viernes, 31 de octubre de 2014

CUATRO MANERAS DE DECIRLE ADIÓS A UN EMPLEO

EL FRAUDE

Llevaba seis años trabajando como digitador en una prestigiosa empresa. Era una labor dura con jornadas que excedían las 10 horas, pero yo la desempeñaba con gusto porque el pago era bueno: alrededor de un millón de pesos mensuales. Todo marchaba a las mil maravillas hasta que a unos compañeros les dio por cometer un millonario fraude en la empresa. El monto del robo fue de casi 100 millones de pesos y como era natural el banco que fungía de cliente de la empresa donde laboraba exigió que rodaran cabezas. Por ello los directivos decidieron  someter a todos los empleados al polígrafo y a pesar de mi inocencia no fue bien sorteando las preguntas evaluadas por aquella curiosa máquina; finalmente decidieron prescindir de mis servicios.

EL COLEGIO

Debo aclarar que no perdí mi último empleo sino que decidí renunciar a éste por voluntad propia. Desde hace 8 años laboro como Secretaria en instituciones educativas. El último plantel en el que desempeñé dicho cargo estaba asentado en una zona deprimida del oriente de Cali y por ello en él estudiaban jóvenes en alto riesgo. Había uno de ellos que llamaba mi atención por su actitud extraña: muy poco socializaba con sus compañeros y siempre cargaba grandes cantidades de dinero en sus bolsillos. Un buen día el muchacho se ausentó de la escuela, lo que no me produjo especial inquietud, pero tiempo después a mis oídos llegó la noticia de que un sicario habia sido asesinado en el sector. Cuál no sería mi sorpresa cuando supe que ese criminal últimado era ni más ni menos que aquel jovencito de naturaleza aislada y bolsillos repletos de plata que no tenía más de 15 años. Pero lo que finalmente me persuadió de renunciar fue otro episodio igualmente inquietante. Un día las directivas del plantel expulsaron a un estudiante por conflictivo. Su madre al enterarse le imploró al rector que no tomara esa medida con el muchacho pues éste "no podía quedarse sin hacer nada". La razón: tenía detención domiciliaria y si no continuaba estudiando lo recluirían en una correccional.

El call center

Trabajaba con un call center contratado por una compañía electrificadora para atender quejas y reclamos. Habían transcurrido seis meses, estaba bastante amañado cuando a la presidencia de la compañía llegó un barranquillero que decidió trasladar la operación del Call Center a la capital del Atlántico. Muy certeramente un compañero me decía: "esa compañía electrificadora es vallecaucana y prefiere darle empleo a costeños que a gente del Valle del Cauca. Ahí queda comprobada la falta de liderazgo de los vallunos. Se tuvieron que traer un directivo de Barranquilla porque aquí en el Valle no consiguieron. A la gente de esta región le falta sentido de pertenencia. ¿Usted cree que una empresa antioqueña contrataría sus servicios de call center con gente que no fuera de Antioquia?

La pelea

La falta de oportunidades en Cali me empujó a viajar a Bogotá para buscar empleo allá. Lo encontré en un importante gremio empresarial. Pero los problemás no tardaron en llegar. El presidente de esa entidad, un connotado político vallecaucano, era amigo de mi familia y por ello me trataba con cierta familiaridad. Cuando él utilizaba el ascensor su esquema de seguridad solía dejalojar a todo el que estuviese adentro. Pero conmigo tenía el gesto de permitir viajar con él a bordo del ascensor, lo que suscitó el malestar de mis compañeros quienes no veían con buenos ojos esas "preferencias". Gracias a mi buen desempeño me nombraron supervisor en el trabajo y a partir de entonces un compañero me comenzó a hacer la guerra. Las cosas llegaron al punto en que durante una fiesta de la entidad nos fuimos a los golpes tras una discusión atizada por el exceso de alcohol. Días después recibí una llamada amenazante: "váyase de la empresa o lo quebramos". El autor no era otro que mi envidioso compañero a quien su torpeza -realizó la llamada intimidatoria desde las instalaciones donde laborábamos- lo delató.