lunes, 29 de noviembre de 2010

UN RÍO DISCRETO

Para muchos resultaría curioso enterarse de que las zonas bañadas por el río Meléndez han sido durante los últimos veinte años un espacio de encuentro de homosexuales. No obstante si alguien resulta tan osado de andar por los jarillones que se alzan a los lados de ese afluente durante su paso por el Parque de el Ingenio, seguramente se encontraría con algún homosexual que estaría buscando hacer su conquista del día. Pero de eso rara vez se habla porque el río Meléndez es un río discreto, del montón; el río más celebre, ese al que todos los grupos salseros de Cali le cantan, es el Pance. Por eso no estaría de más contar algunos de los secretos que el Meléndez ha guardado por años.

Se puede comenzar diciendo que nace a una altura de 2.800 metros sobre el nivel del mar, en un sector conocido como La Corea, ubicado sobre la vertiente oriental de la Cordillera Occidental, arriba del corregimiento de La Buitrera, según señala el libro Cali: la ciudad de los siete ríos producido por el Dagma; texto que califica de pequeña a la cuenca del río, ya que sólo abarca 3.832 hectáreas en sus 25 kilómetros de longitud.

Sus aguas a medida que se acercan a zonas habitadas por humanos empiezan a perder su transparencia y pureza. Llegan a Polvorines, un asentamiento compuesto por casas de bareque agolpadas en la cima de las escarpadas lomas; desde allí descienden como equilibristas varias mujeres que después lavan su ropa en el río, mientras algunos mineros artesanales buscan una pizca de oro en su lecho. El afluente continúa su curso y parte de sus aguas son devoradas por el acueducto de La Reforma que se encarga de repartir el líquido a las zonas de ladera que no alcanzan a ser abastecidas por el Acueducto de San Antonio. El cuerpo de agua evidentemente menguado atraviesa zonas aledañas a fincas y al Club Campestre, propiedades privadas que han cercado y privatizado las márgenes del río, a pesar de que la normatividad exige la conservación de 30 metros de protección en cada una de ellas. Conforme se acerca a la emblemática Calle Quinta el río se convierte en depositario de descargas contaminantes provenientes de marraneras, industrias procesadoras de pulpa de frutas, talleres automotrices, vulcanizadoras, depósitos de madera y hasta piqueteaderos.

El río llega a la Quinta.
Finalmente, las aguas pasan por debajo de la Calle Quinta y llegan hasta los asentamientos de La Vega y La Playa en donde viviendas y construcciones invaden sus orillas y las llenan de basuras y escombros. Además de esto muchos habitantes de la calle suelen tomarse duchas en el río y abandonan después del baño ropas sucias y basuras en toda la zona.

No obstante en el pasado las urbanizaciones, la presencia humana y la contaminación no tenían tan acorralado al Meléndez. Era un río que recorría espacios baldíos y sus aguas estaban relativamente limpias, y esas características fueron hábilmente aprovechadas por los homosexuales de ese entonces para convertirlo en escenario de sus orgías, encuentros y batallas. Dos de ellos deciden relatar las transformaciones de las que han sido testigos en los últimos 25 años, en la zona aledaña al río desde la Calle Quinta hasta la Avenida Simón Bolívar. El primero de ellos, Henry, nacido en Circasia, Quindío, que vino a Cali por cosas de la vida, conoció esa zona hace más de dos décadas cuando, como empleado de la firma Pedro Gómez, ayudó a construir los edificios conocidos como ‘Multicentros’. Acostumbraba ir a los alrededores con los trabajadores… y muchos de ellos disfrutaron de los placeres carnales conmigo. Fue ahí cuando pillé que había mucho movimiento en la orilla del río Meléndez, señala el hombre que ha cruzado la barrera de los cuarenta años. Tras conocer el río adquirió como hábito visitarlo de seguido para bañarse en él, pues en esa época no estaba tan contaminado. Según dice: muchos iban a lo mismo y por eso yo nadaba prácticamente desnudo, porque llamaba más la atención. Me buscaban insistentemente para tener sexo. Solía bañarse en un charco relativamente hondo al que bautizaron El Trincho y que era frecuentado por jóvenes de Nápoles y Polvorines, "de estratos 1 y 2". También acudían muchos hombres que bajo la fachada de hacer deporte buscaban encuentros sexuales. Y por último era común ver habitantes de la calle, o ‘jóvenes de las carretillas’ como Henry los llama. Yo me hacía amigo de ellos y recorríamos todo el sitio, sentencia el hombre.
 
En las aguas del Meléndez se bañaba mucha gente mestiza y afrocolombiana. Se veían desde niños hasta hombres de 50. Ellos se hacían –según Henry- los que estaban observando y empezaban a mostrar partes del cuerpo y hacerle señas a uno; averiguaban de esa manera si a uno le gustaba el ambiente.
El hombre oriundo del eje cafetero recuerda como las márgenes del río eran visitadas sobretodo por parejas homosexuales y heterosexuales. Viene a su memoria la imagen de un sujeto de edad avanzada, cuya mayor afición era masturbarse viendo como otros hombres follaban entre sí. Se divertía viéndolo a uno y pagaba en efectivo o con trago. Un muchacho llevaba filmadora y hasta prestaba a su mujer para que las mismas personas del sexo mío se la comieran, porque eso dizque lo excitaba mucho. Sin embargo, cuando al sector llegaban familias a recrearse, los gays se escondían porque de ellas provenían cientos de frases lacerantes: vea que cochinada. Vea que no respeta. Paguen residencia.
 
Los homofóbicos no faltaban ni tampoco dudaban en apedrear o perseguir con machetes a los gays. Algunos salían corriendo pero Henry buscaba a su gallada y se defendía de los agresores. El paso del tiempo marcó el advenimiento de cambios. La presencia gay se extendió hasta donde actualmente está el Parque de El Ingenio, cuyos predios abarcan de la Avenida Pasoancho hasta la Simón Bolívar. Posteriormente: Colocaron las ciclovías por donde está ese parque y fuimos mermando esas correrías sexuales, ya que anteriormente eran todo el día. Es normal que alguien se pregunte cómo era posible tanto movimiento teniendo calles como la Pasoancho tan cerca. Eso se explica porque por esa vía en aquella época transitaban pocos carros La calle 14, que hoy divide el mencionado parque, no existía. Y los barrios alrededor apenas estaban surgiendo. El sitio estaba protegido por cierto aislamiento y soledad.

Henry recuerda que: Había personas que se aprovechaban de eso, y lo amenazaban a uno con cuchillo para que estuviera con ellas. A mí me llegó a pasar con un muchacho que era terrible. Se bañaba y tenía buen cuerpo, pero era feito de cara. A quien se le acercara le sacaba una puñaleta, porque a las buenas o a las malas, quería poseerlo sexualmente. Era muy agresivo. A pesar de eso se hizo su amigo para pertenecer a su combo. Lo recomendable era estar ‘aliado’ con las ratas, los tipos violentos y agresivos: Para tenerlos de amigos había que acceder a sus pretensiones, y como el tipo que me violó. Le decían a alguien "si no vas a estar conmigo, entonces te vas de aquí". Y si no hacía caso, le hacían la perseguidora, lo chuzaban, lo atracaban y cada que lo pillaban por ahí, lo hacían trotar.
 
Con el tiempo Henry notó que a los travestis les iba mejor que al resto de homosexuales en la cacería de hombres. Por eso empezó a inyectarse hormonas que cambiaron su anatomía; fue así como construyó su alter ego: La Pamela. Así se hizo conocer de ahí en adelante. También me dejé crecer el pelo, me colocaba licras, caminaba por toda la orilla del río y levantaba gente que ni se fijaba en mí cuando estaba serio. Sin embargo, la Pamela debía disputar su territorio con otras travestis. Muchas provenían de los arrabales de Cali y llamaban la atención atiborrando su cuerpo con objetos postizos. Lo único real eran las navajas que portaban para atracar a las personas. Ante esa agresividad La Pamela y su combo tomaron medidas: No había más remedio que hacerse uno en un grupo para, donde estuvieran esas travestis, hacerse respetar de ellas. Había zonas a las que ellas no podían ir, y nosotros no podíamos ir a zonas donde estuvieran ellas". No obstante, no todas las chicas trans eran tan belicosas, y la Pamela se hizo amiga de varias.

Como historia curiosa Henry, o La Pamela, conoció a un niche que vivía en un cambuche construido al pie del río, por los lados de la actual carrera 80 y cerca de la Autopista Simón Bolívar. Lavaba su ropa y se bañaba desnudo en sus aguas. A él le gustaban las mujeres, pero era bisexual porque estuvo conmigo y con otras personas, asegura Henry. Su mujer era también afro. Con ella al parecer tuvo dos hijos. Los cuatro vivían en el cambuche. Actualmente ella lo dejó- afirma Henry- y él vivió sólo hasta que le tumbaron su casa porque ahí se estaba metiendo mucho vicioso y mucha rata. Henry recuerda que aquel mulato lo trataba con respeto, pero: Cuando yo lo pillaba con la esposa, no lo saludaba ¿sí?, sino que seguía de largo, porque era muy maluco… prácticamente él estaba con manes pa’ buscarse la comida, él lo hacía era por plata, pa’ darle algo a la mujer.

Henry describe al río como el eje de un antiguo paraíso. Todo cambió conforme la ciudad fue creciendo y devorando cada espacio baldío para convertirlo en edificios, casas, calles e incluso CAI’s de la policía. Hace 15 años no se veía ni policía ni ejército. Infortunadamente después colocaron un CAI por allá, afirma. Su edén se llenó de motorizados que custodiaban los alrededores. Pero con el tiempo la sede policial fue retirada, según él, porque: Mucho policía estaba extorsionando gente: de mí una vez dijeron que había estado con un menor de edad y mentiras, y me tocó pasarles, en esa época, como treinta mil pesos. Pa’ mí era mucho.
 
Aunque la policía no logró alejar del río a ni a Henry, ni a su alter ego femenino, un giro del destino sí lo consiguió. Dejé de ir a ese paraíso desde el 2000 por mi enfermedad… el sida. Renuncié a él porque me da miedo infectar a otras personas. Incluso suspendí la inyección de hormonas. Estoy seguro que fue en ese sitio donde me infectaron porque, como no había preservativos ni nada, era como Sodoma y Gomorra.

El éxodo de los gays
Su amigo Alberto Sánchez, a quien conoció también en las riberas del Meléndez, fue quien lo llevó al Seguro Social para que le detectaran su enfermedad. El rollizo Alberto, quien en el pasado fue activista por los derechos de los LGBT, también tiene mucho que contar sobre el río: A esa zona la conozco desde 1984. En aquellas épocas el barrio EL Ingenio apenas se estaba conformando y la zona de actividad quedaba entre la avenida Pasoancho y la calle Quinta. Recuerdo que en aquel tiempo conocí a un amigo, vivía en Capri y fue él quien por primera vez me llevó a esa área donde se bañaban los gamincitos, junto con indigentes más grandes, e iban los manes a meterse su bareta. Antes, uno llegaba como máximo hasta donde queda actualmente la calle 14; de allí en adelante no me metía porque era supremamente selvático. Los potreros eran miedosísimos. De aquellas épocas recuerda no sólo a la Pamela, sino a su amigo Enrique. Era un señor canoso novio de un indigente, Roberto, que tenía un pene enorme con una uretra grandísima a la que uno le podía meter el dedo.

El rollizo ex activista gay también conoció el nacimiento de aquel CAI que mencionó la Pamela: Lo construyeron en la esquina de la 83 con la Avenida Pasoancho y favoreció que llegaran muchos indigentes al sector, ¿por qué razón?, porque tenían acceso al agua de su llave. Pero tiene una versión distinta sobre su desaparición: Pasaron los años. Estalló un carrobomba en el Concesionario de Renault ubicado en la 80 con quinta. Posteriormente, el 18 de diciembre de 1999 accionaron otro explosivo y volaron el CAI. Esa arremetida terrorista propició un patrullaje intenso por parte del ejército. Aunado a eso –según Alberto- se construyó La 14 de la Pasoancho, y por ello mucho del bosquecito que había a ese lado desapareció. Todo lo anterior provocó que la mayoría de indigentes que frecuentaban la zona salieran de ella y migraran a otros lugares de encuentro. Pero sucedió algo simpático: abrieron la carrera 80 hasta comunicarla con la Simón Bolívar, y entre esa avenida y la calle 13 hicieron otro parque- se refiere al de El Ingenio- junto con la ciclovía que conecta todo el oriente de la ciudad. Cuando estaban haciendo la ruta para ciclistas, hubo residentes de El Ingenio que hicieron firmar cartas para que ella no se comunicara con el oriente, por la migración de personas "extrañas" que iba a tener. El movimiento gay vivió su propio éxodo de los multicentros a lo que se conoce actualmente como el parque de El Ingenio, al que empieza a arribar otro tipo de personas. Alberto ignora si algún dios señaló a esa como la tierra prometida para los homosexuales.

Alberto estuvo alejado de el extenso y arborizado parque entre el 2001 y el 2003. Cuando lo visita de nuevo observa un gran movimiento de hombres gay. Sin embargo, nada dura para siempre: Alguna vez en una de las bancas del parque estaban sentados los miembros de un grupito que trascendió la visibilización al dejar de operar en la oscuridad y trasladarse al asfaltico de la ciclovía. Pasaban los manes, les echaban piropos y la gente se empezó a molestar. En una ocasión pasó una señora y una de estas personas estaba muy grosera; ella le dijo: vea joven, modere su boca, lávese esa boca con agua bendita. El personaje le respondió: sabe que vieja hijueputa, lávese la boca con semen y no se meta. Tras el insulto arribó al sitio una camioneta 4 x 4, sus ocupantes cogieron al imprudente personaje, lo montaron al carro, lo iban a matar y resultó que él le reconoció la cara entre sus verdugos a un conocido de su pueblo natal y gracias a eso se salvó. A raíz de ese incidente "se desplomaron las acciones", es decir, los gays ya no frecuentaban aquel sector, aunque con el tiempo la presencia reverdeció nuevamente.

En el pasado los gays frecuentaban el área de multicentros de 10 de la mañana a 4 o 5 de la tarde. Su media de edad podía ser de 40 a 45 años. La plata era lo que movía el sexo allá. Uno pagaba mamaditas de 500 pesos. Además que en los multicentros uno no tenía sexo con los otros homosexuales, sino con los indigentes, los gamines y los drogadictos que frecuentaban el espacio, recuerda Alberto.
 
Muchos cuentan que en ese parque hubo una época de cierta tranquilidad y de un momento a otro se volvió muy inseguro, sin embargo Alberto tiene una visión diferente: lo veo más macro. Sobre él se ejerció una presión pública muy fuerte movida por intereses de la constructora Meléndez que fue la que lo desarrolló. Ella venía tras de ese botín para hacer de este parque un gran conjunto residencial. Sin embargo, cuando los Meléndez trataron de construir sobre él, la comunidad no lo permitió. Sin embargo, uno percibe ese tipo de manipulaciones sobre los medios, entonces a partir de este momento se empezaron a gestar noticias como la del negro de la jeringa; se empezaba a decir que violaron, que robaron, que asaltaron, y toda la maquinaria de la prensa de la ciudad estaba en una especie de polarización negativa hacia el parque. En pocas palabras, los medios en aras de favorecer una constructora poderosa, trataron de convertir al parque en un ‘paciente crítico’ para justificar su desaparición, según la teoría de Alberto. De cualquier manera, luego de llegar a un acuerdo, la Constructora cedió los terrenos del parque El Ingenio al Municipio.

En la actualidad la presencia LGBT por la zona de los multicentros desapareció completamente. No Obstante al parque de El Ingenio siguen acudiendo aunque ya ninguno se baña en las pútridas aguas del Meléndez. Ellos tienen diferentes teorías para explicar la presencia LGBT allí. Para Alberto: tuvo que ver con el momento histórico de la ciudad. Ésta comenzó un proceso de activismo en VIH muy intenso durante los años noventa. Hubo un fuerte movimiento en VIH que dejó varias ONGs, pero éstas al margen de que ofrecían apoyo en el diagnóstico a las personas, también se volvieron un sitio de encuentro de personas homosexuales para empezar a reafirmarse dentro de su identidad. Se empezó a generar una reafirmación que sacó a los gays de espacios reduccionistas como videos y saunas. Y agrega que: He estado vinculado a esos procesos y uno se encontraba a la gente que participaba en ellos taconeando en el parque. Sin embargo otros opinan todo lo contrario: la sociedad cierra tanto los espacios a los homosexuales, que a éstos no les queda otro camino que crear ‘ghetos’ como ese parque, es decir espacios en los que puedan actuar en la clandestinidad. Y otros simplemente piensan que los homosexuales al tener una líbido exacerbada van a un lugar donde pueden obtener sexo gratuito, sin compromiso y aparentemente sin complicaciones.
 
El tramo final.
Luego de atravesar el parque de El Ingenio las aguas del Meléndez pasan a un lado de los barrios Ciudadela Comfandi y El Caney, y se preparan para llegar a su destino final. Durante su recorrido se han teñido de un color negruzco y su olor es poco agradable. Al lado izquierdo se alcanzan a vislumbrar retroexcavadoras que indican la presencia futura de más urbanizaciones. Finalmente terminan en el Canal Interceptor sur. Haber tenido que convivir forzosamente con la presencia humana fue su perdición. Pero, paradójicamente, algunos humanos con una orientación sexual distinta a la de la mayoría utilizaron esas aguas y la naturaleza en sus márgenes como un rincón para vivir su sexualidad. Para el Meléndez sólo queda el esperar que algún día los seres humanos -incluidos los homosexuales, pero sobretodo los heterosexuales por ser la mayoría- encuentren el balance entre su supervivencia y la conservación del medio ambiente. De lo contrario la ‘civilización’ arrasará con lo que queda del río y de paso forzará a los gays a encerrarse en cines y saunas.

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