martes, 16 de diciembre de 2014

SÓLO ESO… UN CARTÓN

Lo de Paola siempre fueron las letras. Mas cuando le dijo a su madre que quería estudiar literatura, recibió una tajante respuesta: “¡no, con eso te vas a morir de hambre!” Las limitaciones económicas le impusieron a la espigada morena nacida en Tumaco la obligación de escoger una carrera más ‘rentable’. “Viajé a Cali. Me presenté en Univalle para estudiar administración de empresas y quedé”, cuenta. Pero poco tiempo después resolvió cambiarse a comunicación social. Sencillamente no pudo huir del influjo de las palabras escritas.

Inició esa carrera con el anhelo de escribir algún día en un periódico de renombre. Pero esa ilusión no resistió su paso por la Escuela de Comunicación Social. Jesús Martín Barbero, a través de sus textos, se encargó de poner a la tumaqueña en contra de los diabólicos medios masivos de comunicación. “Por eso –recuerda- cuando debí buscar la práctica profesional no me presenté a El País”.

Descartada esa alternativa, Paola debió recorrer un sendero pedregoso para ejercer su pasantía. Primero lo intentó en un instituto de la Universidad. Sólo resistió un mes allí.  “Durante ese tiempo lo más parecido a lo aprendido en la carrera que pude aplicar fue corregirle unas comas a un texto del jefe. De resto lo único que hacía era sacar copias, organizar cuadros en Excel… ¡Y también aprendí cómo doblar planos de arquitectura!”, relata con una sonrisa dibujada en su rostro.

Presa de la frustración solicitó en la Escuela un cambio de práctica. Pasó a vincularse a un programa del Canal Universitario donde enfrentó una nueva decepción: “Ninguna de mis ideas le gustaba al director de ese espacio. Me decía que estaba MFT, ‘miando fuera del tiesto’, porque yo quería hacer programas sobre lo que significa la universidad pública desde una perspectiva política. Es que en ese canal le apuestan a otras cosas porque ya tienen programado el chip de lo que el mercado quiere. Por eso allá uno ve más gente de universidades privadas que de Univalle”. Ante la avalancha incesante de negativas, Paola optó por renunciar.  A final cumplió con el requisito de las pasantías en la Facultad de Humanidades de su alma máter. Debió redactar boletines, tomar fotos y cubrir eventos.

Tras entregar su tesis la morena del Pacífico ni siquiera intentó buscar trabajo pues sencillamente ignoraba para qué era útil. “En la universidad  aprendés  a comprender a Sloterdijk, pero finalmente no sabés en qué te vas a enfocar para trabajar. No tenés un saber específico aplicable”, opina. Y agrega que: “uno está encapsulado en la Escuela y cree que es el gran investigador, el artista, el cineasta, pero cuando sale uno se da cuenta de que lo ven como alguien que pone carteleras, coge un teléfono y hace boletines”.

Reconoce, por supuesto, que algunos comunicadores univallunos han logrado descollar en el terreno artístico, la producción audiovisual, etc., “pero a costa de ganar méritos trabajando ad honorem o apoyados por los papás. Muchos no podemos darnos ese lujo”.

En efecto, Paola tenía que responder por el arriendo, la comida, los servicios. Para su fortuna una oportunidad tocó  a su puerta: “Un profesor, una semana antes de mi grado, me comentó sobre una vacante en CISALVA. Mandé los papeles y me seleccionaron para trabajar por un año”, relata. Pero ya está próxima la fecha en que terminará su contrato y ésta vez sí se ha puesto en la tarea de buscar empleo: “Me he metido a Computrabajo y ha sido una desilusión. A veces me dan ganas de ponerme a llorar”.

A la escasez de ofertas para comunicadores se suma el pobre acompañamiento que da la universidad a sus graduandos para que se engranen en el mundo laboral.  “Yo me he metido a la página de egresados y como que nunca funciona”, sostiene la comunicadora. Algunos de sus compañeros para suplir ese vacío institucional “mandan ‘fantásticos’ correos con ofertas de empleo que exigen experiencia de 10 años. Son cosas inalcanzables para gente como uno que apenas hace un año se graduó”, anota indignada.

A pesar de todo Paola puede sentirse relativamente afortunada. Con tristeza señala que varios de sus compañeros están desempleados y cuando consiguen algún trabajo: “dura tres meses y es por prestación de servicios”. Hace poco oyó de labios de un amigo una historia que la aterró: “me contó que él tenía una amiga comunicadora que a pesar de tener dos maestrías trabajaba en un lugar como correctora de estilo y le pagaban el mínimo”.

Preparándose para huir
Al igual que la tumaqueña, Eliana estudió en Univalle por limitaciones económicas. “Pero igual –aclara- nunca deseé otra institución, pues no hubiera encajado social, ideológica, política y visualmente en una universidad privada”.

Ejerció su pasantía en El País. Dentro de ese tradicional rotativo experimentó en carne propia lo que muchas veces leyó en textos de investigadores, periodistas y sociólogos: “comprobé que los medios de comunicación en Colombia son empresas al servicio del capital y de un monopolio histórico de unas cuantas familias. Por ser empresas económicas -y no sociales como lo demanda la Ley- se venden al más poderoso: al gobierno de turno, que normalmente en nuestro país, aunque se disfrace de demócrata, es facho”, sentencia.

Al final concluyó que el comunicador que se vincula a esos medios debe entregar todas sus “disposiciones ideológicas y éticas” a su editor “para que al otro día publiquen un periódico comercial y de acuerdo a  los intereses de sus aliados económicos”. Curioso resulta que una mujer de un espíritu tan crítico se decidiera por El País para sus prácticas, pero como ella misma relata jocosamente: “la verdad antes de entrar allá nunca lo había leído”.

Tras su salida de ese medio, Eliana no se ha visto forzada a iniciar la frenética cacería de un empleo porque cuenta con un negocio familiar que es su sustento. Divide su tiempo entre la atención de ese ‘chuzo’ y un curso de inglés con miras a buscar becas de postgrado en otro país. Durante ese proceso ha descubierto que: “al diseñar tu hoja de vida para aspirar a una beca es preciso que incluyas hasta el más mínimo taller, porque debes competir con muchas más personas que sueñan con huir de un país que brinda pocas posibilidades investigativas y académicas a los profesionales, limitándolos así a engrosar las filas de empleados con bajos salarios”.

Prefiere Eliana buscar en otra nación lo que no encuentra en la suya propia, antes que someterse a ser una “profesional” que a cambio de mejorar su estatus y recibir un “buen” sueldo, “entrega a una empresa las horas irremplazables de su vida y las experiencias que no vivirá por estar en un cubículo, desde las 8:00 am hasta las 9:00 pm, escribiendo lo que a su jefe editor le parezca bueno”.

Sólo somos un nombre
A Christhian, también comunicador de Univalle, lo embarga la sensación de haber despilfarrado su tiempo entregando una cantidad infinita de hojas de vida vía web y en persona. “Hoy en día sólo buscan comunicadores organizacionales  y uno se enfrenta además al  estigma de ser egresado de una universidad pública. Tanto es así que en varias entrevistas de trabajo he tenido que  responder ‘no, yo no soy de los que tiran piedras’”, revela.

Devolverse a su tierra natal, Roldanillo, fue la única opción que le quedó al ver que en Cali “no resultaba nada”. En 2004 había abandonado ese municipio enclavado en el Norte del Valle para estudiar comunicación, carrera que pensó le ofrecería mejores oportunidades que una licenciatura en literatura, la otra opción que había contemplado. “Ahora trabajó medio tiempo en una sala de internet y me he visto forzado a seguir viviendo con mis padres”, confiesa con cierto malestar. Ha llegado al punto de implorar ayuda a políticos de su ciudad sin que esos ruegos hayan tenido eco.

¿Y qué papel ha jugado la Escuela de Comunicación en la crisis que lo agobia? “De parte de la Escuela no siento más que el olvido”, responde con amargura el joven de límpidos ojos azules y una estatura que rebasa el 1.80. Cuenta que ha pedido ayuda para ubicarse laboralmente a distintas personas vinculadas a ella, “pero a la fecha no la he recibido”. En cuanto a la división de egresados, para él no pasa de ser un chiste: “Hace un año me gradué y está es la hora en que ni siquiera puedo acceder a sus bases de datos en internet para buscar empleo, dizque porque mi acreditación como egresado está en proceso. ¿Cómo es posible que se tarden tanto en realizar un trámite tan sencillo?”, denuncia.

Pero no todo ha sido tan malo. A diferencia de Paola y Eliana, el roldanillense fue afortunado con su práctica profesional. “Fue excelente  en términos académicos –asegura- Escribí varios artículos para el periódico universitario La palabra y recibí una nota final muy alta”.  Sin embargo, el pago que recibía no era el mejor y por eso no siguió colaborando en ese impreso una vez concluyó el periodo de práctica.

¿Y qué hay de sus compañeros de estudio?, ¿También se han visto a gatas para ejercer su carrera con dignidad? Contesta que algunos devengan un salario mínimo a cambio de trabajar en periódicos de corto tiraje o virtuales. “Sé del caso de una compañera que labora para una compañía grande, pero sólo percibe un sueldo de $800.000”, añade. Para él ello obedece a que: “Los comunicadores de Univalle no tenemos cabida ni en el gremio del arte, ni en el de la educación y a veces ni siquiera en el de los medios. Y el enfoque investigativo de la Escuela no tiene mucho espacio en el sector empresarial. Allí buscan comunicadores organizacionales. O técnicos en comunicación, expertos en manejar cámaras y cables”.

Además, según Christhian, los univallunos están en desventaja frente a los autónomos, javerianos y santiaguinos porque. “sus universidades gozan de una buena reputación que Univalle no tiene y porque en verdad reciben de ellas un apoyo palpable; no como en Univalle donde apenas somos un nombre en sus registros de egresados”.

Javeriano llama javeriano
Sin embargo el graduarse de una universidad privada no es garantía de éxito laboral y de ello puede dar fe Diana, una joven comunicadora de la Universidad Javeriana. Se inclinó por ese alma máter a instancias de su tío. Desde muy pequeña le oyó decir una frase que se le grabó en la mente: javeriano ayuda javeriano. “Tanto él como mi mamá estudiaron contaduría, ella en la Libre y él en la Javeriana. Se graduaron casi al mismo tiempo, pero él siempre consiguió mejores trabajos. Y todos los obtuvo por amigos de su universidad”, cuenta.

Diana siempre soñó con pararse frente una cámara, pero para asegurar aun más su futuro profesional estudió comunicación con enfoque organizacional “porque aparentemente tenía más demanda”. No tardó, sin embargo, en darse cuenta de que no transitaría sobre un lecho de rosas por el sólo hecho de haberse especializado en ese campo.  Aunque le fue muy bien en sus prácticas al final por diferencias con su jefe directo no pude continuar allí. Debió entonces buscar empleo. “Pero pasaron los meses y no conseguía nada en organizacional”, recuerda.

A pesar de su gusto por el periodismo, nunca se atrevió a llevar una hoja de vida a periódicos o emisoras: “una profesora –explica- me frustró diciéndome que redactaba muy mal, entonces me convencí de que lo impreso no era lo mío. Y en radio jamás supe a quién llevarle una hoja de vida, pues no tenía los contactos. Si te metes a una página de empleo nunca vas a encontrar que Caracol Radio necesita locutor. Todo es voz a voz”.

En cuanto a la televisión se enfrentó a un problema de medidas. Pero no aquellas que tasan el nivel intelectual de las comunicadoras, sino las que calculan el tamaño de sus culos y tetas. “Los medios lo que necesitan son viejas que estén buenas. Si vas a un casting, ves ese tipo de mujeres. Y obviamente yo, la gordita y bajita, al lado de ellas no tengo mucho que hacer por más que lo haga bien”.

Tras cinco meses desempleada, Diana visitó el colegio donde estudió su bachillerato para ofrecer sus servicios como comunicadora aunque no recibiera paga. Su estrategia le funcionó: “me contrataron por prestación de servicios. Me pagaban un salario integral y yo tenía que sacar de ahí lo de mis prestaciones. Fue difícil porque el colegio es cristiano. Yo, por ejemplo, manejaba la emisora escolar y las directivas se molestaban por el volumen de la música, así los estudiantes estuvieran en pleno recreo. Además revisaban con lupa las letras de las canciones que ponía”, confiesa.

En el plantel trabajó un año pues se cumplió el contrato laboral. Meses después encontraría un nuevo empleo, pero no producto de las hojas de vida que repartió a diestra y siniestra, sino gracias a la ayuda de una amiga de la Javeriana. “Por ella entré a un proyecto en la Univalle que duró tres meses. Creo que es el mejor trabajo que he tenido. En cuanto al pago lo único malo es lo demorado, pero igual uno sabe que la plata esta fija”, narra la joven con cierta añoranza.

Pero así como Diana ha sido rescatada de las garras de la desocupación por sus amigas javerianas, también ha perdido oportunidades por carecer del contacto adecuado. Es que aquella máxima de Arquímedes, “dadme una palanca y moveré al mundo”, sí que se aplica en el mundo laboral. Luego de terminar su labor en Univalle fue llamada a una entrevista en una empresa x. Una muchacha de su universidad que iba en un semestre inferior también fue convocada. “Ella como experiencia sólo tenía la práctica –relata-. Comenzamos muchos el proceso de selección y en la última fase quedamos ella y yo. Al final la eligieron a ella””.

”A mí sí me quedó la espinita –admite- Yo pensé ‘tan chistoso, ella apenas tiene la práctica y yo que tengo práctica más otros tres empleos, ¿cómo es esto?’ Ese mismo día me metí a su twitter y leí que le escribió a alguien ‘Amiga, mañana nos vemos en mi primer día de trabajo’. De ociosa me puse a averiguar y descubrí que esa amiga tenía un cargo muy importante en la oficina de comunicaciones de la empresa”.

La crisis laboral también ha tocado a sus amigas de la Javeriana. “Una de ellas –revela- atiende quejas y reclamos en una empresa de telefonía celular. Lleva dos años allá y sin embargo siempre sigue buscando, porque obviamente si uno estudió algo es para ejercerlo. Pero no ha conseguido nada. Otra está trabajando en la notaría del papá como su asistente”.

Afortunados, así deberían sentirse Diana y sus tres pares univallunos por haber logrado hacerse al anhelado título profesional,  hazaña nada desdeñable en un país donde hay más de tres millones de bachilleres que nunca accedieron a la educación superior. Pero la realidad fuera de las universidades sólo les ha ofrecido desocupación o empleos precarios y contrarios a sus expectativas y convicciones. Es en ese instante cuando la carga simbólica que reviste al diploma universitario, representada en una fastuosa ceremonia donde los “futuros profesionales” lucen elegantes togas y birretes, se desvanece.  A fin de cuentas un cartón sin tetas, sin palancas, sin experiencia de 10 años es sólo eso… un cartón.





sábado, 22 de noviembre de 2014

UNA VENEZUELA EN COLOMBIA

 (Texto de mi autoría publicado anteriormente en Las2orillas el pasado 31 de marzo)

Es deprimente lo que sucede en Venezuela. La inseguridad y el desabastecimiento de productos asfixian a los habitantes de nuestro país hermano. Por eso resulta por demás loable que los medios de comunicación colombianos, especialmente los noticieros de televisión de los canales privados, se hayan lanzando en una cruzada para denunciar los atropellos que al parecer comete el gobierno de dicha nación petrolera.

Ese interés inusitado por la situación de Venezuela es, repito, digno de aplauso. Pero imaginemos por un momento que la protestas no fueran allá, sino acá, en la otra ribera del Arauca vibrador. Y supongamos que no fueran contra un gobierno de izquierda, sino contra uno de derecha, por ejemplo un hipotético tercer gobierno de Uribe. ¿Cuál sería el cubrimiento que le darían los grandes medios de comunicación a las protestas? No es difícil de imaginar: seguramente harían hincapié en los trancones y demás tropiezos a la movilidad de los ciudadanos ocasionados por quienes ocupan las calles para protestar;
enfatizarían en los revoltosos que infiltran las marchas para atacar a la fuerza pública con piedras y papas bombas;denunciarían los actos de vandalismo cometidos por esos mismos revoltosos; y por último reproducirían las declaraciones de las autoridades oficiales según las cuales las manifestaciones estarían siendo auspiciadas por las Farc. De hecho Maduro hace eso mismo: endilgarle a un grupo armado ilegal -en su caso los paramilitares- la responsabilidad de promover las protestas con el fin de desestabilizar su gobierno.

Es lamentable que ya haya una treintena de muertos producto de las manifestaciones ciudadanas en Venezuela y es justo que los periodistas colombianos denuncien esa barbarie en vista de la ley mordaza impuesta a los medios en el vecino país. Pero la realidad es que en Colombia han acontecido sucesos igual de macabros: cuatro muertos en las recientes protestas de campesinos en el catatumbo, 26 militantes de la marcha patriótica asesinados y un largo etcétera.

Bueno es que los medios colombianos se preocupen por la situación de venezuela, pero lo es más que también se conduelan por lo que pasa aquí en nuestro país; para no ir muy lejos se estima que en Cali la tasa de homicidios ronda los 90 por cada100 mil habitantes, cifra por la cual la Capital de la Salsa se hizo acreedora al nada honroso título de sexta ciudad más peligrosa del mundo. En efecto, según informaciones de prensa en lo corrido del 2013 en la capital del Valle se registraron más de 1900 homicidios, 451 de ellos atribuidos a conflictos entre pandillas.

La situación en Cali ha tocado fondo: el año pasado un profesor de univalle fue descuartizado trás ser víctima de paseo millonario, en meses pasados hubo una masacre en una discoteca y hace un mes hirieron a bala al hijo del periodista Álvaro Miguel Mina en un intento de atraco. A eso se suma que uno lo piensa dos veces antes de visitar el Oriente de la ciudad por miedo a ser víctima de una bala descerrajada por osar atravezar una de las llamadas fronteras invisibles. Por otra parte, más de dos mil jóvenes de la ciudad se han enrolado en pandillas y 250 mil caleños están en riesgo por la presencia en la ciudad de miembros de las milicias de las Farc y las llamadas Bacrim. Una bomba de tiempo alimentada por la pobreza, la exclusión,
el desplazamiento y un desempleo crónico que ronda el 13%.

Ojalá los medios vuelquen su atención a Cali y el Valle, porque la crisis no sólo es en Venezuela.

viernes, 31 de octubre de 2014

CUATRO MANERAS DE DECIRLE ADIÓS A UN EMPLEO

EL FRAUDE

Llevaba seis años trabajando como digitador en una prestigiosa empresa. Era una labor dura con jornadas que excedían las 10 horas, pero yo la desempeñaba con gusto porque el pago era bueno: alrededor de un millón de pesos mensuales. Todo marchaba a las mil maravillas hasta que a unos compañeros les dio por cometer un millonario fraude en la empresa. El monto del robo fue de casi 100 millones de pesos y como era natural el banco que fungía de cliente de la empresa donde laboraba exigió que rodaran cabezas. Por ello los directivos decidieron  someter a todos los empleados al polígrafo y a pesar de mi inocencia no fue bien sorteando las preguntas evaluadas por aquella curiosa máquina; finalmente decidieron prescindir de mis servicios.

EL COLEGIO

Debo aclarar que no perdí mi último empleo sino que decidí renunciar a éste por voluntad propia. Desde hace 8 años laboro como Secretaria en instituciones educativas. El último plantel en el que desempeñé dicho cargo estaba asentado en una zona deprimida del oriente de Cali y por ello en él estudiaban jóvenes en alto riesgo. Había uno de ellos que llamaba mi atención por su actitud extraña: muy poco socializaba con sus compañeros y siempre cargaba grandes cantidades de dinero en sus bolsillos. Un buen día el muchacho se ausentó de la escuela, lo que no me produjo especial inquietud, pero tiempo después a mis oídos llegó la noticia de que un sicario habia sido asesinado en el sector. Cuál no sería mi sorpresa cuando supe que ese criminal últimado era ni más ni menos que aquel jovencito de naturaleza aislada y bolsillos repletos de plata que no tenía más de 15 años. Pero lo que finalmente me persuadió de renunciar fue otro episodio igualmente inquietante. Un día las directivas del plantel expulsaron a un estudiante por conflictivo. Su madre al enterarse le imploró al rector que no tomara esa medida con el muchacho pues éste "no podía quedarse sin hacer nada". La razón: tenía detención domiciliaria y si no continuaba estudiando lo recluirían en una correccional.

El call center

Trabajaba con un call center contratado por una compañía electrificadora para atender quejas y reclamos. Habían transcurrido seis meses, estaba bastante amañado cuando a la presidencia de la compañía llegó un barranquillero que decidió trasladar la operación del Call Center a la capital del Atlántico. Muy certeramente un compañero me decía: "esa compañía electrificadora es vallecaucana y prefiere darle empleo a costeños que a gente del Valle del Cauca. Ahí queda comprobada la falta de liderazgo de los vallunos. Se tuvieron que traer un directivo de Barranquilla porque aquí en el Valle no consiguieron. A la gente de esta región le falta sentido de pertenencia. ¿Usted cree que una empresa antioqueña contrataría sus servicios de call center con gente que no fuera de Antioquia?

La pelea

La falta de oportunidades en Cali me empujó a viajar a Bogotá para buscar empleo allá. Lo encontré en un importante gremio empresarial. Pero los problemás no tardaron en llegar. El presidente de esa entidad, un connotado político vallecaucano, era amigo de mi familia y por ello me trataba con cierta familiaridad. Cuando él utilizaba el ascensor su esquema de seguridad solía dejalojar a todo el que estuviese adentro. Pero conmigo tenía el gesto de permitir viajar con él a bordo del ascensor, lo que suscitó el malestar de mis compañeros quienes no veían con buenos ojos esas "preferencias". Gracias a mi buen desempeño me nombraron supervisor en el trabajo y a partir de entonces un compañero me comenzó a hacer la guerra. Las cosas llegaron al punto en que durante una fiesta de la entidad nos fuimos a los golpes tras una discusión atizada por el exceso de alcohol. Días después recibí una llamada amenazante: "váyase de la empresa o lo quebramos". El autor no era otro que mi envidioso compañero a quien su torpeza -realizó la llamada intimidatoria desde las instalaciones donde laborábamos- lo delató.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Siete Años Sin Jhonny

(ESTE TEXTO SOBRE JHONNY SILVA ARANGUREN LO ESCRIBÍ HACE DOS AÑOS PARA EL SEMANARIO EL PUEBLO. LO REPRODUZCO HOY CUANDO SE CUMPLEN NUEVE AÑOS DE SU MUERTE)
El 22 de septiembre se cumplen siete años de la muerte del estudiante Jhonny Silva Aranguren durante disturbios en Univalle. El aniversario se conmemora a escasos días del deceso del Subintendente del Esmad José Libardo Martínez, también ocurrido tras desórdenes en el alma máter.
Cuando a Wilman Silva se le pregunta sobre los recuerdos que guarda de su hijo, su voz se quiebra. “Es muy duro, porque otra vez tengo que revivir mi dolor”, confiesa. No es para menos. Ese hijo, Jhonny Silva Aranguren, fue asesinado el 22 de septiembre de 2005 en medio de fuertes disturbios registrados dentro del campus de la Universidad del Valle donde estudiaba quinto semestre de Química. Solo tenía 21 años.
Es difícil ignorar que dentro de poco se cumplen siete años de ese crimen, menos aun después de que el 31 de agosto pasado José Libardo Martínez, un subintendente del Esmad, falleciera también durante desórdenes en el centro de educación superior.
El deceso de Martínez se debió a un disparo que impactó en su cabeza y que fue descerrajado, presuntamente, desde el campus universitario.
El execrable crimen mereció un gran despliegue mediático y anuncios de recompensas hechos por las autoridades para dar con los responsables. La muerte de Jhonny, en contraste, parece hundirse en la impunidad. Y su recuerdo sufre el acoso del olvido.
¿Quién era Jhonny?
Wilman describe a su hijo como “una excelente persona” cuya afición era el estudio. “Recuerdo  que yo los fines de semana quería irme para un río o un paseo y él me decía: ‘no, papá, yo tengo que estudiar, no puedo ir’”, relata.
Esa devoción de Jhonny por su preparación académica quizás se vio influida por la presencia de varios químicos en la familia. “Él quería superarlos –explica su padre–, él soñaba con ser un Einstein”.
Era muy casero. Molestaba a su mamá por su baja estatura –él medía más de 1.75–. Le encantaban los fríjoles. Wilman no da más detalles. Como él mismo lo aclaró desde el principio, prefiere no remover recuerdos dolorosos.
Sin embargo, a través de uno de los libros que el propio Wilman ha escrito para contar la historia de su hijo –y preservar así su memoria–, se descubre que la vida de Jhonny estuvo marcada por grandes pruebas.
Nació con atresia biliar, esto es, obstrucción de los conductos que transportan la bilis desde el hígado a la vesícula biliar, enfermedad que superó “a punta de tratamientos y remedios caseros, como la raíz de azafrán con cimarrón”.
Creció en Nariño y la Bota Caucana. Alguna vez quedó atrapado junto con su mamá y su hermana en medio de ráfagas de fusil y gritos de angustia tras la toma del peaje de Tunía, en Cauca.
Tan cruda experiencia le dejó como secuela un problema de lenguaje del que se pudo recuperar en un 95 %. Años después sufriría una lesión de cadera que le impediría caminar con facilidad. 
El proceso judicial
Jhonny Silva pudo sortear los obstáculos que la vida puso en su camino, pero aquel 22 de septiembre le fue imposible escapar de las garras de la violencia y la injusticia.
Era jueves, día en que casi que por tradición suelen ocurrir las manifestaciones que culminan en enfrentamientos entre encapuchados y miembros del Esmad. Pero aquella vez los desórdenes tuvieron un desenlace macabro: una bala  se alojó en la humanidad del estudiante de quinto semestre de química, segándole la vida.
Desde ese momento inició un proceso judicial accidentado y lleno de dilaciones. Documentos oficiales consultados por EL PUEBLO dan cuenta de que la primera decisión de importancia en el caso fue tomada el 12 de septiembre de 2007, por la Fiscalía 41, adscrita a la Unidad Nacional de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de Cali.
La Fiscalía 41 ordenó escuchar en indagatoria a quien se desempeñaba en ese entonces como comandante del Esmad, el Capitán Gabriel Bonilla, y a dos intendentes del órgano policial.
El ente investigador tomó la decisión, basándose en testimonios según los cuales efectivos del Escuadrón Móvil Antidisturbios habrían ingresado en el campus universitario alrededor de las 6:45 p.m., aquel 22 de septiembre de 2005.  Durante la incursión uno de los uniformados le habría presuntamente disparado a Jhonny Silva.
En 2008, la Fiscalía 41 se abstuvo de ordenar la privación de la libertad de los miembros del Esmad, pero posteriormente acusó al capitán Bonilla por los delitos de homicidio culposo, lesiones personales culposas y prevaricato por omisión.
De acuerdo con informes de prensa de la época, el fiscal del caso concluyó que el oficial “violó el deber de cuidado al permitir el ingreso de sus subalternos a las instalaciones de la universidad, sin previa autorización”.
Asimismo, declaró que Bonilla “omitió la requisa del personal a su mando, lo que habría facilitado el accionar del arma de fuego, la cual fue disparada en la humanidad del estudiante”.
Sin embargo, el caso dio un nuevo giro en 2009 cuando la Fiscalía 55 especializada en Derechos Humanos reversó la acusación contra el oficial, presentando un recurso de apelación en efecto suspensivo. Con esa decisión la Fiscalía libró de responsabilidad al uniformado por la muerte de Jhonny.
Por su parte, la Policía Nacional siempre ha negado su ingreso al alma máter aquel fatídico día y su participación en el deceso del joven. La Institución ha manifestado que “es imposible responsabilizarla por ese crimen pues fue realizado por terceros […]  ya que […] el grupo Esmad […] no porta ni utiliza armas de fuego”.
Siete años de impunidad
Lo cierto es que siete años después del asesinato de Jhonny, los autores del homicidio siguen sin recibir castigo.  “El caso de nuestro hijo pasó por once fiscales, miles y miles de hojas en su expediente y no ha sido posible que haya justicia”, anota Wilman al respecto.
El hombre de mirada cansada señala, además, que en varias oportunidades buscó a los fiscales a cargo de la investigación para saber por qué no había resultados.
“Cuatro meses después de la muerte de mi hijo fui a hablar con la directora seccional de fiscalías de la época. Ella me dijo: ‘Don Wilman, no se le haga nada raro que el caso de su hijo termine en la impunidad. Aquí el 99 % de casos queda impune’. Tiempo después otro de los fiscales del caso me aconsejo esperar la justicia divina”, afirma.
Cansada de lo que para ella era una falta de respuesta de la justicia colombiana,  la familia del joven universitario decidió acudir a instancias internacionales. “Nuestro caso lo llevamos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 2008 –cuenta Wilman–. De parte de la Comisión siempre nos han contestado que ellos manejan muchos casos a nivel latinoamericano y que nosotros estamos en turno… por eso se han retrasado las cosas”.
Para Wilman, la muerte de su hijo fue un golpe muy bajo del que nunca se va a reponer. “Yo sé que moriré con esa angustia, con ese dolor, con esa rabia de saber que no hay justicia”, sostiene con tristeza.
Por eso hace un llamado no solo a la comunidad universitaria, sino también a los medios: “No olviden a las víctimas. Que se siga exigiendo justicia porque mañana –ojalá no sea así, lo que me paso a mí les puede pasar a ustedes”.

domingo, 31 de agosto de 2014

AÚN TE QUIERO

Me casé con una buena mujer con la que tuve dos hermosos hijos. Estuvimos juntos muchos años hasta que decidimos separarnos. Fue allí cuando apareciste tú. Me fui detrás de tí dejando atrás mi ciudad natal, para radicarme en una urbe extraña y desconocida para mí: Medellín. Formalizamos una unión y en nombre de ella luchamos por abrirnos un espacio en una tierra ajena para nosotros. Afortunadamente siempre he sido "entrador" y no tardé en encontrar empleo en una fábrica de vidrios. Eran principios de los Noventas y la guerra narcoterrorista desatada por Pablo Escobar había alcanzado su clímax. Las bombas y atentados eran pan de cada día, razón por la cual mi mamá constantemente me llamaba angustiada para rogarme que regresará a Cali. Pero esa seguidilla de atentados que acaecían a diario en la capital antioqueña tuvieron su lado positivo: las ventas de la fábrica de vidrio se incrementaron ostensiblemente debido a que eran muchos los que recurrían a nuestros servicios en procura de reemplazar los cristales de las ventanas rotos por los bombazos.

Nuestra unión se hizo sólida y con el tiempo logramos adquirir un apartamento para convivir. Cerca de allí había una olla de expendio de vicio donde encontramos la marihuana y la coca para calmar nuestra ansiedad. Contrario a lo que podía pensarse esa zona era muy segura para nosotros; podíamos caminar a nuestras anchas a altas horas de la noche sin ningún temor puesto que los dueños de las ollas de vicio se encargaban de ahuyentar a cualquier hampón que intentara atracarnos. En efecto, no les convenía que nosotros, sus clientes, nos abstuvieramos de ir a esas ollas por miedo a ser robados.

Años después montamos nuestro propio negocio. Una venta de comidas rápidas. Tú eras experto en su elaboración y pronto yo también aprendí. Ofrecíamos hambuguesas, pinchos y empanadas que en poco tiempo se convirtieron en las preferidas de todos los vecinos. Todo marchaba bien hasta que me enteré de que en un momento de debilidad me fuiste infiel. La relación se enfrío y por ello resolví retornar a Cali donde un cuñado me había ofrecido trabajo en su empresa. Tengo 59 años y no me duele seguir camellando. A fin de cuentas siempre me ha gustado luchar, esforzame para salir adelante, no esperar que las cosas me caigan del cielo. Quizás por eso me pude adaptar fácilmente a la idiosincracia paisa.

¿Pero sabes una cosa? Aún te quiero.


miércoles, 27 de agosto de 2014

CRIMEN DE ODIO

Me asomé a la ventana a indagar el porqué de tanto barullo que se escuchaba desde el exterior. Habían varias personas aglomeradas alrededor del bloque de apartamentos donde residías. Mi madré no tardó en esclarecer mis inquietudes: te habían asesinado. En efecto, la sangre que fluía bajo la puerta de tu apartamento alertó a los vecinos sobre el hecho anormal que había ocurrido allí dentro. Al abrir la puerta ellos observaron estupefactos tu ensangrentado cuerpo sin vida por causa de una puñalada. El responsable al parecer había sido un muchachito que entró a tu residencia a tempranas horas de la mañana de aquel domingo; sí, un muchachito de esos a quienes a tí te encantaba invitar a tu morada para satisfacer tus deseos carnales.

Tu reprobable gusto por la carne joven era la comidilla de todos los vecinos. Varias veces vi a través de mi ventana a aquellos muchachitos a bordo de tu camioneta. El rumor de tu afición incluso traspasaba las fronteras de aquella unidad residencial en la que ambos vivíamos; alguna vez en el Parque de El Ingenio un conocido me comentó que te había visto un par de veces merodeando por ese sitio en busca de carne fresca. Tu y yo nunca fuimos amigos, ni siquiera allegados. La única vez que estuvimos frente a frente fue una noche que a bordo de tu camioneta me preguntaste algo que ya no recuerdo. Estábamos en el parqueadero de la unidad y lo único que se me grabó en la mente fue tu marcado acento nariñense, junto con tu edad avanzada que contrastaba con la juventud del hombre sentado en el puesto de copiloto de tu camioneta.

Del jovencito que te mató sólo se sabe que ingresó a eso de las ocho de la mañana a tu residencia. Luego se oyó una discusión, el muchacho salió apurado. La mancha de sangre atravesando la puerta fue el indicio del crimen que segó tu vida. Los vecinos afirman que tu verdugo era conocido en la unidad e incluso tenia un familiar viviendo aquí. Ahora recuerdo que no hace mucho hablé a través de un chat con un muchacho que dijo tener precisamente un pariente viviendo en este mismo complejo de apartamentos. ¿Acaso sería el mismo que te mató?

Tras tu fallecimiento vi por algunos días desde mi ventana tu vieja camioneta que finalmente se llevaron de aquí.  Ya han pasado varios años de tu muerte y nunca volví a saber nada de tu asesino. Sólo puede concluir que, como reza el dicho, el que con niños se acuesta...

lunes, 25 de agosto de 2014

EL DEMONIO DE LA PEDOFILIA

Esa mañana Jhon Jairo se levantó angustiado. Y no era para menos. Soñó que estaba en su casa junto con un muchachito de 17, 18 0 19 años que al parecer era un compañero de universidad. Juntos se disponían a estudiar quizás para un parcial, Jhon Jairo no lo recordaba bien. Lo que sí recordaba vívidamente era la imagen  de sí mismo despojándose de su pantalón y quedando en calzoncillos frente al jovenzuelo. Lo más perturbador es que ese acto de exhibicionismo le había provocado un gran placer.

Tal experiencia onírica suponía un duro golpe para una persona que se alzaba sobre un pedestal de férreo moralismo como lo era Jhon Jairo. Él aborrecía a los pedófilos, aquellos aberrados que en nombre de una "parafilia" buscaban satisfacción sexual a través de menores de edad. Cuando navegaba en un reconocido chat gay de su ciudad para dilapidar tiempo no podía evitar hervir de ira cuando veía el mensaje de algún degenerado hombre maduro que abiertamente y sin ningún pudor buscaba intimar sexualmente con niños y adolescentes. Jhon Jairo no dudaba en recriminarlos por su comportamiento, a la vez que se preguntaba cómo ese chat gay no tenía moderadores encargados de expulsar a aquellos depredadores sexuales.

Pero Jhon con el tiempo se convenció que estaba arando en el desierto, luchando contra la corriente de la abominación moral. No cabía duda que la sociedad colombiana estaba contaminada con el germen de la pedofilia y la pederastia. Bastaba con leer los foros de opiniones de los periódicos cuando era publicada una noticia de un presunto caso de abuso sexual de un menor para comprobarlo. En efecto cuando aparecía un informe de una niña de trece, catorce, quince, dieciseís o diecisiete años que había sido víctima de abuso no eran pocos los foristas que justificaba el delito aduciendo que las niñas desde temprana edad buscaban practicar el sexo. En pocas palabras esos opinadores volvían añicos la ilusión de la inocencia propia de la niñez asegurando que desde su más tierna infancia en las niñas afloraban los instintos sexuales.

Jhon Jairo no controvertía esa hipótesis. En efecto era probable que desde edades tempranas los seres humanos empezaban a experimentar los embates de la líbido, pero lo que no toleraba es que hubieran adultos que se escudaran en esa posibilidad para justificar sus encuentros íntimos con menores de edad. ¿Acaso esos mismos adultos no tenían la suficiente cabeza fría para comprender que un menor de edad carece de la madurez física y sicológica para afrontar una relación sexual? ¿Acaso carecían de la fuerza de voluntad para evitar caer en la tentación de copular con niños? ¿No comprendían que resultaba vomitivo que un hombre maduro buscaran una relación carnal con un niño o niña por más de que ésta fuera consentida?

Al parecer la respuesta a esos interrogantes era que no. Y ahora a Jhon lo angustiaba la posibilidad de él mismo convertirse en uno de aquellos pedófilos que tanto odiaba. A fin de cuentas aquel sueño que paradójicamente le quitaba el sueño no era la primera manifestación de tal parafilia. Años atrás Jhon recibió un correo de un "amigo". Se trataba supuestamente de un video de unos jóvenes de 18 años sosteniendo relaciones. Al verlo Jhon no tardó en adivinar que aquellos muchachos en realidad eran menores de edad. Aunque el material fílmico duró apenas un minuto, Jhon se aterró de haberlo visto en su totalidad. ¿Por qué razón sus propios escrúpulos morales no lo llevaron a apartar su vista de ese video en el mismo instante en que se dio cuenta que sus protagonistas eran menores de edad? Desde ese instante Jhon Jairo se aborreció a sí mismo. El repugnante demonio de la pedofilia estaba enquistado en su mente y ahora sólo rogaba por tener la fuerza de voluntad suficiente para no dejarse arrastrar por su sórdida influencia.

viernes, 20 de junio de 2014

La noche en que NO se coronó la tramoya

El preludio de la elección y coronación fue la borrachera colectiva desatada tras la victoria de Colombia sobre la selección de Costa de Marfil. Durante todo el día la anarquía y el desorden se apoderaron de cada uno de los habitantes de esa pobre república bananera acostumbrados a celebrar sus pequeñas glorias anegando sus gargantas y panzas de trago. Cayó la noche en medio de los ruidos de las cornetas y las nubes de harina.

El amplio espacio del Teatro Jorge Isaac nunca se llenó. Las múltiples sillas vacías quizás reflejaron el cada vez menor interés que concitan los reinados de belleza en la gente. O quizás simplemente los vallunos prefirieron celebrar la victoria de la selección nacional antes que ser testigos de la elección de su nueva reina.

En las sillas preferenciales, frente a la tarima donde desfilarían los candidatas, se ubicaron los seguidores de Daniela Galarza, mientras que en el segundo piso se apostaron los seguidores de la señorita Candelaria. Estos fueron los más entusiastas, los más bullosos y los que más se hicieron sentir. Aunque en general todas las barras se encargaron de crear la ilusión de que aquel teatro estaba a reventar.

Los miembros del jurado fueron presentados a los espectadores. Entre ellos había tres ex miss Valle: la novia de Colombia, Carolina Cruz; Catalina Robayo quien no dudo en mostrar su anillo de matrimonio dejando en claro que esa cuquita que dejó al descubierto accidentalmente durante su participación en miss Universo ya tiene dueño; y Lucía Aldana de quien el presentador afirmó que está próxima a radicarse en Bogotá para trabajar bajo la dirección del periodista Yamid Amat. En pocas palabras a pesar de su discreta participación en miss Universo, su condición de reina le sirvió de plataforma para lograr su realización profesional.

Todas las candidatas se presentaron y posteriormente desfilaron en traje de baño. Basto ver a la monumental Nathaly Rojas, Miss Ginebra, para convercerse de que a pesar de estar cruda debía ganar porque tenía el material para destacarse en Cartagena. La imponente candelaria perdió puntos en traje de baño.

Previo al nombramiento de las cinco finalistas fueron entregados algunos premios especiales. La señorita Cali se hizo a dos de ellos: mejor registro y mejor piel. Parecía ser que la tramoya estaba montada. Desde varias semanas antes de realizarse el concurso corrían los rumores de que la galarza -miss Cali- sería quien resultaría vencedora pues tenía a su favor una hoja de vida envidiable: dominio de varios idiomas y estudios en el extranjero. Además se dice que trabajó o trabaja en El País y por ello ese diario, el más importante del Valle, se encargó de hacerle buena prensa. Tanto fue así que este periódico no tuvo empacho en enumerar todos los defectos habidos y por haber de Miss Ginebra -su nariz, su mal registro, su cuerpo poco trabajado, su falta de estudios universitarios, etc, etc, etc- y en menor medida de Miss Candelaria, mientras que de miss Cali se limitaron a decir que su pero era su baja estatura. Mas la verdad sea dicha es que no sólo su 1.70 estaba en contra de la Galarza. Sin demeritar su energía, entusiasmo y preparación intelectual ni su cuerpo ni su cara eran las mejores.

Finalmente nombraron a las cinco: Ríofrío, Buga, Ginebra, Candelaria y, naturalmente, Cali. La suerte parecía estar echada: la rancia élite vallecauca encarnada en Galarza se impondría sobre el favoritismo de Ginebra. Se repetiría la historia de Damaris Dediego quien intentó representar a su Valle natal, pero quien presidía la entidad que escogía a la Señorita Valle en esa época arguyó que una negra no podía ostentar ese título porque en el CNB sólo participaban niñas de la alta sociedad. Finalmente Damaris representó al chocó en el Miss Colombia 1994 ubicándose como primera finalista. Algo similar le ocurrió a María del Socorro Patiño Irurita de quien dicen no fue escogida Señorita Valle por no ser de apellidos. Fue derrotada por la hija de quien fungía como presidente de la Cámara de Comercio de Cali en ese entonces. María del Socorro no se quedó con la espina y consiguió el decreto por parte de la gobernadora del Quindío para representar a ese departamento. En el miss Colombia 1995 quedó de virreina.

Por fin llegó el momento decisivo: el nombramiento de las princesas, la virreina y la reina. En primer lugar llamaron a Ríofrío y a Buga. Ahora era el turno de nombrar a la Primera Princesa: ¡oh sorpresa! el título recayó en daniela Galarza, miss Cali. la virreina fue Candelaria y la ganadora fue Ginebra. La tramoya fue conjurada a última hora; quizás ésta simplemente nunca existió y no fue más que un simple rumor de esos que suelen correr en la antesala de los reinados.


martes, 10 de junio de 2014

Los seres anónimos detrás de las encuestas

 PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LAS DOS ORILLAS

 http://www.las2orillas.co/los-seres-anonimos-detras-de-las-encuestas/

Vaya que en época electoral las encuestas se ponen de moda. Y por supuesto que estos estudios de opinión se han granjeado muchos detractores y personas que ponen en tela de juicio su credibilidad. “¿A usted le han hecho una encuesta? A mí nunca” suele ser el argumento que esgrimen. Pero muy pocos se preguntan quiénes están detrás de las encuestas, y no me refiero a los grupos de poder que pueden manipular sus resultados, sino a aquellos que se dedican a hacerlas, es decir los encuestadores.

Hace unos meses me enrolé en una firma encuestadora. El trabajo consistía en hacer un estudio para medir la satisfacción de los clientes de una caja de compensación familiar. Pagaban 36200 pesos por día laborado, pero no reconocían el pago de seguridad social ni riesgos profesionales. El primer mes de trabajo debí viajar durante seis días a Buga. La empresa cubrió todos los viáticos y gastos de transporte. Mis compañeros de trabajo fueron una muchacha del Cauca y un señor ya de edad que estudió economía en una prestigiosa universidad oficial, pero nunca llegó a graduarse. Me sorprendió gratamente que una empresa le apostara a darle trabajo a dicho señor, considerando que en este miserable país una persona de más de 30 años ya es considerada vieja y por tanto descartable para cualquier empleo.

El siguiente mes me encargaron viajar a un centro cultural de Tuluá. Mis compañeros de trabajo resultaron ser unas personas distintas a las que me tocaron la primera vez. Uno de ellos llevaba un par de años trabajando con esa empresa. Aprovechando un momento de descanso nos contó cómo en otro viaje de trabajo había tenido un accidente en el baño de un hotel: resbaló y al estrellarse contra el piso se había fracturado una mano. Cabe aclarar que frente a esas eventualidades el encuestador poco o nada puede hacer al no estar asegurado por riesgos profesionales. Por otro lado nos contó que en un trabajo anterior –también como encuestador- había experimentado el peor susto de su vida. Estaba realizando una encuesta en una casa ubicada en el barrio El Poblado en Cali cuando fue interrumpido por un tipo que lo amedrentó con cuchillo en mano. La persona a la cual estaba encuestando reaccionó airadamente frente a la presencia del intruso y como respuesta recibió una puñalada. El encuestador para salvaguardar su vida se encerró en el baño de esa casa y no salió hasta que su jefa directa apareció en escena. Esos son los gajes del oficio: trabajar en plena calle implica exponerse no sólo a las inclemencias del clima, bien sea un sol abrasador o una lluvia pertinaz, sino también supone exponerse a todos los peligros propios de la jungla de asfalto, sobre todo en barrios peligrosos.

Otro de los compañeros era un señor también de edad. Nos relató que en el pasado había un montado un negocio que fracasó y por el cual había contraído una deuda millonaria con un banco. Ahora de ese banco lo acosaban telefónicamente para que respondiera por dicha plata y la respuesta del señor no era otra que explicarles que en el momento no tenía un trabajo estable en el que al menos ganara un mínimo. Se había metido de encuestador con la esperanza de ganar dinero para saldar esa deuda, pero lo embargaba un profundo desengaño porque a la fecha sólo lo habían llamado a trabajar unos cuantos días, tiempo insuficiente para ganarse una plata considerable.

Yo por mi parte afrontaba mi propio drama: mientras mis compañeros concluían las encuestas en tiempo récord yo me tardaba eternidades. Por supuesto que ello obedecía a que cada encuestador con el tiempo va afinando sus mañas y técnicas para imprimirle más velocidad a la realización de la encuesta. Así algunos encuestadores se tardaban tres minutos en hacer una encuesta que demoraba mínimo quince. Por supuesto que detrás de semejante celeridad, no faltará la trampa del encuestador que responde por el entrevistado.

Posteriormente decidí firmar contrato con otra firma encuestadora. A diferencia de la anterior ésta se hacía cargo del pago de la seguridad social. Mis compañeras de trabajo eran en su mayoría chicas afrodescendientes, la mayoría con hijos y deseosas de salir adelante. Una de ellas estudió economía en una importante universidad privada, pero no había podido ejercer. Todos juntos nos enfrentamos a los trajines de la calle, sobre todo en estratos altos: puertas que no abren a pesar de que uno toca con insistencia, gente que se niega a colaborar, personas que no cumplen con el perfil que exige cada estudio, todo ello bajo un sol inclemente. A eso hay que sumarle encuestas más enredadas que el intrincado laberinto del minotauro, las cuales sólo provocan tedio a quien las hace y a quien las responde.

Hacer encuestas no es un trabajo para nada fácil. Así que cada vez que vea una encuesta presidencial o de cualquier tipo en los medios de comunicación, acuérdese que detrás de ella hay varios personajes anónimos que han invertido tiempo, energía y sudor para realizarlas.

martes, 6 de mayo de 2014

RAPTADAS, VIOLADAS Y VENDIDAS EN EL NOMBRE DE ALÁ

Resulta increíble pensar que en pleno Siglo XXI un grupo fundamentalista islámico haya secuestrado a más de doscientas niñas de un colegio en Nigeria, las haya sometido a abusos sexuales y ahora amenace con venderlas "porque así lo ha ordenado Alá". ¿El pecado de estas niñas?: tener la osadía de estudiar y formarse académicamente, contrariando así los postulados de una religión para la cual las mujeres sólo existen para vivir en función de su marido complaciendo todos sus caprichos. Pero no nos extrañemos: no sólo la religión islámica propende por reducir a su más mínimo expresión a la mujer restringiéndole sus derechos a educarse, crecer personal y profesionalmente y, por qué no, llegar a tomar el mando de una empresa, una organización, o un país. Casi todas las religiones durante décadas han promovido la homofobia, la entronización del poder del macho dominante, y la acumulación de poder y riqueza por parte de unas minorías privilegiadas.

Acaso no es la hipócrita Iglesia católica la misma que ha condenado por siglos la homosexualidad, el derecho de las mujeres ha abortar y hasta ha tenido el descaro de exaltar la pobreza como un estado digno de admiración. (Recordemos aquella cita bíblica según la cual "es más fácil que un camello entré en el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de las cielos". En pocas palabras los ricos están condenados al infierno, mientras que los pobres deben considerarse unos privilegiados porque su miseria es una garantía para recibir la vida eterna. Entonces es legítimo que un país la riqueza esté concentrada en una minoría, mientras la inmensa mayoría sufre la exclusión y la pobreza.

El fundamentalismo religioso hace mucho daño y ello no sólo se ve reflejado en el asqueroso rapto de la niñas nigerianas que ocurre ante un mundo que es testigo impasible de todo. Ahí tenemos a un Procurador que "invierte" todo su tiempo y energías en perseguir a cualquier gay que quiera formalizar su unión con su pareja o a cualquier mujer que quiera practicarse un aborto en alguno de los tres casos que despenalizó la Corte. No está lejos el día en que a este Procurador le dé por perseguir a las mujeres que ocupan cargos públicos, pues a fin de cuentas la misma biblia dice que ellas fueron creadas simplemente para procrear y atender al marido. El fanatismo ciego del señor Ordoñez llega a tales extremos que alguna vez leí que éste se opone a la protección del medio ambiente porque según él dicha defensa se asimila a la adoración de la "diosa Gaia". Abrase visto tanta estupidez.

Y los evangélicos. Esos son los peores de todos ya que son felices lucrándose con la fe y la ignorancia de las personas. Ahí tenemos a la señora Piraquive que ha acumulado una inmensa fortuna a través de sus prédicas llenas de oscurantismo. Según ella un discapacitado no puede acceder al púlpito y llega a esa conclusión guiada por lo que dice la Biblia. ¡Señora, no se tome tan a pecho lo que dice ese libro ya que según él hasta una mujer cuando está menstruando es impura! Gente peligrosa son los cristianos evangélicos que con una mano sostienen la biblia y con la otra cometen crímenes. Dicen que la Piraquive repudio a uno de sus hijos sólo por ser homosexual y hasta la sindican de presuntamente haber tenido que ver en el deceso de su marido. Por eso poco caso le hago a los pastores cristianos que andan en lujosos carros y presumen de sus relojos marca casio. No me interesan sectan que hablan de espiritualidad y al mismo tiempo promueven el materialismo.

Pésimo invento ese de las religiones. No concibo que una persona debe actuar bien sólo por temor a un dios todopoderoso arrellanado en un nube en lo alto del cielo. La gente debería actuar con rectitid por convicción y no por miedo. Menos creo en religiones que perdonen los pecados más infames sólo por el que los cometió muestra un supuesto arrepetimiento. Tampoco creo en sectas que reduzcan a la mujer a la condición de esclava del varón y vendan la pobreza como un estado ideal mientras por debajo de cuerda acumulan enormes fortunas.

Ciertamente Marx tenía razón cuando pronunció su frase más célebre "la religión es el opio del pueblo".

jueves, 1 de mayo de 2014

UN DÍA COMO EXTRA DE TELEVISIÓN (crónica del debut y la despedida en la pantalla chica)

Me citaron para estar a las ocho y media frente al Zoológico de Cali. Sólo sabía que iba a fungir de extra durante todo un día y supuse que el rodaje del programa en el cual iba a participar se iba a llevar cabo dentro de ese sitio. Llegué al lugar acordado y una de las niñas encargadas de convocarme me pidió que me sentara y esperara. Estando en esas logré echar un vistazo a la hoja donde estaban consignados los datos de todos los extras y sus respectivos roles. Frente a mi nombre leí un pintoresco "extra mala cara". Comprendí que mi papel sería de malandro, cosa que no me extrañó porque mi fealdad física y aspecto descachalandrado no daban margen a desempeñar otro papel que no fuera de delincuente o sicario.

Después de un buen rato esperando nos pidieron a mí y a mis compañeros extras dirigirnos al lugar donde se llevaría a cabo la grabación. No sería dentro del zoológico. Antes que nada debimos pasar ante la encargada de vestuario para que nos señalara qué prendas debíamos usar. Al verme la señora manifestó que no tenía necesidad de cambiarme de ropa porque llevaba puesta la vestimenta adecuada. ¡Nunca me imaginé que en mi vida diaria yo me vistiera como un delincuente! Posteriormente me dirigí a una unidad residencial. Allí tuve que esperar hasta bien entrado el medio día para entrar a escena. El momento esperado llegó: mi papel sería de acompañante de un par de lavaperros de traqueto. No debía recitar ningún parlamento, sólo poner un mal semblante.

Antes de continuar debo hacer un paréntesis: quienes me ofrecieron ser extra nunca me explicaron para qué producción sería. Ya cuando estuve en pleno rodaje supe que sería para participar en una serie sobre los hermanos Rodríguez Orejuela. Nunca se me pasó por la mente que yo acabaría participando en una producción sobre narcos. A decir verdad las detesto. No tengo el más mínimo interés de conocer los detalles de las biografías de los mafiosos y traquetos, menos me interesa saber cuáles son sus costumbres, estilo de vida, vocabulario. La verdad es que ese tipo de personajes me producen mucha repugnancia. Sí, seguramente es una posición muy moralista, a fin de cuentas como reza la cita bíblica "el es que esté libre de pecado que tire la primera piedra". Pero sencillamente no me interesa ese tipo de series, ni me interesa conocer sobre la vida, obra y milagros de esos personajes. Mi papá en cambio es fanático encarnizado: se ha visto El cartel 1 y 2, "Las muñecas de la mafia", "Alias el mexicano", "Escobar, el patrón del mal", ect. y seguramente no se perderá la nueva serie sobre los rodríguez Orejuela. (Ni siquiera intuyó qué dirá cuando vea mi rostro proyectado en el televisor)

Mi papel sería muy sencillo: consistiría en sentarme en el asiento de conductor de un carro, mientras el copiloto -al parecer un lavaperros de un duro- sostenía una estúpida conversación con otro hampón a bordo de una moto. No debía musitar palabra: sólo hacer cara de matón -cosa que no me resulta nada difícil. Terminada la escena mis compañeros y yo fuimos a almozar. Una de ellas era una señora como de cuarenta y tantos años que hasta los noventas participó en una productora. Hace 17 años maneja un restaurante del cual su esposo es chef. Según ella su esposo es el que cocina porque a ella se le quema hasta un agua tibia. A la par de desempeñarse como gerente del restaurante, la señora toma clases de actuación. Es como una especie de hobby. Otro de los extras era un hombre que trabaja en una agencia de publicidad. También estaba presente un administrador de empresas desempleado que perfectamente podría interpretar a Gustavo Petro si algún día deciden llevar la vida del alcalde de Bogotá a la pantalla chica pues su parecido con él es innegable. Me llamó la atención cuando dijo que sólo empezaría a buscar trabajo nuevamente después de que terminara el mundial de fútbol. No quería que ningún empleo se interpusiera con su deseo de ver todos los partidos de ese evento deportivo

Después de almorzar otra persona de la producción de la serie me indicó que tendría una escena, pero en la noche y que si quería podía ir a mi casa y volver a las seis de la tarde.

Otro paréntesis: ya en el pasado había participado en un casting para una serie de televisión. En ese entonces estaban buscando extras para la producción sobre la vida de la cantante Helenita Vargas. Más que un casting de actores y extras parecía un casting de prepagos. Sólo estaban presentes niñitas altas y caribonitas que no se ven ni en el Señorita Valle, acompañadas de hombres musculocas de esos cuya formación actoral la han forjado a pulso levantando pesas en un gimnasio. Obviamente a mí no me tuvieron en cuenta para ningún papel. Luego de eso me postulé para ser extra de una película filmada en Cali, pero desistí de participar porque no pagaban ni un solo peso.

Volviendo a la historia de la serie de los hermanos Rodríguez Orejuela pues fui a mi casa y a las seis llegué de nuevo al lugar de rodaje. Pasaron las horas y no me llamaban a escena. Mientras los minutos expiraban recordé el estribillo de una canción de Mecano que dice "Ya estoy en Nueva York y no he visto ningún actor". En efecto llevaba horas en ese rodaje y hasta ahora no había observado a ningún actor reconocido. El tiempo seguía corriendo y no me llamaban para nada. A las nueve despacharon a los otros extras que estaban conmigo; a mí me ordenaron quedarme. Y dieron las diez, las once, las doce y la una y yo seguia sin hacer nada. Pero esperaba estoicamente aferrado a la esperanza estúpida de que ese sería el inicio de una fructífera carrera como actor. Soñaba despierto con que me dieran al menos un pequeño parlamento en aquella escena que me faltaba por grabar; al director le bastaría esa corta intervención para convencerse de mis capacidades histriónicas, a tal punto de que haría lobby para que mi personaje tuviera más participación a lo largo de la historia. Los realizadores de la serie quedarían  más atónitos con mi talento innato, más teniendo en cuenta que no tengo ninguna formación actoral, y me comenzarían a llamar para otras producciones. Mis personajes generarían gran recordación en el público y poco a poco me encargaría de labrarme un camino como actor reconocido. Sería cuestión de tiempo para que comenzara a hacer cine y finalmente mis innegables aptitudes serían premiadas con un Óscar. La estatuilla en mis manos me infundiría valor para mirar con desprecio y altivez a quienes a lo largo de mi vida se han burlado de mi miseria.

Pero esos sueños se esfumaron. A las dos de la madrugada las encargadas de los extras me indicaron que me podía ir. Finalmente ya no participaría en una segunda escena. Ese fue mi debut y despedida en la pantalla chica.

( a los escasos lectores de mis post les pido me excusen por los errores de redacción, ortografía y demás. Escribo lo que me nace y poco me gusta revisar después lo que he redactado. Estos textos son más una terapia que otra cosa)





sábado, 26 de abril de 2014

EL DURO Y TORTUOSO CAMINO PARA APRENDER A ESCRIBIR

Durante toda la primaria y el bachillerato me fue bien en las clases de español. Eran mi fuerte, contrario a lo que pasaba con las asignaturas de matemáticas, álgebra, trigonometría y cálculo las cuales siempre aprobé más por caridad de los profesores que por mis méritos académicos. Siempre tuve una habilidad para escribir que se situaba por encima de la de mis compañeros, aunque valga decir que estos no se caracterizaban por tener una cultura escrita al menos medianamente aceptable. Era común que mis "amigos" me pagaran por hacerle los trabajos para la clase de español. Y pongo esa palabra amigos entre comillas porque esos individuos sólo me aceptaban en su círculo precisamente por que yo era quien les hacía las tareas escolares. Mi profesora de español de grado once no tardó en darse cuenta de que yo me ganaba algunos pesos de esa manera; su marido -quien fungía como profesor de cálculo- me confesó que ella se había dado cuenta de la trampa porque había rastreado mi estilo de escritura en los trabajos académicos que le entregaban mis compañeros.

De esa profesora en particular recuerdo que era una mujer muy agradable, amable, carismática, pero no quedé muy satisfecho que digamos con la clase de literatura que me ordenó leer en la secundaria. Por ella digerí textos de calidad discutible entre los que puedo mencionar "Ami, el niño de las estrellas", "El caballero de la armadura oxidada" y "Juan Salvador Gaviota", es decir libros de autoayuda, superación personal o como se le quiera llamar. Recuerdo que también nos pidió hacer un trabajo a partir de la lectura de "La metamorfosis". Yo obtuve una buena nota a pesar de que no me leí el libro. 

Con esos antecedentes no es de extrañar que llegara a la universidad con una cultura en el campo de la lectoescritura bastante mediocre. La primera profesora de escritura que tuve en la universidad no tardó en hacerme notar que mi redacción tenía muchas falencias. Fue como estrellarme contra un muro; en efecto no era nada fácil pasar de ser el estudiante estrella en las clases de español en el colegio, a un primíparo universitario con una forma de escribir francamente perversa, lánguida y aburrida. 

Si algo he de agradecerle a mi paso por la universidad fue precisamente haber logrado superar al menos parcialmente mis deficiencias al momento de escribir. Puede que tras cinco años en ese alma máter no haya aprendido casi nada, pero al menos logré mejorar en algo mi manera de redactar un texto.Otro de los aprendizajes más valiosos que adquirí de ahí en adelante fue el gusto por la lectura, pues a fin de cuentas no cabe duda de que una buena capacidad de escritura va de la mano de un buen hábito de lectura. Leyendo buena literatura no sólo se alimenta la mente y el espíritu: devorando libros poco a poco se adquieren las herramientas para aprender a redactar con pulcritud, con precisión, con un léxico rico, con un lenguaje que exalte la belleza de las letras a través de metáforas y recursos poéticos que nos provee un idioma tan excelso como el castellano. Sólo leyendo se aprenda a usar cada palabra, cada verbo, cada sustantivo, cada adverbio, cada preposición, en el lugar adecuado para expresar nuestras ideas con elegancia, fineza, contundencia y exactitud.

Cuando asistí a la clase de prensa en la universidad recibí elogios del profesor que dictaba dicha asignatura. Posteriormente él me invitó a vincularme a una revista de crónicas. Sin embargo de nuevo me estrellé contra la realidad: el primer reportaje que escribí resultó ser un verdadero desastre. Las crónicas que redacté con posterioridad resultaron igualmente catastróficas. Había fracasado como escritor. Ese mismo maestro que antes me había elogiado e invitado a hacer parte de su proyecto literario no dudo en volverme añicos al dar cuenta de todos mis errores a la hora de escribir. "Usted escribe demasiado largo", "da demasiada información en los textos", "es incapaz de conservar el hilo y la tensión narrativa, a la vez que mantener enganchado al lector", fueron algunas de sus lacerantes frases. No exageraba. 

Con ese fracaso a cuestas inicié mis prácticas profesionales en un periódico local. Me asignaron al área de "comerciales" encargada de elaborar publirreportajes y artículos de interés general. Con estos últimos no me fue bien. "Aquí no escribimos así. Tiene que leer el periódico", solía decirme mi editor. Con los publirreportajes me fue todavía peor. Varios fueron rechazados; incluso un cliente pidió que encomendarán a otro periodista que no fuera yo la elaboración de uno de ellos. Para cerrar con broche de oro una de mis compañeras de trabajo llegó un día con una sonrisa de par en par contando que en un seminario para los periodistas del periódico al que ella había asistido un experto en ortografía y redacción había tomado como ejemplo de cómo no se debía escribir uno de los publis que yo había elaborado. El cretino experto no tomó en cuenta que los publirreportajes son hechos a satisfacción de un cliente y si éste los solicita o aprueba con determinados errores estilísticos uno no puede hacer otra cosa que resignarse a que su texto contenga esos errores. Sea como sea había quedado clara una cosa: fracasé en le escritura "académica" y fracasé en la escritura "comercial", aquella que tiene por propósito publicitar o dar a conocer lo bueno y bonito de un determinado producto. Recuerdo que ese publirreportaje que fue tomado como ejemplo de pésimo ejercicio periodístico versaba sobre los logros de la alcaldía de Dagua. ¿Es ético que un periódico le haga publirreportajes a alcaldes? Dejo abierta la discusión.

Tras terminar prácticas quedé desempleado y después de unos meses en ese pavoroso estado me vi obligado a pedirle a otro de mis jefes en el periódico que me ayudará a ubicarme. Entré a trabajar de nuevo al rotativo, pero ahora en el área de opinión. Lo que debía escribir allí era mínimo: unos pequeños textos de corte editorial llamados "molinos de papel". Mi labor básicamente se circunscribía a la edición y corrección de estilo. Al margen de todas las malas experiencias que padecí en ese cargo, gracias a los molinos de papel aprendí a escribir con más precisión y economía verbal. En unas cuantas líneas debía sintetizar toda una serie de argumentos y ello me obligaba a ser más detallado, a utilizar las palabras adecuadas y escribir y acomodar cada frase en función de ahorrar todo el espacio posible, buscando no obstante que se expresaran opiniones sustentadas con argumentos sólidos

Con ese bagaje salí del periódico por la puerta de atrás y entré a trabajar a una agencia de relaciones públicas. Debí ejercer en un campo en el que nunca, ni en mis más remotos sueños, pensé que me desenvolvería, la redacción de boletines y el free press. Tuve la ventaja de que si bien mi jefa siempre me criticó mi carácter tímido, concomitantemente a ello alabó con frecuencia mi manera de escribir. Nuevamente mi función era escribir cosas bonitas, llamativas, impactantes con el fin de vender a los medios productos, eventos, servicios que éstos transformaran en noticias. Escribí sobre estética, deportes, economía, salud. Llegué a escribir columnas de opinión y hasta un publirreportaje. No creo que lo haya hecho tan mal. En cierta oportunidad un periodista del diario donde antes trabajaba prácticamente publicó íntegro un boletín que le mandé.

Por un tiempo estuve a cargo de redactar boletines para una entidad ambiental del municipio de Cali. En plata blanca debí escribir casi que un boletín diario y evidentemente el ejercer con tanta asiduidad la labor de escribir hace que uno a las buenas o a las malas mejore su desempeño en ese campo. Finalmente estuve a cargo de redactar los artículos para la revista institucional de un prestigioso colegio de Cali. De nuevo ejercité mi destreza de escribir contrareloj, usando diversas fuentes, procurando ser claro y sobre todo buscando que mis escritos tuvieran ese plus del que carecían según las palabras de aquel profesor de prensa: que fueran atractivos para el lector.

A pesar del desempleo crónico que padezco procuró mantener viva la costumbre de escribir aunque sea por medio de este blog. La verdad es que aun me falta mucho, muchísimo, mi manera de escribir aun tiene muchas falencias. Ojalá algún día las pueda superar, no al 100% -eso sería una utopía.-. Soñar no cuesta nada.

viernes, 4 de abril de 2014

ANÁLISIS EL 18 BRUMARIO LUIS BONAPARTE



El 18 brumario de Luis Bonaparte relata la convulsionada historia de Francia desde la caída del Rey Luis Felipe hasta el golpe de Estado orquestado por Luis Bonaparte. Esta es una historia en la que intervienen múltiples actores: el proletariado, los campesinos, la burguesía, el lumpenproletariado y el imperialismo recatado encarnado en la figura de Luis Bonaparte. Todos ellos se alían o se declaran su enemistad movidos por unas circunstancias siempre cambiantes. Sin embargo en el curso de esta historia siempre hay una solo perdedora: la clase de los proletarios que no pudo reivindicar sus derechos, ni mucho menos pudo derrocar a la burguesía en procura de hacerse al poder y constituir un nuevo Estado donde se rompiera el antagonismo entre los que poseen los medios de producción y aquellos que careciendo de ellos se ven obligados a vender su fuerza de trabajo.

La historia comienza así: tras la caída del régimen de Luis Felipe y la reunión, el 4 de mayo de 1848, de una Asamblea Constituyente, se estableció un gobierno provisional en el que tuvieron parte la oposición dinástica, la burguesía republicana, la pequeña burguesía democrática republicana y los obreros socialdemócratas. En esta coyuntura el proletariado declaró la República Social. La respuesta de la burguesía fue proscribir de la escena pública a Blanqui, el jefe de los proletarios. Éstos, por su parte, contestaron con una revuelta popular, la Insurrección de Junio, que fue sangrientamente reprimida por la coalición de la aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeños burgueses, el ejército y el lumpenproletariado. El saldo de esta represión fue de 3000 insurrectos asesinados. Al final todas las clases se unieron en el llamado Partido del Orden que bajo la consigna de propiedad, familia, religión y orden se opusieron a la clase obrera. 

Ésta fue la primera gran derrota que sufrió el proletariado y que marcaría el papel por él desempeñado en lo sucesivo. Así quedaría demostrado que los ideales burgueses de libertad, igualdad y fraternidad quedarían circunscritos al papel, porque en la realidad seguiría reinando la dominación de un grupo –la burguesía- sobre el proletariado, una dominación que, como hemos visto en clase, es enmascarada por la legalidad de un contrato que contempla la “igualdad” entre el poseedor de los medios de producción y aquel que vende su fuerza de trabajo, no porque lo desee, sino porque las circunstancias lo obligan.

Tras el fracaso de la Insurrección de Junio llegó al poder el republicanismo burgués. Su dominación duró desde el 24 de junio hasta el 10 diciembre de 1848 y en ese tiempo promulgó una nueva constitución que defendía la libertad de prensa, palabra, asociación y enseñanza como derechos absolutos sólo limitados por los derechos de los otros y la seguridad pública. Para Marx esa seguridad no era otra que la de la burguesía, es decir que la propia Carta Magna coartaba la posibilidad de que los obreros se deshicieran de las cadenas de su dominación. Cualquier acto que acometieran contra sus subyugadores sería interpretado como un acto en contra de la seguridad de la Nación. 

El 10 de diciembre de 1848 fue nombrado como presidente Luis Bonaparte. Paralelamente en el seno de la Asamblea Nacional la Burguesía realista, conformada por los grandes terratenientes legitimistas y los grandes industriales y aristócratas orleanistas y aglutinada en el Partido del Orden, se dio a la tarea de sacar del ruedo político a los republicanos burgueses. Cumplidas las elecciones generales este grupo, el Partido del Orden dominado por legitimistas y orleanistas, logró la mayoría de diputados en la Asamblea Nacional. Por su parte, Bonaparte formó un ministerio del Partido del Orden en cabeza de Odilon Barrot. Así este movimiento acumuló en sus manos el poder del gobierno, el Ejército y el  cuerpo legislativo.

Durante estas circunstancias en las que la burguesía realista ejercía su dominación de clase, se gestó otro tímido intento de la clase obrera conducente a obtener una reivindicación política. Ese intento estuvo representado por un gran partido de oposición: La Montaña. Este movimiento socialdemócrata alcanzó 200 de los 750 votos de la Asamblea Nacional tras granjearse la simpatía de los campesinos y los diputados de parís, entre otros. Incluso el jefe de La Montaña fue elevado al rango de noble parlamentario. 

La montaña aglutinaba a los pequeños burgueses y a los obreros, pero éstos últimos ya no buscaban la abolición de la contradicción entre el capital y el trabajo asalariado –es decir, la abolición de su propio estado de dominación-, sino que se contentaban con exigir instituciones democráticas que atenuaran esa contradicción y armonizaran la convivencia entre dominadores y dominados. Es decir que en La Montaña la clase obrera había dejado de ser el actor revolucionario y subversivo de la Insurrección de junio para convertirse en un grupo que se limitaba a perseguir reformas en el seno de la sociedad burguesa.

Con la aparición de La Montaña la burguesía realista sentía que había que acabar con los pequeños burgueses de la misma manera en que antes lo había hecho con el proletariado. Fue así como urdió un plan para apartarla del camino que consistió en desechar un acta de acusación contra Bonaparte y sus Ministros por el bombardeo de las tropas francesas a Roma. Como protesta La Montaña abandonó el parlamento y así se disolvió su poder.

Sin embargo después de liquidado ese enemigo la situación se tornó difícil para los burgueses realistas. El 1 de noviembre de 1849  Bonaparte destituyó el Ministerio Barrot acortando el poder y la influencia del Partido del Orden. Se inició así una etapa de confrontación entre el poder ejecutivo y el legislativo. Simultáneamente al interior del Parlamento se había alcanzado un estado de cosas en que las libertades civiles y los organismos de progreso –que la burguesía había enarbolado en su lucha contra el feudalismo- ahora se constituían en amenazas socialistas contra la dominación de la misma clase burguesa. Se llegó al extremo de pretender vetar la discusión en un régimen parlamentario. A fin de cuentas a esa burguesía no le interesaba compartir el poder o entrar en confrontación con las clases sojuzgadas.

No era para menos. Después de las elecciones parciales del 10 de marzo de 1850 París eligió candidatos socialdemócratas. Bonaparte al verse frente a una revolución decidió postrarse de nuevo a los pies del Partido del Orden ofreciéndole un Ministerio.  Entre tanto la mayoría en el Parlamento elaboró una nueve ley electoral con el propósito de despojar de cualquier vestigio de poder y participación a la clase obrera. Esta ley abolió el sufragio universal e impuso como condición que el elector llevase tres años domiciliado en el punto electoral; a los obreros se les condicionó además la prueba de este domicilio al testimonio de su patrono. Asimismo una nueva Ley de prensa suprimió toda la prensa revolucionaria. Estas medidas legislativas aislaron al proletariado del campo de la lucha. En pocas palabras la propia burguesía iba en contravía de uno de los principales postulados del liberalismo político creado por ella: el derecho al voto, quedando una vez más en evidencia la falsedad y la hipocresía de todos los ideales de igualdad y libertad que este grupo proclamó la durante la revolución francesa.

Sin embargo no sólo los burgueses y proletarios fueron partícipes de estos acontecimientos; un grupo que agrupaba a aquellos que estaban al margen del aparato productivo, el lumpenproletariado, también se convirtió en un actor determinante de esta comedia política. Este grupo representaba un enorme conglomerado que incluía vagabundos, licenciados de tropa y de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbaquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, dueños de burdeles, entre muchos otros. Ellos podían considerarse como un grupo situado por debajo del proletariado que en muchos casos para subsistir se dedicaba a actividades al margen de la ley. Bonaparte se convirtió en su jefe al conformar la Sociedad del 10 de Diciembre. Este “lumpen” representaba el entusiasmo popular y atacaba a los republicanos. 

Bonaparte decidió disolver dicha Sociedad después de que los decembristas fueron denunciados ante la Comisión Permanente por supuestamente orquestar un plan para asesinar al presidente de la Asamblea Nacional. Pero esa fue una disolución que se cumplió sólo en el papel porque la Sociedad del 10 de diciembre pasó a ser un ejército privado de Bonaparte. 

Recapitulando, la historia del proletariado en este periodo de tiempo se resume así: luego de caer el régimen de Luis Felipe los obreros proclaman la república social y se alzan en la Insurrección de Junio siendo duramente reprimidos. Tras esta primera derrota se asocian con la pequeña burguesía y participan de un partido político, La Montaña, que no busca eliminar la contradicción entre capitalistas y asalariados, sino que sólo busca atenuarlo mediante reformas democráticas. La Montaña también resulta derrotada. Por último, el Partido del Orden, temeroso del poder obrero, elimina el sufragio universal para limitar aún más su posibilidad de participación y acción política.

Por otra parte en Francia se había pasado de la era de la Asamblea nacional legislativa- constituyente- marcada por la lucha entre republicanos y realistas, a una época signada por la confrontación entre orleanistas y legitimistas que simbolizaba a su vez el antagonismo entre la ciudad y el campo. Cada bando buscaba restaurar la supremacía y despreciaba el gobierno republicano porque los enfrentaba con las clases sojuzgadas. 

La situación del Partido del Orden en lo sucesivo también se tornaría difícil. Bonaparte se hizo al poder militar y los burgueses realistas perdieron la mayoría en el parlamento. Y en ese contexto se hicieron nuevamente latentes las diferencias de las dos facciones rivales del Partido del Orden: los Orleans y los Borbon. Incluso la aristocracia financiera, uno de los componentes de ese partido, se pasó al bando de los bonapartistas. Finalmente se llegó a un estado de cosas en que una parte de la burguesía deseaba que Bonaparte dimitiese, mientras que la otra esperaba que éste continuara sentada en el sillón presidencial. El 2 de diciembre Bonaparte a través de un golpe de Estado Golpe de estado se hizo al poder, disolvió el parlamento e instauró una dictadura.

En conclusión, Marx, en El 18 brumario de Luis Bonaparte, retrata a un proletariado inoperante, reprimido, que se ve obligado a tranzar con la pequeña burguesía en procura de alcanzar algunas reformas que apenas aliviarían su situación de sometimiento, despojada del poder político y de decisión. Y a una burguesía dividida, incapaz de ser fiel a los postuladas liberales por ella misma defendida en el pasado, enemiga del republicanismo que es la representación más tangible de ese liberalismo, y dispuesta a aliarse con Bonaparte para poder mantener ciertos privilegios y una situación ventajosa para ella como clase.