lunes, 25 de enero de 2016

LA BASTARDA PARTE 33

MARTES 2 DE JUNIO

Tras discutir con su mujer Horacio se había marchado de la casa. La desazón que sentía lo condujo a una vieja cantina donde con alcohol intentó ahogar las penas. Pronto perdió la noción del tiempo y terminó pasando la noche en aquel lugar.

_ ¿Por qué mi papá no pasó la noche aquí? ¿Pelearon o qué? -indagó Martina mientras probaba el desayuno que su madre le había preparado.
_ No sé dónde pasó la noche -contestó Yolanda.
_ ¿Y por qué pelearon esta vez? -continuó preguntando la niña.
_ No voy a hablar del asunto y punto -sentenció su madre- ¿dónde está Esperanza?
_ Durmiendo. Desde que se graduó del colegio mi primita no hace sino dormir hasta la hora que se le da la gana -opinó Martina.
_ Deje de ser mentirosa que ella casi siempre madruga y desayuna con nosotros -increpó el pequeño Pablo.
_ Usted como siempre de sapo defendiendo a esa -le reprochó su hermana.
_ Bueno, terminen de desayunar que tenemos que salir para el colegio. Hoy los voy a llevar -ordenó la madre de los dos muchachos.

Y dicho y hecho. Como no era su costumbre Yolanda decidió acompañar a sus dos vástagos hasta el colegio. Durante su ausencia Horacio arribó a la casa. Con sigilo subió al segundo piso y se dirigió a la habitación de Esperanza. Una vez más la joven había dejado la puerta abierta confiada en que estaba sola en casa. Y una vez más Horacio se deleitaba observando el cuerpo desnudo de la sobrina de su mujer al cual sólo lo cubría una toalla; la joven apenas minutos antes había tomado una ducha.
El hombre, aún con los tragos en la cabeza, ingresó a los aposentos de Esperanza y ella notó su presencia.

_ Horacio, ¿usted qué hace ahí?
_ Esperanza, yo tengo que pedirle un favor: ¡por favor no se vaya de esta casa? -imploró el hombre mientras se acerca más y más a la muchacha objeto de su deseo.
_ ¿Usted está borracho?
_ Sí -afirmó el hombre y acto seguido rodeó con sus brazos a la joven- Borracho de amor por usted.
_ ¡¿qué le pasa Horacio?! ¡Suélteme!
_ ¡¿Es que nunca se ha dado cuenta de que la única razón por la que yo sigo viviendo en esta casa es usted?!
_ ¡¿cómo va decir esas cosas?! ¡Usted es el esposo de mi tía! -dijo la joven mientras forcejeaba con su familiar ebrio.
_ ¡Yo a esa mujer no la quiero! ¡A la única que quiere es a usted! ¡Usted es mi obsesión! ¡No hago otra cosa que pensar en usted día y noche!
_ Suélteme- gritó Esperanza. Pero sus ruegos fueron infructuosos; el hombre la tiró a la cama y se montó sobre ella con intenciones de ultrajarla. En ese preciso instante Yolanda llegó a la casa, alertada por el ruido subió al segundo piso y al acercarse al cuarto de su sobrina vio a su esposo sobre ella besándola a la fuerza.
_ ¿qué significa esto?- preguntó la mujer. Horacio volteó a mirar y Esperanza aprovechó para zafarse y escapar.
_ Tía -dijo la joven entre lágrimas.
_ ¡Ustedes son un par de miserables! -espetó Yolanda y luego se dirigió a su esposo:- ¡así que esta es la vagabunda con la que me estaba engañando!
_ ¡¿De qué está hablando tía?! ¿¡No se da cuenta de que ese cerdo trató de abusar de mí?! -señaló Esperanza indignada mientras HOracio yacía estupefacto sobre la cama.
_ ¡Cállese! Mírese. Está prácticamente desnuda y este infeliz está dentro de su habitación. No me crea estúpida. Usted es una mosca muerta. Una zorra igual que su mamá. Y yo que pensé, que contemplé la posibilidad de cambiar con usted, pero tarde o temprano sus malditos genes iban a relucir. ¡Quiero que ustedes dos se larguen de mi casa! Recojan sus cuatro chiros y lárguensen de mi casa -exigió Yolanda dominada por la ira.

A esperanza no le quedó más remedio que vestirse a toda carrera, abandonar esa casa donde había vivido durante 18 años y pedir posada donde su amiga María Berenice.

_ Yo no puedo creer que don Horacio haya sido capaz de hacer algo tan asqueroso. Si ese señor siempre me ha parecido muy decente -opinó la negra Berenice.
_ Pues créalo doña Berenice -replicó Esperanza sentado sobre un sofá y bañada en lágrimas.
_ Pero a usted su tía no la puede echar así como así. No se le olvide que esa casa también es suya, está a su nombre -recordó María Berenice.
_ Yo de esa maldita casa no quiero saber nada. Yo allá no pienso volver nunca.
_ Es increíble que su tía no le haya creído que ese asqueroso la quería violar si ella misma lo vio con sus propios ojos.
_ Ella siempre me ha odiado... a mí y a mi madre... y hoy me lo recordó. Yo les puedo pedir un favor: será que pueden ir a esa casa y recoger mis cosas. Yo apenas alcancé a ponerme lo primero que encontré y salí corriendo de esa casa.
_ No se preocupe mija. Yo me encargó de eso- dijo Berenice.

Sin demora la negra ya entrada en años se dirigió a la casa de Yolanda para hablar con ella. Tocó a la puerta y la amargada mujer salió a su encuentro.

_ ¿Cómo está, berenice?
_ Bien.
_ Supongo que ya se habrá enterado de lo que pasa hoy aquí.
_ Sí, Esperanza ya me contó y precisamente vengo a hablar con usted de eso.
_ Sobre ese tema no tengo nada qué hablar y menos con usted, y disculpe si sueno grosera.
_ ¿A usted sí le parece justo lo que está haciendo con Esperanza? Yo no fui testigo de lo que pasó, pero por lo que ella cuenta su marido intentó abusar de ella. ¿Entonces por qué la trata como si fuera culpable de lo que pasó?
_ Si de verdad Horacio fue capaz de hacer eso fue porque esa lo sedujo, lo provocó. él siempre ha tenido un comportamiento intachable. Además cuando los encontré ella estaba prácticamente desnuda. ¿Cómo me explica usted eso?
_ Es increíble que usted juzgue así a su propia sobrina. Ella me dice que recién se había bañado cuando ese señor apareció y entró a su cuarto. La puerta estaba abierta porque ella pensaba que estaba sola cuando ese señor apareció. Aquí el único culpable es él.
_ Esa es la versión de ella. Puede que ella se haya aprovechado de que ustedes la quieren mucho para lavarles el cerebro, pero conmigo eso no va a funcionar. Además yo en ningún momento estoy justicando a Horacio. A ese infeliz también lo eché de esta casa y no quiero volverlo a ver nunca más.
_ No se le olvide que la difunta Alicia dejó a nombre de Esperanza la mitad de esta casa.
_ Eso a mi no me importa. Yo tengo más derechos sobre esta casa que ella. Y yo no pienso compartir techo con esa vagabunda. Si quiere pelear por esta casa que busque un abogado o yo que sé. Lo siento Berenice, pero sí vino a abogar por esa sinverguenza pierde su tiempo. Usted fue testigo de lo que la mamá de esa vagabunda me hizo y tal parece que la hija heredó las mismas mañas. Y por favor no insista con el mismo tema porque de lo contrario me voy a olvidar que hemos sido amigas durante toda la vida.
_ Perfecto. No voy a insistir más. ¿Puedo recoger las cosas de Esperanza?
_ Bien pueda- contestó Yolanda haciendo el gesto de invitar a su interlocutora al interior de su casa- Llévese todas las pertenencias de esa mujerzuela. No quiero tener nada aquí que me la recuerde.

Esperanza aún en shock lloraba su tragedia encerrada en el cuarto de su amiga María Berenice.

_ ¡Usted no se puede quedar con los brazos cruzados! Esa casa es suya. ¡el único que se tiene que ir de ahí es el degenerado de Horacio, usted no! -insistió la joven morena.
_ Yo no tengo cabeza para pensar en eso ahora.
_ ¡quien ve al tal Horacio con esa cara de hueva que se gasta, pero esos son los peores! Maldito asqueroso a tipos como ese deberían cortarles el pe...
_ ¡Ya no más! Ya no quiero escuchar nada que tenga qué ver con eso señor- exigió Esperanza.

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