jueves, 27 de agosto de 2015

EL SOSPECHOSO SILENCIO DE LA PRENSA VALLECAUCANA FRENTE A LA DENUNCIAS CONTRA DILIAN FRANCISCA TORO



A través de Noticias UNO, un abogado que trabajó con la ex parlamentaria y aspirante a la Gobernación del Valle Dilian Francisca Toro ha hecho fuertes señalamientos en contra de ésta.

Gustavo Prado, así se llama el denunciante, en primer lugar divulgó la existencia de unos pagarés por varios millones de pesos que supuestamente habrían sido entregados por la empresa Ceiba Verde de propiedad de Toro y su cónyugue, para respaldar las candidaturas de varios aspirantes a cargos de elección popular en el Valle.  Muchos de estos candidatos, según la investigación de Noticias UNO, terminaron envueltos en líos judiciales. En 2007, fecha en que se entregaron las millonarias sumas, Toro era aún senadora y por tanto la Constitución le prohibía prestar dinero a campañas políticas.

Y en la emisión del pasado domingo 23 de agosto, el ex colaborador de la candidata a la gobernación denunció la manera como ésta presuntamente se habría financiado con recursos de la salud del departamento del Valle. Su modus operandi, según el denunciante, consistía en retrasar los pagos a los hospitales e IPS. Cuando esa cartera aumentaba abogados cercanos a la excongresista hacían gestiones para agilizar dichos pagos y parte de sus honorarios iban a parar supuestamente a las bolsillos de Toro.

Se desconoce qué tipo de motivaciones tiene este abogado para hacer semejantes acusaciones y tampoco se sabe si son veraces o no; eso le corresponde aclararlo a la Justicia colombiana. Pero  aún así tales afirmaciones son lo suficientemente graves como para llamar la atención de la prensa vallecaucana. Lo raro es que los periódicos, los noticieros, y demás medios de comunicación de la región han guardado silencio frente a estas acusaciones. Y uno se pregunta ¿qué hay detrás de eso? ¿Acaso miedo?, ¿acaso simple conveniencia?

No se trata de señalar como culpable a la médica de Guacarí, pero sí de no hacer oídos sordos a las denuncias contra ella e investigar qué hay detrás. El destino del tercer departamento más importante de Colombia está en juego.

jueves, 6 de agosto de 2015

CUANDO LA MUERTE LLEGA (segunda versión)



Édgar siempre causó la misma impresión entre la gente de “ambiente” con la que trabó amistad a lo largo de su vida: la de ser un tipo “jarto”, tedioso, soporífero. Pero hubo un amigo al que no sentía que aburría con su presencia. Su nombre era Steven.

Se podría decir que aquel muchacho era la única persona cercana a la que podría dar el calificativo de amigo. Sus charlas últimamente eran en su mayoría virtuales o telefónicas, aunque valga decir que era Édgar el que generalmente tenía la iniciativa de llamar a su amigo. No obstante aquel mediodía de Julio pareció romperse esa tendencia. Édgar recibió una llamada del celular de  Steven. Se apresuró a contestar y cuál no sería su sorpresa cuando descubrió que la persona al otro lado de la línea no era su viejo amigo sino una mujer. Se trataba de la hermana de Steven quien sin demasiado preámbulo le avisó a Édgar que el muchacho había fallecido.

Édgar se había enterado de que su amigo estaba mal de salud apenas el viernes de la semana anterior al deceso. A través del chat de una red social él le pidió que lo llamara a su celular pues debía contarle un asunto que por medios virtuales era imposible de tratarse. Édgar se extrañó un poco, pero procedió a acceder a las pretensiones de aquel amigo al que hacía casi dos años no veía.

Sí, la última vez que se encontraron frente a frente Steven todavía exhibía su larga y sedosa cabellera negra y en términos generales se le notaba muy bien de salud. También mostraba con cierto orgullo su nuevo tratamiento de ortodoncia y transmitía una seguridad propia de quienes han logrado enderezar el rumbo de su vida. Tiempo después el joven se cortaría el pelo  y se lo teñiría de un rubio encendido y a través de las redes sociales exhibiría su nuevo look en compañía de un amigo con quien posaba en fiestas de disfraces y parques de diversiones. Esas imágenes generaban cierta envidia a Édgar pues sentía que había perdido al único amigo que le quedaba. Un intruso le había arrebatado su lugar. Pero valga aclarar que no eran celos de naturaleza amorosa ni nada por el estilo. De hecho Édgar y Steven siempre fueron estrictamente amigos y nunca permitieron que esa amistad se "contaminara" con las veleidades de la libido.

Lo último de lo que Édgar se enteró a través de las omniscientes redes sociales fue de la celebración del cumpleaños de su amigo en el lugar donde actualmente trabajaba. Las fotografías que daban cuenta de ese agasajo fueron un campanazo de alerta; Steven estaba en extremo delgado y era obvio que algo no marchaba bien con su salud.

Meses después se comprobarían las sospechas. Luego de que Édgar accediera llamar a su amigo, se enteró por boca de él de que había sido hospitalizado. La causa: estaba infectado de aquel virus letal. Al parecer se había contagiado hace bastante tiempo y no acudió a recibir tratamiento médico oportunamente. Ahora la vida le cobraba factura por esa decisión. Steven recurría en esos instantes a Édgar porque éste años atrás se había vinculado a una fundación de pacientes seropositivos y por ello tenía conocimiento acerca de esa condición. Édgar, como era apenas lógico, intentó darle una voz de aliento a su amigo postrado en cama. Le dijo que tuviera fuerza, que luchara porque tenía toda una vida por delante, que confiara en Dios y todas esas frases quizás de cajón que se suelen formular en estos casos. La última vez que se comunicaron, el enfermo le pidió a su amigo de forma encarecida que lo visitara a su casa una vez lo dieran de alta y entre risas agregó "ojalá me lleve frutas". Édgar le prometió que así sería.

Desafortunadamente esa promesa no se cumplió. Una semana después de ser recluido en el hospital Steven expiró. Así terminó la historia de aquel joven que Édgar conoció 10 años atrás en un parque al sur de Cali en el que se reunían homosexuales a tener encuentros de todo tipo. En un principio Steven dijo tener 15 años –Édgar tenía 19- y en efecto aparentaba esa edad. Desde entonces los dos forjaron una bella amistad. Jamás tuvieron sexo; se limitaban a conversar sobre sus experiencias vitales cada vez que se encontraban en aquella inmensa zona verde al aire libre. Édgar siempre recordaría de Steven su pintoresca ignorancia. Un año después del célebre rescate de Íngrid betancourt los dos amigos se encontraron en el parque. "¿Y eso que lo encuentro por aquí?", preguntó aquella vez Steven. "Vine acá para escapar de la conmemoración de la Operación Jaque", le contestó Édgar. "Operación Jaque, ¿qué es eso?", replicó el ignoto joven. Meses después Steven saldría con otra de sus “perlas”.  Cuando Édgar le contó a su díscolo amigo que estaba trabajando en una fundación con personas con VIh, éste preguntó: "'¿Vih?, cierto que hay de dos tipos: positivo y negativo".

A lo largo de esa década durante la cual los dos jóvenes forjaron su amistad, Édgar fue testigo de muchos comportamientos de su amigo, como por ejemplo su costumbre de buscar establecer relaciones amorosas por interés. Ahí estaba de ejemplo Fercho, aquel moreno bonachón del que Steven se volvió novio sólo porque éste lo invitaba a comer mazorca en los alrededores del parque. Tal noviazgo no duró mucho. Édgar también atestiguó las desventuras financieras de Steven y por ello, mientras aquel estuvo desempleado, siempre lo invitaba a comer. Sin embargo Steven sentó cabeza, consiguió un buen empleo y cesó de buscar hombres sólo por interés. Dos años antes de su muerte conoció a una persona con la que pensó podría tener una relación de pareja. Pero la duda se sembró en su corazón cuando descubrió sin querer unos papeles que parecían indicar que ese prospecto de novio estaría contagiado de vih. Steven pidió consejo a Égdar y éste lo conminó a hablar claramente con aquel hombre y exigirle que aclarará si estaba infectado o no.

La vida suele ser injusta. A Steven le llegó la muerte justo cuando se había convertido en una persona responsable, con un trabajo estable y con metas a mediano plazo. Édgar atendiendo a una obligación moral asistió al velorio de aquel amigo a quien no veía hace dos años. Conoció a la madre del difunto, a sus hermanas, a su padrastro. El número de asistentes al velorio era escaso pues Steven siempre fue de pocos amigos. Estando allá Édgar se llevó varias sorpresas: descubrió que Steven no había nacido en Cali como siempre pensó, que no se apellidaba Camargo sino Gonzáles, y, lo más sorprendente, que no era menor que él sino que había nacido en 1984, es decir que el "muchacho" ya contaba con 31 años.  Sus últimos meses fueron difíciles. Perdió peso de forma dramática hasta llegar a la pavorosa cifra de 30 kilos. La diarrea lo atacaba constantemente. Y estaba tan débil que sus familiares debían servirle de bastón cada vez que quería subir unas escaleras. La delgadez de su cuerpo era tan acentuada que su madre prefirió que sellaran el ataúd para que todos los que lo conocieron en vida se quedaran con el recuerdo del Steven rozagante, dicharachero, risueño e ingenuo. Así se despidió Édgar de uno de sus pocos amigos, aquel del que nunca recibió un reproche y con el que podía hablar fluidamente sin que éste revelara signos de tedio y aburrimiento.

Adios Steven.