sábado, 30 de octubre de 2010

UNA HISTORIA MÍNIMA

Marcada de por vida.
Marta sólo vivió con Gerardo, su padre,  hasta los once años, edad en que éste se separó de su madre. Aquel hombre siempre se desempeñó en labores muy duras como la construcción o la vigilancia. A Marta le daba lástima imaginarlo llegando extenuado a su casa a preparar su comida y a atenderse solo. Por eso le pedía permiso a su Sixta, su madre, para ir a visitarlo a su vivienda ubicada en Siloé. “Y una vez me cogió la noche allí. Me puse a conversar y se me pasó el tiempo hasta que me dieron las ocho o nueve. Ya no alcanzaba carro. Me puse a ver televisión. Ya como a las diez yo le dije a él que iba a dormir en el suelo que era de puro barro. Él me dijo que no, que eso estaba mojado, que yo me iba a buscar una enfermedad ahí. Me charló como decimos nosotros. Que durmiera en la cama y que durmiera en la cama. Y yo que no. Y él que sí. Hasta que me tocó. Vaya sorpresa la que me llevé cuando se metió a la cama desnudo. Y yo me acosté con ese miedo de que él me fuera a hacer algo, pero igual. Yo a no dejarme y él que sí”. Tras el abuso le aseguró que de nada le valía acusarlo porque era su palabra contra la de ella.

Ese hecho la dejaría marcada de por vida. Cuando le contó a la familia paterna lo ocurrido montaron en cólera. Nadie le creyó. Todos la juzgaron de mentirosa. El violador también negó todo. Sixta la llevó donde un médico que certificó que había ocurrido una violación. “Íbamos a ponerle demanda a mi papá, pero lastimosamente no pudimos” asegura Marta,  debido a que la familia paterna los amenazó: “decían que mi papá estaba muy viejo pa caer en una cárcel. Que si le llegaba a pasar algo a él nosotros llevábamos del bulto también". Ni hablar de la familia materna: el trato con ellos es distante y uno de sus tíos tiene las mismas mañas que Gerardo.  Una de sus hermanas tampoco le quiso creer en ese entonces; ahora sí lo hace aparentemente porque estuvo a punto correr la misma suerte. Su hermano tampoco le dio crédito a su acusación. “Mi hermano nunca cree que mi papá sea así. Saca la cara por él. Hasta ahora que consiguió mujer y como que le pasó lo mismo con la mujer y desde allí vio que mi papá era un poquito pasado”

Su padre siempre le ha recalcado que no la quiere como una hija sino como una mujer pues, según él, ni ella ni su hermano son sus hijos. “Y como no hay pruebas para uno decir si es verdad o es mentira. Él me ha dicho que si quiere me deja preñada. Es que él sabe magia negra y magia blanca, si me entiende. Y si quiere hacerle daño a uno se lo hace”. El hombre aprendió a dominar la brujería hace muchos años en su natal Florida, Valle. Alguna vez Marta lo descubrió alumbrando con una vela la foto de una de sus amantes; con ese ritual pretendía forzar su regreso.

Al rememorar su infancia un alud de malos recuerdos empieza a desgarrar su mente. Ella es de aspecto aindiado, su cabello negro y de apariencia descuidada; se lo amarra con una moña. Es de baja estatura, tez trigueña. Recuerda mientras desliza la plancha caliente sobre un pantalón. Ya ha terminado de barrer, lavar la ropa y asear la casa. Es empleada doméstica.  Además de abusar de ella su padre: “me pegaba mucho, me daba peinilla, me daba con palo, con piedra, con lo que cayera. Teniendo yo ocho años, todavía me acuerdo, mató un hermanito de nueve meses”

En cuanto a Sixta, hace 14 años falleció víctima de un cáncer en la matriz. “¿Cómo murió?: tuvo seis meses tirada en cama. Le mandaban mucho medicamento. Seis meses me tocó atenderla a mí. No me duele haber hecho lo que hice por ella porque realmente uno tiene que hacer lo que sea por una madre en las buenas o en las malas”. A pesar de esos cuidados quien terminó siendo la beneficiaria de la pensión del Seguro Social que heredó Sixta, fue su hermana menor. Ella, agonizando, tomó esa decisión aduciendo que era la última niña que había parido y “la que más quería”. La familia nunca ha estado de acuerdo con ese proceder,  pues, según ellos,  la “hija más querida”  se ha dedicado a dilapidar la pensión o ingresar lo que queda en un banco, sin querer sacarlo.  Marta le reprocha que ni siquiera ayude a Gerardo ahora que atraviesa una mala situación. Y es que a pesar del daño que él le infligió, ella no puedo odiarlo sino que por el contrario desearía auxiliarlo. No lo odia a pesar de que le sigue insistiendo que se vaya a vivir con él, aunque, claro, delante de las tías le pide que disimule 

Gerardo y Sixta se separaron. Marta se fue al lado de su madre. La progenitora no  volvió a casarse pero reanudó su vida amorosa al lado de un joven perteneciente a la Policía Militar que primero intentó conquistar a Marta, pero fracasó y por eso se quedó  con la madre. Era un hombre trabajador y la ayudaba, “pero como dice el dicho lo bueno no dura; a lo último se dañó. Empezó a meter bazuco. Mi mamá empezó a trabajar también. Él comenzó a querer como a mandar, querer como cascar a mi mamá. Cada rato me la cascaba. Mantenían como perros y gatos”, sentencia Marta. Sus compañeros de la PM no veían con buenos ojos su adicción. Él solía drogarse en un sitio llamado el hueco, y ellos le aseguraron que si lo volvían a ver por allí lo liquidaban. “el muchacho no creyó. Ese día no se nos metió a la pieza, eran como las dos de la mañana. Nosotros ahí con él sacándolo pa afuera y él más pa adentro. Ese día le dieron una pela a ese señor. Le dieron como violín prestado. Le dañaron una mano. La dañaron un pie los mismos compañeros porque metía vicio”. Tras eso Sixta empezó a alejarse del individuo. El detonante de la separación fue una ocasión que Marta llegó de una rumba y encontró a su madre a las tres de la mañana sentada en un anden y llorando. Había salido de la casa por las amenazas de muerte que le profería su pareja.  Él intentó arreglar las cosas, pero la mujer no accedió.

Al poco tiempo la enfermedad se anidó en la matriz de Sixta. “Mi papá- recuerda Marta- siempre tiene el vicio de decir que a mi mamá lo que le pasó es que había abortado, porque la menstruación le venía como en hemorragia por la misma enfermedad que tenía”. Sixta, a diferencia de su hija,  nunca perdonó a su ex esposo por tanta impiedad. Ella contaba con 35 años y Marta con 18 cuando finalmente el cáncer la venció.  

Tras escapar del yugo de Gerardo, Sixta se vio forzada a partirse el lomo trabajando, en casas de familia, de ocho de la mañana a cuatro de la tarde. Marta antes de cumplir los 12 años siguió su ejemplo: primero trabajó en la galería de siloé. “Ahí me toco ponerme a vender lo que es fruta, lo que es revuelto y cositas así”. Al cumplir los doce dejó ese oficio y se embarcó en el mundo de las empleadas domésticas. Salía de estudiar, dejaba los útiles a un lado, comía y se dirigía a la primera casa de familia donde trabajó. Enfrentarse a ese nuevo mundo no fue fácil: “no es lo mismo en su casa que en otra parte. Uno en su casa hace las cosas como uno quiera, mientras que uno en otra parte tiene que poner cuidado en una cosa, que en la otra. Que las comidas, que la ropa, que los baños. Gente muy exigente en esa parte.” Sus primeros patrones eran vegetarianos y ella nunca ha visto con agrado llenar su boca de raíces, arroces integrales y hierbas. Tan sólo trabajó allí seis meses. Le pagaban alrededor de cincuenta mil pesos mensuales en ese tiempo.  La mayoría de ese dinero se lo daba a su mamá. Ella le dejaba dos mil o mil pesos para que “mecateara”.   Marta recuerda que ella: "nunca estuvo recuerda Marta de acuerdo que yo trabajara. Pero yo le dije que me gustaría trabajar y tener mi plata y no esperar que le estén dando todo a uno: que un brassiere, que un calzón…sino que ir comprando lo de uno”. Antes de ponerse a trabajar Marta cuidaba a su hermana más pequeña; cuando se metió en el mundo laboral a su mamá le toco pedir permiso sus patrones para poder llevar a esa pequeña niña a su lugar de trabajo.

Retornó a la galería tras acabar su experiencia con los vegetarianos. Tenía que madrugar a las tres de la mañana y descender la loma para estar puntual en su oficio. La labor empezaba a las cinco de la mañana y consistía en ofrecer productos y empacar. Terminaba a las tres o cuatro de la tarde. Todo ese tiempo tenía que permanecer de pie y la paga era irrisoria: dos mil quinientos para desayunar y tres mil pesos libres diariamente. Al menos tenía como ventaja recibir un almuerzo trancado y una buena sobremesa,  y también: “Me daban esos medios bultos de papa picada que uno le dice. Dicen que es mala, pero uno le dice que es picada. A veces me la regalaban o me la vendían por mil pesos, quinientos pesos. Lo que quedaba me lo daban para que me lo llevara pa’ mi casa. Todo lo que me quedaba ahí no tenía necesidad de comprar”. En ese oficio duró 4 años.

Después de la galería volvió a casas de familia. Inició un periplo por todo Cali: trabajó en Alameda; en la Luna, en Santa Elena; Camino Real, en La Floresta. De esas oportunidades sólo una vez trabajó de interna y no lo vuelve hace pues al fin de cuentas “lo escurren a uno mucho”. Debía levantarse a las cinco de la mañana y se llegaba de improviso una visita a las diez de la noche, debía atenderla ofreciéndole un café o un jugo. El poco margen de tiempo para descansar provocaba  una acumulación de cansancio que imposibilitaba hacer bien los oficios de la casa. Ni siquiera le respetaban el domingo como día de descanso: “allá cada mes le daban descanso a uno. Y cuidar unos perrotes y hasta barrerles todo eso, ¡no!”.  Tan sólo le pagaban $120000 pesos en ese tiempo lo que califica como “muy poquito”. Duró 4 meses en ese trabajo.

Patrones de conducta.
También le han tocado muchos patrones que le han propuesto ir a la cama. Recuerda un caso particular ocurrido en el barrio Caldas: “…hubo uno, pero ya estaba viejito. Aunque no tan viejito porque se le despertaba la conciencia. Yo ignoraba porque no le duraban las empleadas. A uno se le hace raro que llegue una empleada y que dure dos días no más. Yo comencé a trabajar normal hasta que me di cuenta de lo que pasaba…Quería que se lo chupara. Que la mujer no se daba cuenta. Y no había pasado solamente conmigo sino con todas las empleadas que tenían. Y por culpa de ese señor ya han echado a varias. Me tocó salirme” además de eso añade que si fuera ambiciosa hubiera accedido por debajo de cuerda a cambio de plata, pero “Uno prefiere comerse la cosa buena que la cosa mala y lo que no le gusta no se lo come tampoco”

A otros patrones los describe como muy humillativos. Alguna vez una patrona le informó que los únicos que tenían derecho de comer huevo en sus casa eran sus hijos;  en cierto ocasión a Marta se le alcanzó a “chamuscar por los laditos” uno de esos huevos y la señora la obligó a que lo botara en la basura. Además vivía espetándole: “‘que vea que eso allí no va’, ‘que usted no sabe hacer nada’,  ‘que usted no se mosquea’. En otras partes también me decían lo mismo. Yo soy mala pa’ estarle contestando a la gente. A mi me daba era rabia. Y de la rabia me daba por llorar” En una casa en Siloé se tuvo que enfrentar a una niñera que resulto peor que los propios patrones. “’que esas paredes están sucias’, ‘que hágale por aquí’, ‘que eso no’, y yo ‘entonces hágale usted’. Todas las empleadas que van allá no lo sirven a la señora. Pero sólo a ella porque a los dueños de la casa todos les parecía bien, que está bien una cosa, que está bien la otra. Yo sólo fui como un día no más. No volví”

Pero siempre está la otra cara de la moneda. Recuerda especialmente a su patrona cuando trabajó en Camino Real. Le ayudaba en la cocina. Conversaban como dos amigas . Cuando Marta no tenía para el pasaje le regalaba cinco mil pesos. Los sábados le obsequiaba bolsas atestadas de mercado.

 
Entre sus patrones tuvo a un consumidor de drogas y también a quienes las trafican. Del primero no dice gran cosa, pero de los traquetos sí. Ocurrió en una vivienda de El Ingenio 1. Lo único malo de ellos, según ella: "es que eran duros pa’ pagar. Mantenían diciendo que no tenían plata pero pa’ andar tomando todos los días sí tenían. Todos los días que uno iba los veían tomando. Mantenían borrachos o haciendo planes pa irse pa bailar, pa tomar”.  Le pagaban veinte mil pesos diarios. Inició el trabajo con un advertencia: “una empleada de allá me dijo: ‘usted lo que vea aquí, lo que vea haciendo y esto…cuando se den cuenta que usted está abriendo la boca la quiebran o la mandan a quebrar’”.  Además de eso hablaban recurrentemente de armamentos, de droga y negocios ilícitos y por ello Marta infirió la clase de actividades en los que estaban involucrados. Confirmó sus sospechas cuando en una ocasión entabló conversación con el hermano de su patrona. Éste la aseguró que a la hermana la estaban buscando para matarla porque estaban inmiscuidos en negocios turbios. Marta la describe como una mujer hermosa, mona, con el cuerpo y los dedos atiborrados de anillos y joyas de oro. “como dos meses trabajé con ellos porque ella era una persona muy exigente. Exigía más no pagaba. Quería que de un momento a otro volara uno a hacerle lo que ella quisiera. Tenía que estar en menos de media hora la casa arreglada y era una casa de dos pisos con señora sala, con señoras piezas. Uno tiene que tomarse su tiempo pa’ hacer las cosas. Si uno hace las cosas a la carrera todo le queda mal hecho. Entonces no me amañé”.  Además le quedaron debiendo doscientos mil pesos

Pero antes de irse sostuvo esa conversación reveladora con el hermano de su patrona. Marta lo intrigó asegurándole que tenía un don. Le predijo que iban a matar a su cuñado, aunque al final terminaron asesinando a otra persona. Fue tal la impresión que le causó al joven esa predicción que se la comunicó a la hermana y está decidió buscar a Marta después de que había abandonado el trabajo. Quizás la empleada de servicio heredó los “talentos de su padre” aunque no se considera una adivina. Según ella puede adivinar información de seres queridos que se encuentran lejos. O atraer a ciertas personas con una vela. “Inclusive el hermano me timbró ese día al celular que yo tenía antes y me dijo que la hermana me necesitaba,  porque él le había comentado a ella lo que yo le había dicho. La hermana le había dicho que como sabía yo todo eso. Le había dicho que si me podía localizar, que ella necesitaba hablar conmigo. El muchacho sí me localizó, pero yo nunca le di la cara a ella”  

Menos del mínimo.
Además de haber conocido narcos, viciosos, viejos verdes, buenas patronas y  media ciudad gracias a su trabajo, asegura de él que: “hay en partes donde uno trabaja por menos y hay en partes donde uno trabaja por más, porque uno en una casa cobra veinticinco por todo lo que toca que hacer. En otras partes lloran porque es muy caro entonces toca mermarles a quince a veinte”

Para la familia de Marta eso que hace es regalar su trabajo, pero ella tiene argumentos para justificarse. Por ejemplo, una de sus hermanas trabaja de interna y asegura que sólo lo hace si le pagan el mínimo “y  hoy en día no se puede trabajar por el mínimo, porque si uno no trabaja por doscientos, por trecientos llega otra y le quita el puesto. Entonces a uno le toca regalarse”. En estos momentos trabaja en tres casas. En el sitio donde está planchando y, al mismo tiempo,  revelando su historia, ella recibe 13000 pesos en promedio. A veces reúne cincuenta mil quincenales, otras veces setenta mil. De cualquier manera el dinero que devenga no llega al salario mínimo. Resulta increíble que con ese dinero deba pagar el arriendo de una pieza en Siloé que le vale setenta mil pesos. Además de responder por su hija Sara de 14 años, y santiago el hijo recién nacido al que le compra comida y pañales. Sólo se ahorra la leche porque sostiene que en su pecho todavía le queda. Con lo poco que le sobra- y resulta difícil creer que en efecto eso pase- compra uno o dos cigarrillos “Antes mecateaba, ahora ya me toca apretarme”. El arriendo incluye servicios. Incluso le han ofrecido que “consiga un televisor que eso ni parabólica me cobran. Y yo de donde me voy a conseguir un televisor. No ve que mi hija empeñó el de ella por hacerle caso al supuesto marido”

Personas que le ayuden econonómicamente sólo su hermana la que está interna. Y un anciano de un taller automotriz llamado Cristóbal,  “pero con interés. Con el interés de que yo tenga relaciones con él. Pero yo le digo, cuando no hay amor de dónde le nacen a uno las ganas de tener relaciones con una persona. Por lo menos yo no soy de esas. Si a mi no me nace yo no tengo nada con nadie. Él tiene esa esperanza y le digo que no. que conmigo no la cuente”, sostiene la empleada. La escasez de dinero le ha significado a Marta aguantar hambre. Muchas veces debe dirigirse donde sus tías para que le regalen un bocado de comida. Y en ocasiones son tan marcadas las malas expresiones que se dibujan en sus caras, que ella prefiere despedirse antes de que le ofrezcan cualquier cosa. Varias veces se ha ido a la cama sin comer engañando al hambre con un vaso de agua. Lidiar con su hija tampoco le resulta fácil. “Mi hija anda de arriba para abajo. Ella antes dejó el marido que tenía”. Termino quinto de primaria y se retiró pues no quiso continuar estudiando a pesar de que lo hacía gratis en la Central de Comercio. “ella quiere estudiar donde es más caro. Yo no tengo la capacidad para pagar matrícula y mensualidad y todo lo que piden ahí, cuadernos, cartillas, para dentro de tres meses tener que tirar eso a la basura “, afirma. Para complicar el asunto su padre que vive en Estado Unidos no ha querido volver a ayudarle económicamente porque se enteró de “que había conseguido marido” y además le han llevado el rumor de que ella consume droga. Trabaja  en el país del Norte en oficios varios, ya consiguió mujer y tiene una hija. Pero curiosamente no es el papa biológico de Sara. Marta lo conoció en una miniteca estando en embarazo y empezaron una relación. Él tomó a Sara como su hija y respondió por ella hasta que emigró al Norte. El padre biológico simplemente se esfumó.  Marta puso al tanto a su hija de la verdad y ella “Lo tomó con mucha tranquilidad. Y a ella le preguntan quién es el papá y ella dice que el que está en Estados Unidos”

Sobre su oficio dice: “Es lo único que se hacer porque estudiada no soy. Yo no puedo decir que me voy ir a trabajar de secretaria porque ahí sí pierdo el año. Yo no puedo decir que meterme de cajera porque ahí si ya me corchan a mi porque yo no se nada. Pero a mi me gusta  el trabajo que yo hago porque uno se ocupa mucho, no piensa tanto, se relaja uno más. Yo por lo menos aquí cuando me relajo, no pienso en mis problemas”. Al igual que su hija académicamente sólo hizo la primaria. Decidió salirse porque a los once años tuvo un retraso: “Yo pensé que era que estaba en embarazo, aunque no tenía relaciones con nadie. O sea uno de niño como que se le meten cosas a la cabeza. Dos meses que no me llegaba, no me llegaba”. Sixta le insistió que siguiera estudiando. Le compró los útiles necesarios, pero Marta se encargó de vender hasta los libros de texto. “Mi mamá me dijo: ‘por qué’  y yo le dije ‘mamá yo tengo un atraso y de pronto puede ser un embarazo y a mi me da pena ponerme a estudiar con barriga’ “. Pasados los dos meses continúo la menstruación interrumpida, pero los estudios interrumpidos no corrieron la misma suerte. “Después me puse a estudiar nocturna y tampoco me gustó por que nocturna es una alcahuetería pa las personas. Hay unos que se meten a los palos a meter vicio. Hay mujeres que se van por allá a tantearse con los hombres. De noche uno ve muchas cosas que me quedé con la boca abierta”

Sara no quiere repetir el destino de su mamá y su abuela; textualmente dice que de “manteca” no trabaja. Para Marta su trabajo no es deshonra. Dice con convencimiento que cuando las mujeres se casan se convierten en mantecas de su maridos, y esa situación es mucho peor porque ni siquiera les pagan. Hace poco un tío le ofreció a la díscola niña trabajar cuidando un bebé: “que la esposa de él va a conseguir trabajo y entonces necesita quien le cuide al bebé. ¿Pero en qué año? No sé. Quedaron de avisar”. Mientras Marta termina de planchar, Sara se encuentra cuidando a Santiago en la pieza de $70000. “Ella- sentencia Marta- no aspira a nada bueno. Le digo yo porque entre mamá e hija tenemos confianza. Ella quiere hacer todo y a lo último no hace nada. Que quiere aprender a hacer modistería, que quiere aprender peluquería, que quiere aprender de todo y no aprende nada”

Cuando pequeña sus aspiraciones eran trabajar y ayudar a sus padres. Pero la principal era: “Hacerme a una casita así sea de esterilla, no importa, el todo es tener donde meter la cabeza y donde recoger uno la familia. Usted sabe que con una casita no tiene que estar pensando que llegó el mes de arriendo como me está pasando. Uno sabe que en su casa paga los servicios, paga lo que le toque y no se está matando la cabeza pensando en…” no concluye la idea. Pero si ha concluido  su oficio. Se cambia de ropa, sale a hacer un mandado para cambiar un billete, recibe los trece mil pesos de parte de su patrona. Por último regrese a su pieza alquilada para constatar que su principal aspiración no se ha materializado, después de haberle contado a un desconocido, el hijo de su patrona, su historia. Una historia mínima.

jueves, 28 de octubre de 2010

El Demonio Vio

La de Flavio es la historia de un ser enclenque y pusilánime. Se  crió en una lúgubre casa de color verde junto a sus padres y  una mujer con la que no compartía lazos de sangre, pero a la que consideraba una hermana. Por respeto a su honra la llamaremos la Innombrable.

Desde temprana edad los demonios de la soledad y la amargura atormentaron a Flavio, haciéndolo un ser gris e infeliz. A los doce años  afloró en él una homosexualidad que tuve que reprimir por miedo a la machista sociedad en la que vivía. A diferencia de otros de sus coterráneos que habían empezado vida sexual desde temprana edad, Flavio perdió la virginidad  a escasos días de cumplir los 18 años. Antes de conocer por fin lo que era compartir lecho con otro hombre, el joven tímido sólo había alimentado su líbido con fantasías ridículas y cursis.

Sin embargo tras esa primera experiencia se tuvo que enfrentar a cientos de escollos que arruinaron su vida sexual. No hay por qué entrar en detalles. Lo cierto es que tan mediocre ejercicio de los placeres carnales alimentó en él el deseo de ser víctima de una violación. Pensaba que la violación, por execrable que fuera, era la manifestación más certera de la pasión que uno podría provocar en otros. Y si Flavio conseguía desatar esa pasión ciega e indomable en alguien, sin duda eso repararía en algo su destrozado amor propio. O al menos era lo que esperaba.

Los problemas sexuales eran de toda índole y le hacían sentir a Flavio que se había convertido en un sujeto de burla y diversión para el destino, la suerte e inclusive el mismos Dios . Primero probó ser el sujeto pasivo en las relaciones con otros hombres, pero fracasó en ese rol. Debido a ello le apostó a volverse un ente penetrador e, incluso, contempló la idea de intimar con una mujer. Ese fue un gran error: abrió una caja de pandora de la que emergió un horrible espectro de heterosexualidad que a la postre lo haría sufrir. Como penetrador también fracasó: era eyaculador precoz. La frustración empezó a asfixiarlo y llenarlo de odio. Y esos sentimientos, a su vez, alimentaron una obsesión extraña: abusar de  una mujer.  Pero no a una fémina cualquiera. La malsana obsesión tenía una candidata clara: la Innombrable. ¿Por qué ella?, quién sabe. Lo cierto es que por ironías de la vida el chico que deseaba ardorosamente ser violado, ahora se atormentaba por ideas constantes que lo empujaban a convertirse él mismo en un abusador.

Esa extraña pulsión, a la que Flavio bautizó Demonio Vio, lo acongojaba terriblemente; por su arremetida sentía que no tenía la autoridad moral para juzgar a nadie y sentir indignación por los crímenes y comportamientos más horrendos de la humanidad. Todas las infamias comenzaron a parecerle normales y justificables. Y sin duda le  mortificaba la facilidad con que su mente permitía ese horrible relativismo moral. Aunque no podía apagar los malsanos pensamientos generados por el Demonio Vio, se atormentaba terriblemente porque se sentía vacío, se sentía maligno, se sentía inescrupoloso. Y para él, que en el pasado había sido tan moralista y apegado a la rectitud, una persona de esas características sólo merecía morir.

Sentía rabia por que no podía indignarse sinceramente por la pobreza, la violencia sexual, la injusticia; al fin y alcabo con qué moral podía criticar a los ejecutores de esos horrendos actos, si él era capaz de pensarlos e imaginarlos.

Durante un año soportó  la molesta presencia de ese máldito huésped. Pensó en suicidarse, pero su cobardía lo cohibió de cometer ese acto, al que consideraba la última vía para redimirse. Al fin y al cabo si era capaz de sacrificar su vida en aras de eliminar junto con ella a Vio, eso lo podría rehabilitar moralmente. Pero fue incapaz de emprender ese último acto de dignidad.

Un día la desesperación lo llevó a iniciar un viaje al oriente de su país. Había oído que por esos lares existía un lago milagroso cuya agua exorcizaba cualquier posesión demoniaca.

Inició una travesía que lo llevó a atravesar caudalosos ríos, escalar empinadas cumbres y soportar todo tipo de clims. Al arribar a su destino encontró a un anciano que supuestamente cuidaba el cuerpo de agua:

_Oiga señor  -dijo Flavio- es verdad que el consumo de este agua acaba con cualquier posesión demoniaca.
_ Sí -contestó el anciano- pero debes beber el líquido por seis meses ininterrumpidos.
_ Pero, ¿sí hay garantía de que el remedio funcione?
_ Sí, pero se requiere mucha voluntad.

Durante seis meses bebió religiosamente el agua. Después se dirigió al anciano:
_ He cumplido con el plazo. Y aunque reconozco que el demonio se ha debilitado, aun no desaparece del todo-  afirmó Flavio.
_ Creo que debes tomar el agua por un año más. Es la única forma de combatir el caos que había en tu mente- replicó el anciano.

Esa revelación lo decepcionó pues la ingesta de aquella agua supuestamente bendita le había causado una diarrea terrible que había afectado aun más su pobre vida sexual. Pensó innumerables veces en suspender su consumo, pero nunca se atrevió. Al fin y al cabo debía reconocer que el demonio no desaparecía, pero cada día que pasaba  atacaba con menos fuerza. Flavio poco a poco empezó a recuperar esos cimientos morales que había perdido. Comenzó a ceder en él ese sentimientro de culpa por albergar tan horrendos deseos que, a su juicio, lo hacían indigno de merecer cualquier éxito, cualquier logro, cualquier consideración, cualquier afecto.

Como en la Montaña Mágica de Mann, donde siete semanas se convirtieron en siete años, en la vida de Flavio los seis meses se habían trasformado en dos años...  Cada que visitaba al anciano éste siempre le repetía: “te veo muy bien. Continúa tomando el agua”. Hasta que por fin Flavio escuchó esas palabras que tanto espero.

_  Puedes suspender el consumo del agua- afirmó el anciano

viernes, 22 de octubre de 2010

La anciana y el brassier negro

Desde temprano una pequeña van los recoge en sus respectivas casas y los deja a las nueve en punto de la mañana dentro del Ancianato San Miguel. Son ancianitos que viven con sus familias, pero por unas cuantas horas son arrancados de la monotonía de su hogar para internarlos en otro espacio igualmente rutinario: el Centro Día. Es un recinto relativamente amplio con un hermoso patio interior custodiado por un imponente árbol. Y fue creado para que los viejitos, tras el pago de un dinero, se distraigan con actividades 'recreativas' desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde, hora en que la van los recoge y los lleva de nuevo a sus  domicilios. El espacio está separado del exterior por una reja corrediza de color verde. Y en su interior varias enfermeras coordinan las actividades y vigilan a quienes participan en ellas.

Los ancianos entran al recinto y tras ellos la reja se cierra. Sólo el personal autorizado y los ancianos más lúcidos pueden abrirla de nuevo. Hay varias sillas rímax y los viejitos se sientan. Las enfermeras proceden a tomarles la presión uno por uno. Luego les ordenan armar un círculo. Una de las enfermeras recita un rezo y al concluir ruega a Dios por la protección de quienes están privados de la libertad, bien sea porque están secuestrados o porque están presos en las cárceles. Al concluir la oración comienza a ejecutar ejercicios no muy exigentes para que los ancianos la imiten. Estira los brazos, las piernas, las manos. Se pone de pie y le pide a los que puedan pararse también, que lo hagan. Mueve la cadera en círculos. Concluye con un canto infantil: "cabeza, hombros, rodillas y pies y todos aplaudimos a la vez". Los ancianos tocan las partes del cuerpo mencionadas y luego chocan sus manos haciendo sonar fuertes aplausos.

Luz Mary nunca hace los ejercicios; siempre se arrellana sobre un sofa rojo y duerme profundamente.  Es de baja estatura, obesa. De su cuello cuelga un listón con una llave amarrada. Lucio, el joven que hace voluntariado en el Centro Día, acostumbra acercarse a ella y ofrecerse como su acompañante en una caminata por el Ancianato. A veces ella se niega y a veces accede. Salen de esa cárcel con rejas verdes y caminan por todo el albergue de ancianos, pasando por el hospital geriátrico, la lavandería, el comedor, la sala de fisioterapia; la red de corredores del lugar parece un inmenso laberinto del que por fortuna el voluntario conoce la salida. Según Luz Mary vive sola y nunca cometió la equivocación de casarse y tener hijos. Quién sabe si habrá que creerle. La mayoría de los ancianos del Centro Día sufren de Alzhaimer o demencia y por eso no hay que fiarse de sus confesiones. Luz mary, de pelo corto y siempre vestida a la moda, se sienta al lado de otro viejo llamado Diego. Casi nunca hablan, pero a pesar de eso se puede percibir una gran camaradería entre ellos. Parecen un par de enamorados coquetos que se burlan del paso del tiempo. De Diego no se sabe nada. Es callado, enigmático, Camina encorvando hacia adelante su columna vertebral.

Cuando los viejos terminan sus ejercicios matutinos, las enfermeras proceden a repartirles un pequeño refrigerio. Les dan panes elaborados en la cocina del Ancianato, acompañados con aguapanela o café en leche según escojan los destinatarios de los alimentos. A algunos por requerimientos médicos les proporcionan avena y galletas integrales. Tras comerse el entremés, los ancianos deben adecuarse en las diferentes mesas. Los que quieran pueden participar de las actividades recreativas lideradas por las enfermeras, y que consisten en recortar de revistas cabezas de personas para pegarlas en un papel; o colorear como párvulos algunos dibujos mal hechos; o cortar con unas tijeras trozos de fieltro hasta volverlos picadillo; o quizás coser, o rellenar gatos de peluche con material parecido al algodón; para variar se puede pintar con témpera, recortar palabras que empiezan por m y pegarlas, etc. En este lugar los viejos viajan en una máquina del tiempo y  terminan por realizan sin chistar actividades propias de niños, además de ser tratados como tales. A veces en algunas mesas juegan dominó, sin licor de por medio naturalmente. Y en otras ocasiones, sobre todo los viernes, juegan bingos amenizados por música de antaño. Alguna vez una de las viejitas que, por tener una pierna más larga que la otra, debía valerse de dos bastones para movilizarse, convirtió el suelo del Centro Día en pista de baile y sus bastones en piernas con las que bailó con mayor gracia que un bailarín de esa salsa acrobática,  tan de moda en estos días.

Los que se fueron
En el sofa rojo no sólo se han sentado Diego y Luz Mary. También lo usaba Hilda. Su fuerte y nasal acento pijao delataba en que región había nacido. Alguna vez le contó a Lucio que trabajó durante 20 años en la desaparecida Granahorrar hasta pensionarse. En otra ocasión las ancianas dijeron que aquel joven parecía volteado. Hilda replicó: "él es bien macho. Aténgase y no corran". A las doce en punto los ancianos más lúcidos van al comerdor y almuerzan. Hilda estaba en ese grupo, pero como no seguía la etiqueta debida en la mesa, debió ser retirada de allí. Después le llevaban el almuerzo al Centro Día. Algunas vez contó que sus hijos la pusieron a votar por Antanas Mockus. "Pero ganó Santos", concluyó. Era común verla con un vaso de agua que siempre dejaba a sus pies. Un día tuvo un accidente: se poposeó delante de mucha gente y desde ese día nunca volvió.

Otro que no regresó fue Carlos. Quienes lo conocieron cuando recién empezó a asistir al Centro Día dicen que era vigoroso, dicharachero y lúcido. De esa imagen sólo quedaron retazos. Con el paso del tiempo su cuerpo se puso rígido, dejó de articular palabras para emitir gemidos y las enfermeras debían depositar en su boca una papilla que era lo único que podía ingerir. A veces Lucio acompañaba al hombre de gran estatura a caminar. Tenía que sostenerlo por detrás como si fuese un títere gigante. Debía empujarlo. El anciano daba unos pasos, pero luego se quedaba inmóvil. Era como desplazar una estatua imponente cuyo rostro inspiraba benovolencia y ternura. A veces dormía y sus labios eran succionados hacia dentro de su cavidad bucal, dándole una imagen cadavérica. Cierto día una enfermera le informó a Lucio que Carlos ya no volvería. También se marchó don Aquileo, un viejito al que le encantaba trabajar en la pequeña huerta del Ancianato. Un día puso a Lucio a recoger la maleza que invadía esa huerta. En otra oportunidad se enojó porque se sintió vigilado por el voluntario; sólo toleraba que lo vigilaran las enfermeras. Y otra que también dijo adios fue María Asención. Era una negrita de Buenaventura a la que las enfermeras trataban con cierta rudeza. Un día  anunciaron que había fallecido.

Entre cuerdos y locos
Al comedor sólo van los más lúcidos. Y en el Centro Día  quedan las más dementes: Marina e Inés. Son muy diferentes -la una es bajita y gorda y la otra alta  y enclenque- pero a la vez son muy parecidas. No se les entiende lo que dicen, salvo pequeños instantes en que logran articular algunas palabras. A veces están tan inquietas que las enfermeras las amarran a las sillas con cuerdas que han bautizado con el eufemismo de `inmovilizadores'. Marina generalmente se sienta y empieza a palpar con las palmas de sus manos todo lo que hay a su alrededor. A veces toma objetos alegando que son suyos. Es adorable. Llora constantemente por su mamá y a veces recuerda su muerte. También menciona insistentemente a su hermano Copérnico. Por su parte Inés recuerda con vehemencia a Cecilia Ortiz, su madre, mientras camina sin cesar como alma en pena por todo el Centro Día desde que llega, hasta cuando la recogen. A veces la enclenque anciana se quita la blusa dejando al descubierto su delgadez y cubriendo lo poco que le queda de senos con un brassier negro. Algunos dicen que a esa edad las personas aún son presas de la lìbido.

Elvia Osso es un poco más cuerda que Inés. Al menos articula más claramente las pocas palabras que dice. Por cierto es bastante monotemática: "¿yo pa' dónde me voy? "¿Qué hago?" "¡Dios mio!" "¿Pa' donde me lleva?", son las frases que repite compulsivamente. Odia el Centro día y siempre busca la manera de escaparse, pero nunca lo consigue. El Alzhaimer ha consumido su mente y por eso no recuerda casi nada, excepto a una persona: Lisímaco, su padre, quien al parecer tenía un fuerte carácter y se enojaba cuando ella salía sola y se demoraba. A veces se torna muy violenta y no duda en atacar con sus uñas, cual si fuera una gata, a quien le impida salir del Centro Día.

La anciana más lúcida es quizás Argenis Contreras. Viene del Tolima como Hilda. Casi  no puede caminar pero esa incapacidad se ve compensada por su enorme claridez mental. Cuenta que su pasión es la costura y en el pasado llegó a tener varios empleados bajo su mando en un taller de confecciones. Ahora ha visto su impetú reducido por vivir en una casa en la que a sus parientes "no les gustan muchas cosas que yo les digo". Alguna vez un viejo cascarrabias llamado Fortunato Sánchez increpó a Lucio, al que le tenía mala voluntad, diciéndole: "¿Qué pretende de nosotros?, ¿qué hace aquí?". Ella se metió en la discusión intercediendo por el joven.él no viene a cuidarlo a usted viejo h....".   "Yo creo que cuando me hicieron estaban en plena chichonera, porque donde hay pelea yo me meto", afirma para explicar su intervención en una pelea ajena. A pesar de los años no ha perdido su carácter. Por otro lado el hosco Fortunato prácticamente pasa por el Centro Día sin musitar palabra y cuando intenta hablar es incapaz de articularla alguna. Desde el principio odió al voluntario. Le lanzaba miradas cargadas de odio y recelo, y éste una vez le sacó la lengua como respuesta. El viejo procedió a lanzarle los cuestionamientos antes mencionados.

Y de los hombres el más lúcido es Ernesto. Le encanta hacer reir a la gente con bromas. Siempre sale del  Centro Día con la excusa de que va a la 'finca' -llama a así al exterior-para recoger mangos del suelo. A veces trae las manos llenas con esos frutos o con mandarinas.

Lili, la posesiva.
Lucio debe lidiar con viejitos locos y cuerdos y, fuera de Fortunato, ninguno se ha quejado de su presencia. Incluso algunos se han encariñado con él, especialmente una viejita llamada Lili. Ella vive en una enorme casa ubicada en el barrio El Refugio. Viste elegantemente, lo que indica que es de alta alcurnia. Nació en un pueblo del Cauca y se caracteriza por su carácter posesivo. Quería a Lucio sólo para ella y no toleraba que nadie se le acercara. Su mejor manera de chantajearlo era decir desesperadamente que necesitaba caminar. Alguna vez le dio un ataque de hiperactividad, las enfermeras procedieran a  inmovilizarla y ella intentó morderlas para impedirlo. Además se quejaba de ardor en sus ojos y dolores en el cuerpo. Ciertamente sus ojos estaban cubiertos de lagañas acuosas quizás producto de una conjuntivitis. El joven la tomaba de un brazo y andaban. Ella lo hacía apresuradamente y Lucio trataba de que no se fuera de bruces.

Alguna vez salieron a caminar y se les acercó un hombre relativamente joven. Dijo: "yo cumplo años este día y mostró al voluntario su Cédula de Ciudadanía. "Déme un abrazo" agrego, y Lucio decidió complacerlo. Acto seguido el hombre le zampó dos besos en la mejilla como agradecimiento. Lili sólo atinó a decir: "ese está más loco que una cabra".

A las tres termina la jornada recreativa para los ancianos, pero Lucio sólo los acompaña hasta las doce. Se sienta a gusto de haberles entregado algunas horas de su tiempo, de haber sacrificado el egoísmo propio de los humanos, en un mundo gerontofóbico que adora la juventud junto con la vanidad que trae consigo. Como se vinculó a un periódico sus visitas al Centro Día se han vuelto más espaciadas. Por casualidad se enteró que una de las viejitas del Ancianato, Zeneida, es tía de una compañera de trabajo. Otra viejita llamada Julieta siempre que lo ve repite lo mismo: "Él viene cada quince días cuando le dan permiso en El País". Y Zeneida al oir esto dice sin excepción,como si repitiera un mismo libreto: "¿Usted trabaja en El País? Yo tengo una sobrina que trabaja allá. Se llama Jessica Ivette. ¿Usted no la conoce por casualidad?".

miércoles, 13 de octubre de 2010

ORGÍAS

Globediano se tuvo que enfrentar un día a la verdad: el culo no le servía para ser pasivo, entonces no le quedaba más remedio que volverse penetrador. Se le metió la loca idea de intimar con una mujer. Vio un clasificado del periódico que anunciaba un lugar donde se efectuaban orgías heterosexuales. El costo para participar de la actividad era de $20.000. El día anterior Globediano se había encontrado en un parque un billete de $20.000 y ya sabía en qué invertirlos. El evento tendría lugar un miércoles y principiaría a las dos. Globediano llego a la dirección anunciada y timbró. Un sujeto se asomó desde una ventana situada en el último piso del edificio y bajó. Reclamó la suma requerida y condujo al joven al lugar donde se practicaría la orgía. Era un apartamento. En el fondo estaban adecuadas las habitaciones donde ocurriría la acción. Varios colchones cubrían el suelo de una de ellas. Encima habían varios hombres y unas pocas mujeres. Clobediano comprendió que aquel era un prostíbulo disfrazado de orgía; las pocas mujeres eran prostitutas que debían atender a varios hombres. Por ellas se cobraban los $20.000. Algunas eran flacas, pero había otra que era decididamente gorda. Mas su gordura no era grotesca. Era una mujer atractiva. Globediano le chupó las tetas y luego le introdujo sus dedos en la vagina, lastimándola. A su alrededor los otros hombres penetraban a las mujeres, las ponían a mamar. Uno de ellos era demasiado atractivo. En determinado momento llego una pareja que tuvo sexo sin preservativo delante de todos. Globediano se aburrió rapidamente. Comprendió que había sido una estupidez arribar a ese lupanar, que en realidad a él le gustaría ocupar el lugar de esas putas que eran devoradas por varios machos heterosexuales. Su vacío se ahondaba. También pensó en la forma como eran explotadas las prostitutas al tener que  estar con varios hombres sin ninguna pausa entre el uno y el otro. Tenían que mamar varios penes sin condón. Aunque unas aparentemente estaban satisfechas con esa vida. Globediano interpeló a la gorda sobre el particular y ella le contestó: "A mí me gusta lo que hago. A veces vienen mancitos jovencitos con sus novias, y yo les pidó el teléfono pa' encontrarme con ellos por fuera del trabajo. Y se les doy gratis...A mi me gusta esto"

Antes de entrar a esa habitación tapizada de colchones y con las ventanas totalmente cubiertas por plásticos negros,  globediano tuve que desnudarse y meter su ropa en una bolsa. Sólo podía tapar sus verguenzas con una pequeña toalla que durante el transcurrir de la jornada se convirtió en un estorbo. Una mujer vieja y fea -al parecer la que hacía la limpieza- le entregó un condón y le indicó que a cambio de los $20.000 sólo podía sostener relaciones sexuales con una de las prostitutas; si quería estar con otra debía pagar otros $20.000. Era un puerco negocio, no era algo espontáneo que naciera del deseo de esas mujeres. Globediano dudo si de verdad estaban ahi por gusto, si se atreverían a entregarse a varios hombres sin que hubiese plata de por medio.

Al final salió decepcionado porque sólo hizo el ridículo. No penetró a ninguna mujer porque eyaculó 20 segundos después de empezar a masturbarse debido a su eyaculación precoz.

Un año después Globediano retornó al sitio de las 'orgías'. Esta vez la participación costó $25.000 pesos. Para evitar verguenzas compró el día anterior unas pastas que supuestamente curaban la eyaculación precoz. No funcionaron. La precocidad continuaba latente; aunque esta vez si logró penetrar a una fémina, fue un acto ridículo y sin trascendencia. Fue en el interior de un sauna adecuado en el apartamento. De resto lo mismo: penes penetrando con violencia, con esa agresividad de los hombres heterosexuales que Globediano tanto anhelaba y envidiaba. El joven se retiró a las pocas horas y nunca volvió a aquel antro en el que se sentía fuera de lugar.

Pasaron dos años. Esos arranques heterosexuales que atacaban a Globediano habían desaparecido. Decidió aistir a una orgía, pero esta vez de homosexuales, a realizarse en un cine gay recién inaugurado. Llegó a las seis, se desnudó, pagó 12.000 pesos. Espero horas sin que nadie apareciera. Deambuló como zombie por cada resquicio del video. Recorrió el laberinto, la zona de internet, y el lugar especialmente destinado para la orgía. Al final llegaron varias personas, la mayoría versátiles. No se veía esa misma pasíon que derrochan los heteros. Globediano también se sintió ahí fuera de lugar.

sábado, 9 de octubre de 2010

NO EXISTE

Cada día que pasa me convezo más que no existe aquel amor que sea capaz de inmolarse en mi nombre. Cada día me lleno más de la amarga certidumbre de saber que nunca sentiré el calor de su cuerpo a mi lado. Y eso me acongoja profundamente porque en estos momentos quisiera escapar de las acechanzas de la soledad, y sentir el abrigo de aquel amor. Pero a veces pienso que esos deseos simplemente los incita la vanidad y el ansia de llenar mi ego con alguna compañía. Las sombras de la vanidad y la frivolidad se proyectan sobre mi deseo oscureciéndolo, y mientras tanto me sumergo en el mar de la tristeza, de la frustración, del desasiego y de una falsa resignación que me mata de manera lenta e imperceptible. Mi sangre envenenada recorre mis venas gritando su necesidad de calor humano, su necesidad de pasión. Pero la persona destinada a satisfacerla se niega a aparecer cabalgando en un corcel blanco, quizás porque ni ella ni el equino existen aunque yo me convenza de lo contrario.

Ni siquiera tengo el chance de expresar mi tristeza con claridad, porque el miedo me domina; me contento con escribir palabras crípticas que tratan de explicar esa melancolía surgida porque no aparece lo que tanto ansío, porque pienso que en realidad lo que busco es un cuerpo que satisfaga mi superficialidad y culto a la belleza, por lo que mi supuesta necesidad de amor no es sino una fachada hipócrita.

Pero, por otro lado, la amarga resignación se convierte en un veneno que llena el último recoveco de mi cerebro y se queda en él como si pretendiera convertirlo en su hábitat permanente. Y me lleno de dudas: ¿quiero un abrazo, una caricia o quiero pasión?; ¿quiero un masaje o quiero belleza?; ¿quiero afecto o quiero sexo?; ¿realmente necesito amor o no?.

¿Será que la felicidad es incompatible con mi naturaleza?; ¿será que si apareciera lo que ansío no me sentiría satisfecho?; ¿será que ni solo, ni acompañado soy feliz? ¿Será que existe lo que busco, o tendré que acostumbrarme a ver como se aleja más y más al igual que el humo despedido por una vela? Me imagino a mí mismo persiguiendo cuerpos que desaparecen apenas les doy alcance. También me veo en un gran salón lleno de puertas que se cierran cada que intento pasar a través de ellas. Veo un círculo de espejos rodeándome y en un momento a otro empiezan a quebrarse reflejando mi mala suerte.

Y mientras tanto el veneno sigue navengando en mi mente junto con otros demonios sedados que nacieron en el pasado pero que se niegan a abandonarla. Lo que busco no existe.

ENTREVISTA A ÁLVARO MIGUEL RIVERA

A CONTINUACIÓN MONTÓ EL AUDIO DE LA ENTREVISTA HECHA AL ACTIVISTA GAY ÁLVARO MIGUEL RIVERA REALIZADA TRES DÍAS ANTES DE QUE FUERA ASESINADO, PRESUNTAMENTE POR HOMOFOBIA






miércoles, 6 de octubre de 2010

La mierda va al gimnasio

Sí, lo sé. Si los odio es porque no puedo tenerlos pues por desgracia el ser humano fue dotado con la máldita 'virtud' de admirar la belleza. Pero sólo por esta vez - y a riesgo de que parezca que me estoy poniendo la máscara de la hipocrecía- voy a asesinar a ese yo adorador de la belleza. Lo voy a masacrar; voy a valerme de las técnicas más execrables para torturarlo hasta que agonice. Sé que matarlo es una utopía, pero sólo por una vez quiero pensar que puedo noquearlo y poner mi pie sobre su cabeza, ejerciendo una fuerte presión, para luego dar rienda suelta a toda mi frustración y rencor.

Si lo logro dejaré que una avalancha de sentimientos reprimidos circulen por mi cuerpo y se desborde a través de mis dedos.Caerá con violencia sobre el teclado. Mágicamente comenzarán a aparecer las letras como fantasmas en el monitor.

Pero dejemos la palabrería a un lado y vayamos al grano partiendo de una premisa fundamental: los músculos son el envoltorio de almas podridas y hediondas. No hay nada más frustrante que vivir en una sociedad tan frívola como la caleña. Por donde uno transite sólo se ve el triste espectáculo de hombres musculosos que miran a los demás llenos de altivez y suficiencia. Dedican mil horas al día a hacer barras o levantar pesas, pero de seguro nunca en su vida han agarrado un libro en sus manos; por eso su cerebro está lleno de mierda. Además espiritualmente hablando tampoco tienen mayor valor porque privilegian el fondo sobre la forma; por eso su alma está podrida. Y cuando en un ser se combinan un alma podrida y un cerebro lleno de mierda no le queda más remedio que ensanchar sus músculos.Claro, no faltan los musculosos 'cultos' que ante las críticas sacan a relucir diplomas y pergaminos, pero siempre se rajan ante un examen exhaustivo de su calidad humana, misma que está empañada por su soberbia y superficialidad.

Es una desgracia ver que hay casi igual número de gimnasios, que panaderías manejadas por paísas o peluquerías; es una desgracia que haya mil de esos antros de la vanidad, pero las Bibliotecas Públicas no pasarán de dos, hasta donde yo sé. Es una tortura ver como en los parques han instalado gimnasios al aire libre en los que un montón de pedantes no tienen el menor pudor para quitarse las camisas y dejar al aire libre sus tetas. Sí tetas, porque los miserables musculosos no tienen pectorales sino enormes senos con los que podrian amamantar un batallón.

Que repugnante es esta sociedad que ha elevado los atributos físico a nivel casi divino en el que todos los adoran y son capaces de sacrificar sus vidas por ellos. En fin, no vale la pena continuar para hundirse en los terrenos de la tautología y la redundancia. Tuve mi momento de desahogo y de nuevo el yo adorador de la belleza resucitará, porque le gusta imitar a las montañas rusas, pero al menos me quedará un consuelo: uno de mis a múltiples yo es capaz de desear la ruina de los musculosos.  La ruina de aquellos que confirman que la mierda va al gimnasio.

sábado, 2 de octubre de 2010

REFLEXIONES EN TORNO A 'TEODORA'

Para ser francos Piedad Córdoba no es santa de mi devoción por una razón fundamental:  me choca esa indulgencia con la que trata a las Farc. No obstante soy conciente que dicho comportamiento puede ser explicado de diversas maneras; por un lado podemos atenernos a las hipótesis cargadas de emotividad y rabia de los derechistas, para quienes Piedad es una sanguijuela sin escrúpulos partidiaria de las Farc y de Chávez y que intercedió por los secuestrados, no con fines humanitarios, sino para limpiarle la imagen a las Farc -internacionalmente claro está,  porque en Colombia eso es imposible- y para ayudar a Chávez a sacar réditos políticos por esa mediación.

Por otro lado está la versión que da la propia Senadora: si utilizó un tono obsecuente con las Farc lo hizo porque resulta absurdo dialogar con alguien tratándolo de terrorista o de criminal. Hace poco un empleado de la empresa donde trabajo se me acercó y me dijo unas palabras cargadas de sabiduría: "obvio que si Piedad quería  sacar a los secuestrados de la selva, tenía que decirles a las Farc lo que querían escuchar, endulzarles el oído...más bien deberían dejarla donde está y que siga trabajando pa' que  haiga paz".

También hay que tener en cuenta que los correos de el abatido 'Reyes' no son del todo confiables, entre otras cosas porque correos como tales no existen sino archivos de word que pudieron ser manipulados. Sin embargo la incertidumbre persiste y mientras no se resuelva, no podré declararme un fan de Piedad Córdoba.

Pero aunque  no me convenza del todo de su inocencia, no estoy para nada de acuerdo con esa avalancha de odio y saña que tantos colombianos le manifiestan. La tratan peor que a las mismas Farc y si pudieran quemarla viva, como en los tiempos de la Inquisición, lo harían. Me parece una actitud hipócrita y desmesurada; ¿Por qué no tratan con la misma impiedad a los parapolíticos que no sólo tenían simpatías con los paracos -criminales iguales o peores que las Farc- sino que les ayudaron en su proyecto político y se beneficiaron de su poder para ser elegidos senadores, alcaldes, concejales, etc?; ¿O por qué celebran la muerte del Mono Jojoy, pero no protestan con la misma animosidad por el hecho de que Mancuso y Cia, estén relajados y engordando en cárceles gringas?. Ni que decir de que la gente no salga a marchar porque neoparacos como 'Cuchillo' sigan libres y las autoridades no los agarren? (curioso que en Colombia sólo den de baja a los cabecillas de las Farc, mientras los de las AUC sigan vivitos, ¿No?)

El Procurador que destituyó a 'Teodora' dice que lo hizo porque '"llora con los dos ojos". Debería inculcarle esa moraleja a todos los colombianos para ver si algun día repudian a los criminales de todos los pelambres con la misma energía que lo hacen con Piedad y las Farc.