jueves, 7 de abril de 2011

La rabia en el corazón

Produce rabia en el corazón, como el título del libro de la ex rehén Íngrid Betancourt, que los medios y ciertos sectores de la sociedad se empeñen en mostrar a las universidades públicas como campamentos guerrilleros. A lo mejor tras su campaña subyace el interés de que la educación superior pase a manos privadas, y que sólo tengan acceso a ellas los más pudientes. Así se perpetuaría el statu quo de una pequeña minoría privilegiada y rica tomando las riendas del país. Aunque claro, siempre está la opción de que el padre empeñe hasta los calzones para pagar el crédito del Icetex que le permitió a su vástago hacer una carrera de pregrado.

Pero para desgracia de sus detractores, las universidades a cargo del Estado que ofrecen educación subsidiada no son un favor o una limosna, sino un derecho. Una posibilidad para democratizar el acceso a la educación, para cultivar la mente y prepararse profesionalmente sin que ello signifique quedar en la ruina. No es justo que la posibilidad de ser profesional le esté vedada al que no tenga los cinco o seis millones que cuesta un semestre en una universidad privada. Ni qué decir de los otros servicios que una universidad como la del Valle ofrece a sus estudiantes: servicio médico de calidad que saca en apuros al que no quiera enfrentarse a la ineficiencia de las EPS; o la posibilidad de almorzar a un costo ínfimo.

Por supuesto que las universidades padecen problemáticas que no se deben desconocer. Constantes paros y suspensiones en el calendario académico y actos que se salen de proporción como el cometido por encapuchados de la Universidad Surcolombiana que incineraron vivos a miembros del Esmad. La violencia  y los actos de sevicia que van en contravía de la razón de ser de un alma máter son condenables. Pero causa una honda molestia que los medios y la sociedad, así como linchan públicamente a las universidades por estos actos vergonzosos, no condenaron -y ni siquiera mencionaron- el asesinato dentro del campus de Univalle del estudiante Jhonny Silva presuntamente a manos del Esmad.

Son muchos los temores que genera  la reforma a la Ley 30 que ha propuesto el Gobierno Nacional. Produce molestia que para obtener financiación para una investigación sea preciso que ésta genere lucro. En pocas palabras miles de proyectos de investigación se quedarán sin posibilidad de desarrollarse por no ser rentables. En ese orden de ideas, no está lejos el día en que clausuren carreras como litetatura, sociología, filosofía, música, artes plásticas, canto lírico, porque no tienen fácil anclaje en el aparato productivo. Ya nos impusieron un ecaes que atenta contra la libertad de cátedra porque estandariza los criterios para evaluar la educación. Por ejemplo, cuando hice el ecaes de mi carreras abundaban preguntas sobre comunicación organizacional; en pocas palabras si  la Escuela  de Comunicación Social de Univalle quiere ser competitiva, deberá sacrificar alguna de sus materias para enseñar comunicación empresarial, así esa asignatura no tenga nada qué ver con su filosofía. Y ahora quieren abrir la puerta al sector privado para que invierta en las universidades públicas, lo cual está muy bien, pero queda la duda: ¿qué condicionamientos ideológicos, políticos y económicos acarreará ese apoyo?

De cualquier manera no se puede esperar mucho de una ministra de educación que venía de presidir una cámara de comercio. Al gobierno le interesa mucho gerenciar bien la educación pública y administrar los cuatro pesos que le da, pero muy poco su dimensión académica y pedagógica.

miércoles, 6 de abril de 2011

El odio a la madre

Una lesbiana que es desnudada y violada salvajemente. La agresividad cristalizada en un falo que destruye. El odio que se refleja en unas imagenes asquerosas que se niegan a abandonar una mente. No existe una fuerza capaz de hacerles frente, una indignación avasalladora que opaque esas imagenes nauseabundas.
El caos encerrado al interior de un alma incubó demonios tremendos. Pulsiones malsanas que son válvulas de escape para tratar de liberar el tedio, la amarguera, la desesperación. Pulsiones que se mezclan con los complejos, los rencores y las frustraciones. La peor de todas, esa pulsión, esa idea obsesiva que nace espontáneamente y que se gobierna a sí misma: una mujer sometida, falos destructores, gritos, lagrimas, abuso de poder, de fuerza y de género.

Una idea que inhabilita moralmente a cualquiera. Que lo hace indigno de cualquier majestad. Que le esquilma la facultad de juzgar, condenar y exijir rectitud, exijir orden; la facultad de acometer las acciones necesarias para acabar con el caos, la maldad y el abuso.

La agresidad, el vació, el tedio, la amargura, el aburrimiento, la frustración, tantos adjetivos para describir esa energía avasalladora, indómita, maldita que se niega a abandonar los escombros de un cuerpo que expira. Un alma podrida que trata de desfogar sus frustraciones odiando a quien parió su cuerpo. Pobre madre. El maltrato hacie ella es un subterfugio, una treta para evadir al caos. La odia porque no conoce sus gustos, porque le sirve comida caliente, porque no innova en la cocina, porque lo obliga a cortarse el cabello. Razones imbéciles para desfogar una rabia que en ninguna otra persona puede hacer.