miércoles, 30 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 24

DOMINGO 17 DE MAYO

Yolanda, Esperanza y toda la familia en general estuvieron de acuerdo en pagar una misa a la vieja Alicia. Ese domingo asistieron con sus mejores galas al templo para escuchar al padre Epifanio. Ese sacerdote se había granjeado la admiración de muchos en el pueblo porque había convertido el púlpito en tribuna desde la que lanzaba fuertes críticas a quienes traficaban con la narcótica hierba Mugen. Más por esa misma razón se había hecho acreedor al odio de mucha gente en el pueblo que veían en el cura un peligro para sus intereses.

Como todos los días el padre Epifanio dedicaba su sermón a cuestionar el pernicioso influjo del narcotráfico.

"No me cansaré de denunciar el gran peligro que se cierne sobre este pueblo por el desmedido poder que han adquirido los traficantes de esa hierba maldita. Ellos son prácticamente los dueños de este pueblo. Han cooptado el gobierno, la justicia, el comercio e incluso hasta influyen en la vida cotidiana de todos los esperanceños. Han corrompido los valores morales de este pueblo. Han inculcado en la juventud el amor por el dinero fácil, el poder a costa de cualquier precio, la exhibición de la mujer como un objeto sexual. Por culpa de esos personajes en este pueblo otrora pacífico ahora prolifera el sicariato, la prostitución y todo tipo de actividades criminales. Y todo frente al silecio cómplice de todos los habitantes de este pueblo.

"Qué les quede bien claro. Ninguna fortuna o poder acumulados y cimentados sobre la ruina y la destrucción de los jovenes que consumen ese vicio puede ser considerada legítima ni correcta ante los ojos de Dios".

Concluida la misa Esperanza y el resto de la familia abordaron el carro que los llevaría a su casa.

_ Ese cura ya se vuelve monotemático hablando en todos los sermones de lo mismo -opinó Yolanda.
_ Pues a mí me parece muy valiente. Es el único que se atreve a ponerle los puntos sobre las íes a esos mafiosos -replicó Esperanza.
_ Más que valiente me parece temerario. Ese padre está poniendo su vida en peligro por cuestionar tanto a ese señor Oliverio Esguerra. Porque así el padre hable en plural, es obvio que se refiere específicamente a ese personaje -anotó Horacio.

Ciertamente Oliverio Esguerra era el destinatorio de todos los sermones del padre Epifanio. Ese hombre había acumulado un poder insospechado en todos estos años y aquel cura locuaz y atrevido era una piedra en el zapato. Justamente de él estaba hablando con uno de sus lugartenientes con quien se había reunido en la guarida desde la cual despachaba sus órdenes.

_ Ese cura insiste en hablar mal de usted patrón -señaló el lavaperros de Esguerra- No hay día en que no quiera indisponer a la gente de este pueblo contra usted. Yo creo que ya es hora de darle una sorpresita a esa curita.
_ A mí no me conviene armar ruido con la desaparición de ese cura. Pero ya se me acabó la paciencia. Quiero que se encargue hoy mismo de quitarme ese problema de encima.
_ Entendido patrón.

El lavaperros atendió la orden sin chistar. El plan resultó muy simple. Llamaron al cura y le hicieron creer que una persona moribunda precisaba que se le aplicara la extremahunción. Cuando el sacerdote iba en camino de atender esa obligación, unos sicarios motorizados lo interceptaron y descerrajaron una ráfaga de balas sobre la humanidad del último bastión de la moral que quedaba en La Esperanza.

lunes, 28 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 23

VIERNES 15 DE MAYO

Empezaba un nuevo día y Esperanza decidió visitar a sus vecinas antes de acudir a la clínica a averiguar por la suerte de su abuela querida.

_ ¿Y cómo sigue la Sra Alicia, esperancita?- preguntó la negra Berenice.
_ Regular doña Berenice. El médico no fue muy optimista. El cáncer no se detectó a tiempo y ya la enfermedad está muy avanzada- contestó Esperanza quien se hallaba cómodamente arrellanada en uno de los sofas de la casa vecina. María Berenice estaba sentada sobre una poltrona, mientras que Ebelia y Berenice no perdían detalle de la conversación sentadas sobre las sillas del comedor.
_ Bueno mijita, lo único que le puedo decir en este momento es que hay que tener mucha fortaleza y confiar en que Dios le deparé lo mejor a su abuela.
_ ¿Y cómo ha tomado las cosas Yolanda? -preguntó Ebelia.
_ Pues como lo toma todo ella: llena de rabia.
_ Esperanza -anotó María Berenice- yo todavía no puedo creer que su tía no la haya dejado entrar anoche a su casa. Se supone que el 50% de esa casa es suya, ¿o no?
_ Yo todos los días me hago la misma pregunta: ¿por qué mi tía es así conmigo? Toda la vida me ha tratado como con un rencor...una rabia. Yo no sé por qué tengo la sensación de que mi mamá tiene que ver en todo eso. Mi tía cuando habla de mi mamá siempre lo hace en muy malos términos.  Yo estoy cansado de preguntarle a mi abuela qué es lo que pasa. Incluso ayer le pregunté directamente a mi tía porque se comporta así conmigo. Pero ninguna es capaz de darme la respuesta. Ustedes que han conocido a mi familia de toda la vida ¿no saben algo? Me pueden decir algo de ese pasado tan misterioso -pidió Esperanza de manera encarecida. Ebelia y María Berenice sólo se limitaron a intercambiar miradas cómplices.
_ Yo creo que todas esas respuestas que busca se las tiene que pedir directamente a su familia -opinó Ebelia.
_ Por eso les digo que yo he confrontado a las dos, a mi tía y a mi abuela, y siempre se salen por la tangente. Yo quiero saber cuál es la verdad de mi pasado, de mi origen. Saber por qué me abandonó mi mamá. Saber quién era mi papá.
_ Esperanza yo le digo una cosa, yo también me crié sin papá como usted y le puedo decir con todo el convencimiento que nosotros las mujeres no necesitamos de los hombres para nada, ni para vivir, ni para salir adelante.
_ Es mejor que no se mortifique por el pasado. Lo que paso, pasó y lo que realmente importa es vivir el presente -señaló Berenice.
_ Es que ese es el problema. Yo ni siquiera sé si debe mortificarme porque sencillamente no conozco nada de mi pasado.

Luego de visitar a sus entrañables vecinas y amigas Esperanza se dirigió a la clínica donde estaba internada Alicia. Allí se encontró con su tía y Horacio. Al poco tiempo llegó el médico con novedades.

_ Doctor ¿cómo está mi abuela?
_ Ya tenemos los resultados de los estudios que le hicimos y la verdad no les tengo buenas noticias.
_ ¿Qué pasó doctor? -cuestionó Yolanda.
_ El cáncer hizo metástasis.
_ ¿Eso qué quiere decir? -preguntó Esperanza.
_ Quiere decir que las celulas cancerosas se han "regado" por todo el cuerpo de la paciente afectando otros órganos. Infortunadamente el cáncer no fue detectado a tiempo y por eso ha avanzado tanto.
_ ¿Eso quiere decir que mi mamá está deshauciada doctor?
_ Sería irresponsable de mi parte alimentar falsas expectativas.

Esperanza prorrumpió en llanto ante el desconsolador panorama. El médico se marchó y Yolanda sólo atinó a decir "Bueno, sabíamos que este momento tarde o temprano iba a llegar". Entretanto Horacio intentaba consolar a la apesadumbrada Esperanza.

_ Yo no sé qué va a hacer la pobre esperanza si doña Alicia se muere. Va a quedar a merced de la bruja amargada de la tía -sentenció María Berenice- Ustedes que conocen a esa señora de toda la vida ¿siempre ha sido tan amargada?
_ A lo mejor ella tiene razones de peso para haberse vuelto así -acotó Ebelia.
_ ¿por qué lo dice mamá? ¿Ustedes qué es lo que saben? ¿Por qué no me cuentan? -preguntó María Berenice mientras giraba intrigada su cabeza hacia la dirección donde estaban su madre y abuela.
_ Nosotros no sabemos nada y deje de ser chismosa que la curiosidad mató al gato -anotó con ironía Berenice.

A la joven Esperanza le dieron permiso de visitar a su moribunda abuela. Entró a la habitación envuelta en un ambiente mortuorio, contempló a la anciana y se hincó ante ella.

_ abuela ¡por favor no me abandone! ¡Usted es lo único que tengo en esta vida! ¡No me deje sola! -suplicó la desconsolada niña en medio de sollozos.

domingo, 27 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 22

JUEVES 14 DE MAYO

Aquella noche Esperanza perdió la noción del tiempo y terminó llegando a su casa a las dos de la madrugada. Cuando intentó abrir la puerta de su casa se percató de que estaba bajo llave. Tocó el timbre varias veces hasta que su tía bajó hasta el primer piso, pero lejos de abrirle la increpó por arribar a la casa a tan altas horas de la madrugada.

_ ¿Qué son estas horas de aparecerse por aquí desvergonzada?
_ Tía, ¡qué pena! No me di cuenta a qué horas se me hizo tan tarde. Déjeme entrar sí.
_ ¡Vaya a dormir donde la trasnocharon! Descarada. Qúe dijo: "cumplí la mayoría de edad y ahora puedo hacer lo que se me venga en gana! No señora. En esta casa hay normas que se tienen que respetar.
_ ¡Tía, por favor! ¡Déjeme entrar! Mire que es la primera vez que llegó a esta hora. Es mi cum...
_ Primera vez y última porque yo no le voy a alcahuetear su sinverguencería. Vaya y pídale posada alguno de los zánganos esos con los que estuvo de parranda.

Resignada, Esperanza resolvió pedir a su vecina Berenice que le permitiera quedarse en su casa por esta noche. Ella accedió sin problemas. Cuando amaneció la vieja Alicía preguntó por el paradero de su nieta de la cual ya había notado su ausencia. Intentó resolver sus dudas con Yolanda quien a esas horas estaba desayunando en compañía de su marido.

_ ¿Dónde está Esperanza? No la encontré en su alcoba.
_ No pasó la noche aquí -contestó Yolanda.
_ ¿Qué? ¿Cómo así?
_ Así como lo oyó Mamá. ¿Sabe a qué horas se apareció en esta casa? A las dos de la madrugada. Lo siento mamá pero yo no voy a acolitar la sinverguensura de esa niña. En esta casa hay normas y se tienen que respetar.
_ ¿Es que acaso usted nunca fue joven? A esa edad es normal que los muchachos salgan y más si -la vieja mujer interrumpió su discurso para toser- más si es su cumpleaños.
_ ¿Y qué clase de ejemplo es ese para Pablo y Martina? Dirán: "Mi prima puede irse a juerguear hasta la hora que se le dé la gana. Entonces nosotros también podemos hacer lo mismo".
_ Me aterra lo amargad...- No pudo terminar porque de nuevo la dominó el deseo de toser. Luego se agarró el pecho en señal de un gran dolor que la agobiaba. Yolanda y su esposo debieron llevarla de urgencia a la clínica. Esperanza se dirigió a ese lugar apenas supo todo.

_ ¿Cómo está mi abuela Tía?
_ Estará contenta, ¿no? Tuve una discusión con mi mamá y para variar por culpa suya. Por eso se puso mal.
_ Doña Alicia está en observación Esperanza. Los médicos todavía no nos dicen nada -le informó Horacio a la joven.

En ese preciso instante apareció un galeno a dar el respectivo parte médico.

_ Doctor, ¿Cómo está mi mamá?
_ Está en observación. Creó que lo más recomendable es dejarla aquí en la clínica por unos días. Aunque debo decirles que la enfermedad de ella ya está en una fase terminal. Vamos a hacerle unos estudios para saber qué tan avanzada está el cáncer. Hasta ahora el pronóstico es reservado.

El médico se marchó sin dar más detalles. El siguiente en irse fue Horacio quien debía dictar clases en el colegio. Yolanda y esperanza se quedaron solas en la sala de espera.

_ ¿Y qué, dónde pasó la noche?
_ En casa de doña Berenice.
_ Esa mujer como siempre de alcahueta suya.
_ Tía, ¿le puedo hacer una pregunta? Es una pregunta que yo me hecho desde hace muchos años. ¿Usted por qué me odia tanto?
_ Deje de ser ridícula. Yo no la odio. Lo único que hago es imponer orden y disciplina en mi casa. ¿Acaso eso es un delito?
_ Esa respuesta no me convence. ¿Sea sincera conmigo tía? ¿Qué hay detrás de tanta rabia suya hacia mí? Yo trató de comportarme bien, de no dar problemas. Pero a usted nada de lo que yo hago le parece bien. ¿Por qué?
_ ¡Déjese de tanto drama tan ridículo! -sentenció Yolanda ya acto seguido se paró de su silla y se marchó.

Era la primera vez que Esperanza interrogaba a su tía por ese odio que ésta le profesaba. A muchas les había preguntado sobre las causas de esa animadversión y si acaso ella estaba fundamentada en pasajes oscuros de su pasado. Pero nadie le daba una respuesta convincente.



viernes, 25 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 21

MIÉRCOLES 13 DE MAYO

Pasaron ocho años y Esperanza llegó a la mayoría de edad convertida en una muchacha bonita físicamente, delgada, de frondosa melena negra y atractiva personalidad. Era el vivo reflejo de su madre y ello mortificaba a su amargada tía Yolanda quien siempre quiso hacerle la vida imposible, pero vio frustradas sus intenciones por la férrea defensa que la vieja Alicia hacía de su nieta. En cuanto a la anciana mujer, años atrás le habían diagnosticado un cáncer de pulmón y por ello estaba viviendo sus últimos días. Pensando en la cercanía de su muerte había decidido asegurar el bienestar de Esperanza poniendo a nombre de la muchacha el 50% de esa casa que a su vez la vieja Alicia había heredado de su difunto marido. Cuando Alicia llegó a la vieja vivienda y le anunció a Yolanda esa decisión ésta no reaccionó de la mejor manera.

_ Yolanda, yo le tengo que contar algo. Esta mañana estuve en la notaría para cederle a Esperanza el 50% que me corresponde de esta casa.
_ ¿Que usted hizo qué Mamá?
_ Así como lo oyó. Yo en cualquier momento me voy a morir y quiero asegurarle un futuro a mi nieta.
_ Eso quiere decir que en pocas palabras esta casa prácticamente ya es propiedad de esa bastarda. Como quien dice que cualquier día a esa le va a dar por echarme de aquí y lo va a hacer sin ningún problema.
_ Si yo no le hubiera entregado la mitad de esta casa a mi nieta habría sido usted la que la hubiera sacado a patadas apenas yo me muriera. Igual usted seguirá teniendo el 25% de esta casa.
_ No mamá. Qué pena, pero usted no está obrando correctamente. Por derecho usted debió cederme a mí su parte de esta casa pues a fin de cuentas yo he vivido aquí toda la vida. Ahora sólo falta que la casquivana de Marta aparezca a reclamar su parte.
_ Esa decisión no la pienso discutir. Simplemente le estoy informando.
_ Sí, yo ya tengo claro que usted siempre va a estar del lado de esa. ¡Qué tristeza! Yo me quedé sin mamá desde el mismo día en que Martha abandonó a esa bastarda en esta casa. ¡Qué decepción!- y dicho eso Yolanda se puso de pie y salió de la habitación de su madre.

Mientras esa discusión tenía lugar en el segundo piso de la casa, en el primero Esperanza se encontraba celebrando su onomástico en compañía de su amiga María Berenice, Horacio y sus primos Pablo y Martina.

_ ¿Y qué Esperanza? ¿Qué planes tiene ahora que ya cumplió la mayoría de edad?- Preguntó Horacio.
_ Pues lo principal es empezar a hacer los trámites para entrar a la universidad.
_ ¿Y al fin que carrera va a estudiar? -interrogó María Berenice.
_ Ciencias políticas. Según ese test de orientación profesional que nos hicieron en el colegio es eso lo que tengo que estudiar.
_ Bueno, pero uno no sólo debe escoger una carrera guiado por lo que diga un test. Lo importante es que a uno le guste lo que va a estudiar
_ Pues Horacio a mí me gustan las ciencias políticas. Pues no conozco a fondo la carrera, pero la política siempre me ha llamado la atención.
_ Quién quita que depronto termine de alcaldesa de este pueblo. ¿Se imagina? -opinó con ironía María Berenice. Algunos de los presentes rieron discretamente.
_ Y ahora que ya es mayor de edad, ¿no ha pensado en irse de la casa? -preguntó Martina quien nunca había ocultado la animadversión que su prima le inspiraba.
_ ¿Por qué? ¿Quiere que me vaya?
_ No prima. Simplemente estoy preguntando.
_ Esperanza ¿y usted ya pidió permiso para ir a la fiesta de cumpleaños que le preparamos los compañeros del colegio?
_ Mi abuela ya me dio permiso. Tengo que avisarle a mi tía. No sé por qué no habrá bajado.

Finalmente la agasajada fue a la mencionada fiesta, pero sólo con el beneplácito de su abuela. Ya había caído la noche y en la cama Yolanda discutió sobre los últimos acontecimientos con su marido.

_ Hoy mi mamá fue con Esperanza a la notaría. Modificaron las escrituras de esta casa para que el 50% de mi mamá quedé a nombre de esa. Lo puedo creer. Ahora esa infeliz va a ser la dueña y señora de esta casa.
_ No entiendo por qué se sorprende. Usted sabe que Esperanza es la adoración de su mamá.
_ Me da tanta rabia de pensar que esa pueda tener más poder que nosotros en esta casa. Tenemos que hacer algo, ver la manera de cambiar esas escrituras para revesar la decisión de mi mamá.
_ Eso implicaría incurrir en algo ilícito.
_  ¿Y entonces qué se supone que debemos hacer? Quedarnos con los brazos cruzados mientras esa muchachita se queda con todo. Por cierto ¿adónde es que se fue ahora?
_ A una fiesta  a la que la invitaron los compañeros del Colegio.
_  ¿Y a qué horas pensara llegar?
_ No creo que se demore.
_ Esa muchacha ya está empezando a hacer lo que le venga en gana. Digna hija de la mamá.





domingo, 20 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 20

Yolanda no estaba dispuesta a compartir el mismo techo con su sobrina, así que resolvió marcharse de la casa. Aspiraba a rehacer su vida lejos de cualquier cosa que le recordara la traición de Marta. El problema estribaba en convencer a Horacio Parra, su marido, un hombre mediocre, pusilánime y sin aspiraciones que creía haber jugado muy bien sus cartas al casarse con una mujer que tenía una casa propia y una vida relativamente acomodada. En la intimidad de su habitación él intentó disuadir a Yolanda de la idea de marcharse de esa casa.

_ ¿Cómo así que nos vayamos de la casa?
_ Así como lo oyó Horacio. Yo no estoy dispuesta a vivir bajo el mismo techo de esa niñita. Le dije a mi mamá que escogiera entre ella o yo y como era de esperarse se puso del lado de esa bastarda. Así que lo mejor que podemos hacer es irnos de aquí - le contestó la mujer mientras hacía maletas.
_ ¿No le parece que está armando una tormenta en un vaso de agua? Esa niña apenas tiene como tres años. Es inocente de cualquier cosa que pudo haber hecho su hermana. Yolanda, usted no puede ver a esa niña como su enemiga porque sencillamente ella no tiene la culpa de nada de lo que pasó.
_ Mi mamá me salió con el mismo argumento. Pero no. Esa niña no haría más que recordarme todos los días lo que me hizo la infeliz de mi hermana.

Al oír esas palabras Horacio, que hasta entonces escuchaba atento sentado sobre la silla de un tocador, se incorporó, se acerca a su mujer y la detuvo para que no siguiera empacando su ropa en aquel equipaje.

_ No se deje llevar por sus impulsos Yolanda. La mitad de esta casa está a su nombre. Que eso no se le olvide. Y usted no la puede dejar tirada así como así. Además  nosotros no tenemos ni la estabilidad ni la solvencia económica para irnos a vivir a otra parte con todos los gastos que ello implica.
_ Entonces la alternativa es quedarme aquí soportando la presencia de esa mocosa.
_ Es sólo una niña que no tiene la culpa de lo que pasó. Si quiere más adelante podamos pensar en irnos a vivir a otra parte. Pero por ahora no es conveniente.

Finalmente Yolanda se dejó convencer por su marido. Horacio era un viejo amigo de infancia. Se había reencontrado con él hacía relativamente poco tiempo y decidió convertirse en su esposa más impulsada por el despecho y el miedo a quedarse sola, que por el amor. Paralelo a esa matrimonio Yolanda decidió dedicarse de lleno a su pasión: la costura. Instaló su propio taller en la casa y gracias a ese trabajo devengaba lo necesario para subsistir. Horacio por su parte daba clases de sociales en uno de los colegios del pueblo. Pasaron siete años desde que la pequeña Esperanza se convirtió en nueva huésped de la casa de las Peláez Cancino. En esa enorme vivienda la niña crecería apoyada por una gran aliada, su abuela, pero también viviría a merced de los ataques de una tía que se comportaba como villana de cuento.

En cuanto a las vecinas de las Peláez Cancino, Berenice y Ebelia, ellas se dedicaron a criar solas a María Berenice, fruto de la unión entre Ebelia y Eduardo. Éste último falleció en un accidente de tráfico poco después de que su hija naciera. Nunca logró el perdón de Ebelia por haberla traicionado. María Berenice y Esperanza estudiaban en el mismo colegio y con el tiempo se convertirían en grandes amigas.

_ Oiga niña, ¿le puedo hacer una pregunta? - le preguntó una de las bravuconas del Colegio a la pequeña esperanza que se encontraba sola en el patio dibujando.
_ ¿Qué quiere? -respondio ésta.
_ ¿Por qué en las reuniones escolares siempre viene su abuela y nunca su papá y su mamá?
_ ¿Qué le importa?
_ No me diga que usted no tiene papás. Pobrecita, es una pobre huérfana.

En coro todas las amigas de la bravucona empezaron a corearle a Esperanza "huérfana", "huérfana". Esperanza debió contenerse para no llorar.

_ Dejen de molestarla -ordenó enérgicamente María Berenice, una morenita imponente y mucho más alta que las niñas de su edad.
_ ¡Usted no se meta en lo que no le importa negra inmunda! ¡Sapa! -gritó la bravucona
_ Repítame lo que me dijo -dijo la morena de manera retadora.
_ ¡Negra!- insistió la fastidiosa niña.

La grandulona afrodescendiente sin pensarlo se lanzó sobre aquella atrevida niña, la zarandeó del cabello y después le propinó una paliza que nunca olvidaría. Ese acto acabó de sellar la amistad entre ella y Esperanza. Finalmente las directivas del colegio citaron a los acudientes de las involucradas en la pelea y a todas las suspendieron un par de días.

_ ¿De dónde viene mamá? - le preguntó Yolanda a la vieja Alicia quien acababa de llegar a la casa.
_ Del colegio.
_ ¿Qué pasó? Déjeme adivinar, ¿tiene que ver con esperancita?
_ Unas niñas la estaban molestando. María Berenice se fue a defenderla. Se formó una pelea y terminaron suspendiendo a todas las involucradas.
_ Esa niño no le ha traído sino dolores de cabeza mamá.
_ Eso no es verdad. Ella se comporta muy bien. Nunca está metida en problemas. Sabe por qué empezó la pelea: porque las compañeras la empezaron a tratar de huérfana.

Yolanda que hasta entonces estaba concentrada observando una tela que había acabado de comprar, dirigió la vista a su mamá.

_ Pues Mamá, eso es lo que es esa niña. Una huérfana. El papá no se sabe ni quién es y la mamá la abandonó.
_ Espero que nunca se atreva a decir semejante cosa delante de la niña
_ Mire esta tela que compré hoy mamá. Es divina y de muy buena calidad. Me costó un ojo de la cara, pero tal cual lo que yo andaba buscando.

Precisamente aquella tela se convirtió en un motivo de una nueva discusión en la casa de las Peláez Cancino. Yolanda la dejó en la habitación que había adaptado como taller. Esperanza la descubrió y se enamoró de ella. Pensó que con ella podría hacerles vestidos muy bonitos a sus muñecas y se la llevó a su cuarto. Cuando la costurera se enteró de las travesuras de su sobrina estalló la guerra.

_ ¿Usted qué diablos está haciendo con esa tela? -le preguntó Yolanda a la pequeña niña mientras se la arrebataba de sus manos. Al extenderla se dio cuenta de que estaba invadida de huecos y cortes- ¡Maldita mocosa! ¿Por qué diablos se tiene que meter con mis elementos de trabajo?
_ Perdón tía.
_ Perdón. Cree que todo se arregla con pedir perdón. Maldita bastarda. Ahora mismo le voy a enseñar a no meterse con mis cosas.
_ Ni se atreva a ponerle una mano encima -exclamó Alicia quien recién había entrado en la habitación atraída por el escándalo. Acto seguido se interpuso entre su hija y su sobrina.
_ Mire lo que esa infeliz hizo con mi tema mamá.
_ Es una niña. Y los niños hacen travesuras.
_ Primero le alcahueteó la sinverguencería a la mamá y ahora le alcahuetea los daños que hace esa mocosa.
_ Cálmese. Yo me encargo de reponerle esa tela.

De nuevo Yolanda tuvo el arrebato de abandonar esa casa y de nuevo Horacio la convenció de no hacerlo so pretexto de que esa vivienda también le pertenecía. Lo cierto es que ese incidente le enseñó a Esperanza el enorme odio que su tía le guardaba.



jueves, 17 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 19

_ Yo no puedo creer mamá lo que usted me está contando -le aseguró Marta a su madre en medio del estado de estupefacción en el que la había sumido la noticia. En ese justo instante Yolanda, quien estaba encinta, entró a la casa en compañía de Horacio, su esposo.
_ Hola mam.... ¡¿Qué hace esa mujer aquí?!
_ ¿Quién es ella mi amor? - le preguntó Horacio.
_ ¡Respóndame Mamá! ¿Qué hace esta mujerzuela en esta casa?
_ Mamá. Yo mejor me voy. Cuide a la niña. Yo después vengo por ella.
_ ¿Pero cómo va a dejar a su hija aquí? -le preguntó Alicia a la inoportuna visitante. No obtuvo respuesta pues ésta se marchó apresuradamente de la casa.
_ ¿Qué significa esto Mamá? ¿Qué vino a buscar esa desvergonzada aquí?- insistió Yolanda.
_ ¿Pero quién es esa mujer? -reiteró Horacio.

Totalmente desorientada Marta se fue a la casa de su amiga débora. Donde ella había dejado sus maletas. Había acudido a casa de su madre con la esperanza de que ésta pudiera ayudarla en momentos difíciles, pero lejos estaba de imaginarse que a cambio conocería una verdad totalmente monstruosa.

_ Yo no puedo creer lo que me está diciendo Martha. Eso parece una historia de telenovela.
_ Yo tampoco lo podía creer, pero mi madre no tiene necesidad de inventar una cosa así- replicó Marta postrada en una poltrona y con las manos cubriéndole el rostro.
_ Pero a lo mejor su mamá está confundida. Es que esa historia me parece tan descabellada...
_ Siento tanto asco Débora. Yo me terminé acostando con mi propio hermano.
_ Cabe la posibilidad de que su mamá esté equivocada...
_ Mi mamá nunca jugaría con algo tan delicado.
_ ¿Y qué se supone que va a hacer ahora?
_ ¡Ay Débora! De un momento a otro la vida se me desbarató. Yo debí hacerle caso en su momento y haber interrumpido ese embarazo.
_ ¿Y la niña? ¿Qué pasó con ella?
_ La dejé en casa de mi mamá. Esa niña ha sido como una desgracia para mí. Lo mejor es que mi mamá se haga cargo de ella porque yo no soy capaz.
_ ¿Piensa abandonar esa niña?
_ Con mi mamá va a estar mejor. A mi lado no le espera nada bueno. Yo soy una mujer sin futuro, sin porvenir. Ya no me queda absolutamente nada.
_ ¿Y qué se supone que va a hacer ahora? ¿Se va a quedar en este pueblo?
_ Yo sólo vino aquí esperanzada en que usted o mi mamá me pudieran ayudar. Pero usted está casada y debe hacerse cargo de sus propios asuntos y mi mamá... Lo mejor que puede hacer es largarme de esta maldito pueblo. Que nadie vuelva a saber de mí. Que todos hagan de cuenta que yo estoy muerta.

Al día siguiente la vieja Alicia recibió otra visita inesperada.
_ Buenas. ¿A quién necesita?
_ Usted debe ser Alicia Cancino, la mamá de Martha.
_ Sí.
_ ¿Cómo le va? Yo soy Débora, una amiga de Martha.
_ ¿Usted sabe ella dónde está? Ayer me dejó a la niña y se desapareció sin dejar un dato para ubicarla.
_ Martha se fue anoche del pueblo señora Alicia.
_ ¡¿Qué?! ¿Y la niña?
_ Ella me pidió el favor de que le entregara esto -señaló debora y extendió su mano hacia la vieja alicia para entregarle una carta.
_ ¿Qué es eso?
_ Léala. Es de Martha.

En la soledad de su casa Alicia leyó la misiva.

Mamá:

A lo largo de mi vida he cometido muchos errores. Y he pagado muy caro por todos ellos. Yo soy una persona que no vale nada. Una mujer sin escrúpulos. Me dediqué a pisotear a los demás y ahora la vida me lo cobra tratándome como si fuera peor que un perro. Le suplico que se haga cargo de mi hija. A mi lado no le espera nada bueno. Yo no tengo nada qué ofrecerle. Si esa niña permanece a mi lado sólo va a sufrir hambre, necesidades, tristezas. Además yo no soy un buen ejemplo para ella. Esa niña es inocente de todos los errores que yo he cometido y no merece cargar como un lastre el peso de ser mi hija. ¡Por favor! Hágase cargo de esa niña. Trate de darle una buena crianza. Se la confío a usted porque sé que en sus manos va a estar bien y bueno, también porque usted es la única persona que me queda en el mundo.

Sé que mi hermana no va a estar de acuerdo con la presencia de Esperanza en su casa. Pero traté de convencerla de que esa niña no tiene la culpa de todas las bestialidades que yo cometí en mi vida. Y si alguna vez Esperancita pregunta por mí, limítense a decirlo que yo estoy muerta. Eso será la mejor para todos.

atte

Martha

_ ¿Usted de verdad pretende que yo permita que en esta casa viva la hija de esa desvergonzada -le reprochó Yolanda a su madre luego de que ésta le informará sobre los últimos acontecimientos. Ambas estaban encerradas en la habitación de Alicia.
_ Esa niña no cuenta con nadie más en este mundo aparte de mí.
_ ¡Eso a mí que me importa! Mamá, póngase en mis zapatos. Usted de verdad pretende que yo acepte a esa niña aquí para que me recuerde todos los días la traición del infeliz de Fabio y la vagabunda de mi hermana. Que Martha asuma las responsabilidades de sus actos y se haga cargo de esa bastarda.
_ Esa niña no tiene la culpa de lo que hice su hermana.
_ ¿Y acaso yo si soy la culpable de que esa mujerzuela se haya metido y se haya embarazado del hombre con el que me iba a casar?
_ Esa niña no es hija de Fabio.
_ ¡¿Ahh No?! ¿Y entonces de quién? ¿De el espíritu santo?
_ No le puedo dar detalles, pero esa niña no es hija de Fabio sino de otro hombre.
_ ¿De quién?
_ Eso no importa.
_ Tamaña vagabunda resultó mi hermana. O sea que mientras que se enredaba con un hombre comprometido, también se acostaba quién sabe con quién o con quiénes. Mire Mamá. Si esa bastarda es hija de de Fabio o de cualquier otro, es lo de menos. Igual ella no es más que un recordatorio de todo lo que hizo mi hermana. Deje de alcahuetearla la sinverguencería a esa mujer. Que se haga cargo de esa niña y si no puede que la entregue en adopción.
_ Yo estoy aterrada de ver la persona tan fria y descosiderada en la que se ha convertido.
_ Yo siempre fui considerada, condescendiente, buena. ¿Y cómo me pagó la vida? Con la peor traición que puede sufrir una mujer. No mamá, si yo me he vuelto fría y desconsiderada es porque he tenido razones poderosas para ello.





martes, 15 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 18

Treinta años atrás Alicia era muchachita ingenua proveniente de un hogar de escasos recursos económicos. El afán por subsistir la llevó a trabajar como sirvienta en la mansión  de la familia más rica y poderosa del pueblo. Al principio todo marchó bien. Adelaida, su patrona, era una mujer amable, tolerante y nunca abusaba de su autoridad. Con el dueño de la casa, Octavio Esguerra, la relación también era cordial, al menos al principio....

_ ¿Qué es lo que pasa Adelaida? Llevamos meses intentándolo y usted nada que puede quedar embarazada. -le recriminó el hombre a su esposa. Ambos estaban en la intimidad de su habitación- ¡Pero, conteste! ¿Qué es lo que pasa?
_ Le ruego que no me presione. Cuando Dios considere que sea el momento adecuado yo voy a quedar embarazada -contestó a la mujer apabullada por el miedo que le inspiraba su esposo.
_ ¿Usted ha ido al médico?. Ahora que no vaya a resultar que usted no puede tener hijos. Yo necesito un heredero. Alguien que se encargue del manejo de todos mis negocios... Mañana mismo vamos a ir a un médico. Yo estoy seguro que la del problema es usted y no yo.

Conforme pasaba el tiempo Octavio empezó a sentirse  cada vez más atraído por Alicia. Su juventud e ingenuida le parecían muy seductoras. A escondidas de su esposa decidió cortejarla, pero ella no la correspondía.

_ ¿Qué hace Alicia? -le preguntó el hombre a su empleada mientras ella aseaba uno de los cuartos. Sobra decir que Adelaida se encontraba ausente en esos momentos.
_ Terminando de arreglar el cuarto Don Octavio.
_ No me diga don. Dígame Octavio a secas para que no me haga sentir viejo.
_ ¡Cómo se le ocurre! Yo no puedo tomarme esas confianzitas con los patrones.

El hombre se aproximó cada vez más Alicia.

_ ¿Y cómo se ha sentido trabajando aquí? ¿Se ha sentido cómoda?
_ Claro Don Octavio. Yo me siento muy agradecida por esta oportunidad que me están dando. Tanto usted como doña adelaida han sido muy buenos conmigo.

Octavio tomó a la empleada de los brazos y le tocó uno de sus glúteos.

_ ¿Y cómo piensa demostrarme esa gratitud que siente?
_ Don octavio, ¿Qué está haciendo? - contestó Alicia tratando de separarse de su patrón.
_ Usted me gusta Alicia. Me fascina.
_ ¿Usted cómo va a decir eso? Usted es un hombre casado.
_ Casado, pero no capado.
_ Por favor Don Octavio, tengo que terminar de hacer el aseo- el hombre la interrumpió dándole un apasionado beso.

Los encuentros entre el patrón y su empleada se hicieron más frecuentes y finalmente pasó lo inevitable: Alicia quedó encinta. Adelaida descubrió ese estado en una ocasión en la que Alicia se desvaneció mientras hacía el aseo de la cocina. Adelaida la condujo al cuarto donde dormía aquella empleada y hablaron sin ambages.

_ ¿Qué fue lo que le pasó Alicia? ¿Quiere que vayamos al médico?
_ No Doña Adelaida. No se preocupe. Es que hoy no desayuné bien y por eso me dio lo pálida.
_ ¿Seguro qué es eso? Conmigo puede sincerarse. Yo no la voy a juzgar.
_ ¿Por qué me dice eso?
_ Yo sé que no es la primera vez que usted se desmaya. ¿Qué es lo que tiene? ¿Acaso está embarazada?

Tras un prolongado silencio Alicia decidió confesar la verdad.

_ Yo no quería decirle esto porque tenía miedo de perder mi trabajo. Pero sí doña adelaida, yo estoy esperando un hijo.
_ Eso es una noticia maravillosa. Un hijo siempre es una bendición. Y el padre, ¿Ya sabe?
_ No.
_ ¿Y por qué no le dice? Seguramente se va a poner feliz.

En ese instante Alicia prorrumpió en llanto.

_ ¿Qué pasa Alicia? ¿Por qué llora?
_ ¡Ay doña Adelaida! Yo no se lo puedo ocultar más.
_ ¿Ocultarme qué?
_ Yo le suplico que me perdone. Usted ha sido tan buena conmigo y yo le pago así.
_ ¿Que la perdone por qué? Me está asustando Alicia.
_ Este hijo es de su esposo.
_ ¡¿Qué?! Eso no puede ser.

Esa misma noche Adelaida se llenó de valor y le reclamó a su esposo por su infidelidad.

_ Eso no puede ser.
_ Ella misma me lo confesó.
_ ¿Y usted le creé? Le creé a una infeliz sirvienta que lo único que ha de querer es sacarnos plata.
_ ¿Cómo fue capaz de traicionarme de esa manera?
_ Aquí la única culpable de todo es usted que ha sido una mala mujer incapaz de complacerme como es debido. Yo soy un hombre y la carne es débil.
_ o sea que lo que dice es esa niña es verdad.
_ Sí tuve relaciones con ella. Pero nada garantiza que ese hijo que está esperando sea mío. Esa debe ser una casquivana que se debe meter con el uno y con el otro.
_ Eso ya no importa. Pensando con cabeza fría ese embarazo puede ser una oportunidad para los dos.
_ ¿Qué?
_ Usted siempre ha querido un hijo. Y yo no se lo puedo dar porque soy estéril.

Octavio no daba crédito a lo que le acababa de contar su Esposa. Pero lo cierto es que aquella mujer timorata y apocada había decidido pasar por encima de su orgullo herido para fraguar un plan que pudiera salvar su matrimonio. El día siguiente resolvió hacerle una propuesta insólita a la amante de su marido.

_ Lo que usted hizo no tiene nombre. Me traicionó a mí que decidí dejarla trabajar en mi casa para ayudarla.
_ Yo sé doña Adelaida.
_ Cuando usted me confesó la verdad yo sentí mucha rabia, mucha impotencia. Pero después de reflexionar detenidamente me he dado cuenta de su embarazo en vez de ser un problema, puede ser una oportunidad para mí.
_ No le estoy entendiendo dola Adelaida.
_ Usted ya me confesó su verdad y ahora yo le voy a confesar la mía... Alicia, la verdad es que yo no puedo tener hijos. Ya he visitado todos los médicos habidos y por haber y yo estoy físicamente imposibilitada para ser madre. Y mi marido en lo único que piensa es en tener un heredero. Un hijo.

Alicia no hacía más que escuchar estupefacta y en silencio esa revelación.

_ Yo le tengo una propuesta. Entrégueme ese hijo que usted está esperando. Yo me voy a hacer cargo de él. No le va faltar nada. Va a crecer siendo el heredero de Octavio Esguerra. Yo a cambio le puedo garantizar una buena suma de dinero para que no tenga apuros económicos durante un buen tiempo. Pero eso sí, se tiene que olvidar de que ese niño es suyo y olvidarse de que alguna vez usted se atravesó en nuestras vidas.
_ ¿Usted me está hablando en serio?
_ Totalmente. Ese niño con usted no tiene futuro. Imagínese,  vivir con una madre soltera y sin recursos económicos. En cambio con nosotros no le va a faltar nada. Yo ya hable con Octavio y está de acuerdo en darle su apellido a ese niño y criarlo como si fuera nuestro primogénito. Pero quiero aclararle que esa propuesta sólo va a seguir en pie si es hijo varón.

Alicia decidió aceptar la propuesta descabellada de esa mujer. Y así fue como se deshizo de su primer hijo quien por fortuna para adelaida sí era varón y a quien bautizaron con el nombre de Oliverio Esguerra

viernes, 11 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 17

La relación conyugal entre Martha y Fabio pronto se convirtió en un infierno. Las peleas se hicieron cada vez más frecuentes producto del antagonismo entre un hombre machista que quería que su mujer lo atendiera en todo, y una mujer liberada cuyo ideal de vida estaba muy lejano al de una ama de casa. La situación empeoró cuando el administrador de empresas se encaprichó con la idea de tener un hijo varón. El hecho de su mujer no quedara encinta nuevamente lo llenó de dudas que finalmente lo llevaron a sospechar que algo no marchaba bien. Finalmente un médico confirmó las sospechas: Fabio era estéril.

_ Eso que me está diciendo no puede ser verdad Fabio- le contestó Marta a su amado luego de que esté le confesará aquella revelación médica.
_ Claro que es verdad. ¿Qué necesidad tiene ese médico de mentir? Yo siempre lo sospeché. Tanto intentar tener un hijo y nunca lo conseguimos. Ahora quiero qué me diga quién es el padre de esa niña.

Fabio se refería a la pequeña que Marta había hecho pasar como su hija y a la cual habían bautizado con el nombre de esperanza.

_ ¿Pues quién va a ser? ¡Usted! Ese médico se equivocó. Usted no puede ser estéril.
_ No mienta más, zorra. Yo siempre lo sospeché. Siempre dude que esa niña fuera realmente hija mía. Si usted fue capaz de meterse conmigo, el novio de su propia hermana, seguro también fue capaz de revolcarse quién sabe con qué cantidad de hombres.
_ Esa hija es suya. Usted me tiene que creer. Ese médico se confundió. Seguró interpretó los exámenes de otra persona como si fueran los suyos- replicó Marta mientras agitaba los brazos en el aire en señal de protesta.
_ Yo no quiero oír más sus mentiras -contestó Fabio mientras agarraba a Marta de sus brazos- Usted es la peor desgracia que me ha podido pasar en la vida. El peor errores que pude haber cometido es decidir formar una familia con usted. Usted es una basura. Una mujer pérfida, sin escrupulos. Lárguese Marta y llévese con usted a esa bastarda.
_ Usted no me puede echar así como si fuera un perro- suplicó la mujer entre lágrimas.
_ No pierda su tiempo rogándome. Usted es una zorra. Vaya búsquese otro marrana que la mantenga. Vaya y busque al padre de esa bastarda y que él se haga caso de usted. Se acabó. Usted no me va a ver más la cara de estúpido.
_ Usted habla como si fuera un santo. Pero usted es peor que yo.
_ Lárguese antes de que la saque a patadas.

Marta no tuvo más remedio que abandonar junto con su hija el apartaestudio que había ocupado los últimos tres años. Estaba totalmente desorientada. Su vida de un momento a otro se había derrumbado como un castillo de naipes. No tuve más remedio que regresar al pueblo para mendigarle ayuda a su madre.

_ ¡¿Usted qué hace aquí Marta?!- preguntó la vieja alicia a su hija luego de abrir la puerta de su casa.
_ Mamá usted me tiene que ayudar. Fabio me echó de la casa y no tengo a dónde ir.

Alicia hizo seguir a su hija quien cargaba en brazos a su nieta.

_ Esta niña está hermosa. Tiena la estampa de las Cancino- opinó Alicia con su nieta entre las piernas- Tuve que esperar tres años para poder conocer a mi nieta.
_ ¿Y cómo están todos por acá mamá?
_ ¿Cómo cree? Usted ni debería preguntar eso mija. Con esa decisión que tomó le hizo mucho daño a su hermano.
_ ¿Y ella cómo está?
_ Recuperándose. Le costó mucho trabajo pero ahi poquito a poquito está podiendo rehacer su vida. Se casó y está esperando un hijo.
_ Mamá, usted no sabe cómo me arrepiento de todo lo que hice, pero creáme que la vida se ha encargado de cobrarme bien caroe se error.
_ ¿Qué fue lo que pasó con Fabio? ¿Por qué la echó de la casa?

Arrellanada en el sofá, Marta guardó silenció por unos segundos hasta que decidió confesarla la verdad a su madre.

_ Fabio se dio cuenta de que esperanza no es hija de él.
_ ¡¿quéeeeee?! Cómo así Marta.
_ Prefiero no contarle esto delante de la niña. La puedo llevar a mi cuarto y dejarle ahí para que duerma un rato. Debe estar cansada.
 _ Me parece bien.

Las mujeres se pusieron de pie y llevaron a la pequeña Esperanza a una de las habitaciones para que descansara. Finalmente Alicia y Marta retornaron a la sala y reanudaron su plática.

_ Ahora sí, explíqueme cómo es eso de que la niña no es hija de Fabio.
_ A Fabio un médico le diagnóstico que era estéril. Y por la época en que me embaracé de Esperanza... Bueno la verdad es que por esas fechas tuvo relaciones sexuales con otro hombre aparte de Fabio.

La vieja alicia se tapó la boca en un gestó de indignación.

_ ¿Cómo es posible que usted haya cometido tantos errores Marta? ¿En qué momento usted se descarrió de esa manera si su papa y yo pobremente le tratamos de dar el mejor ejemplo y la mejor educación.
_ Actué sin medir las consecuencias. Sólo pensaba en disfrutar el momento... Pero creáme que estoy muy arrepentida por todo lo que he hecho.
_ ¿Y usted cree que con simple arrepentimiento va a reparar tantas equivocaciones? Usted le destruyó la vida a su hermana, al mismo Fabio y de pasó se destruyó su propia vida.
_ Créame que si yo pudiera devolver el tiempo atrás, no volvería a cometer los mismos errores.
_ ¿Y qué se supone que va a hacer ahora con su vida?
_ Mamá, yo necesito que usted me dé posada al menos por un tiempo mientras puedo organizarme.
_ Eso es imposible. En esta casa todavía vive Yolanda y ella no va a aceptar que usted se quedé aquí.
_ Mamá, ¡por favor!, no me dé la espalda. Yo no tengo a nadie más a quién recurrir.
_ No sé que vamos a hacer.... Pero antes de decidir dígame una cosa: ¿Quién es el padre de esa niña?
_ Eso no importa ahora.
_ Claro que importa. Cómo no va a importar.
_ Lo más seguro es que el padre sea ese tipo del que Yolanda tanto hablaba. Oliverio Esguerra.

Al oír ese nombre Alicia palideció y se dibujó en su rostro un gesto aterrador.

_ ¿Qué le pasa Mamá? ¿Por qué reacciona así?

Alicia meneaba la cabeza y repetía sin cesar "no puede ser", "no puede ser".

_ ¿No puede ser qué Mamá? ¿Acaso usted conoce a ese hombre?
_ Usted cometió un pecado terrible Marta. Un error terrible.
_ ¿Por qué? ¿Quién es ese hombre mamá?
_ Ese hombre es su hermano.


sábado, 5 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 16

En los días siguientes a la revelación de la gran verdad Yolanda se enclaustró en su cuarto. Mienstras tanto su díscola hermana y Fabio decidieron huir del pueblo para hacer una vida juntos.

_ ¿Hasta cuándo va a seguir encerrada Yolanda? -le preguntó la Vieja Alicia a su hija frente a la puerta del cuarto que constantemente permanecía cerrada- No puede seguir lamentándose por lo que le pasó toda la vida. Usted es una mujer fuerte y tiene que demostrarlo.
_ Para usted es muy fácil decir eso Mamá. Como no fue a usted a la que le vieron la cara de estúpida- le respondió Yolanda quien a fuerza de permanecer tumbada sobre su cama estaba a punto de convertirse en parte de ella.
_ Yo no justifico lo que hizo Martha, pero usted no puede echarse a la pena toda la vida. Este fue un golpe muy duro, pero usted tiene que demostrar que es berraca, que puede seguir adelante.
_ Todo esto es su culpa. Culpa suya y de mi papá por ser unos alcahuetas con esa vagabunda. Pero claro, como ella siempre fue su favorita, la más bonita, la que consiguió una beca para estudiar en la capital...
_ No diga eso, su papá y yo a las dos las quisimos por igual... ¡Por dios Yolanda! ¡Lleva días sin comer, sin bañarse, sin salir. Va a terminar enfermándose. ¿Usted cree que un miserable como el tal Fabio se merece eso?
_ Sí. Ese hombre resultó ser un miserable. Pero la tal martica resultó siendo mucho peor. Se metió con el hombre con el que yo me iba a casar a sabiendas de yo lo amaba, que era la más grande ilusión que yo había abrigado en esta vida. Yo siempre fui un cero a la izquierda, una sombra que ni quitaba ni ponía. Cuando apareció Fabio yo pensé que había alcanzazo el cielo con las manos. Pensé que por fin la Dios se iba a reivindicar por castigarme con una vida tan gris y miserable como la vida. Pero me equivoqué. Lo que me esperaba era la peor decepción de mi vida.
_ No meta a Dios en esto mija. Si las cosas pasaron como pasaron por algo será. Era obvio que ese tipo no le convenía.
_ La mujerzuela esa lo engatusó, lo enredó. Y ahora la muy infeliz se fue a vivir con él quién sabe dónde. ¡Odio a esa par de infelices! Les deseo lo peor que le pueda pasar a una persona, lo peor.

En efecto, sin importarle nada ni nadie Fabio y Marta decidieron vivir juntos. Al principio las cosas marcharon relativamente bien, pero pronto su incompatibilidad de caracteres evidenció que ellos no estaban hechos el uno con el otro.

_ ¿Y cómo le fue en el trabajo? -le preguntó Marta a su amante mientras le servía el desayuno. Tenía ya siete meses de embarazo y vivía junto con Fabio en un pequeño apartamento que habían arrendado en la capital.
_ regular. Eso de ser un empleado no me gusta. Me sentí mucho mejor administrando el negocio de mis padres allá en el pueblo.
_ Lo bueno es que se pudo ubicar rápido.
_ Claro. Yo no nací para ser un vago- apuntó y actó seguido bebió un sorbo de café- Este café está horrible Marta... y Este desayuno está frío... ¡Pasan los meses y usted nada que aprende a cocinar!
_ Ya le he dicho muchas veces que yo no nací para ser una manteca. Cocinar y portarte como una sirvienta nunca ha sido lo mío.
_ Pues sí. Pero en algo tiene que aportar. A fin de cuentas yo soy el único en esta casa que se parte el lomo para atender todos los gastos.
_ ¿Y pretende que en mi estado me ponga a trabajar.

Fabio se puso de pie para replicarle.

_ No. Pero al menos colaboré comportándose como lo que es, la mujer de esta casa. Ya se me quitó el hambre. Me voy a trabajar.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 15

Cuando Martha se dirigió a su casa, no se imaginaba lo que le esperaba. Pero bastó que abriera la puerta y observara los rostros adustos y sombríos de su madre y hermana, para que entendiera que algo grave estaba a punto de ocurrir.

_ Buenas... ¿Qué les pasa? ¿Por qué tienen esas caras?
_ Necesito hablar seriamente con usted Martha.
_ La escucho.
_ Alguien me contó que la vieron a usted besándose con Fabio. ¿Qué explicación le puede dar a eso?

La cara de Martha se torno lívida

_ Alguien. ¿Quién le salió con ese chisme?
_ Eso no importa. Necesito que me diga sin rodeos si usted y mi novio tienen algo.
_ Todo esto tiene que ser un malentendido Yolanda. ¿Cómo se le ocurre que su hermana se va a meter con el hombre con el que usted se va a casar? -señaló la vieja Alicia tratando de abogar por su díscola hija.
_ Pues no. No es un malentendido. Fabio y yo somos amantes.

Bastó que Yolanda oyera esa confesión para que estallara en cólera y se abalanzara sobre su hermana. Alicia la tuvo que contener.

_ ¡¿Y lo dice con ese cinismo Yolanda?! ¡Zorra! ¡¿Cómo fue capaz de meterse con el hombre que yo amó?!
_ ¡Calmese mija! -pidió angustiada Alicia.
_ ¿Desde hace cuánto están juntos? ¿Desde hace cuánto me están viendo la cara de idiota?
_ Eso no importa. No crea que yo me siento bien de revelarle esta verdad. Pero nadie manda en los sentimientos. Yo me enamoré de Fabio.
_¡Descarada! Ahora entiendo por qué ese empecinamiento de quedarse en este pueblo y dejar sus estudios y su vida tirados allá en la capital. Usted y Fabio son un par de malditos. Mientras yo estaba ilusionada con los preparativos de la boda ustedes dos se revolcaban y ni siquiera tuvieron la delicadeza de ser discretos, sino que andaban demostrándose su amor en público. Par de infelices. No sabe cuánto los aborrezco a los dos, pero sobre todo a usted que a pesar de ser mi propia sangre fue capaz de traicionarme así - se desahogó Yolanda para finalmente calmarse, dejarse caer sobre un sillón y prorrumpir en llanto.
_ ¿Cómo fue capaz de hacerle esto a su hermana? ¿Cómo puder ser tan miserable? -increpó Alicia.
_ Yo no me siento orgullosa de lo que he hecho. Pero es algo que escapa de mis manos. Yo también me enamoré de Fabio.
_ Ya no la quiero oír más vagabunda -gritó Yolanda tras ponerse de pie súbitamente- Lárguese de esta casa. Váyase a vivir con ese infeliz bien lejos de este pueblo donde nunca los vuelva a ver.

Como era de suponerse la reacción de Yolanda fue negativa y violenta. Se encerro en su habitación volviendo pezados cuanto objeto caía en sus manos. Cuando Fabio intentó explicarle la situación, la ofendida lo sacó a punta de golpes y empellones. No era para menos: la única ilusión y alegría que había vivido en su gris existencia se había desmoronado como un castillo de naipes. En cuestión de segundos. A Marta no le quedó más remedio que abandonar aquella casa y buscar posada donde su amiga débora antes de decidir si retornaba a la capital. 

_ todo esto es su culpa Martha. Culpa de su imprudencia -le dijo Fabio a su amante a quien había ido a visitar al domicilio de Débora.
_ Aquí los dos somos igual de culpables Fabio.
_ Si hubiéramos seguido llevando nuestra relación como siempre, a escondidas, nada de esto hubiera pasado.
_ Yo no estaba dispuesta a seguir siendo la otra por toda la vida. Hay que verle el lado bueno. Gracias a la chismosa que le fue con el cuento a mi hermana se despejó el camino para que usted y yo podamos estar juntos.
_ ¿Y qué le hace pensar que yo quiero continuar esta relación con usted?
_ Hay una razón muy poderosa.
_ ¿Cuál?
_ Yo estoy esperando un hijo suyo.
_ ¿Qué? Yolanda sabe de eso.
_ No. No tuve tiempo de contarle.
_ Ese hijo no puede ser mío Martha. Usted y yo siempre nos cuidamos.
_ Sí es suyo. Yo no he estado con nadie más.  Y por más que nos hayamos cuidado, siempre hay accidentes.
_ No, no, no. ¡Maldita sea! ¡¿a qué horas se me enredó así la vida!? - se lamentó Fabio lleno de rabia reprimida.
_ Vea esto como una oportunidad. Vámonos a vivir lejos de este pueblo. Hágamos una vida juntos. Yo sé que usted me quiere y yo también a usted.