domingo, 31 de agosto de 2014

AÚN TE QUIERO

Me casé con una buena mujer con la que tuve dos hermosos hijos. Estuvimos juntos muchos años hasta que decidimos separarnos. Fue allí cuando apareciste tú. Me fui detrás de tí dejando atrás mi ciudad natal, para radicarme en una urbe extraña y desconocida para mí: Medellín. Formalizamos una unión y en nombre de ella luchamos por abrirnos un espacio en una tierra ajena para nosotros. Afortunadamente siempre he sido "entrador" y no tardé en encontrar empleo en una fábrica de vidrios. Eran principios de los Noventas y la guerra narcoterrorista desatada por Pablo Escobar había alcanzado su clímax. Las bombas y atentados eran pan de cada día, razón por la cual mi mamá constantemente me llamaba angustiada para rogarme que regresará a Cali. Pero esa seguidilla de atentados que acaecían a diario en la capital antioqueña tuvieron su lado positivo: las ventas de la fábrica de vidrio se incrementaron ostensiblemente debido a que eran muchos los que recurrían a nuestros servicios en procura de reemplazar los cristales de las ventanas rotos por los bombazos.

Nuestra unión se hizo sólida y con el tiempo logramos adquirir un apartamento para convivir. Cerca de allí había una olla de expendio de vicio donde encontramos la marihuana y la coca para calmar nuestra ansiedad. Contrario a lo que podía pensarse esa zona era muy segura para nosotros; podíamos caminar a nuestras anchas a altas horas de la noche sin ningún temor puesto que los dueños de las ollas de vicio se encargaban de ahuyentar a cualquier hampón que intentara atracarnos. En efecto, no les convenía que nosotros, sus clientes, nos abstuvieramos de ir a esas ollas por miedo a ser robados.

Años después montamos nuestro propio negocio. Una venta de comidas rápidas. Tú eras experto en su elaboración y pronto yo también aprendí. Ofrecíamos hambuguesas, pinchos y empanadas que en poco tiempo se convirtieron en las preferidas de todos los vecinos. Todo marchaba bien hasta que me enteré de que en un momento de debilidad me fuiste infiel. La relación se enfrío y por ello resolví retornar a Cali donde un cuñado me había ofrecido trabajo en su empresa. Tengo 59 años y no me duele seguir camellando. A fin de cuentas siempre me ha gustado luchar, esforzame para salir adelante, no esperar que las cosas me caigan del cielo. Quizás por eso me pude adaptar fácilmente a la idiosincracia paisa.

¿Pero sabes una cosa? Aún te quiero.


No hay comentarios:

Publicar un comentario