jueves, 1 de mayo de 2014

UN DÍA COMO EXTRA DE TELEVISIÓN (crónica del debut y la despedida en la pantalla chica)

Me citaron para estar a las ocho y media frente al Zoológico de Cali. Sólo sabía que iba a fungir de extra durante todo un día y supuse que el rodaje del programa en el cual iba a participar se iba a llevar cabo dentro de ese sitio. Llegué al lugar acordado y una de las niñas encargadas de convocarme me pidió que me sentara y esperara. Estando en esas logré echar un vistazo a la hoja donde estaban consignados los datos de todos los extras y sus respectivos roles. Frente a mi nombre leí un pintoresco "extra mala cara". Comprendí que mi papel sería de malandro, cosa que no me extrañó porque mi fealdad física y aspecto descachalandrado no daban margen a desempeñar otro papel que no fuera de delincuente o sicario.

Después de un buen rato esperando nos pidieron a mí y a mis compañeros extras dirigirnos al lugar donde se llevaría a cabo la grabación. No sería dentro del zoológico. Antes que nada debimos pasar ante la encargada de vestuario para que nos señalara qué prendas debíamos usar. Al verme la señora manifestó que no tenía necesidad de cambiarme de ropa porque llevaba puesta la vestimenta adecuada. ¡Nunca me imaginé que en mi vida diaria yo me vistiera como un delincuente! Posteriormente me dirigí a una unidad residencial. Allí tuve que esperar hasta bien entrado el medio día para entrar a escena. El momento esperado llegó: mi papel sería de acompañante de un par de lavaperros de traqueto. No debía recitar ningún parlamento, sólo poner un mal semblante.

Antes de continuar debo hacer un paréntesis: quienes me ofrecieron ser extra nunca me explicaron para qué producción sería. Ya cuando estuve en pleno rodaje supe que sería para participar en una serie sobre los hermanos Rodríguez Orejuela. Nunca se me pasó por la mente que yo acabaría participando en una producción sobre narcos. A decir verdad las detesto. No tengo el más mínimo interés de conocer los detalles de las biografías de los mafiosos y traquetos, menos me interesa saber cuáles son sus costumbres, estilo de vida, vocabulario. La verdad es que ese tipo de personajes me producen mucha repugnancia. Sí, seguramente es una posición muy moralista, a fin de cuentas como reza la cita bíblica "el es que esté libre de pecado que tire la primera piedra". Pero sencillamente no me interesa ese tipo de series, ni me interesa conocer sobre la vida, obra y milagros de esos personajes. Mi papá en cambio es fanático encarnizado: se ha visto El cartel 1 y 2, "Las muñecas de la mafia", "Alias el mexicano", "Escobar, el patrón del mal", ect. y seguramente no se perderá la nueva serie sobre los rodríguez Orejuela. (Ni siquiera intuyó qué dirá cuando vea mi rostro proyectado en el televisor)

Mi papel sería muy sencillo: consistiría en sentarme en el asiento de conductor de un carro, mientras el copiloto -al parecer un lavaperros de un duro- sostenía una estúpida conversación con otro hampón a bordo de una moto. No debía musitar palabra: sólo hacer cara de matón -cosa que no me resulta nada difícil. Terminada la escena mis compañeros y yo fuimos a almozar. Una de ellas era una señora como de cuarenta y tantos años que hasta los noventas participó en una productora. Hace 17 años maneja un restaurante del cual su esposo es chef. Según ella su esposo es el que cocina porque a ella se le quema hasta un agua tibia. A la par de desempeñarse como gerente del restaurante, la señora toma clases de actuación. Es como una especie de hobby. Otro de los extras era un hombre que trabaja en una agencia de publicidad. También estaba presente un administrador de empresas desempleado que perfectamente podría interpretar a Gustavo Petro si algún día deciden llevar la vida del alcalde de Bogotá a la pantalla chica pues su parecido con él es innegable. Me llamó la atención cuando dijo que sólo empezaría a buscar trabajo nuevamente después de que terminara el mundial de fútbol. No quería que ningún empleo se interpusiera con su deseo de ver todos los partidos de ese evento deportivo

Después de almorzar otra persona de la producción de la serie me indicó que tendría una escena, pero en la noche y que si quería podía ir a mi casa y volver a las seis de la tarde.

Otro paréntesis: ya en el pasado había participado en un casting para una serie de televisión. En ese entonces estaban buscando extras para la producción sobre la vida de la cantante Helenita Vargas. Más que un casting de actores y extras parecía un casting de prepagos. Sólo estaban presentes niñitas altas y caribonitas que no se ven ni en el Señorita Valle, acompañadas de hombres musculocas de esos cuya formación actoral la han forjado a pulso levantando pesas en un gimnasio. Obviamente a mí no me tuvieron en cuenta para ningún papel. Luego de eso me postulé para ser extra de una película filmada en Cali, pero desistí de participar porque no pagaban ni un solo peso.

Volviendo a la historia de la serie de los hermanos Rodríguez Orejuela pues fui a mi casa y a las seis llegué de nuevo al lugar de rodaje. Pasaron las horas y no me llamaban a escena. Mientras los minutos expiraban recordé el estribillo de una canción de Mecano que dice "Ya estoy en Nueva York y no he visto ningún actor". En efecto llevaba horas en ese rodaje y hasta ahora no había observado a ningún actor reconocido. El tiempo seguía corriendo y no me llamaban para nada. A las nueve despacharon a los otros extras que estaban conmigo; a mí me ordenaron quedarme. Y dieron las diez, las once, las doce y la una y yo seguia sin hacer nada. Pero esperaba estoicamente aferrado a la esperanza estúpida de que ese sería el inicio de una fructífera carrera como actor. Soñaba despierto con que me dieran al menos un pequeño parlamento en aquella escena que me faltaba por grabar; al director le bastaría esa corta intervención para convencerse de mis capacidades histriónicas, a tal punto de que haría lobby para que mi personaje tuviera más participación a lo largo de la historia. Los realizadores de la serie quedarían  más atónitos con mi talento innato, más teniendo en cuenta que no tengo ninguna formación actoral, y me comenzarían a llamar para otras producciones. Mis personajes generarían gran recordación en el público y poco a poco me encargaría de labrarme un camino como actor reconocido. Sería cuestión de tiempo para que comenzara a hacer cine y finalmente mis innegables aptitudes serían premiadas con un Óscar. La estatuilla en mis manos me infundiría valor para mirar con desprecio y altivez a quienes a lo largo de mi vida se han burlado de mi miseria.

Pero esos sueños se esfumaron. A las dos de la madrugada las encargadas de los extras me indicaron que me podía ir. Finalmente ya no participaría en una segunda escena. Ese fue mi debut y despedida en la pantalla chica.

( a los escasos lectores de mis post les pido me excusen por los errores de redacción, ortografía y demás. Escribo lo que me nace y poco me gusta revisar después lo que he redactado. Estos textos son más una terapia que otra cosa)





1 comentario:

  1. Julian, una anécdota muy divertida de leer, aunque sé que este tipo de experiencias no son tan divertidas de vivir. Mucho animo y esperando tu siguiente artículo :D

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