miércoles, 6 de octubre de 2010

La mierda va al gimnasio

Sí, lo sé. Si los odio es porque no puedo tenerlos pues por desgracia el ser humano fue dotado con la máldita 'virtud' de admirar la belleza. Pero sólo por esta vez - y a riesgo de que parezca que me estoy poniendo la máscara de la hipocrecía- voy a asesinar a ese yo adorador de la belleza. Lo voy a masacrar; voy a valerme de las técnicas más execrables para torturarlo hasta que agonice. Sé que matarlo es una utopía, pero sólo por una vez quiero pensar que puedo noquearlo y poner mi pie sobre su cabeza, ejerciendo una fuerte presión, para luego dar rienda suelta a toda mi frustración y rencor.

Si lo logro dejaré que una avalancha de sentimientos reprimidos circulen por mi cuerpo y se desborde a través de mis dedos.Caerá con violencia sobre el teclado. Mágicamente comenzarán a aparecer las letras como fantasmas en el monitor.

Pero dejemos la palabrería a un lado y vayamos al grano partiendo de una premisa fundamental: los músculos son el envoltorio de almas podridas y hediondas. No hay nada más frustrante que vivir en una sociedad tan frívola como la caleña. Por donde uno transite sólo se ve el triste espectáculo de hombres musculosos que miran a los demás llenos de altivez y suficiencia. Dedican mil horas al día a hacer barras o levantar pesas, pero de seguro nunca en su vida han agarrado un libro en sus manos; por eso su cerebro está lleno de mierda. Además espiritualmente hablando tampoco tienen mayor valor porque privilegian el fondo sobre la forma; por eso su alma está podrida. Y cuando en un ser se combinan un alma podrida y un cerebro lleno de mierda no le queda más remedio que ensanchar sus músculos.Claro, no faltan los musculosos 'cultos' que ante las críticas sacan a relucir diplomas y pergaminos, pero siempre se rajan ante un examen exhaustivo de su calidad humana, misma que está empañada por su soberbia y superficialidad.

Es una desgracia ver que hay casi igual número de gimnasios, que panaderías manejadas por paísas o peluquerías; es una desgracia que haya mil de esos antros de la vanidad, pero las Bibliotecas Públicas no pasarán de dos, hasta donde yo sé. Es una tortura ver como en los parques han instalado gimnasios al aire libre en los que un montón de pedantes no tienen el menor pudor para quitarse las camisas y dejar al aire libre sus tetas. Sí tetas, porque los miserables musculosos no tienen pectorales sino enormes senos con los que podrian amamantar un batallón.

Que repugnante es esta sociedad que ha elevado los atributos físico a nivel casi divino en el que todos los adoran y son capaces de sacrificar sus vidas por ellos. En fin, no vale la pena continuar para hundirse en los terrenos de la tautología y la redundancia. Tuve mi momento de desahogo y de nuevo el yo adorador de la belleza resucitará, porque le gusta imitar a las montañas rusas, pero al menos me quedará un consuelo: uno de mis a múltiples yo es capaz de desear la ruina de los musculosos.  La ruina de aquellos que confirman que la mierda va al gimnasio.

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