque era consciente que, como dice el dicho, "el muerto y el arrimado al tercer día huelen a pescado".

_ Esperanza, le tengo una propuesta -anotó María Berenice mientras tomaba una merienda con su amiga en el comedor de la casa.
_ ¿Cuál?
_ Vámonos de rumba hoy.
_ Yo no tengo ánimos para eso.
_ Esperanza, usted no se puede echar a la pena toda la vida por lo que pasó.
_ Hace nada falleció mi abuela, hace nada mi tía me echó de la casa...
_ ¡Nada Esperanza! No sea tan aburrida. Usted lo que necesita es salir, distraerse. A mi también me hace falta salir de este encierro.
_ A mí me da pena con su mamá y su abuela. Yo estoy aquí de arrimada y no sería correcto que me pusiera a salir de rumba y llegar a la madrugada. Sería una falta de respeto.
_ ¡¿será que por una vez en la vida puede dejar de pensar en lo que es correcto?! ¡deje de ser tan santurrona y acépteme la invitación. Además usted no está aquí arrimada. Usted es mi invitada, no se le olvide... ¿Entonces qué, acepta?

Finalmente la mustia jovenzuela aceptó la propuesta. Las dos amigas se dedicaron esa noche a juerguear y a disfrutar hasta altas horas de la madrugada. Cuando regresaron a la casa lo hicieron con todo el sigilo del caso, pero no lograron evitar que Ebelia se percatara de su presencia. Luego de ver a las dos niñas encerrarse de la habitación, aquella quisquillosa mujer decidió "parar" oreja en la puerta para saber de qué estaban hablando.

_ Pero la pasamos bueno, ¿no esperanza? -dijo María Berenice visiblemente ebria.
_ ¡Chito! No hable tan duro que va a despertar a su mamá y a su tía.
_ Pero disfrutó, ¿o no? Se da cuenta que todo el mundo necesita momento de diversión.
_ Sí, pero lo mejor es que nos acostemos.
_ ¿Que nos acostemos? -resaltó la morena en medios de risitas apagadas-: Sabe que ese ha sido el sueño de toda mi vida, que pasemos la noche juntas.
_ ¿Usted de qué está hablando?
_ Lo que oyó panchita. ¡Usted me gusta, me fascina!
_ Baje la voz. Usted está borracha y ya no sabe ni lo que está diciendo.
_ ¡Sí, estoy borracha... borracha de amor por usted!
_ Ya no más María. Eso no es gracioso.
_ Lo que estoy diciendo no es un chiste Esperanza. Yo estoy enamorada de usted.

Ebelia no daba crédito a lo que estaba escuchando. Jamás se imaginó que su única hija a la que con esfuerzo había criado sin ayuda de un papá al lado, tuviera esas inclinaciones.

_ Lo mejor es que nos durmamos ya- sugirió Esperanza. La reacción de su amiga fue abalanzarse sobre ella y rodearla.
_ Esperanza, ¿usted qué siente por mí?
_ Definitivamente esos tragos le sentaron muy mal.
_ Al contrario, esos tragos me sentaron de maravilla porque me dieron el valor para decirle la verdad a usted... Esperanza, deme un beso...



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