sábado, 28 de marzo de 2020

DIARIO DEL COVID 19 (28-3-2020) CONFINAMIENTO

Se supone que un diario se debería escribir precisamente a diario, pero cuando no fluye la inspiración para hacerlo es mejor no forzar las cosas. ¿Qué ha pasado en los últimos días? Claudia López, alcaldesa de Bogotá, anunció un simulacro de cuarentena, el subpresidente sintió que le estaban robando protagonismo y resolvió emitir una directriz según la cual los mandatarios locales no podían tomar dichas decisiones sin la anuencia del presidente. Cabe decir que hasta entonces Colombia había vivido una reedición del choque entre el centralismo bogotano y las regiones vivido en el Siglo XIX, pero esta vez con cada ciudad y departamento tomando medidas estrictas contra el Covid 19 por su cuenta precisamente por la falta de acciones concretas por parte del Ejecutivo. Al final Duque reculó y decretó una cuarentena esta vez con todas las de la ley que empató con el simulacro y se extenderá hasta mediados de abril. Como cosa rara en este país, una máquina esencial para el procesamiento de las pruebas para diagnosticar el covid 19 se averió. La solución sería importar otro equipo desde Alemania, pero ese país cerró las importaciones. Por fortuna se logró reparar la máquina en cuestión, pero lo cierto es que el Instituto Nacional de Salud está anunciando los nuevos casos de coronavirus a cuentagotas y al parecer no se están realizando las pruebas masivas necesarias para contener la pandemia.
También he de anotar que el fin de semana pasado hubo un motín en la cárcel La Modelo que terminó con un saldo de alrededor de 20 o 30 presos muertos. Unos se alegraron aduciendo que los muertos eran asesinos, violadores y demás lacras que se merecían haber terminado en una cárcel. Otros, por su parte, alegaron que incluso los presos son sujetos de derechos que deben ser respetados. Lo cierto es que hubo un recluso que decidió grabar y montar a Youtube videos de la situación acaecida en La Modelo, pero lo llamativo es que resultó ser un individuo condenado por abusar sexualmente de decenas de mujer quien sin empacho le aseguró a su audiencia en la plataforma de videos que había terminado tras las rejas "por culpa de una mujer resentida". En pocas palabras intentó echarle la culpa a la víctima de sus cochinadas por la suerte que está viviendo en la cárcel. Difícil sentir empatía por personajes así.
En cuanto a mi vida debo decir que no ha pasado mayor cosa. Sentí preocupación por un conato de gripa de la cual aparentemente ya me repuse. Había estado haciendo ejercicio en casa, pero ayer me dio la impresión de que los vecinos del apartamento de abajo golpearon con un escoba el techo por el ruido -muy ligero por cierto- que estaba haciendo, así que mejor me abstendré de seguir ejercitándome en casa. Mi hermana Alexandra me cuenta que la situación en España, país donde reside, es crítica y el sistema sanitario está colapsado. Y Paula, mi otra hermana, se ha tomado en serio las medidas para evitar el contagio del virus.
Yo por mí parte he optado por no estresarme con esta situación. Llenarse de paranoia y de tensión puede terminar bajando mis defensas y volverme ahí sí más vulnerable al coronavirus. No queda más que cumplir a cabalidad el confinamiento y confiar en que la situación mejore pronto. Y claro, agradecer por este respiro que ha recibido nuestro planeta y nuestro medio ambiente: menos CO2 en la atmósfera, animales retornando a los espacios que los humanos les arrebataron, etc, etc. etc.

jueves, 19 de marzo de 2020

DIARIO DEL COVID 19 (19-3-2020) TELEMEDICINA

Ayer en la mañana acompañé a mi madre al D1. De nuevo había una cola enorme de gente pagando sus productos y en general el desabastecimiento resultó más evidente; tanto la leche como el papel higiénico se habían agotado. Abandonamos ese establecimiento, desafiamos el peligro cruzando la Avenida Pasoancho y llegamos hasta un Olímpica donde mi mamá sí pudo realizar las compras necesarias para afrontar la mini cuarentena que se avecina. Una vez en casa recibí una llamada de la psicóloga que me está tratando. Indagó si tenía algún síntoma respiratorio o gripal y acto seguido me planteó dos alternativas: aplazar la cita que tenía con ella hoy o que me atendiera vía telefónica. Opté por lo primero. En la tarde recibí otra llamada esta vez de parte de Coomeva informándome que una cita con médico general que tenía programada para hoy se llevaría a cabo telefónicamente.
El día de hoy transcurrió con normalidad. Hice algo de ejercicio en casa, almorcé y tras reposar me dediqué a la lectura de un libro que es un requisito necesario para un nuevo trabajo que estoy haciendo. También perdí el tiempo leyendo trinos en twitter, Estaba distraído en esas cuando recibí la llamada del médico. Le comenté mi problema de salud: una ampolla en un pie que ha adquirido un aspecto desagradable con el pasar de los días, cuestión que bien puede ser una nimiedad que no amerite acudir a un sistema de salud que debe estar concentrado en atender la emergencia del Covid-19, pero que también podría ser algo eventualmente grave. El galeno se limitó a recomendarme usar una crema hidratante y "raspar" la lesión con una lima, cosa que yo no pienso hacer. Sin lugar a dudas es preferible que el médico observe con sus propios ojos y examine detalladamente una lesión a que simplemente se quedé con la explicación que uno le pueda dar telefónicamente. Pensándolo bien, ni siquiera debí aceptar esa consulta y más bien esperar a que se normalice la situación, entendiendo que los médicos deben atender casos más prioritarios que una ampolla en un pie. 

martes, 17 de marzo de 2020

DIARIO DEL COVID 19 (17-03-2020) AISLAMIENTO

Ahora con la pandemia del Covid 19 todos coinciden en recomendar lo mismo: aislamiento. La verdad para mí no resulta difícil acatar esa recomendación porque de hecho toda mi vida he sido una persona muy "aislada". Desde chiquito siempre me sentí como una ficha de rompecabezas que no encajaba en ninguna parte. Recuerdo cuando en kinder pensaba que yo era todo un bicho raro, porque a todo el mundo le gustaba la leche (de vaca, aclaro) menos a mí. Con el tiempo comprendí que lo mío era intolerancia a la lactosa, una condición que muchos otros también padecen, pero al margen de eso durante toda mi existencia me he sentido como una suerte de cuerpo extraño inoculado en esta salvaje realidad.
La cosa se puso peluda durante el resto de mi infancia y adolescencia ya que mis escasas capacidades de socialización, sumadas a otros factores que no mencionaré, me hicieron acreedor de mucho bullying.
Estudié hasta cuarto de primaria en un colegio de garaje llamado Internado San Antonio. Ya después me metieron a estudiar a un plantel de mala muerte ubicado del Batallón Pichincha. Como el San Antonio y el nuevo colegio manejaban distintos calendarios me vi en la necesidad de repetir la mitad de cuarto de primaria, lapso durante el cual mi interacción con mis nuevos compañeros fue nula. En los recreos me limitaba como una güeva a observar como mis pares jugaban un juego de cartas con automóviles de diferentes especificaciones que en esa época estaba muy en boga. Callado e impávido miraba y escuchaba a esos niños gritar "tres colores guerra". Por supuesto, no tardaron en mandarme a cita con la psicóloga del colegio, pero es bien sabido que las psicólogas de instituciones educativas no sirven para nada.
Solo hasta quinto hice amistad con un compañero de colegio que eventualmente se acabaría mudando a otra ciudad. Y en sexto y séptimo me volví amigo de un tipo de clase alta con el que terminé peleando. Posterior a eso llegó otro alumno con el que trabé amistad, pero por ser hijo de militar se fue a vivir a otra parte. Esa era mi triste destino: decirles adiós a las pocas personas con las que lograba "hacer click".
No voy a continuar relatando mis vivencias en el colegio, porque sinceramente me produje pereza. Lo que sí señalaré es que mi carácter ensimismado e introvertido me siguió acompañando en la universidad y en la vida laboral. En la universidad era común que me pusieran de agregado en grupos previamente conformados y las más de las veces me vi en la obligación de hacer solo trabajos y exposiciones que otros sacaban adelante con su camada de amigos. Aunque eso tuvo sus ventajas, pues me exigió esforzarme el triple para tener un buen resultado.
Para no extenderme más, siempre he sido una persona de pocas habilidades sociales, un poco negligente y perezoso, no domino muchos temas que otros usan como centro de sus conversaciones, no soy gracioso (y a estas alturas tampoco me interesa serlo), no tengo chispa, y, a decir verdad, en este punto de mi vida le he tomado un gran fastidio a interactuar con otras personas. Puede que sea un mecanismo de defensa que yo mismo me he impuesto.  Vivo como en una burbuja, como bien me dijo un señor que trabaja (o trabajaba) como camarógrafo en el canal de la Universidad del Valle. En conclusión, el ser humano me produce muchas náuseas.
Lo paradójico es que ahora en tiempos del coronavirus a todos, incluyendo a los más sociables, les tocará aislarse y recluirse en su burbuja para escapar del asedio de la tenebrosa peste.

domingo, 15 de marzo de 2020

DIARIO DEL COVID 19 (15-03-20)

Hace mucho tiempo que había dejado de escribir en este blog básicamente por falta de inspiración, pero creo que la pandemia del Covid 19 es la excusa perfecta para retomar ese viejo hábito. El virus se originó en China presuntamente por el consumo de especies exóticas por parte de la población local. De ser eso cierto no quedaría duda de que el Covid 19 sería otro reflejo más del poco respeto que el ser humano le tiene a las otras especies con la que comparte espacio en el planeta Tierra.
La ciudad de Wuhan fue el epicentro de un virus que pronto traspasó fronteras hasta llegar a casi todas las naciones. Lo paradójico es que Europa, un continente que, supondría uno, tiene la infraestructura sanitaria suficientemente fuerte como para contener el virus,  es ahora el principal afectado por la pandemia, en especial en países como Italia y España.
Irremediablemente la peste oriental llegó a Colombia y ya se está desatando el pánico colectivo. Ayer acompañé a mi madre a un D1, esos pintorescos almacenes de propiedad de la familia Santodomingo que muchos auguran terminarán quebrando a las tiendas de barrio y en los que se pueden conseguir productos a módicos precios, y el panorama no era aterrador, pero sí un poco preocupante: filas más largas de lo normal y jabones antibacteriales casi que agotados (por fortuna me pudo abastecer de dos). Hoy estuvo en La 14 de Pasoancho y la situación era parecida en cuanto a las largas filas.
Toda la paranoia que ha desatado en algunos la pandemia ha concentrado la atención de la mayoría de medios, lo que le vino de perlas al Gobierno Duque, pues así el Covid 19 terminó sepultando el escándalo de la "ñeñepolítica". Pero esa paranoia no es del todo infundada.  El coronavirus no se debe tomar a la ligera y por ello hay que adoptar las medidas de lavado de manos, autocuidado, distanciamiento y aislamiento social que recomiendan las autoridades sanitarias, obviamente sin caer en el pánico y la histeria.
Este ambiente apocalíptico no deja de ser perturbador. Imaginemos que el número de contagiados sigue creciendo a niveles como los de Italia. Inexorablemente el Gobierno tendrá que poner el país en cuarentena, ¿pero si contaremos todos los colombianos con la capacidad económica para resistir un aislamiento en nuestras casas por un tiempo indeterminado? Además dudo que Colombia tenga la infraestructura sanitaria y hospitalaria que tiene el país europeo (infraestructura que por cierto ya está colapsada). ¿Se desatará una escasez de alimentos y productos básicos? ¿Qué pasará con los que no puedan confinarse en sus hogares porque trabajan en la informalidad? ¿Qué tan serio será el colapso de la economía? 
Pero no hay que ser pesimistas ni dramáticos. El Ah1N1 también desató el pánico colectivo y cobró la vida de cientos de miles, y sin embargo la humanidad siguió en pie sin recordar ya a la también conocida como gripe porcina. El Vih, por su parte, ha matado a millones en casi 40 años y el género humano no se ha extinguido por cuenta de la alguna vez conocida como "peste rosa". Quizás el Covid 19 se convierta en un virus de tantos que pululan en la atmósfera.
Hierba mala nunca muere, dice el dicho. Y quizás la humanidad es una hierba mala que no morirá -al menos no con el  coronavirus- y continuara haciendo y deshaciendo, construyendo y a la vez destruyendo con sus acciones su propio hábitat que es el planeta Tierra. O quizás sí. Eso solo el tiempo nos lo dirá.