viernes, 31 de diciembre de 2010

Sobre Dios

Tulio creyó mucho en Dios y se aferró a Él. Le pedía con fe, pero cuando no obtenía lo que anhelaba, maldecía al Todopoderoso. Sin embargo creía en Él, así fuera para odiarlo. Al fin y al cabo Dios es una figura construida: desde chiquitos nos dicen que existe y crecemos con esa certidumbre; es una creencia impuesta. Seguramente si a nosotros desde pequeños nadie nos señalara su existencia, simplemente no creeríamos. Sin embargo después de que esa figura fabricada se alojó en el cerebro de Tulio, fue muy díficil sacarla.

Sin embargo llegó un momento en que odio tanto a Dios, que se alejó definitivamente de Él. Entonces empezó a pensar que el universo y la vida humana no surgieron por un designio divino, sino por una simple casualidad. Además analizó su exterior y llegó a la conclusión que en este mundo había tanta maldad y perfidia, que resultaba imposible que existiera un Dios. Y si existía, era un ser morboso que había creado a la especie humana para regodearse y excitarse con sus miserias y crapulencia. Era un ser que disfrutaba desde los cielos con las masacres, guerras y violaciones y por eso nada hacía para acabar con ellas. Había algunos que justificaban al Todopoderoso aduciendo que Él había creado a los humanos para que por sí mismos encontrarán el camino para convivir pacíficamente, sin hacerse daño mutuamente ni hacérselo a las demás especies. Pero el nivel de maldad que se veía en el mundo evidenciaba el fracaso de ese propósito y hacía apremiante que Dios se manifestará y pusiera orden en la casa.

Por otra parte Tulio empezó a sentir que creer en dioses era propio de culturas primitivas. Y que las religiones eran invenciones  macabras que bajo el amparo del temor infundido por deidades tiranas, legitimaban el machismo, la homofobia, la misoginia y las desigualdades sociales y económicas. La religión tendría, según Tulio, alguna utilidad si promoviera una ética del respeto entre todos los seres vivos,  la conservación de la naturaleza, la entrega desinteresada a los demás y la convivencia pacífica entre todos sin hacer daño a nadie ni obligarlo a hacer lo que no quiere. Por el contrario veía a las religiones promever moralismos ridículos como prohibir el uso del condón, mientras la pandemia del VIH avanza, o lapidar a una mujer por una infidelidad. O empobrecer a la gente a través de diezmos que terminan en los bolsillos de pastores que se lucran con la fe, o azuzar  guerras eternas por la propiedad de una supuesta tierra sagrada, como sucede en el conlicto entre Israel y Palestina.

No obstante y justo cuando el alejamiento del Creador se acentuaba, las sombras cubrieron la vida de Tulio y los problemas superaron su capacidad de hacerles frente. Las crisis se le salieron de las manos y la desesperación hizo que se hincará y rogará a Dios una solución. Fue ahí cuando comprendió el poder que tiene la fe. A  veces los seres humanos estamos tan desesperados por situaciones que se salen de control, que no nos queda más remedio que rogar a un Dios todopoderoso que nos ayude. Tulio comprendió que el poder de Dios no estriba tanto en él, sino en la fe que uno le ponga. Tulio necesitaba creer en algo, aunque fuera para calmar la angustia que lo invadía.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuenta de cobro

Inundaciones, avalanchas, diques rotos, la furia de las aguas incontenible anegándolo todo. El invierno llegó con fuerza y era natural; después de una sequía tremenda tenía que haber como compensación un invierno igual de fuerte. Y qué esperaban los seres humanos. Tarde o temprano la inconciencia de los humanos, traducida en una excesiva contaminación, tenía que volverse en su contra. Pero más allá de eso, al ser humano se le olvida que la Tierra ha existido miles de millones de años antes que él, y lo ha hecho bajo su propio ritmo; por eso es natural que a lo largo de la historia hayan ocurrido terremotos, ciclones, y huracanes que arrasan con todo, porque la naturaleza es sencillamente incontrolable. No responde a designios divinos ni mucho menos a los deseos del hombre, sino a las reglas que ella misma se ha impuesto. El hombre en su imbecilidad infinita cree que puede controlarla, pero afortunadamente aun no lo ha logrado del todo. Y ojalá que nunca lo consiga porque de lo contrario sobrevendrá la hecatombe para este pobre planeta.

Sin embargo no se puede desconocer el tenebroso impacto del hombre. Su contaminación, su afán destructivo, su necesidad de invadirlo todo y su avaricia ha llenado la tierra de contaminación y polución. El CO2 se almacena en la atmósfera evitando que el calor del sol sea disipado. Éste se concentra en la Tierra como un invernadero dando como resultado fuertes veranos. Lógicamente el agua comienza a evaporarse y tarde o tempranos se condensa y precipita a la superficie. Son los eternos diluvios que anegan cultivos, causan derrumbes en las principales vías del país, sepultan barrios enteros. Y naturalmente las principales víctimas son los pobres y desarrapados pues el Estado, al ser incapaz de evitar la multiplicación de la pobreza y el desplazamiento de los desarraigados, ha permitido que invadan las zonas de alto riesgo, llámese laderas de montaña, riberas de los ríos. Tales espacios son los primeros en sucumbir ante la inclemencia de las lluvias sacrificando consigo a los desarrapados que viven en ellos.

POSDATA: definitivamente el que escupa pa arriba corre el riesgo del que el salivazo le caiga en la cara. La derecha mediática de este país convirtió en caballito de batalla contra Chávez el racionamiento que padeció Venezuela como consecuencia del Fenómeno del Niño. Ahora los papeles se invirtieron y ahora es Colombia quien sufre en proporciones dantescas por las travesuras de la Niña. Es una buena lección para que los medios de este país abandonen su obsesión con los problemás domésticos de venezuela y empiecen a preocuparse por los innumerables conflictos que padece Colombia.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Penépolis

Sonia sabía que en el lugar donde había nacido no valía nada por ser mujer. En Penepólis, su ciudad natal, las mujeres sólo tenían tres alternativas:  ser amas de casa, ser empleadas domésticas o ejercer la prostitución. Cuando una niña nacía era criada para planchar, lavar, cocinar y demás quehaceres domésticos. Desde chica se debía enfrentar a ser violada por cualquiera que se le antojara porque, entre otras cosas, el abuso sexual contra mujeres no estaba penalizado en Penépolis. De hecho la mujer sólo podía lograr cierto estatus por su dimensión sexual. Silvia, la hermana de Sonia, era un fiel ejemplo: desde joven se dedicó a la prostitución y transformó su cuerpo para hacerlo lo más tentador posible a los ojos de los hombres. Se puso tetas, se hizo liposucciones, iba al gimnasio frecuentemente; gracias a ese arduo trabajo logró casarse con un hombre bastante acaudalado. Sonia la odiaba profundamente y solía discutir con ella porque su carácter era más beligerante; en el fondo sentía que ese sistema social que regía a Penépolis era una perversión terrible. Sin embargo esas ideas subersivas eran duramente castigadas. El feminismo era perseguido y las homosexualidad masculina era condenada con la muerte. Las lesbianas eran obligadas a servir de meretrices para ver si así se curaban de su 'enfermedad'.

El Gobierno de Penépolis estaba a la cabeza de un Alcalde que despachaba desde un enorme edificio en forma de falo ubicado en el centro de la ciudad. Todos los funcionarios públicos eran hombres, incluidos jueces y miembros de la Fuerza Pública. Sólo los hombres tenían derecho a la propiedad privada y a la libre creación de empresas. Las mujeres estaban condenadas a ser proletarias empleadas en los oficios antes descritos. El monopolio de la cultura también le pertenecía a los machos: las mujeres no podían aprender a leer, ni tener acceso a ningun tipo de literatura. Sin embargo los seres siempre se las arreglan para burlar las dictaduras y varias mujeres de manera clandestina no sólo aprendieron a leer, sino que hacían circular panfletos que llamaban a la rebelión contra la dominación masculina. Sonia era una de esas chicas. No estaba a cargo ni de la impresión, ni de los contenidos, pero sí se encargaba de difundirlos. Admiraba a Petra, una guerrillera que durante años sembró el terror en las afueras de Penépolis emasculando a los hombres. Fue capturada y condenada a ser violada por una veintena de hombres que la volvieron pedazos.

Sonia era fea y lesbiana y por eso no solía ser acosada sexualmente. Trabajaba haciendo aseo en la sede de Gobierno. Vivía en una pensión miserable, infestada de cucarachas, donde el agua llegaba por horas. El 80% de las mujeres en Penépolis vivían en la miseria absoluta. Cierto día Silvia la visitó. Entró a la pequeña alcoba mirándola con asco.

_ Usted me da lástima- decía- Cada vez que la visito me alegro más de la vida que tengo.
_ ¿Si es asi a qué viene?- replicó Sonia,
_ Necesito una empleada del servicio en mi casa. Necesito que sea usted, porque es la única persona de confianza que conozco.
_ No me interesa- contestó Sonia con rapidez.
_ Debería alegrarse de que le ofrezca salir de este máldito hueco. En mi casa va a estar mejor... al menos es una casa limpia...Viéndolo bien usted no es ni tan fea. ¿Por qué no se prostituye? Le iría mucho mejor.
_ No me interesa. Los hombres me dan asco.
_ Algún dìa se va a arrepentir de haberse dejado meter tantas cucarachas en la cabeza. Usted sabe que aquí a las lesbianas les va muy mal.

Sonia se llenó de rabia y contestó:
_ Algun día todo cambiará. No hay mal que dure mil años.
_ Ilusa, Usted lo que está buscando es que la maten- le contestó su hermana.
_ Pues yo prefiero que me maten a tener que seguir soportando esta situación miserable.

Un gesto de rabia  se dibujó en el rostro de Silvia y se marchó. De camino a su casa recordó que su marido era un ser grotesco, gordo, seboso, ordinario, que la obligaba a besarse con mujeres, ingerir heces y a dejarse penetrar por decenas de hombres delante de él.

Sonia estaba decidida. No quería soportar más el yugo de los hombres. Estaba cansada de su soberbia, su corrupción, su egoísmo. Sabía de la existencia de un movimiento clandestino que con ayuda de homosexuales cómplices en las Fuerzas Armadas había conseguido armas y explosivos, y de cuando en cuando realizaba atentados bajo la consigna de reinvindicar los derechos de las mujeres. El grupo era menospreciado por el establecimiento, pero las mujeres eran constantemente vigiladas para detectar cualquier brote de subversión.

En una ocasión Sonia salió tarde del trabajo. Iba rumbo a su hogar cuando vio en la calle cómo una muchacha estaba siendo molestada por una pandilla de desadaptados. Sonia sintió rabia, pero ese sentimiento se transformó en impotencia cuando aquellos hombres procedieron a violar a la desdichada. Esa imagen se grabó en su mente y desde allí deseo fervientemente ver muertos a todos los hombres. Y hubo una especial idea que se convirtió en obsesión: ver en ruinas el edificio en forma de pene erecto en donde trabajaba todos los días para mal vivir.

Cierto día sonó el telefono en la pensión donde vivía la desdichada mujer:
_ Sonia.... estás interesada en servir de acompañante... el pago no es mucho, pero te irá mejor que siendo aseadora.

Ella sabía que le hablaban en clave. Sus peticiones fueron escuchadas: había sido invitada a una reunión del movimiento clandestino al que deseaba enrolarse. Llegó a una vieja casa desvencijada. Entró y alguien la condujo a un sótano. Allí una mujer de aspecto indómito arengaba a varios hombres y mujeres presentes:

_ Necesitamos un acción grande y contundente. Necesitamos a atacar al símbolo de la tiranía. Nuestro objetivo es colocar una bomba en la sede de Gobierno.

- Que idea tan estúpida- aseveró alguien entre la multitud.-, eso es imposible, ese edificio está ultraprotegido. Nunca podremos atentar contra él.
_ Eso es falso -replicó Sonia- esa seguridad no es inexpugnable. El alcalde y los hombres que trabajan allì dan por sentado que nunca los van a atacar. La seguridad vive relajada.
_ ¿Quién es usted?- dijo la mujer que dirigía la reunión.
_ Soy Sonia, trabajo de aseadora en ese edificio.
_ ¿Y por qué esta aquí?
_ Quiero pertenecer a ustedes. Odio a los hombres, los desprecio como no tienen idea. Yo estoy dispuesta a hacer lo que sea. A sacrificar mi propia vida con tal de acabar con este régimen.

Esas palabras sellaron su suerte. Pero había que probar qué estaba dispuesta a hacer. La primera prueba que debía superar era 'sencilla': seducir a un hombre para después castrarlo. Sonia no era capaz de usar armas blancas, las odiaba. Así que les propuso cambiar el método de castigo.

_ ¿Puedo quemarle el miembro con ácido o con fuego si es preciso?- preguntó.
_ Adelante- le contestó la lìder.

Dicho y hecho. Unos días después Sonia se arregló y logró que reluciera la poca belleza que poseía. Paró un auto. Su conductor era un sujeto horrendo y asqueroso. Era su cuñado. Éste no la reconoció. Fueron a  un motel, pero Sonia fue víctima de su propio invento.  Ella quiso dormirlo con un somnífero que a escondidas agregó en un refresco, pero él primero la forzó terriblemente. Sonia quedó consternada. Como pudo se sobrepuso y conminó al hombre a beber. Él lo hizo y quedó profundo. Ella había sido muy cándida al pensar que lograría sortear la prueba fácilmente, pero su ingenuidad fue castigada. Para desfogar la rabia que ello le causó, no titubeó en rociar el pene de su cuñado con gasolina y arrojarle un fósforo encendido. Un placer infinito la embargó  cuando vio ese pedazo de carne ardiendo con un color anaranjado intenso.  Se sobrepuso a la alegría, buscó un balde de agua y apagó las llamas que envolvían al esposo de su hermana. Del cuerpo carbonizado salían gritos de dolor, pero como estaba sedado no lograba coordinar sus acciones. Nadie a los alrededores se dio cuenta, pues la cabaña en la que ocurrió el hecho estaba retirada de las otras. Sonia debía escapar y lo logró. Tomó el auto de su cuñado y salió del sitio como si nada.

Sin embargo sabía que ese atrevimiento iba a ser cruelmente castigado. El cuñado denunció el hecho y aunque primero fue objeto de sendas burlas, al final logró que las autoridades siguieran la pista de la mujer pirómana.

"Has cumplido", le dijo a Sonia la líder del movimiento que le había encomendado tan terrible tarea. Se llamaba Yidis y era una mujer de facciones bruscas y espíritu atribulado

_ Tiene agallas. Por lo que hizo su vida como empleada acabó. Ahora deberá vivir en la clandestinidad -sentenciaba la mujer. Había pasado un día desde el macabro hecho.
_ ¿Y ahora qué sigue?- interpeló Sonia.
_ Eso ya lo veremos. Me alegra que haya mujeres como usted. ¿ De dónde saca tanta fortaleza?
_ No sé. del odio, supongo.
_ Sabe, es triste admitirlo, pero hay muchas mujeres que viven felices con esta situación. Son mujeres que le sacan partido a sus encantos, o sacan beneficios por acolitarle el machismo a los hombres. Se operan y utilicen su encanto sexual para lograr posiciones privilegiadas. O acceden vivir una vida gris como sirvientas de sus maridos: me repugna.
_ Mi hermana es así. Es una mujer que vive contenta con esa forma de vida....
_ No ven más allá de sus narices, tienen sueños frívolos, les basta con obtener éxitos materiales; no les interesa su crecimiento intelectual o espiritual. Son mujeres vacías. Ellas son incluso peores que los mismos hombres.
_ Yo también los odio profundamente. Odio la gente vendida. Odio la gente banal.
_ Sabe una cosa, dentro de poco asestaremos un gran golpe.

El silencio se apoderó del espacio clandestino en el que estaban. Luego timidamente Sonia masculló: "¿Cuál?" y recibió un "Ya va a ver" como respuesta.

En los días siguientes la vida de Sonia cambió radicalmente. Abandonó su trabajo y la miserable pieza donde vivía. Perdió el contacto con su hermana y con las pocas personas que la conocían. Sencillamente desapareció del panorama, pero nadie pareció percatarse de ello. Sólo existía para el pequeño universo de la organización clandestina de la que hacía parte. Pasó a ser una guerrillera rasa encargada de labores menores como poner petardos en estaciones de policía, hasta que en determinado momento tuve necesidad de destrozar otro falo. Salió de nuevo a la calle y pescó un hombre en busca de sexo fácil. Pero sus cálculos fallaron: el sujeto era un oficial de la Policía que descubrió sus intenciones. Su suerte estaba echada. Iba a ser encarcelada y seguramente pagaría su atrevimiento con su vida.

Lo que ignoraba es que camaradas suyos habían fraguado durante mucho tiempo ese golpe definitivo del que había sido advertida hace poco. El plan era simple: el grupo terrorista encontró un aliado en un piloto homosexual dispuesto a sacrificarse por la causa feminista y libertaria. Ese 16 de marzo debía pilotear una avión con varios ejecutivos que viajaban para participar en una una orgía con prostitutas de una ciudad vecina. Mientras el avión despegaba, una patrulla policiaca, con Sonia en su interior, se acercaba a la sede de Gobierno. Al parecer el Alcalde había ordenado ejecutar a la guerrillera en ese sitio ante miles de mujeres, para que por fin escarmentaran y abandonaran sus ideas subversivas. El avión cambió la ruta fijada y se dirigió a la sede de Gobierno. La patrulla también se acercaba a ese edificio en forma de falo. Minutos después Sonia observó la imagen más bella que había visto en toda su vida. Un ave blindada de metal se estrelló contra el pene gigante que terminó desplomándose ante el fuerte impacto. Un gozo para el alma. La castración para un sistema injusto y esclavista.

Fue la última imagen que observo Sonia. Ella fue asesinada y después del atentado se inició una persecusión feroz que también aniquiló a todas las mujeres y hombres que pertenecían a su movimiento.

lunes, 29 de noviembre de 2010

UN RÍO DISCRETO

Para muchos resultaría curioso enterarse de que las zonas bañadas por el río Meléndez han sido durante los últimos veinte años un espacio de encuentro de homosexuales. No obstante si alguien resulta tan osado de andar por los jarillones que se alzan a los lados de ese afluente durante su paso por el Parque de el Ingenio, seguramente se encontraría con algún homosexual que estaría buscando hacer su conquista del día. Pero de eso rara vez se habla porque el río Meléndez es un río discreto, del montón; el río más celebre, ese al que todos los grupos salseros de Cali le cantan, es el Pance. Por eso no estaría de más contar algunos de los secretos que el Meléndez ha guardado por años.

Se puede comenzar diciendo que nace a una altura de 2.800 metros sobre el nivel del mar, en un sector conocido como La Corea, ubicado sobre la vertiente oriental de la Cordillera Occidental, arriba del corregimiento de La Buitrera, según señala el libro Cali: la ciudad de los siete ríos producido por el Dagma; texto que califica de pequeña a la cuenca del río, ya que sólo abarca 3.832 hectáreas en sus 25 kilómetros de longitud.

Sus aguas a medida que se acercan a zonas habitadas por humanos empiezan a perder su transparencia y pureza. Llegan a Polvorines, un asentamiento compuesto por casas de bareque agolpadas en la cima de las escarpadas lomas; desde allí descienden como equilibristas varias mujeres que después lavan su ropa en el río, mientras algunos mineros artesanales buscan una pizca de oro en su lecho. El afluente continúa su curso y parte de sus aguas son devoradas por el acueducto de La Reforma que se encarga de repartir el líquido a las zonas de ladera que no alcanzan a ser abastecidas por el Acueducto de San Antonio. El cuerpo de agua evidentemente menguado atraviesa zonas aledañas a fincas y al Club Campestre, propiedades privadas que han cercado y privatizado las márgenes del río, a pesar de que la normatividad exige la conservación de 30 metros de protección en cada una de ellas. Conforme se acerca a la emblemática Calle Quinta el río se convierte en depositario de descargas contaminantes provenientes de marraneras, industrias procesadoras de pulpa de frutas, talleres automotrices, vulcanizadoras, depósitos de madera y hasta piqueteaderos.

El río llega a la Quinta.
Finalmente, las aguas pasan por debajo de la Calle Quinta y llegan hasta los asentamientos de La Vega y La Playa en donde viviendas y construcciones invaden sus orillas y las llenan de basuras y escombros. Además de esto muchos habitantes de la calle suelen tomarse duchas en el río y abandonan después del baño ropas sucias y basuras en toda la zona.

No obstante en el pasado las urbanizaciones, la presencia humana y la contaminación no tenían tan acorralado al Meléndez. Era un río que recorría espacios baldíos y sus aguas estaban relativamente limpias, y esas características fueron hábilmente aprovechadas por los homosexuales de ese entonces para convertirlo en escenario de sus orgías, encuentros y batallas. Dos de ellos deciden relatar las transformaciones de las que han sido testigos en los últimos 25 años, en la zona aledaña al río desde la Calle Quinta hasta la Avenida Simón Bolívar. El primero de ellos, Henry, nacido en Circasia, Quindío, que vino a Cali por cosas de la vida, conoció esa zona hace más de dos décadas cuando, como empleado de la firma Pedro Gómez, ayudó a construir los edificios conocidos como ‘Multicentros’. Acostumbraba ir a los alrededores con los trabajadores… y muchos de ellos disfrutaron de los placeres carnales conmigo. Fue ahí cuando pillé que había mucho movimiento en la orilla del río Meléndez, señala el hombre que ha cruzado la barrera de los cuarenta años. Tras conocer el río adquirió como hábito visitarlo de seguido para bañarse en él, pues en esa época no estaba tan contaminado. Según dice: muchos iban a lo mismo y por eso yo nadaba prácticamente desnudo, porque llamaba más la atención. Me buscaban insistentemente para tener sexo. Solía bañarse en un charco relativamente hondo al que bautizaron El Trincho y que era frecuentado por jóvenes de Nápoles y Polvorines, "de estratos 1 y 2". También acudían muchos hombres que bajo la fachada de hacer deporte buscaban encuentros sexuales. Y por último era común ver habitantes de la calle, o ‘jóvenes de las carretillas’ como Henry los llama. Yo me hacía amigo de ellos y recorríamos todo el sitio, sentencia el hombre.
 
En las aguas del Meléndez se bañaba mucha gente mestiza y afrocolombiana. Se veían desde niños hasta hombres de 50. Ellos se hacían –según Henry- los que estaban observando y empezaban a mostrar partes del cuerpo y hacerle señas a uno; averiguaban de esa manera si a uno le gustaba el ambiente.
El hombre oriundo del eje cafetero recuerda como las márgenes del río eran visitadas sobretodo por parejas homosexuales y heterosexuales. Viene a su memoria la imagen de un sujeto de edad avanzada, cuya mayor afición era masturbarse viendo como otros hombres follaban entre sí. Se divertía viéndolo a uno y pagaba en efectivo o con trago. Un muchacho llevaba filmadora y hasta prestaba a su mujer para que las mismas personas del sexo mío se la comieran, porque eso dizque lo excitaba mucho. Sin embargo, cuando al sector llegaban familias a recrearse, los gays se escondían porque de ellas provenían cientos de frases lacerantes: vea que cochinada. Vea que no respeta. Paguen residencia.
 
Los homofóbicos no faltaban ni tampoco dudaban en apedrear o perseguir con machetes a los gays. Algunos salían corriendo pero Henry buscaba a su gallada y se defendía de los agresores. El paso del tiempo marcó el advenimiento de cambios. La presencia gay se extendió hasta donde actualmente está el Parque de El Ingenio, cuyos predios abarcan de la Avenida Pasoancho hasta la Simón Bolívar. Posteriormente: Colocaron las ciclovías por donde está ese parque y fuimos mermando esas correrías sexuales, ya que anteriormente eran todo el día. Es normal que alguien se pregunte cómo era posible tanto movimiento teniendo calles como la Pasoancho tan cerca. Eso se explica porque por esa vía en aquella época transitaban pocos carros La calle 14, que hoy divide el mencionado parque, no existía. Y los barrios alrededor apenas estaban surgiendo. El sitio estaba protegido por cierto aislamiento y soledad.

Henry recuerda que: Había personas que se aprovechaban de eso, y lo amenazaban a uno con cuchillo para que estuviera con ellas. A mí me llegó a pasar con un muchacho que era terrible. Se bañaba y tenía buen cuerpo, pero era feito de cara. A quien se le acercara le sacaba una puñaleta, porque a las buenas o a las malas, quería poseerlo sexualmente. Era muy agresivo. A pesar de eso se hizo su amigo para pertenecer a su combo. Lo recomendable era estar ‘aliado’ con las ratas, los tipos violentos y agresivos: Para tenerlos de amigos había que acceder a sus pretensiones, y como el tipo que me violó. Le decían a alguien "si no vas a estar conmigo, entonces te vas de aquí". Y si no hacía caso, le hacían la perseguidora, lo chuzaban, lo atracaban y cada que lo pillaban por ahí, lo hacían trotar.
 
Con el tiempo Henry notó que a los travestis les iba mejor que al resto de homosexuales en la cacería de hombres. Por eso empezó a inyectarse hormonas que cambiaron su anatomía; fue así como construyó su alter ego: La Pamela. Así se hizo conocer de ahí en adelante. También me dejé crecer el pelo, me colocaba licras, caminaba por toda la orilla del río y levantaba gente que ni se fijaba en mí cuando estaba serio. Sin embargo, la Pamela debía disputar su territorio con otras travestis. Muchas provenían de los arrabales de Cali y llamaban la atención atiborrando su cuerpo con objetos postizos. Lo único real eran las navajas que portaban para atracar a las personas. Ante esa agresividad La Pamela y su combo tomaron medidas: No había más remedio que hacerse uno en un grupo para, donde estuvieran esas travestis, hacerse respetar de ellas. Había zonas a las que ellas no podían ir, y nosotros no podíamos ir a zonas donde estuvieran ellas". No obstante, no todas las chicas trans eran tan belicosas, y la Pamela se hizo amiga de varias.

Como historia curiosa Henry, o La Pamela, conoció a un niche que vivía en un cambuche construido al pie del río, por los lados de la actual carrera 80 y cerca de la Autopista Simón Bolívar. Lavaba su ropa y se bañaba desnudo en sus aguas. A él le gustaban las mujeres, pero era bisexual porque estuvo conmigo y con otras personas, asegura Henry. Su mujer era también afro. Con ella al parecer tuvo dos hijos. Los cuatro vivían en el cambuche. Actualmente ella lo dejó- afirma Henry- y él vivió sólo hasta que le tumbaron su casa porque ahí se estaba metiendo mucho vicioso y mucha rata. Henry recuerda que aquel mulato lo trataba con respeto, pero: Cuando yo lo pillaba con la esposa, no lo saludaba ¿sí?, sino que seguía de largo, porque era muy maluco… prácticamente él estaba con manes pa’ buscarse la comida, él lo hacía era por plata, pa’ darle algo a la mujer.

Henry describe al río como el eje de un antiguo paraíso. Todo cambió conforme la ciudad fue creciendo y devorando cada espacio baldío para convertirlo en edificios, casas, calles e incluso CAI’s de la policía. Hace 15 años no se veía ni policía ni ejército. Infortunadamente después colocaron un CAI por allá, afirma. Su edén se llenó de motorizados que custodiaban los alrededores. Pero con el tiempo la sede policial fue retirada, según él, porque: Mucho policía estaba extorsionando gente: de mí una vez dijeron que había estado con un menor de edad y mentiras, y me tocó pasarles, en esa época, como treinta mil pesos. Pa’ mí era mucho.
 
Aunque la policía no logró alejar del río a ni a Henry, ni a su alter ego femenino, un giro del destino sí lo consiguió. Dejé de ir a ese paraíso desde el 2000 por mi enfermedad… el sida. Renuncié a él porque me da miedo infectar a otras personas. Incluso suspendí la inyección de hormonas. Estoy seguro que fue en ese sitio donde me infectaron porque, como no había preservativos ni nada, era como Sodoma y Gomorra.

El éxodo de los gays
Su amigo Alberto Sánchez, a quien conoció también en las riberas del Meléndez, fue quien lo llevó al Seguro Social para que le detectaran su enfermedad. El rollizo Alberto, quien en el pasado fue activista por los derechos de los LGBT, también tiene mucho que contar sobre el río: A esa zona la conozco desde 1984. En aquellas épocas el barrio EL Ingenio apenas se estaba conformando y la zona de actividad quedaba entre la avenida Pasoancho y la calle Quinta. Recuerdo que en aquel tiempo conocí a un amigo, vivía en Capri y fue él quien por primera vez me llevó a esa área donde se bañaban los gamincitos, junto con indigentes más grandes, e iban los manes a meterse su bareta. Antes, uno llegaba como máximo hasta donde queda actualmente la calle 14; de allí en adelante no me metía porque era supremamente selvático. Los potreros eran miedosísimos. De aquellas épocas recuerda no sólo a la Pamela, sino a su amigo Enrique. Era un señor canoso novio de un indigente, Roberto, que tenía un pene enorme con una uretra grandísima a la que uno le podía meter el dedo.

El rollizo ex activista gay también conoció el nacimiento de aquel CAI que mencionó la Pamela: Lo construyeron en la esquina de la 83 con la Avenida Pasoancho y favoreció que llegaran muchos indigentes al sector, ¿por qué razón?, porque tenían acceso al agua de su llave. Pero tiene una versión distinta sobre su desaparición: Pasaron los años. Estalló un carrobomba en el Concesionario de Renault ubicado en la 80 con quinta. Posteriormente, el 18 de diciembre de 1999 accionaron otro explosivo y volaron el CAI. Esa arremetida terrorista propició un patrullaje intenso por parte del ejército. Aunado a eso –según Alberto- se construyó La 14 de la Pasoancho, y por ello mucho del bosquecito que había a ese lado desapareció. Todo lo anterior provocó que la mayoría de indigentes que frecuentaban la zona salieran de ella y migraran a otros lugares de encuentro. Pero sucedió algo simpático: abrieron la carrera 80 hasta comunicarla con la Simón Bolívar, y entre esa avenida y la calle 13 hicieron otro parque- se refiere al de El Ingenio- junto con la ciclovía que conecta todo el oriente de la ciudad. Cuando estaban haciendo la ruta para ciclistas, hubo residentes de El Ingenio que hicieron firmar cartas para que ella no se comunicara con el oriente, por la migración de personas "extrañas" que iba a tener. El movimiento gay vivió su propio éxodo de los multicentros a lo que se conoce actualmente como el parque de El Ingenio, al que empieza a arribar otro tipo de personas. Alberto ignora si algún dios señaló a esa como la tierra prometida para los homosexuales.

Alberto estuvo alejado de el extenso y arborizado parque entre el 2001 y el 2003. Cuando lo visita de nuevo observa un gran movimiento de hombres gay. Sin embargo, nada dura para siempre: Alguna vez en una de las bancas del parque estaban sentados los miembros de un grupito que trascendió la visibilización al dejar de operar en la oscuridad y trasladarse al asfaltico de la ciclovía. Pasaban los manes, les echaban piropos y la gente se empezó a molestar. En una ocasión pasó una señora y una de estas personas estaba muy grosera; ella le dijo: vea joven, modere su boca, lávese esa boca con agua bendita. El personaje le respondió: sabe que vieja hijueputa, lávese la boca con semen y no se meta. Tras el insulto arribó al sitio una camioneta 4 x 4, sus ocupantes cogieron al imprudente personaje, lo montaron al carro, lo iban a matar y resultó que él le reconoció la cara entre sus verdugos a un conocido de su pueblo natal y gracias a eso se salvó. A raíz de ese incidente "se desplomaron las acciones", es decir, los gays ya no frecuentaban aquel sector, aunque con el tiempo la presencia reverdeció nuevamente.

En el pasado los gays frecuentaban el área de multicentros de 10 de la mañana a 4 o 5 de la tarde. Su media de edad podía ser de 40 a 45 años. La plata era lo que movía el sexo allá. Uno pagaba mamaditas de 500 pesos. Además que en los multicentros uno no tenía sexo con los otros homosexuales, sino con los indigentes, los gamines y los drogadictos que frecuentaban el espacio, recuerda Alberto.
 
Muchos cuentan que en ese parque hubo una época de cierta tranquilidad y de un momento a otro se volvió muy inseguro, sin embargo Alberto tiene una visión diferente: lo veo más macro. Sobre él se ejerció una presión pública muy fuerte movida por intereses de la constructora Meléndez que fue la que lo desarrolló. Ella venía tras de ese botín para hacer de este parque un gran conjunto residencial. Sin embargo, cuando los Meléndez trataron de construir sobre él, la comunidad no lo permitió. Sin embargo, uno percibe ese tipo de manipulaciones sobre los medios, entonces a partir de este momento se empezaron a gestar noticias como la del negro de la jeringa; se empezaba a decir que violaron, que robaron, que asaltaron, y toda la maquinaria de la prensa de la ciudad estaba en una especie de polarización negativa hacia el parque. En pocas palabras, los medios en aras de favorecer una constructora poderosa, trataron de convertir al parque en un ‘paciente crítico’ para justificar su desaparición, según la teoría de Alberto. De cualquier manera, luego de llegar a un acuerdo, la Constructora cedió los terrenos del parque El Ingenio al Municipio.

En la actualidad la presencia LGBT por la zona de los multicentros desapareció completamente. No Obstante al parque de El Ingenio siguen acudiendo aunque ya ninguno se baña en las pútridas aguas del Meléndez. Ellos tienen diferentes teorías para explicar la presencia LGBT allí. Para Alberto: tuvo que ver con el momento histórico de la ciudad. Ésta comenzó un proceso de activismo en VIH muy intenso durante los años noventa. Hubo un fuerte movimiento en VIH que dejó varias ONGs, pero éstas al margen de que ofrecían apoyo en el diagnóstico a las personas, también se volvieron un sitio de encuentro de personas homosexuales para empezar a reafirmarse dentro de su identidad. Se empezó a generar una reafirmación que sacó a los gays de espacios reduccionistas como videos y saunas. Y agrega que: He estado vinculado a esos procesos y uno se encontraba a la gente que participaba en ellos taconeando en el parque. Sin embargo otros opinan todo lo contrario: la sociedad cierra tanto los espacios a los homosexuales, que a éstos no les queda otro camino que crear ‘ghetos’ como ese parque, es decir espacios en los que puedan actuar en la clandestinidad. Y otros simplemente piensan que los homosexuales al tener una líbido exacerbada van a un lugar donde pueden obtener sexo gratuito, sin compromiso y aparentemente sin complicaciones.
 
El tramo final.
Luego de atravesar el parque de El Ingenio las aguas del Meléndez pasan a un lado de los barrios Ciudadela Comfandi y El Caney, y se preparan para llegar a su destino final. Durante su recorrido se han teñido de un color negruzco y su olor es poco agradable. Al lado izquierdo se alcanzan a vislumbrar retroexcavadoras que indican la presencia futura de más urbanizaciones. Finalmente terminan en el Canal Interceptor sur. Haber tenido que convivir forzosamente con la presencia humana fue su perdición. Pero, paradójicamente, algunos humanos con una orientación sexual distinta a la de la mayoría utilizaron esas aguas y la naturaleza en sus márgenes como un rincón para vivir su sexualidad. Para el Meléndez sólo queda el esperar que algún día los seres humanos -incluidos los homosexuales, pero sobretodo los heterosexuales por ser la mayoría- encuentren el balance entre su supervivencia y la conservación del medio ambiente. De lo contrario la ‘civilización’ arrasará con lo que queda del río y de paso forzará a los gays a encerrarse en cines y saunas.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Protagonistas de la Mierda

'Protagonistas de nuestra tele' es el nuevo bodrio que decidió defecar el canal RCN para terminar de embrutecer a este atribulado pueblo. Nunca he visto un capítulo entero, pero inexorablemente arriban a mis oídos todos los pormenores del mugroso programete, puesto que mi hermana y mi madre han caído bajo su influjo. Entonces sé que hay un tal Óscar del que dicen que es gay, aunque él lo niega. Y otra estúpida que es novia de Pedro Palacio, participante del reality en una versión anterior. Y un patético llamado Cristhian que quiere ser el remedo de Jaider Villa. Es de Cali y ha decidio declarar la guerra a la "hipocrecía que reina en la Casa Estudio".

Hace poco empezaron a circular fotos que demuestran como muchos de los concursantes del odioso programa ya habían tenido contacto con los medios. Incluso una negrita que se atrevió a decir que sobrevivía a punta de vender cocadas aparece en fotos como cotizada modelo que va de shopping a EE.UU. Muchos suspicaces se preguntan si la venta de cocadas da para tanto. En pocas palabras los miles de ilusos desocupados que hicieron el ridículo haciendo largas colas y audicionando para ese programa, perdieron su tiempo pues los escogidos resultaron ser personas que ya han hecho sus pinitos en los medios, y han participado como modelos en desfiles y campañas publicitarias. Todo fue un fraude; pusieron a miles de sonsos a hacer el rídículo para divertir a la plebe para al final escoger una parranda de tetonas y hombres musculosos y caribonitos.

Pero allí no estriba el verdadero fraude de este reality. Lo que Colombia no entiende es que éste no tiene nada de real ni de espontáneo. Quienes participan en él tienen claro que están siendo vigilados por cámaras y actúan en consecuencia. Es decir que dejan de ser ellos mismos, dejan de ser espontáneos para empezar a representar un papel que creen que les puede favorecer. Y cristian lo hace al pie de la letra al copiar fielmente el estilo de Jaider Villa y repetir un libreto que funcionó en el pasado: un ermitaño que se enfrenta a un nido de víboras. Allí nadie se muestra tal cual es, sino que asume poses forzadas porque sabe que miles de babosos los están viendo a través de una pantalla. Allí no hay nada de realidad; sólo la repetición de las mismas estrategias, los mismo métodos, los mismos papeles: los hérores y los villanos. Cosas que no tienen nada de novedosas, pero que embrutecen y cautivan a la gente quizás por pereza mental, o porque su capacidad intelectual no les da pa' más.

Lo más grave que 'Protagonistas' pisotea el arte dramático convitiéndolo en un asunto frívolo que puede ser fácilmente dominado por cualquier baboso 'bendecido' por el 'don' de la belleza. En pocas palabras para una personas fea y desabrida el arte de la actuación está vedado pues es privilegio de una horda de prepagos tetones, musculosos y con caras de barbie. Además pretenden hacer creer que un arte que demanda años de estudio y práctica (al menos cinco si se estudia dicha carrera en una Universidad) se puede aprender en escasos cuatro  meses, tiempo en que, por cierto, los aprendices de actores se dedican más a sus amoríos o conflictos de convivencia, que a sus clases de actuación. Qué tristeza ver a una actriz talentosa y supuestamente seria como Alejandra Barrero prestarse para limpiarse el culo con su profesión, reduciéndiola a la dimensión más banal y simplista.

Y claro, siempre está la posibilidad de que este bodrio televisivo sea un burdo montaje donde de antemano se sabe quién va a ganar y donde se fuerzan las situaciones para crear conflictos que alimentan el morbo de la gente. Mientras tanto el talento termina siendo sacrificado porque su escasez es evidente y termina subordinado a las peleas, a la exhibición de carne y a la estupidez. Y en el entretanto muchos colombianos siguen pegados a este programa de tres pesos.

martes, 16 de noviembre de 2010

Silverio, el patético

Silvero siempre ha sido un ser patético y su vida siempre ha sido patética. Pareciera que el universo conspirara para que siempre cometiera todo tipo de torpezas. Eso le quedó bien claro cuando un manojo de cilantro que compró por encargo de su madre se le enredó en una cerca. Hacía muchos años en aquel mismo sitio una bolsa donde cargaba tomates se rompió; éstos se esparcieron por todo el suelo justo al frente de un sujeto repugnante y pedante que iba a acompañado de dos bellas mujeres. Silverio sintió una verguenza enorme que no le cabía en su pequeño cuerpo. ¿Por qué esa máldita bolsa se había roto? ¿Por qué ese puñetero cilantro se había enredado en la cerca? ¿Acaso todo era un plan urdido por un Dios maligno que odiaba a Silverio y le recordada a cada instante que había nacido para hacer el rídículo, para servir de burla a los demás?

Lo cierto es que Silverio era un ser tremedamente distraido y esa era la causa de sus torpes actos. Días atras compró un pan en una tienda. Recibió las vueltas, pero olvidó llevarse el alimento. En otra ocasión dejó olvidado su móvil en una cabina de internet. Se dio cuenta justo cuando atravesó la Calle. El afán por recuperar el objeto lo lanzó a ella sin mirar a los lados; naturalmente un jeep por poco se lo lleva por delante y se ganó sendos insultos de su conductor. Silverio había nacido para distraerse, para olvidar objetos y para cometer torpezas que hacían que ansiara ser devorado por la tierra.

Pero no sólo eran los olvidos los que contribuían al patetismo que envolvía a Silverio. La misma personalidad del joven -demasiado cándida, demadiado boba, demasiado débil, demasiado pusilánime- ayudaba bastante. En alguna ocasión dos malvados compañeros del colegio le amarraron los cordones de uno de sus zapatos con los del otro par. En vez de quitárselos Silverio resolvió andar con ellos como si fuera un pinguino. Su papá al darse cuenta montó en cólera. Ese hombre alguna vez mandó al bobo a comprar algodón de azúcar. El vendedor al ver al flaco párvulo lo mandó a comprarle una libra de azúcar y en su ingenuidad Silverio accedió. El papá al darse cuenta también montó en cólera. Silverio era estúpido. Alguna vez pisó mierda de perro y entró al salón con los zapatos embadurnados de ella. Fue la burla del salón.

Era demasiado atolondrado, demasiado dormido, demasiado pasivo. Siempre estaba un paso detrás y analizaba las situaciones con una candidez que reñía con un mundo dominado por la perversión, y que se traga vivos a los débiles. Silverio pagó cara su estupidez. Siempre se golpeaba la cabeza al montar en colectivo. O se embrollaba cuando tenía que cargar muchas cosas en las manos. Algunas vez se internó en un bosque y un negro acuerpado le prometió sexo. Silverio sabía que todo era un engaño, pero le siguió el juego al afro y terminó siendo robado y puesto en ridículo. En innumerables veces niños ladrones le salieron al paso y él no tuve de otra que salir corriendo como una rata miserable.

Y mientras tanto perdía billeteras con plata. O se tropezaba en plena calle y caía de jeta. O empezaba a moverse torpetemente delante de personas que sí eran avispadas, avionas. Mientras tanto se consumía en la verguenza y en la frustración por ser tan débil, tan bobo, incapaz de actuar con energía, de tener carácter para enfrentar este fiero mundo. Pero quién sabe. A lo mejor alguna vez se invierte la ecuación y aquellos avispados, aviones, corajudos que han detentado el poder por años, terminen consumidos en las llamas del infierno.

jueves, 4 de noviembre de 2010

QUÉ ASCO.

Los 'heróes de la patria' violaron a una niña de catorce años en Tame, Arauca, y no contentos con el abuso la asesinaron junto con sus dos hermanitos. Abandonaron sus pequeños cuerpos en una fosa común. Empezaron a emerger las evidencias del crimen: morrales manchados de sangre, testimonios contradictorios, aruñazos en los cuerpos de los soldados, y el testimonio de una niña que también fue abusada por un teniente que, al parecer, es el principal responsable del mostruoso crimen. El Comandante del Ejército corré a decir que las dos niñas abusadas consintieron las relaciones sexuales, como si de por sí no fuera suficientemente grave que un mayor de edad sostenga relaciones sexuales con niñas que perfectamente podrían ser sus hijas, con edades que oscilan entre los doce y los catorce años. Muchos depravados le dan la razón al machista Comadante y agregan cínicamente que "las civiles suelen entregarse fácilmente a los militares". ¿Y acaso -preguntó yo-  un militar no debería tener el autodominio suficiente como para no caer en las redes de la pederastia y no dejarse tentar por las insinuaciones de una niña de doce años? Bueno, hago esa pregunta partiendo de la premisa de que la niña no fue intimidada o forzada para sostener relaciones con el asqueroso teniente. Qué asco.

Y los medios. Mutis por el foro. Se volcaron a condenar con exagerado ahínco la muerte del niñito Luis Santiago. Pero ante un hecho igual de atroz se hacen los desentendidos. Informan, naturalmente, pero en la jerarquización de las noticias se ve como tratan la masacre como un hecho de sangre más, de esos que a diario invaden periódicos y noticieros amarillistas. Pusieron en primera plana y como primera noticia del día el despiadado acto del padre de luis Santiago, pero a los niños de Arauca los relegaron a un segundo plano, después de informar sobre la nueva terna para Fiscal, o el referendo para legalizar la marihuana en California, o noticias tan frívolas como la del taxista que le arrancó media oreja de un mordizco a un agente de tránsito. Una vez más los medios se encargan de manipular y distorsionar la realidad, y darle un manejo tendencioso a las noticias, al tratar el crimen de los niños de Arauca como un hecho más que se pierde en el mar de noticias que a diarios nos ahogan. Qué asco.

Y la gente, lejos de concentrar sus energías en condenar con vehemencia el acto, se esfuerza es esgrimir un mismo argumento para tratar de restarle gravedad: el teniente violador es sólo una manzana podrida que no debe afectar la imagen de una honrosa y gloriosa institución. Pero no parece una simple fruta podrida cuando su crimen y su accionar se comparan con el de otros miembros de la Fuerza Pública. Por una infidelidad un policía fue capaz de someter a su mujer a los peores vejámenes, desangrarla y arrancarle sus huellas digitales; más de dos mil muchachos han sido asesinados por militares para hacerlos pasar por guerrilleros; en Cajamarca abrieron fuego contra una familia y la asesinaron, incluyendo a un bebé, y después se rifaron el fusilamiento del único sobreviviente. Qué asco.

¿Será que ese medio tan hostil en que son adiestrados los militares, hace que pierdan las proporciones? ¿Será que esa institución machista y heterocentrista está generado criminales en serie? ¿Será que los militares creen que el tener puesto un uniforme les da la potestad de hacer los que se les de la gana y disponer de las vidas de otros? Los militares aducirán que su entrenamiento debe incluir rudeza pues a fin de cuentas el ejército debe combatir a enemigos feroces, y no se puede pretender que lo haga a punta de diplomacia, buen trato y delicadeza. Pero hay que revisar bien lo que pasa en el seno de la 'gloriosa institución' porque a este paso se convertirá en una fuerza aún más criminal que paramilitares o guerrillas. Qué asco.

sábado, 30 de octubre de 2010

UNA HISTORIA MÍNIMA

Marcada de por vida.
Marta sólo vivió con Gerardo, su padre,  hasta los once años, edad en que éste se separó de su madre. Aquel hombre siempre se desempeñó en labores muy duras como la construcción o la vigilancia. A Marta le daba lástima imaginarlo llegando extenuado a su casa a preparar su comida y a atenderse solo. Por eso le pedía permiso a su Sixta, su madre, para ir a visitarlo a su vivienda ubicada en Siloé. “Y una vez me cogió la noche allí. Me puse a conversar y se me pasó el tiempo hasta que me dieron las ocho o nueve. Ya no alcanzaba carro. Me puse a ver televisión. Ya como a las diez yo le dije a él que iba a dormir en el suelo que era de puro barro. Él me dijo que no, que eso estaba mojado, que yo me iba a buscar una enfermedad ahí. Me charló como decimos nosotros. Que durmiera en la cama y que durmiera en la cama. Y yo que no. Y él que sí. Hasta que me tocó. Vaya sorpresa la que me llevé cuando se metió a la cama desnudo. Y yo me acosté con ese miedo de que él me fuera a hacer algo, pero igual. Yo a no dejarme y él que sí”. Tras el abuso le aseguró que de nada le valía acusarlo porque era su palabra contra la de ella.

Ese hecho la dejaría marcada de por vida. Cuando le contó a la familia paterna lo ocurrido montaron en cólera. Nadie le creyó. Todos la juzgaron de mentirosa. El violador también negó todo. Sixta la llevó donde un médico que certificó que había ocurrido una violación. “Íbamos a ponerle demanda a mi papá, pero lastimosamente no pudimos” asegura Marta,  debido a que la familia paterna los amenazó: “decían que mi papá estaba muy viejo pa caer en una cárcel. Que si le llegaba a pasar algo a él nosotros llevábamos del bulto también". Ni hablar de la familia materna: el trato con ellos es distante y uno de sus tíos tiene las mismas mañas que Gerardo.  Una de sus hermanas tampoco le quiso creer en ese entonces; ahora sí lo hace aparentemente porque estuvo a punto correr la misma suerte. Su hermano tampoco le dio crédito a su acusación. “Mi hermano nunca cree que mi papá sea así. Saca la cara por él. Hasta ahora que consiguió mujer y como que le pasó lo mismo con la mujer y desde allí vio que mi papá era un poquito pasado”

Su padre siempre le ha recalcado que no la quiere como una hija sino como una mujer pues, según él, ni ella ni su hermano son sus hijos. “Y como no hay pruebas para uno decir si es verdad o es mentira. Él me ha dicho que si quiere me deja preñada. Es que él sabe magia negra y magia blanca, si me entiende. Y si quiere hacerle daño a uno se lo hace”. El hombre aprendió a dominar la brujería hace muchos años en su natal Florida, Valle. Alguna vez Marta lo descubrió alumbrando con una vela la foto de una de sus amantes; con ese ritual pretendía forzar su regreso.

Al rememorar su infancia un alud de malos recuerdos empieza a desgarrar su mente. Ella es de aspecto aindiado, su cabello negro y de apariencia descuidada; se lo amarra con una moña. Es de baja estatura, tez trigueña. Recuerda mientras desliza la plancha caliente sobre un pantalón. Ya ha terminado de barrer, lavar la ropa y asear la casa. Es empleada doméstica.  Además de abusar de ella su padre: “me pegaba mucho, me daba peinilla, me daba con palo, con piedra, con lo que cayera. Teniendo yo ocho años, todavía me acuerdo, mató un hermanito de nueve meses”

En cuanto a Sixta, hace 14 años falleció víctima de un cáncer en la matriz. “¿Cómo murió?: tuvo seis meses tirada en cama. Le mandaban mucho medicamento. Seis meses me tocó atenderla a mí. No me duele haber hecho lo que hice por ella porque realmente uno tiene que hacer lo que sea por una madre en las buenas o en las malas”. A pesar de esos cuidados quien terminó siendo la beneficiaria de la pensión del Seguro Social que heredó Sixta, fue su hermana menor. Ella, agonizando, tomó esa decisión aduciendo que era la última niña que había parido y “la que más quería”. La familia nunca ha estado de acuerdo con ese proceder,  pues, según ellos,  la “hija más querida”  se ha dedicado a dilapidar la pensión o ingresar lo que queda en un banco, sin querer sacarlo.  Marta le reprocha que ni siquiera ayude a Gerardo ahora que atraviesa una mala situación. Y es que a pesar del daño que él le infligió, ella no puedo odiarlo sino que por el contrario desearía auxiliarlo. No lo odia a pesar de que le sigue insistiendo que se vaya a vivir con él, aunque, claro, delante de las tías le pide que disimule 

Gerardo y Sixta se separaron. Marta se fue al lado de su madre. La progenitora no  volvió a casarse pero reanudó su vida amorosa al lado de un joven perteneciente a la Policía Militar que primero intentó conquistar a Marta, pero fracasó y por eso se quedó  con la madre. Era un hombre trabajador y la ayudaba, “pero como dice el dicho lo bueno no dura; a lo último se dañó. Empezó a meter bazuco. Mi mamá empezó a trabajar también. Él comenzó a querer como a mandar, querer como cascar a mi mamá. Cada rato me la cascaba. Mantenían como perros y gatos”, sentencia Marta. Sus compañeros de la PM no veían con buenos ojos su adicción. Él solía drogarse en un sitio llamado el hueco, y ellos le aseguraron que si lo volvían a ver por allí lo liquidaban. “el muchacho no creyó. Ese día no se nos metió a la pieza, eran como las dos de la mañana. Nosotros ahí con él sacándolo pa afuera y él más pa adentro. Ese día le dieron una pela a ese señor. Le dieron como violín prestado. Le dañaron una mano. La dañaron un pie los mismos compañeros porque metía vicio”. Tras eso Sixta empezó a alejarse del individuo. El detonante de la separación fue una ocasión que Marta llegó de una rumba y encontró a su madre a las tres de la mañana sentada en un anden y llorando. Había salido de la casa por las amenazas de muerte que le profería su pareja.  Él intentó arreglar las cosas, pero la mujer no accedió.

Al poco tiempo la enfermedad se anidó en la matriz de Sixta. “Mi papá- recuerda Marta- siempre tiene el vicio de decir que a mi mamá lo que le pasó es que había abortado, porque la menstruación le venía como en hemorragia por la misma enfermedad que tenía”. Sixta, a diferencia de su hija,  nunca perdonó a su ex esposo por tanta impiedad. Ella contaba con 35 años y Marta con 18 cuando finalmente el cáncer la venció.  

Tras escapar del yugo de Gerardo, Sixta se vio forzada a partirse el lomo trabajando, en casas de familia, de ocho de la mañana a cuatro de la tarde. Marta antes de cumplir los 12 años siguió su ejemplo: primero trabajó en la galería de siloé. “Ahí me toco ponerme a vender lo que es fruta, lo que es revuelto y cositas así”. Al cumplir los doce dejó ese oficio y se embarcó en el mundo de las empleadas domésticas. Salía de estudiar, dejaba los útiles a un lado, comía y se dirigía a la primera casa de familia donde trabajó. Enfrentarse a ese nuevo mundo no fue fácil: “no es lo mismo en su casa que en otra parte. Uno en su casa hace las cosas como uno quiera, mientras que uno en otra parte tiene que poner cuidado en una cosa, que en la otra. Que las comidas, que la ropa, que los baños. Gente muy exigente en esa parte.” Sus primeros patrones eran vegetarianos y ella nunca ha visto con agrado llenar su boca de raíces, arroces integrales y hierbas. Tan sólo trabajó allí seis meses. Le pagaban alrededor de cincuenta mil pesos mensuales en ese tiempo.  La mayoría de ese dinero se lo daba a su mamá. Ella le dejaba dos mil o mil pesos para que “mecateara”.   Marta recuerda que ella: "nunca estuvo recuerda Marta de acuerdo que yo trabajara. Pero yo le dije que me gustaría trabajar y tener mi plata y no esperar que le estén dando todo a uno: que un brassiere, que un calzón…sino que ir comprando lo de uno”. Antes de ponerse a trabajar Marta cuidaba a su hermana más pequeña; cuando se metió en el mundo laboral a su mamá le toco pedir permiso sus patrones para poder llevar a esa pequeña niña a su lugar de trabajo.

Retornó a la galería tras acabar su experiencia con los vegetarianos. Tenía que madrugar a las tres de la mañana y descender la loma para estar puntual en su oficio. La labor empezaba a las cinco de la mañana y consistía en ofrecer productos y empacar. Terminaba a las tres o cuatro de la tarde. Todo ese tiempo tenía que permanecer de pie y la paga era irrisoria: dos mil quinientos para desayunar y tres mil pesos libres diariamente. Al menos tenía como ventaja recibir un almuerzo trancado y una buena sobremesa,  y también: “Me daban esos medios bultos de papa picada que uno le dice. Dicen que es mala, pero uno le dice que es picada. A veces me la regalaban o me la vendían por mil pesos, quinientos pesos. Lo que quedaba me lo daban para que me lo llevara pa’ mi casa. Todo lo que me quedaba ahí no tenía necesidad de comprar”. En ese oficio duró 4 años.

Después de la galería volvió a casas de familia. Inició un periplo por todo Cali: trabajó en Alameda; en la Luna, en Santa Elena; Camino Real, en La Floresta. De esas oportunidades sólo una vez trabajó de interna y no lo vuelve hace pues al fin de cuentas “lo escurren a uno mucho”. Debía levantarse a las cinco de la mañana y se llegaba de improviso una visita a las diez de la noche, debía atenderla ofreciéndole un café o un jugo. El poco margen de tiempo para descansar provocaba  una acumulación de cansancio que imposibilitaba hacer bien los oficios de la casa. Ni siquiera le respetaban el domingo como día de descanso: “allá cada mes le daban descanso a uno. Y cuidar unos perrotes y hasta barrerles todo eso, ¡no!”.  Tan sólo le pagaban $120000 pesos en ese tiempo lo que califica como “muy poquito”. Duró 4 meses en ese trabajo.

Patrones de conducta.
También le han tocado muchos patrones que le han propuesto ir a la cama. Recuerda un caso particular ocurrido en el barrio Caldas: “…hubo uno, pero ya estaba viejito. Aunque no tan viejito porque se le despertaba la conciencia. Yo ignoraba porque no le duraban las empleadas. A uno se le hace raro que llegue una empleada y que dure dos días no más. Yo comencé a trabajar normal hasta que me di cuenta de lo que pasaba…Quería que se lo chupara. Que la mujer no se daba cuenta. Y no había pasado solamente conmigo sino con todas las empleadas que tenían. Y por culpa de ese señor ya han echado a varias. Me tocó salirme” además de eso añade que si fuera ambiciosa hubiera accedido por debajo de cuerda a cambio de plata, pero “Uno prefiere comerse la cosa buena que la cosa mala y lo que no le gusta no se lo come tampoco”

A otros patrones los describe como muy humillativos. Alguna vez una patrona le informó que los únicos que tenían derecho de comer huevo en sus casa eran sus hijos;  en cierto ocasión a Marta se le alcanzó a “chamuscar por los laditos” uno de esos huevos y la señora la obligó a que lo botara en la basura. Además vivía espetándole: “‘que vea que eso allí no va’, ‘que usted no sabe hacer nada’,  ‘que usted no se mosquea’. En otras partes también me decían lo mismo. Yo soy mala pa’ estarle contestando a la gente. A mi me daba era rabia. Y de la rabia me daba por llorar” En una casa en Siloé se tuvo que enfrentar a una niñera que resulto peor que los propios patrones. “’que esas paredes están sucias’, ‘que hágale por aquí’, ‘que eso no’, y yo ‘entonces hágale usted’. Todas las empleadas que van allá no lo sirven a la señora. Pero sólo a ella porque a los dueños de la casa todos les parecía bien, que está bien una cosa, que está bien la otra. Yo sólo fui como un día no más. No volví”

Pero siempre está la otra cara de la moneda. Recuerda especialmente a su patrona cuando trabajó en Camino Real. Le ayudaba en la cocina. Conversaban como dos amigas . Cuando Marta no tenía para el pasaje le regalaba cinco mil pesos. Los sábados le obsequiaba bolsas atestadas de mercado.

 
Entre sus patrones tuvo a un consumidor de drogas y también a quienes las trafican. Del primero no dice gran cosa, pero de los traquetos sí. Ocurrió en una vivienda de El Ingenio 1. Lo único malo de ellos, según ella: "es que eran duros pa’ pagar. Mantenían diciendo que no tenían plata pero pa’ andar tomando todos los días sí tenían. Todos los días que uno iba los veían tomando. Mantenían borrachos o haciendo planes pa irse pa bailar, pa tomar”.  Le pagaban veinte mil pesos diarios. Inició el trabajo con un advertencia: “una empleada de allá me dijo: ‘usted lo que vea aquí, lo que vea haciendo y esto…cuando se den cuenta que usted está abriendo la boca la quiebran o la mandan a quebrar’”.  Además de eso hablaban recurrentemente de armamentos, de droga y negocios ilícitos y por ello Marta infirió la clase de actividades en los que estaban involucrados. Confirmó sus sospechas cuando en una ocasión entabló conversación con el hermano de su patrona. Éste la aseguró que a la hermana la estaban buscando para matarla porque estaban inmiscuidos en negocios turbios. Marta la describe como una mujer hermosa, mona, con el cuerpo y los dedos atiborrados de anillos y joyas de oro. “como dos meses trabajé con ellos porque ella era una persona muy exigente. Exigía más no pagaba. Quería que de un momento a otro volara uno a hacerle lo que ella quisiera. Tenía que estar en menos de media hora la casa arreglada y era una casa de dos pisos con señora sala, con señoras piezas. Uno tiene que tomarse su tiempo pa’ hacer las cosas. Si uno hace las cosas a la carrera todo le queda mal hecho. Entonces no me amañé”.  Además le quedaron debiendo doscientos mil pesos

Pero antes de irse sostuvo esa conversación reveladora con el hermano de su patrona. Marta lo intrigó asegurándole que tenía un don. Le predijo que iban a matar a su cuñado, aunque al final terminaron asesinando a otra persona. Fue tal la impresión que le causó al joven esa predicción que se la comunicó a la hermana y está decidió buscar a Marta después de que había abandonado el trabajo. Quizás la empleada de servicio heredó los “talentos de su padre” aunque no se considera una adivina. Según ella puede adivinar información de seres queridos que se encuentran lejos. O atraer a ciertas personas con una vela. “Inclusive el hermano me timbró ese día al celular que yo tenía antes y me dijo que la hermana me necesitaba,  porque él le había comentado a ella lo que yo le había dicho. La hermana le había dicho que como sabía yo todo eso. Le había dicho que si me podía localizar, que ella necesitaba hablar conmigo. El muchacho sí me localizó, pero yo nunca le di la cara a ella”  

Menos del mínimo.
Además de haber conocido narcos, viciosos, viejos verdes, buenas patronas y  media ciudad gracias a su trabajo, asegura de él que: “hay en partes donde uno trabaja por menos y hay en partes donde uno trabaja por más, porque uno en una casa cobra veinticinco por todo lo que toca que hacer. En otras partes lloran porque es muy caro entonces toca mermarles a quince a veinte”

Para la familia de Marta eso que hace es regalar su trabajo, pero ella tiene argumentos para justificarse. Por ejemplo, una de sus hermanas trabaja de interna y asegura que sólo lo hace si le pagan el mínimo “y  hoy en día no se puede trabajar por el mínimo, porque si uno no trabaja por doscientos, por trecientos llega otra y le quita el puesto. Entonces a uno le toca regalarse”. En estos momentos trabaja en tres casas. En el sitio donde está planchando y, al mismo tiempo,  revelando su historia, ella recibe 13000 pesos en promedio. A veces reúne cincuenta mil quincenales, otras veces setenta mil. De cualquier manera el dinero que devenga no llega al salario mínimo. Resulta increíble que con ese dinero deba pagar el arriendo de una pieza en Siloé que le vale setenta mil pesos. Además de responder por su hija Sara de 14 años, y santiago el hijo recién nacido al que le compra comida y pañales. Sólo se ahorra la leche porque sostiene que en su pecho todavía le queda. Con lo poco que le sobra- y resulta difícil creer que en efecto eso pase- compra uno o dos cigarrillos “Antes mecateaba, ahora ya me toca apretarme”. El arriendo incluye servicios. Incluso le han ofrecido que “consiga un televisor que eso ni parabólica me cobran. Y yo de donde me voy a conseguir un televisor. No ve que mi hija empeñó el de ella por hacerle caso al supuesto marido”

Personas que le ayuden econonómicamente sólo su hermana la que está interna. Y un anciano de un taller automotriz llamado Cristóbal,  “pero con interés. Con el interés de que yo tenga relaciones con él. Pero yo le digo, cuando no hay amor de dónde le nacen a uno las ganas de tener relaciones con una persona. Por lo menos yo no soy de esas. Si a mi no me nace yo no tengo nada con nadie. Él tiene esa esperanza y le digo que no. que conmigo no la cuente”, sostiene la empleada. La escasez de dinero le ha significado a Marta aguantar hambre. Muchas veces debe dirigirse donde sus tías para que le regalen un bocado de comida. Y en ocasiones son tan marcadas las malas expresiones que se dibujan en sus caras, que ella prefiere despedirse antes de que le ofrezcan cualquier cosa. Varias veces se ha ido a la cama sin comer engañando al hambre con un vaso de agua. Lidiar con su hija tampoco le resulta fácil. “Mi hija anda de arriba para abajo. Ella antes dejó el marido que tenía”. Termino quinto de primaria y se retiró pues no quiso continuar estudiando a pesar de que lo hacía gratis en la Central de Comercio. “ella quiere estudiar donde es más caro. Yo no tengo la capacidad para pagar matrícula y mensualidad y todo lo que piden ahí, cuadernos, cartillas, para dentro de tres meses tener que tirar eso a la basura “, afirma. Para complicar el asunto su padre que vive en Estado Unidos no ha querido volver a ayudarle económicamente porque se enteró de “que había conseguido marido” y además le han llevado el rumor de que ella consume droga. Trabaja  en el país del Norte en oficios varios, ya consiguió mujer y tiene una hija. Pero curiosamente no es el papa biológico de Sara. Marta lo conoció en una miniteca estando en embarazo y empezaron una relación. Él tomó a Sara como su hija y respondió por ella hasta que emigró al Norte. El padre biológico simplemente se esfumó.  Marta puso al tanto a su hija de la verdad y ella “Lo tomó con mucha tranquilidad. Y a ella le preguntan quién es el papá y ella dice que el que está en Estados Unidos”

Sobre su oficio dice: “Es lo único que se hacer porque estudiada no soy. Yo no puedo decir que me voy ir a trabajar de secretaria porque ahí sí pierdo el año. Yo no puedo decir que meterme de cajera porque ahí si ya me corchan a mi porque yo no se nada. Pero a mi me gusta  el trabajo que yo hago porque uno se ocupa mucho, no piensa tanto, se relaja uno más. Yo por lo menos aquí cuando me relajo, no pienso en mis problemas”. Al igual que su hija académicamente sólo hizo la primaria. Decidió salirse porque a los once años tuvo un retraso: “Yo pensé que era que estaba en embarazo, aunque no tenía relaciones con nadie. O sea uno de niño como que se le meten cosas a la cabeza. Dos meses que no me llegaba, no me llegaba”. Sixta le insistió que siguiera estudiando. Le compró los útiles necesarios, pero Marta se encargó de vender hasta los libros de texto. “Mi mamá me dijo: ‘por qué’  y yo le dije ‘mamá yo tengo un atraso y de pronto puede ser un embarazo y a mi me da pena ponerme a estudiar con barriga’ “. Pasados los dos meses continúo la menstruación interrumpida, pero los estudios interrumpidos no corrieron la misma suerte. “Después me puse a estudiar nocturna y tampoco me gustó por que nocturna es una alcahuetería pa las personas. Hay unos que se meten a los palos a meter vicio. Hay mujeres que se van por allá a tantearse con los hombres. De noche uno ve muchas cosas que me quedé con la boca abierta”

Sara no quiere repetir el destino de su mamá y su abuela; textualmente dice que de “manteca” no trabaja. Para Marta su trabajo no es deshonra. Dice con convencimiento que cuando las mujeres se casan se convierten en mantecas de su maridos, y esa situación es mucho peor porque ni siquiera les pagan. Hace poco un tío le ofreció a la díscola niña trabajar cuidando un bebé: “que la esposa de él va a conseguir trabajo y entonces necesita quien le cuide al bebé. ¿Pero en qué año? No sé. Quedaron de avisar”. Mientras Marta termina de planchar, Sara se encuentra cuidando a Santiago en la pieza de $70000. “Ella- sentencia Marta- no aspira a nada bueno. Le digo yo porque entre mamá e hija tenemos confianza. Ella quiere hacer todo y a lo último no hace nada. Que quiere aprender a hacer modistería, que quiere aprender peluquería, que quiere aprender de todo y no aprende nada”

Cuando pequeña sus aspiraciones eran trabajar y ayudar a sus padres. Pero la principal era: “Hacerme a una casita así sea de esterilla, no importa, el todo es tener donde meter la cabeza y donde recoger uno la familia. Usted sabe que con una casita no tiene que estar pensando que llegó el mes de arriendo como me está pasando. Uno sabe que en su casa paga los servicios, paga lo que le toque y no se está matando la cabeza pensando en…” no concluye la idea. Pero si ha concluido  su oficio. Se cambia de ropa, sale a hacer un mandado para cambiar un billete, recibe los trece mil pesos de parte de su patrona. Por último regrese a su pieza alquilada para constatar que su principal aspiración no se ha materializado, después de haberle contado a un desconocido, el hijo de su patrona, su historia. Una historia mínima.

jueves, 28 de octubre de 2010

El Demonio Vio

La de Flavio es la historia de un ser enclenque y pusilánime. Se  crió en una lúgubre casa de color verde junto a sus padres y  una mujer con la que no compartía lazos de sangre, pero a la que consideraba una hermana. Por respeto a su honra la llamaremos la Innombrable.

Desde temprana edad los demonios de la soledad y la amargura atormentaron a Flavio, haciéndolo un ser gris e infeliz. A los doce años  afloró en él una homosexualidad que tuve que reprimir por miedo a la machista sociedad en la que vivía. A diferencia de otros de sus coterráneos que habían empezado vida sexual desde temprana edad, Flavio perdió la virginidad  a escasos días de cumplir los 18 años. Antes de conocer por fin lo que era compartir lecho con otro hombre, el joven tímido sólo había alimentado su líbido con fantasías ridículas y cursis.

Sin embargo tras esa primera experiencia se tuvo que enfrentar a cientos de escollos que arruinaron su vida sexual. No hay por qué entrar en detalles. Lo cierto es que tan mediocre ejercicio de los placeres carnales alimentó en él el deseo de ser víctima de una violación. Pensaba que la violación, por execrable que fuera, era la manifestación más certera de la pasión que uno podría provocar en otros. Y si Flavio conseguía desatar esa pasión ciega e indomable en alguien, sin duda eso repararía en algo su destrozado amor propio. O al menos era lo que esperaba.

Los problemas sexuales eran de toda índole y le hacían sentir a Flavio que se había convertido en un sujeto de burla y diversión para el destino, la suerte e inclusive el mismos Dios . Primero probó ser el sujeto pasivo en las relaciones con otros hombres, pero fracasó en ese rol. Debido a ello le apostó a volverse un ente penetrador e, incluso, contempló la idea de intimar con una mujer. Ese fue un gran error: abrió una caja de pandora de la que emergió un horrible espectro de heterosexualidad que a la postre lo haría sufrir. Como penetrador también fracasó: era eyaculador precoz. La frustración empezó a asfixiarlo y llenarlo de odio. Y esos sentimientos, a su vez, alimentaron una obsesión extraña: abusar de  una mujer.  Pero no a una fémina cualquiera. La malsana obsesión tenía una candidata clara: la Innombrable. ¿Por qué ella?, quién sabe. Lo cierto es que por ironías de la vida el chico que deseaba ardorosamente ser violado, ahora se atormentaba por ideas constantes que lo empujaban a convertirse él mismo en un abusador.

Esa extraña pulsión, a la que Flavio bautizó Demonio Vio, lo acongojaba terriblemente; por su arremetida sentía que no tenía la autoridad moral para juzgar a nadie y sentir indignación por los crímenes y comportamientos más horrendos de la humanidad. Todas las infamias comenzaron a parecerle normales y justificables. Y sin duda le  mortificaba la facilidad con que su mente permitía ese horrible relativismo moral. Aunque no podía apagar los malsanos pensamientos generados por el Demonio Vio, se atormentaba terriblemente porque se sentía vacío, se sentía maligno, se sentía inescrupoloso. Y para él, que en el pasado había sido tan moralista y apegado a la rectitud, una persona de esas características sólo merecía morir.

Sentía rabia por que no podía indignarse sinceramente por la pobreza, la violencia sexual, la injusticia; al fin y alcabo con qué moral podía criticar a los ejecutores de esos horrendos actos, si él era capaz de pensarlos e imaginarlos.

Durante un año soportó  la molesta presencia de ese máldito huésped. Pensó en suicidarse, pero su cobardía lo cohibió de cometer ese acto, al que consideraba la última vía para redimirse. Al fin y al cabo si era capaz de sacrificar su vida en aras de eliminar junto con ella a Vio, eso lo podría rehabilitar moralmente. Pero fue incapaz de emprender ese último acto de dignidad.

Un día la desesperación lo llevó a iniciar un viaje al oriente de su país. Había oído que por esos lares existía un lago milagroso cuya agua exorcizaba cualquier posesión demoniaca.

Inició una travesía que lo llevó a atravesar caudalosos ríos, escalar empinadas cumbres y soportar todo tipo de clims. Al arribar a su destino encontró a un anciano que supuestamente cuidaba el cuerpo de agua:

_Oiga señor  -dijo Flavio- es verdad que el consumo de este agua acaba con cualquier posesión demoniaca.
_ Sí -contestó el anciano- pero debes beber el líquido por seis meses ininterrumpidos.
_ Pero, ¿sí hay garantía de que el remedio funcione?
_ Sí, pero se requiere mucha voluntad.

Durante seis meses bebió religiosamente el agua. Después se dirigió al anciano:
_ He cumplido con el plazo. Y aunque reconozco que el demonio se ha debilitado, aun no desaparece del todo-  afirmó Flavio.
_ Creo que debes tomar el agua por un año más. Es la única forma de combatir el caos que había en tu mente- replicó el anciano.

Esa revelación lo decepcionó pues la ingesta de aquella agua supuestamente bendita le había causado una diarrea terrible que había afectado aun más su pobre vida sexual. Pensó innumerables veces en suspender su consumo, pero nunca se atrevió. Al fin y al cabo debía reconocer que el demonio no desaparecía, pero cada día que pasaba  atacaba con menos fuerza. Flavio poco a poco empezó a recuperar esos cimientos morales que había perdido. Comenzó a ceder en él ese sentimientro de culpa por albergar tan horrendos deseos que, a su juicio, lo hacían indigno de merecer cualquier éxito, cualquier logro, cualquier consideración, cualquier afecto.

Como en la Montaña Mágica de Mann, donde siete semanas se convirtieron en siete años, en la vida de Flavio los seis meses se habían trasformado en dos años...  Cada que visitaba al anciano éste siempre le repetía: “te veo muy bien. Continúa tomando el agua”. Hasta que por fin Flavio escuchó esas palabras que tanto espero.

_  Puedes suspender el consumo del agua- afirmó el anciano

viernes, 22 de octubre de 2010

La anciana y el brassier negro

Desde temprano una pequeña van los recoge en sus respectivas casas y los deja a las nueve en punto de la mañana dentro del Ancianato San Miguel. Son ancianitos que viven con sus familias, pero por unas cuantas horas son arrancados de la monotonía de su hogar para internarlos en otro espacio igualmente rutinario: el Centro Día. Es un recinto relativamente amplio con un hermoso patio interior custodiado por un imponente árbol. Y fue creado para que los viejitos, tras el pago de un dinero, se distraigan con actividades 'recreativas' desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde, hora en que la van los recoge y los lleva de nuevo a sus  domicilios. El espacio está separado del exterior por una reja corrediza de color verde. Y en su interior varias enfermeras coordinan las actividades y vigilan a quienes participan en ellas.

Los ancianos entran al recinto y tras ellos la reja se cierra. Sólo el personal autorizado y los ancianos más lúcidos pueden abrirla de nuevo. Hay varias sillas rímax y los viejitos se sientan. Las enfermeras proceden a tomarles la presión uno por uno. Luego les ordenan armar un círculo. Una de las enfermeras recita un rezo y al concluir ruega a Dios por la protección de quienes están privados de la libertad, bien sea porque están secuestrados o porque están presos en las cárceles. Al concluir la oración comienza a ejecutar ejercicios no muy exigentes para que los ancianos la imiten. Estira los brazos, las piernas, las manos. Se pone de pie y le pide a los que puedan pararse también, que lo hagan. Mueve la cadera en círculos. Concluye con un canto infantil: "cabeza, hombros, rodillas y pies y todos aplaudimos a la vez". Los ancianos tocan las partes del cuerpo mencionadas y luego chocan sus manos haciendo sonar fuertes aplausos.

Luz Mary nunca hace los ejercicios; siempre se arrellana sobre un sofa rojo y duerme profundamente.  Es de baja estatura, obesa. De su cuello cuelga un listón con una llave amarrada. Lucio, el joven que hace voluntariado en el Centro Día, acostumbra acercarse a ella y ofrecerse como su acompañante en una caminata por el Ancianato. A veces ella se niega y a veces accede. Salen de esa cárcel con rejas verdes y caminan por todo el albergue de ancianos, pasando por el hospital geriátrico, la lavandería, el comedor, la sala de fisioterapia; la red de corredores del lugar parece un inmenso laberinto del que por fortuna el voluntario conoce la salida. Según Luz Mary vive sola y nunca cometió la equivocación de casarse y tener hijos. Quién sabe si habrá que creerle. La mayoría de los ancianos del Centro Día sufren de Alzhaimer o demencia y por eso no hay que fiarse de sus confesiones. Luz mary, de pelo corto y siempre vestida a la moda, se sienta al lado de otro viejo llamado Diego. Casi nunca hablan, pero a pesar de eso se puede percibir una gran camaradería entre ellos. Parecen un par de enamorados coquetos que se burlan del paso del tiempo. De Diego no se sabe nada. Es callado, enigmático, Camina encorvando hacia adelante su columna vertebral.

Cuando los viejos terminan sus ejercicios matutinos, las enfermeras proceden a repartirles un pequeño refrigerio. Les dan panes elaborados en la cocina del Ancianato, acompañados con aguapanela o café en leche según escojan los destinatarios de los alimentos. A algunos por requerimientos médicos les proporcionan avena y galletas integrales. Tras comerse el entremés, los ancianos deben adecuarse en las diferentes mesas. Los que quieran pueden participar de las actividades recreativas lideradas por las enfermeras, y que consisten en recortar de revistas cabezas de personas para pegarlas en un papel; o colorear como párvulos algunos dibujos mal hechos; o cortar con unas tijeras trozos de fieltro hasta volverlos picadillo; o quizás coser, o rellenar gatos de peluche con material parecido al algodón; para variar se puede pintar con témpera, recortar palabras que empiezan por m y pegarlas, etc. En este lugar los viejos viajan en una máquina del tiempo y  terminan por realizan sin chistar actividades propias de niños, además de ser tratados como tales. A veces en algunas mesas juegan dominó, sin licor de por medio naturalmente. Y en otras ocasiones, sobre todo los viernes, juegan bingos amenizados por música de antaño. Alguna vez una de las viejitas que, por tener una pierna más larga que la otra, debía valerse de dos bastones para movilizarse, convirtió el suelo del Centro Día en pista de baile y sus bastones en piernas con las que bailó con mayor gracia que un bailarín de esa salsa acrobática,  tan de moda en estos días.

Los que se fueron
En el sofa rojo no sólo se han sentado Diego y Luz Mary. También lo usaba Hilda. Su fuerte y nasal acento pijao delataba en que región había nacido. Alguna vez le contó a Lucio que trabajó durante 20 años en la desaparecida Granahorrar hasta pensionarse. En otra ocasión las ancianas dijeron que aquel joven parecía volteado. Hilda replicó: "él es bien macho. Aténgase y no corran". A las doce en punto los ancianos más lúcidos van al comerdor y almuerzan. Hilda estaba en ese grupo, pero como no seguía la etiqueta debida en la mesa, debió ser retirada de allí. Después le llevaban el almuerzo al Centro Día. Algunas vez contó que sus hijos la pusieron a votar por Antanas Mockus. "Pero ganó Santos", concluyó. Era común verla con un vaso de agua que siempre dejaba a sus pies. Un día tuvo un accidente: se poposeó delante de mucha gente y desde ese día nunca volvió.

Otro que no regresó fue Carlos. Quienes lo conocieron cuando recién empezó a asistir al Centro Día dicen que era vigoroso, dicharachero y lúcido. De esa imagen sólo quedaron retazos. Con el paso del tiempo su cuerpo se puso rígido, dejó de articular palabras para emitir gemidos y las enfermeras debían depositar en su boca una papilla que era lo único que podía ingerir. A veces Lucio acompañaba al hombre de gran estatura a caminar. Tenía que sostenerlo por detrás como si fuese un títere gigante. Debía empujarlo. El anciano daba unos pasos, pero luego se quedaba inmóvil. Era como desplazar una estatua imponente cuyo rostro inspiraba benovolencia y ternura. A veces dormía y sus labios eran succionados hacia dentro de su cavidad bucal, dándole una imagen cadavérica. Cierto día una enfermera le informó a Lucio que Carlos ya no volvería. También se marchó don Aquileo, un viejito al que le encantaba trabajar en la pequeña huerta del Ancianato. Un día puso a Lucio a recoger la maleza que invadía esa huerta. En otra oportunidad se enojó porque se sintió vigilado por el voluntario; sólo toleraba que lo vigilaran las enfermeras. Y otra que también dijo adios fue María Asención. Era una negrita de Buenaventura a la que las enfermeras trataban con cierta rudeza. Un día  anunciaron que había fallecido.

Entre cuerdos y locos
Al comedor sólo van los más lúcidos. Y en el Centro Día  quedan las más dementes: Marina e Inés. Son muy diferentes -la una es bajita y gorda y la otra alta  y enclenque- pero a la vez son muy parecidas. No se les entiende lo que dicen, salvo pequeños instantes en que logran articular algunas palabras. A veces están tan inquietas que las enfermeras las amarran a las sillas con cuerdas que han bautizado con el eufemismo de `inmovilizadores'. Marina generalmente se sienta y empieza a palpar con las palmas de sus manos todo lo que hay a su alrededor. A veces toma objetos alegando que son suyos. Es adorable. Llora constantemente por su mamá y a veces recuerda su muerte. También menciona insistentemente a su hermano Copérnico. Por su parte Inés recuerda con vehemencia a Cecilia Ortiz, su madre, mientras camina sin cesar como alma en pena por todo el Centro Día desde que llega, hasta cuando la recogen. A veces la enclenque anciana se quita la blusa dejando al descubierto su delgadez y cubriendo lo poco que le queda de senos con un brassier negro. Algunos dicen que a esa edad las personas aún son presas de la lìbido.

Elvia Osso es un poco más cuerda que Inés. Al menos articula más claramente las pocas palabras que dice. Por cierto es bastante monotemática: "¿yo pa' dónde me voy? "¿Qué hago?" "¡Dios mio!" "¿Pa' donde me lleva?", son las frases que repite compulsivamente. Odia el Centro día y siempre busca la manera de escaparse, pero nunca lo consigue. El Alzhaimer ha consumido su mente y por eso no recuerda casi nada, excepto a una persona: Lisímaco, su padre, quien al parecer tenía un fuerte carácter y se enojaba cuando ella salía sola y se demoraba. A veces se torna muy violenta y no duda en atacar con sus uñas, cual si fuera una gata, a quien le impida salir del Centro Día.

La anciana más lúcida es quizás Argenis Contreras. Viene del Tolima como Hilda. Casi  no puede caminar pero esa incapacidad se ve compensada por su enorme claridez mental. Cuenta que su pasión es la costura y en el pasado llegó a tener varios empleados bajo su mando en un taller de confecciones. Ahora ha visto su impetú reducido por vivir en una casa en la que a sus parientes "no les gustan muchas cosas que yo les digo". Alguna vez un viejo cascarrabias llamado Fortunato Sánchez increpó a Lucio, al que le tenía mala voluntad, diciéndole: "¿Qué pretende de nosotros?, ¿qué hace aquí?". Ella se metió en la discusión intercediendo por el joven.él no viene a cuidarlo a usted viejo h....".   "Yo creo que cuando me hicieron estaban en plena chichonera, porque donde hay pelea yo me meto", afirma para explicar su intervención en una pelea ajena. A pesar de los años no ha perdido su carácter. Por otro lado el hosco Fortunato prácticamente pasa por el Centro Día sin musitar palabra y cuando intenta hablar es incapaz de articularla alguna. Desde el principio odió al voluntario. Le lanzaba miradas cargadas de odio y recelo, y éste una vez le sacó la lengua como respuesta. El viejo procedió a lanzarle los cuestionamientos antes mencionados.

Y de los hombres el más lúcido es Ernesto. Le encanta hacer reir a la gente con bromas. Siempre sale del  Centro Día con la excusa de que va a la 'finca' -llama a así al exterior-para recoger mangos del suelo. A veces trae las manos llenas con esos frutos o con mandarinas.

Lili, la posesiva.
Lucio debe lidiar con viejitos locos y cuerdos y, fuera de Fortunato, ninguno se ha quejado de su presencia. Incluso algunos se han encariñado con él, especialmente una viejita llamada Lili. Ella vive en una enorme casa ubicada en el barrio El Refugio. Viste elegantemente, lo que indica que es de alta alcurnia. Nació en un pueblo del Cauca y se caracteriza por su carácter posesivo. Quería a Lucio sólo para ella y no toleraba que nadie se le acercara. Su mejor manera de chantajearlo era decir desesperadamente que necesitaba caminar. Alguna vez le dio un ataque de hiperactividad, las enfermeras procedieran a  inmovilizarla y ella intentó morderlas para impedirlo. Además se quejaba de ardor en sus ojos y dolores en el cuerpo. Ciertamente sus ojos estaban cubiertos de lagañas acuosas quizás producto de una conjuntivitis. El joven la tomaba de un brazo y andaban. Ella lo hacía apresuradamente y Lucio trataba de que no se fuera de bruces.

Alguna vez salieron a caminar y se les acercó un hombre relativamente joven. Dijo: "yo cumplo años este día y mostró al voluntario su Cédula de Ciudadanía. "Déme un abrazo" agrego, y Lucio decidió complacerlo. Acto seguido el hombre le zampó dos besos en la mejilla como agradecimiento. Lili sólo atinó a decir: "ese está más loco que una cabra".

A las tres termina la jornada recreativa para los ancianos, pero Lucio sólo los acompaña hasta las doce. Se sienta a gusto de haberles entregado algunas horas de su tiempo, de haber sacrificado el egoísmo propio de los humanos, en un mundo gerontofóbico que adora la juventud junto con la vanidad que trae consigo. Como se vinculó a un periódico sus visitas al Centro Día se han vuelto más espaciadas. Por casualidad se enteró que una de las viejitas del Ancianato, Zeneida, es tía de una compañera de trabajo. Otra viejita llamada Julieta siempre que lo ve repite lo mismo: "Él viene cada quince días cuando le dan permiso en El País". Y Zeneida al oir esto dice sin excepción,como si repitiera un mismo libreto: "¿Usted trabaja en El País? Yo tengo una sobrina que trabaja allá. Se llama Jessica Ivette. ¿Usted no la conoce por casualidad?".

miércoles, 13 de octubre de 2010

ORGÍAS

Globediano se tuvo que enfrentar un día a la verdad: el culo no le servía para ser pasivo, entonces no le quedaba más remedio que volverse penetrador. Se le metió la loca idea de intimar con una mujer. Vio un clasificado del periódico que anunciaba un lugar donde se efectuaban orgías heterosexuales. El costo para participar de la actividad era de $20.000. El día anterior Globediano se había encontrado en un parque un billete de $20.000 y ya sabía en qué invertirlos. El evento tendría lugar un miércoles y principiaría a las dos. Globediano llego a la dirección anunciada y timbró. Un sujeto se asomó desde una ventana situada en el último piso del edificio y bajó. Reclamó la suma requerida y condujo al joven al lugar donde se practicaría la orgía. Era un apartamento. En el fondo estaban adecuadas las habitaciones donde ocurriría la acción. Varios colchones cubrían el suelo de una de ellas. Encima habían varios hombres y unas pocas mujeres. Clobediano comprendió que aquel era un prostíbulo disfrazado de orgía; las pocas mujeres eran prostitutas que debían atender a varios hombres. Por ellas se cobraban los $20.000. Algunas eran flacas, pero había otra que era decididamente gorda. Mas su gordura no era grotesca. Era una mujer atractiva. Globediano le chupó las tetas y luego le introdujo sus dedos en la vagina, lastimándola. A su alrededor los otros hombres penetraban a las mujeres, las ponían a mamar. Uno de ellos era demasiado atractivo. En determinado momento llego una pareja que tuvo sexo sin preservativo delante de todos. Globediano se aburrió rapidamente. Comprendió que había sido una estupidez arribar a ese lupanar, que en realidad a él le gustaría ocupar el lugar de esas putas que eran devoradas por varios machos heterosexuales. Su vacío se ahondaba. También pensó en la forma como eran explotadas las prostitutas al tener que  estar con varios hombres sin ninguna pausa entre el uno y el otro. Tenían que mamar varios penes sin condón. Aunque unas aparentemente estaban satisfechas con esa vida. Globediano interpeló a la gorda sobre el particular y ella le contestó: "A mí me gusta lo que hago. A veces vienen mancitos jovencitos con sus novias, y yo les pidó el teléfono pa' encontrarme con ellos por fuera del trabajo. Y se les doy gratis...A mi me gusta esto"

Antes de entrar a esa habitación tapizada de colchones y con las ventanas totalmente cubiertas por plásticos negros,  globediano tuve que desnudarse y meter su ropa en una bolsa. Sólo podía tapar sus verguenzas con una pequeña toalla que durante el transcurrir de la jornada se convirtió en un estorbo. Una mujer vieja y fea -al parecer la que hacía la limpieza- le entregó un condón y le indicó que a cambio de los $20.000 sólo podía sostener relaciones sexuales con una de las prostitutas; si quería estar con otra debía pagar otros $20.000. Era un puerco negocio, no era algo espontáneo que naciera del deseo de esas mujeres. Globediano dudo si de verdad estaban ahi por gusto, si se atreverían a entregarse a varios hombres sin que hubiese plata de por medio.

Al final salió decepcionado porque sólo hizo el ridículo. No penetró a ninguna mujer porque eyaculó 20 segundos después de empezar a masturbarse debido a su eyaculación precoz.

Un año después Globediano retornó al sitio de las 'orgías'. Esta vez la participación costó $25.000 pesos. Para evitar verguenzas compró el día anterior unas pastas que supuestamente curaban la eyaculación precoz. No funcionaron. La precocidad continuaba latente; aunque esta vez si logró penetrar a una fémina, fue un acto ridículo y sin trascendencia. Fue en el interior de un sauna adecuado en el apartamento. De resto lo mismo: penes penetrando con violencia, con esa agresividad de los hombres heterosexuales que Globediano tanto anhelaba y envidiaba. El joven se retiró a las pocas horas y nunca volvió a aquel antro en el que se sentía fuera de lugar.

Pasaron dos años. Esos arranques heterosexuales que atacaban a Globediano habían desaparecido. Decidió aistir a una orgía, pero esta vez de homosexuales, a realizarse en un cine gay recién inaugurado. Llegó a las seis, se desnudó, pagó 12.000 pesos. Espero horas sin que nadie apareciera. Deambuló como zombie por cada resquicio del video. Recorrió el laberinto, la zona de internet, y el lugar especialmente destinado para la orgía. Al final llegaron varias personas, la mayoría versátiles. No se veía esa misma pasíon que derrochan los heteros. Globediano también se sintió ahí fuera de lugar.