sábado, 5 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 16

En los días siguientes a la revelación de la gran verdad Yolanda se enclaustró en su cuarto. Mienstras tanto su díscola hermana y Fabio decidieron huir del pueblo para hacer una vida juntos.

_ ¿Hasta cuándo va a seguir encerrada Yolanda? -le preguntó la Vieja Alicia a su hija frente a la puerta del cuarto que constantemente permanecía cerrada- No puede seguir lamentándose por lo que le pasó toda la vida. Usted es una mujer fuerte y tiene que demostrarlo.
_ Para usted es muy fácil decir eso Mamá. Como no fue a usted a la que le vieron la cara de estúpida- le respondió Yolanda quien a fuerza de permanecer tumbada sobre su cama estaba a punto de convertirse en parte de ella.
_ Yo no justifico lo que hizo Martha, pero usted no puede echarse a la pena toda la vida. Este fue un golpe muy duro, pero usted tiene que demostrar que es berraca, que puede seguir adelante.
_ Todo esto es su culpa. Culpa suya y de mi papá por ser unos alcahuetas con esa vagabunda. Pero claro, como ella siempre fue su favorita, la más bonita, la que consiguió una beca para estudiar en la capital...
_ No diga eso, su papá y yo a las dos las quisimos por igual... ¡Por dios Yolanda! ¡Lleva días sin comer, sin bañarse, sin salir. Va a terminar enfermándose. ¿Usted cree que un miserable como el tal Fabio se merece eso?
_ Sí. Ese hombre resultó ser un miserable. Pero la tal martica resultó siendo mucho peor. Se metió con el hombre con el que yo me iba a casar a sabiendas de yo lo amaba, que era la más grande ilusión que yo había abrigado en esta vida. Yo siempre fui un cero a la izquierda, una sombra que ni quitaba ni ponía. Cuando apareció Fabio yo pensé que había alcanzazo el cielo con las manos. Pensé que por fin la Dios se iba a reivindicar por castigarme con una vida tan gris y miserable como la vida. Pero me equivoqué. Lo que me esperaba era la peor decepción de mi vida.
_ No meta a Dios en esto mija. Si las cosas pasaron como pasaron por algo será. Era obvio que ese tipo no le convenía.
_ La mujerzuela esa lo engatusó, lo enredó. Y ahora la muy infeliz se fue a vivir con él quién sabe dónde. ¡Odio a esa par de infelices! Les deseo lo peor que le pueda pasar a una persona, lo peor.

En efecto, sin importarle nada ni nadie Fabio y Marta decidieron vivir juntos. Al principio las cosas marcharon relativamente bien, pero pronto su incompatibilidad de caracteres evidenció que ellos no estaban hechos el uno con el otro.

_ ¿Y cómo le fue en el trabajo? -le preguntó Marta a su amante mientras le servía el desayuno. Tenía ya siete meses de embarazo y vivía junto con Fabio en un pequeño apartamento que habían arrendado en la capital.
_ regular. Eso de ser un empleado no me gusta. Me sentí mucho mejor administrando el negocio de mis padres allá en el pueblo.
_ Lo bueno es que se pudo ubicar rápido.
_ Claro. Yo no nací para ser un vago- apuntó y actó seguido bebió un sorbo de café- Este café está horrible Marta... y Este desayuno está frío... ¡Pasan los meses y usted nada que aprende a cocinar!
_ Ya le he dicho muchas veces que yo no nací para ser una manteca. Cocinar y portarte como una sirvienta nunca ha sido lo mío.
_ Pues sí. Pero en algo tiene que aportar. A fin de cuentas yo soy el único en esta casa que se parte el lomo para atender todos los gastos.
_ ¿Y pretende que en mi estado me ponga a trabajar.

Fabio se puso de pie para replicarle.

_ No. Pero al menos colaboré comportándose como lo que es, la mujer de esta casa. Ya se me quitó el hambre. Me voy a trabajar.

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