viernes, 31 de diciembre de 2010

Sobre Dios

Tulio creyó mucho en Dios y se aferró a Él. Le pedía con fe, pero cuando no obtenía lo que anhelaba, maldecía al Todopoderoso. Sin embargo creía en Él, así fuera para odiarlo. Al fin y al cabo Dios es una figura construida: desde chiquitos nos dicen que existe y crecemos con esa certidumbre; es una creencia impuesta. Seguramente si a nosotros desde pequeños nadie nos señalara su existencia, simplemente no creeríamos. Sin embargo después de que esa figura fabricada se alojó en el cerebro de Tulio, fue muy díficil sacarla.

Sin embargo llegó un momento en que odio tanto a Dios, que se alejó definitivamente de Él. Entonces empezó a pensar que el universo y la vida humana no surgieron por un designio divino, sino por una simple casualidad. Además analizó su exterior y llegó a la conclusión que en este mundo había tanta maldad y perfidia, que resultaba imposible que existiera un Dios. Y si existía, era un ser morboso que había creado a la especie humana para regodearse y excitarse con sus miserias y crapulencia. Era un ser que disfrutaba desde los cielos con las masacres, guerras y violaciones y por eso nada hacía para acabar con ellas. Había algunos que justificaban al Todopoderoso aduciendo que Él había creado a los humanos para que por sí mismos encontrarán el camino para convivir pacíficamente, sin hacerse daño mutuamente ni hacérselo a las demás especies. Pero el nivel de maldad que se veía en el mundo evidenciaba el fracaso de ese propósito y hacía apremiante que Dios se manifestará y pusiera orden en la casa.

Por otra parte Tulio empezó a sentir que creer en dioses era propio de culturas primitivas. Y que las religiones eran invenciones  macabras que bajo el amparo del temor infundido por deidades tiranas, legitimaban el machismo, la homofobia, la misoginia y las desigualdades sociales y económicas. La religión tendría, según Tulio, alguna utilidad si promoviera una ética del respeto entre todos los seres vivos,  la conservación de la naturaleza, la entrega desinteresada a los demás y la convivencia pacífica entre todos sin hacer daño a nadie ni obligarlo a hacer lo que no quiere. Por el contrario veía a las religiones promever moralismos ridículos como prohibir el uso del condón, mientras la pandemia del VIH avanza, o lapidar a una mujer por una infidelidad. O empobrecer a la gente a través de diezmos que terminan en los bolsillos de pastores que se lucran con la fe, o azuzar  guerras eternas por la propiedad de una supuesta tierra sagrada, como sucede en el conlicto entre Israel y Palestina.

No obstante y justo cuando el alejamiento del Creador se acentuaba, las sombras cubrieron la vida de Tulio y los problemas superaron su capacidad de hacerles frente. Las crisis se le salieron de las manos y la desesperación hizo que se hincará y rogará a Dios una solución. Fue ahí cuando comprendió el poder que tiene la fe. A  veces los seres humanos estamos tan desesperados por situaciones que se salen de control, que no nos queda más remedio que rogar a un Dios todopoderoso que nos ayude. Tulio comprendió que el poder de Dios no estriba tanto en él, sino en la fe que uno le ponga. Tulio necesitaba creer en algo, aunque fuera para calmar la angustia que lo invadía.

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