viernes, 20 de noviembre de 2020

LA MASACRADORA

Era de noche y como de costumbre me encontraba yo tumbado en la cama y con los ojos fijos en la pantalla del computador. Una densa oscuridad dominaba mi habitación cuando de repente sentí alrededor mío a unas extrañas creaturas aladas revoloteando. Encendí la luz y aquellos seres se apostaron alrededor del bombillo. Su número era abrumador. Resolví pedirle ayuda a mi madre y ella ipso facto se dirigió hacia mi alcoba, apuntó hacia el emjambre de bestias aladas el arma letal y de esta emanó un potente veneno que las liquidó en el acto. Con gusto vi cómo se precipitaban inánimes hacia el suelo. Me sentí aliviado, pero después de meditar un poco me embargó un sentimiento de culpa; mi madre había masacrado a unas creaturas quizás molestas, mas en definitiva inofensivas. ¿Merece el soberbió ser humano arrogarse el derecho de acabar con los otros seres vivientes con los que comparte espacio? Finalmente me venció el sueño y al despertar al día siguiendo contemplé con horror cómo mi gata devoró los cadáveres de aquellos seres alados.