miércoles, 30 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 24

DOMINGO 17 DE MAYO

Yolanda, Esperanza y toda la familia en general estuvieron de acuerdo en pagar una misa a la vieja Alicia. Ese domingo asistieron con sus mejores galas al templo para escuchar al padre Epifanio. Ese sacerdote se había granjeado la admiración de muchos en el pueblo porque había convertido el púlpito en tribuna desde la que lanzaba fuertes críticas a quienes traficaban con la narcótica hierba Mugen. Más por esa misma razón se había hecho acreedor al odio de mucha gente en el pueblo que veían en el cura un peligro para sus intereses.

Como todos los días el padre Epifanio dedicaba su sermón a cuestionar el pernicioso influjo del narcotráfico.

"No me cansaré de denunciar el gran peligro que se cierne sobre este pueblo por el desmedido poder que han adquirido los traficantes de esa hierba maldita. Ellos son prácticamente los dueños de este pueblo. Han cooptado el gobierno, la justicia, el comercio e incluso hasta influyen en la vida cotidiana de todos los esperanceños. Han corrompido los valores morales de este pueblo. Han inculcado en la juventud el amor por el dinero fácil, el poder a costa de cualquier precio, la exhibición de la mujer como un objeto sexual. Por culpa de esos personajes en este pueblo otrora pacífico ahora prolifera el sicariato, la prostitución y todo tipo de actividades criminales. Y todo frente al silecio cómplice de todos los habitantes de este pueblo.

"Qué les quede bien claro. Ninguna fortuna o poder acumulados y cimentados sobre la ruina y la destrucción de los jovenes que consumen ese vicio puede ser considerada legítima ni correcta ante los ojos de Dios".

Concluida la misa Esperanza y el resto de la familia abordaron el carro que los llevaría a su casa.

_ Ese cura ya se vuelve monotemático hablando en todos los sermones de lo mismo -opinó Yolanda.
_ Pues a mí me parece muy valiente. Es el único que se atreve a ponerle los puntos sobre las íes a esos mafiosos -replicó Esperanza.
_ Más que valiente me parece temerario. Ese padre está poniendo su vida en peligro por cuestionar tanto a ese señor Oliverio Esguerra. Porque así el padre hable en plural, es obvio que se refiere específicamente a ese personaje -anotó Horacio.

Ciertamente Oliverio Esguerra era el destinatorio de todos los sermones del padre Epifanio. Ese hombre había acumulado un poder insospechado en todos estos años y aquel cura locuaz y atrevido era una piedra en el zapato. Justamente de él estaba hablando con uno de sus lugartenientes con quien se había reunido en la guarida desde la cual despachaba sus órdenes.

_ Ese cura insiste en hablar mal de usted patrón -señaló el lavaperros de Esguerra- No hay día en que no quiera indisponer a la gente de este pueblo contra usted. Yo creo que ya es hora de darle una sorpresita a esa curita.
_ A mí no me conviene armar ruido con la desaparición de ese cura. Pero ya se me acabó la paciencia. Quiero que se encargue hoy mismo de quitarme ese problema de encima.
_ Entendido patrón.

El lavaperros atendió la orden sin chistar. El plan resultó muy simple. Llamaron al cura y le hicieron creer que una persona moribunda precisaba que se le aplicara la extremahunción. Cuando el sacerdote iba en camino de atender esa obligación, unos sicarios motorizados lo interceptaron y descerrajaron una ráfaga de balas sobre la humanidad del último bastión de la moral que quedaba en La Esperanza.

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