domingo, 20 de diciembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 20

Yolanda no estaba dispuesta a compartir el mismo techo con su sobrina, así que resolvió marcharse de la casa. Aspiraba a rehacer su vida lejos de cualquier cosa que le recordara la traición de Marta. El problema estribaba en convencer a Horacio Parra, su marido, un hombre mediocre, pusilánime y sin aspiraciones que creía haber jugado muy bien sus cartas al casarse con una mujer que tenía una casa propia y una vida relativamente acomodada. En la intimidad de su habitación él intentó disuadir a Yolanda de la idea de marcharse de esa casa.

_ ¿Cómo así que nos vayamos de la casa?
_ Así como lo oyó Horacio. Yo no estoy dispuesta a vivir bajo el mismo techo de esa niñita. Le dije a mi mamá que escogiera entre ella o yo y como era de esperarse se puso del lado de esa bastarda. Así que lo mejor que podemos hacer es irnos de aquí - le contestó la mujer mientras hacía maletas.
_ ¿No le parece que está armando una tormenta en un vaso de agua? Esa niña apenas tiene como tres años. Es inocente de cualquier cosa que pudo haber hecho su hermana. Yolanda, usted no puede ver a esa niña como su enemiga porque sencillamente ella no tiene la culpa de nada de lo que pasó.
_ Mi mamá me salió con el mismo argumento. Pero no. Esa niña no haría más que recordarme todos los días lo que me hizo la infeliz de mi hermana.

Al oír esas palabras Horacio, que hasta entonces escuchaba atento sentado sobre la silla de un tocador, se incorporó, se acerca a su mujer y la detuvo para que no siguiera empacando su ropa en aquel equipaje.

_ No se deje llevar por sus impulsos Yolanda. La mitad de esta casa está a su nombre. Que eso no se le olvide. Y usted no la puede dejar tirada así como así. Además  nosotros no tenemos ni la estabilidad ni la solvencia económica para irnos a vivir a otra parte con todos los gastos que ello implica.
_ Entonces la alternativa es quedarme aquí soportando la presencia de esa mocosa.
_ Es sólo una niña que no tiene la culpa de lo que pasó. Si quiere más adelante podamos pensar en irnos a vivir a otra parte. Pero por ahora no es conveniente.

Finalmente Yolanda se dejó convencer por su marido. Horacio era un viejo amigo de infancia. Se había reencontrado con él hacía relativamente poco tiempo y decidió convertirse en su esposa más impulsada por el despecho y el miedo a quedarse sola, que por el amor. Paralelo a esa matrimonio Yolanda decidió dedicarse de lleno a su pasión: la costura. Instaló su propio taller en la casa y gracias a ese trabajo devengaba lo necesario para subsistir. Horacio por su parte daba clases de sociales en uno de los colegios del pueblo. Pasaron siete años desde que la pequeña Esperanza se convirtió en nueva huésped de la casa de las Peláez Cancino. En esa enorme vivienda la niña crecería apoyada por una gran aliada, su abuela, pero también viviría a merced de los ataques de una tía que se comportaba como villana de cuento.

En cuanto a las vecinas de las Peláez Cancino, Berenice y Ebelia, ellas se dedicaron a criar solas a María Berenice, fruto de la unión entre Ebelia y Eduardo. Éste último falleció en un accidente de tráfico poco después de que su hija naciera. Nunca logró el perdón de Ebelia por haberla traicionado. María Berenice y Esperanza estudiaban en el mismo colegio y con el tiempo se convertirían en grandes amigas.

_ Oiga niña, ¿le puedo hacer una pregunta? - le preguntó una de las bravuconas del Colegio a la pequeña esperanza que se encontraba sola en el patio dibujando.
_ ¿Qué quiere? -respondio ésta.
_ ¿Por qué en las reuniones escolares siempre viene su abuela y nunca su papá y su mamá?
_ ¿Qué le importa?
_ No me diga que usted no tiene papás. Pobrecita, es una pobre huérfana.

En coro todas las amigas de la bravucona empezaron a corearle a Esperanza "huérfana", "huérfana". Esperanza debió contenerse para no llorar.

_ Dejen de molestarla -ordenó enérgicamente María Berenice, una morenita imponente y mucho más alta que las niñas de su edad.
_ ¡Usted no se meta en lo que no le importa negra inmunda! ¡Sapa! -gritó la bravucona
_ Repítame lo que me dijo -dijo la morena de manera retadora.
_ ¡Negra!- insistió la fastidiosa niña.

La grandulona afrodescendiente sin pensarlo se lanzó sobre aquella atrevida niña, la zarandeó del cabello y después le propinó una paliza que nunca olvidaría. Ese acto acabó de sellar la amistad entre ella y Esperanza. Finalmente las directivas del colegio citaron a los acudientes de las involucradas en la pelea y a todas las suspendieron un par de días.

_ ¿De dónde viene mamá? - le preguntó Yolanda a la vieja Alicia quien acababa de llegar a la casa.
_ Del colegio.
_ ¿Qué pasó? Déjeme adivinar, ¿tiene que ver con esperancita?
_ Unas niñas la estaban molestando. María Berenice se fue a defenderla. Se formó una pelea y terminaron suspendiendo a todas las involucradas.
_ Esa niño no le ha traído sino dolores de cabeza mamá.
_ Eso no es verdad. Ella se comporta muy bien. Nunca está metida en problemas. Sabe por qué empezó la pelea: porque las compañeras la empezaron a tratar de huérfana.

Yolanda que hasta entonces estaba concentrada observando una tela que había acabado de comprar, dirigió la vista a su mamá.

_ Pues Mamá, eso es lo que es esa niña. Una huérfana. El papá no se sabe ni quién es y la mamá la abandonó.
_ Espero que nunca se atreva a decir semejante cosa delante de la niña
_ Mire esta tela que compré hoy mamá. Es divina y de muy buena calidad. Me costó un ojo de la cara, pero tal cual lo que yo andaba buscando.

Precisamente aquella tela se convirtió en un motivo de una nueva discusión en la casa de las Peláez Cancino. Yolanda la dejó en la habitación que había adaptado como taller. Esperanza la descubrió y se enamoró de ella. Pensó que con ella podría hacerles vestidos muy bonitos a sus muñecas y se la llevó a su cuarto. Cuando la costurera se enteró de las travesuras de su sobrina estalló la guerra.

_ ¿Usted qué diablos está haciendo con esa tela? -le preguntó Yolanda a la pequeña niña mientras se la arrebataba de sus manos. Al extenderla se dio cuenta de que estaba invadida de huecos y cortes- ¡Maldita mocosa! ¿Por qué diablos se tiene que meter con mis elementos de trabajo?
_ Perdón tía.
_ Perdón. Cree que todo se arregla con pedir perdón. Maldita bastarda. Ahora mismo le voy a enseñar a no meterse con mis cosas.
_ Ni se atreva a ponerle una mano encima -exclamó Alicia quien recién había entrado en la habitación atraída por el escándalo. Acto seguido se interpuso entre su hija y su sobrina.
_ Mire lo que esa infeliz hizo con mi tema mamá.
_ Es una niña. Y los niños hacen travesuras.
_ Primero le alcahueteó la sinverguencería a la mamá y ahora le alcahuetea los daños que hace esa mocosa.
_ Cálmese. Yo me encargo de reponerle esa tela.

De nuevo Yolanda tuvo el arrebato de abandonar esa casa y de nuevo Horacio la convenció de no hacerlo so pretexto de que esa vivienda también le pertenecía. Lo cierto es que ese incidente le enseñó a Esperanza el enorme odio que su tía le guardaba.



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