miércoles, 27 de agosto de 2014

CRIMEN DE ODIO

Me asomé a la ventana a indagar el porqué de tanto barullo que se escuchaba desde el exterior. Habían varias personas aglomeradas alrededor del bloque de apartamentos donde residías. Mi madré no tardó en esclarecer mis inquietudes: te habían asesinado. En efecto, la sangre que fluía bajo la puerta de tu apartamento alertó a los vecinos sobre el hecho anormal que había ocurrido allí dentro. Al abrir la puerta ellos observaron estupefactos tu ensangrentado cuerpo sin vida por causa de una puñalada. El responsable al parecer había sido un muchachito que entró a tu residencia a tempranas horas de la mañana de aquel domingo; sí, un muchachito de esos a quienes a tí te encantaba invitar a tu morada para satisfacer tus deseos carnales.

Tu reprobable gusto por la carne joven era la comidilla de todos los vecinos. Varias veces vi a través de mi ventana a aquellos muchachitos a bordo de tu camioneta. El rumor de tu afición incluso traspasaba las fronteras de aquella unidad residencial en la que ambos vivíamos; alguna vez en el Parque de El Ingenio un conocido me comentó que te había visto un par de veces merodeando por ese sitio en busca de carne fresca. Tu y yo nunca fuimos amigos, ni siquiera allegados. La única vez que estuvimos frente a frente fue una noche que a bordo de tu camioneta me preguntaste algo que ya no recuerdo. Estábamos en el parqueadero de la unidad y lo único que se me grabó en la mente fue tu marcado acento nariñense, junto con tu edad avanzada que contrastaba con la juventud del hombre sentado en el puesto de copiloto de tu camioneta.

Del jovencito que te mató sólo se sabe que ingresó a eso de las ocho de la mañana a tu residencia. Luego se oyó una discusión, el muchacho salió apurado. La mancha de sangre atravesando la puerta fue el indicio del crimen que segó tu vida. Los vecinos afirman que tu verdugo era conocido en la unidad e incluso tenia un familiar viviendo aquí. Ahora recuerdo que no hace mucho hablé a través de un chat con un muchacho que dijo tener precisamente un pariente viviendo en este mismo complejo de apartamentos. ¿Acaso sería el mismo que te mató?

Tras tu fallecimiento vi por algunos días desde mi ventana tu vieja camioneta que finalmente se llevaron de aquí.  Ya han pasado varios años de tu muerte y nunca volví a saber nada de tu asesino. Sólo puede concluir que, como reza el dicho, el que con niños se acuesta...

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