lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuenta de cobro

Inundaciones, avalanchas, diques rotos, la furia de las aguas incontenible anegándolo todo. El invierno llegó con fuerza y era natural; después de una sequía tremenda tenía que haber como compensación un invierno igual de fuerte. Y qué esperaban los seres humanos. Tarde o temprano la inconciencia de los humanos, traducida en una excesiva contaminación, tenía que volverse en su contra. Pero más allá de eso, al ser humano se le olvida que la Tierra ha existido miles de millones de años antes que él, y lo ha hecho bajo su propio ritmo; por eso es natural que a lo largo de la historia hayan ocurrido terremotos, ciclones, y huracanes que arrasan con todo, porque la naturaleza es sencillamente incontrolable. No responde a designios divinos ni mucho menos a los deseos del hombre, sino a las reglas que ella misma se ha impuesto. El hombre en su imbecilidad infinita cree que puede controlarla, pero afortunadamente aun no lo ha logrado del todo. Y ojalá que nunca lo consiga porque de lo contrario sobrevendrá la hecatombe para este pobre planeta.

Sin embargo no se puede desconocer el tenebroso impacto del hombre. Su contaminación, su afán destructivo, su necesidad de invadirlo todo y su avaricia ha llenado la tierra de contaminación y polución. El CO2 se almacena en la atmósfera evitando que el calor del sol sea disipado. Éste se concentra en la Tierra como un invernadero dando como resultado fuertes veranos. Lógicamente el agua comienza a evaporarse y tarde o tempranos se condensa y precipita a la superficie. Son los eternos diluvios que anegan cultivos, causan derrumbes en las principales vías del país, sepultan barrios enteros. Y naturalmente las principales víctimas son los pobres y desarrapados pues el Estado, al ser incapaz de evitar la multiplicación de la pobreza y el desplazamiento de los desarraigados, ha permitido que invadan las zonas de alto riesgo, llámese laderas de montaña, riberas de los ríos. Tales espacios son los primeros en sucumbir ante la inclemencia de las lluvias sacrificando consigo a los desarrapados que viven en ellos.

POSDATA: definitivamente el que escupa pa arriba corre el riesgo del que el salivazo le caiga en la cara. La derecha mediática de este país convirtió en caballito de batalla contra Chávez el racionamiento que padeció Venezuela como consecuencia del Fenómeno del Niño. Ahora los papeles se invirtieron y ahora es Colombia quien sufre en proporciones dantescas por las travesuras de la Niña. Es una buena lección para que los medios de este país abandonen su obsesión con los problemás domésticos de venezuela y empiecen a preocuparse por los innumerables conflictos que padece Colombia.

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