miércoles, 13 de octubre de 2010

ORGÍAS

Globediano se tuvo que enfrentar un día a la verdad: el culo no le servía para ser pasivo, entonces no le quedaba más remedio que volverse penetrador. Se le metió la loca idea de intimar con una mujer. Vio un clasificado del periódico que anunciaba un lugar donde se efectuaban orgías heterosexuales. El costo para participar de la actividad era de $20.000. El día anterior Globediano se había encontrado en un parque un billete de $20.000 y ya sabía en qué invertirlos. El evento tendría lugar un miércoles y principiaría a las dos. Globediano llego a la dirección anunciada y timbró. Un sujeto se asomó desde una ventana situada en el último piso del edificio y bajó. Reclamó la suma requerida y condujo al joven al lugar donde se practicaría la orgía. Era un apartamento. En el fondo estaban adecuadas las habitaciones donde ocurriría la acción. Varios colchones cubrían el suelo de una de ellas. Encima habían varios hombres y unas pocas mujeres. Clobediano comprendió que aquel era un prostíbulo disfrazado de orgía; las pocas mujeres eran prostitutas que debían atender a varios hombres. Por ellas se cobraban los $20.000. Algunas eran flacas, pero había otra que era decididamente gorda. Mas su gordura no era grotesca. Era una mujer atractiva. Globediano le chupó las tetas y luego le introdujo sus dedos en la vagina, lastimándola. A su alrededor los otros hombres penetraban a las mujeres, las ponían a mamar. Uno de ellos era demasiado atractivo. En determinado momento llego una pareja que tuvo sexo sin preservativo delante de todos. Globediano se aburrió rapidamente. Comprendió que había sido una estupidez arribar a ese lupanar, que en realidad a él le gustaría ocupar el lugar de esas putas que eran devoradas por varios machos heterosexuales. Su vacío se ahondaba. También pensó en la forma como eran explotadas las prostitutas al tener que  estar con varios hombres sin ninguna pausa entre el uno y el otro. Tenían que mamar varios penes sin condón. Aunque unas aparentemente estaban satisfechas con esa vida. Globediano interpeló a la gorda sobre el particular y ella le contestó: "A mí me gusta lo que hago. A veces vienen mancitos jovencitos con sus novias, y yo les pidó el teléfono pa' encontrarme con ellos por fuera del trabajo. Y se les doy gratis...A mi me gusta esto"

Antes de entrar a esa habitación tapizada de colchones y con las ventanas totalmente cubiertas por plásticos negros,  globediano tuve que desnudarse y meter su ropa en una bolsa. Sólo podía tapar sus verguenzas con una pequeña toalla que durante el transcurrir de la jornada se convirtió en un estorbo. Una mujer vieja y fea -al parecer la que hacía la limpieza- le entregó un condón y le indicó que a cambio de los $20.000 sólo podía sostener relaciones sexuales con una de las prostitutas; si quería estar con otra debía pagar otros $20.000. Era un puerco negocio, no era algo espontáneo que naciera del deseo de esas mujeres. Globediano dudo si de verdad estaban ahi por gusto, si se atreverían a entregarse a varios hombres sin que hubiese plata de por medio.

Al final salió decepcionado porque sólo hizo el ridículo. No penetró a ninguna mujer porque eyaculó 20 segundos después de empezar a masturbarse debido a su eyaculación precoz.

Un año después Globediano retornó al sitio de las 'orgías'. Esta vez la participación costó $25.000 pesos. Para evitar verguenzas compró el día anterior unas pastas que supuestamente curaban la eyaculación precoz. No funcionaron. La precocidad continuaba latente; aunque esta vez si logró penetrar a una fémina, fue un acto ridículo y sin trascendencia. Fue en el interior de un sauna adecuado en el apartamento. De resto lo mismo: penes penetrando con violencia, con esa agresividad de los hombres heterosexuales que Globediano tanto anhelaba y envidiaba. El joven se retiró a las pocas horas y nunca volvió a aquel antro en el que se sentía fuera de lugar.

Pasaron dos años. Esos arranques heterosexuales que atacaban a Globediano habían desaparecido. Decidió aistir a una orgía, pero esta vez de homosexuales, a realizarse en un cine gay recién inaugurado. Llegó a las seis, se desnudó, pagó 12.000 pesos. Espero horas sin que nadie apareciera. Deambuló como zombie por cada resquicio del video. Recorrió el laberinto, la zona de internet, y el lugar especialmente destinado para la orgía. Al final llegaron varias personas, la mayoría versátiles. No se veía esa misma pasíon que derrochan los heteros. Globediano también se sintió ahí fuera de lugar.

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