miércoles, 27 de enero de 2016

LA BASTARDA PARTE 34

 MIÉRCOLES 3 DE JUNIO

_ Traté de hacer entrar en razón a Yolanda, pero fue imposible. Yo todavía no puedo creer que ese señor Horacio haya sido capaz de algo tan horrible si se ve tan serio, tan aplomado -le aseguró la negra Berenice a su hija Ebelia mientras saboreaban ambas una taza de café en el comedor de la casa.
_ Pues hasta ahora sólo hemos oído la versión de Esperanza. Habría que oír la versión de ese señor.
_ ¿Usted está poniendo en duda las palabras de Esperanza.
_ Yo no sé Mamá. No fui testigo de lo que pasó. Pero si de verdad ese tipo intentó abusar de Esperanza, ella debería denunciarlo.

Mientras madre e hija sostenían esa charla en el primer piso de aquella casa, al interior de su habitación María Berenice le sugería la misma idea a Esperanza: denunciar a Horacio ante las autoridades competentes.

_ Ese tipo tiene que pagar por lo que hizo. Si quiere yo la acompaño a la policía para que ponga la denuncia.
_ Es la palabra mía contra la de él- se lamentó Esperanza.
_ ¡No importa! ¡Usted no se puede quedar tan tranquila después de lo que pasó!

La agredida decidió hacerle caso a su amiga y ambas se enrrumbarán hasta la estación de policía más cercana. En el camino se encontraron con Martina y Pablo quienes iban con destino a su casa tras salir de colegio.

_ ¿Usted sigue dando vueltas por aquí después de lo que pasó? ¡Descarada! -afirmó la hija mayor de Yolanda y Horacio.
_ ¡Camine Esperanza! -ordenó María Berenice mientras halaba de un brazo a su amiga.
_ Estará contenta, ¿no zorra? Consiguió lo que quería: acabar con el matrimonio de mis papás y destruirme a mi la vida -insistió Martina.
_ No hable de lo que no sabe niñita -dijo María Berenice.
_ Mi mamá siempre tuvo la razón. ¡Usted es una mosca muerta, una desgraciada! ¡La odio maldita! ¡No se imagina cuánto la odio! -gritó Martina. Pablo sólo guardaba silencio mientras le dirigía a su prima una mirada de confusión y angustia.
_ ¿Sabe qué María Berenice?: devólvanos para su casa - pidió Esperanza. Las dos amigas se alejaron del par de hijos de Horacio y Yolanda.
_ ¿Qué pasa Esperanza? ¿No vamos a ir a la estación?
_ No. Yo no voy a interponer ninguna denuncia. Con que no vuelva a ver a ese señor nunca más en la vida quedo satisfecha.
_ ¡¿Cómo así Esperanza?! ¡Ese señor no puede quedar tan campante!
_ Yo no quiero atormentarla la existencia a mis primos. Ellos no tienen la culpa de tener el papá que tienen. Mejor dejemos las cosas de ese tamaño.

Al regresar a la casa de su amiga Esperanza se encerró en la alcoba donde pernoctaba. En el primer piso María Berenice le informó a su familia sobre los últimos acontecimientos.

_ ¿En serio Esperanza no quiso denunciar a ese señor? -preguntó la mayor de las tres afrodescendientes.
_ Pues me parece muy raro. Y aparte un gran error -anotó Ebelia.
_ Lo que pasa es que Esperanza es demasiado noble y no quiere enredarle más la vida a ese señor. Ella piensa que si lo denuncia eso le va afectar a sus primos -explicó María Berenice.
_ Ese señor se encargó solo de enredarse la vida haciendo la cochinada que hizo -opinó Berenice.

Finalmente cayó la noche. Esperanza ya acostada en la colchoneta que le habían adecuado como cama, lucía más tranquila.

_ Esperanza sabe que lo que pasó tuvo algo positivo -dijo María Berenice.
_ ¿Qué puede tener de positiva una situación tan horrible?
_ No me malinterprete. A lo que me refiero es que "gracias" a eso - la morena hizo el gesto de las comillas con las manos- Usted está viviendo aquí. Estamos compartiendo más tiempo juntas. Esperanza, yo nunca se lo había dicho, pero para mí usted es una persona muy importante. Me atrevería a decir que es la persona más importante después de mi abuela y mi mamá. Yo me alegro mucho de ser su amiga.

Al oír eso Esperanza estrechó la mano de su amiga.

_ Y bueno panchita, ¿qué se supone que va a hacer ahora? Siguen en pie los planes de irse a la capital a estudiar.
_ ¡Claro! Ahora más que nunca me quiero largar de este pueblo para no regresar nunca más. Yo no le había contado, pero mi abuela antes de morir me dejó unos ahorros. Eso me alcanza para sobrevivir un par de meses mientras consigo trabajo en la capital.
_ ¡Qué bueno! Definitivamente su abuela fue muy buena con usted le dejó parte de la casa y aparte le dejó unos ahorros... A propósito de eso, ¿usted no piensa pelear por esa casa? El 50% de esa casa es suya... de pronto hay algo legal que se pueda hacer...
_ A mí esa casa no me interesa -interrumpió Esperanza a su amiga con un dejo de rabia en su voz-: Por mí que mi tía se la quede toda, que haga lo que quiera con ella. Esa maldita casa ahora sólo me trae malos recuerdos.

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