domingo, 24 de enero de 2016

LA BASTARDA PARTE 32

LUNES 1 DE JUNIO

_ Yo todavía no puedo creer que usted haya hecho lo que hizo. Fingir que estaba buscando puesto como empleada para meterse en la casa de esa señora - la manifestó Esperanza a su amiga María Berenice. Para romper con la rutina habían decidio reunirse en un lugar diferente a la casa donde residía la joven morena: se trataba de una fuente de soda situada en uno de los sectores más populosos del Centro en donde se decía que vendían los mejores helados de todo el pueblo.
_ Pues créalo de una vez por todas. Yo soy capaz de hacer eso y más. Pero no hablamos más de ese temita. Meterme a esa casa y confrontar a esa vieja cacreca sólo me sirvió para descubrir que mi papá era un infeliz cobarde que se dejaba manejar por la mamá. Hombre a fin de cuentas. Cada vez me convenzó más de que los hombres sólo sirven para hacer estorbo.
_ No hable tan mal de los hombres. Usted tard
e o temprano va a conseguir uno que le mueva el piso - replicó Esperanza mientras saboreaba una enorme copa de helado de vainilla.

De repente alguien apareció para interrumpir su charla. Se trataba de Jacobo, el hermano mayor de una de las compañeras de colegio de las dos jovencitas.

_ Hola muchachas. ¿Cómo están?
_ Jacobo. ¿Hace cuánto que no nos vemos? -dijo Esperanza mientras saludaba de beso al recién llegado.
_ Sí, mijito. Usted ha estado muy perdido últimamente -anotó María Berenice.
_ Es que he estado trabajando -contestó el joven mientras tomaba asiento- Precisamente quiero aprovechar que me las encontré para hacerles una propuesta relacionada con mi trabajo.
_ ¿Qué clase de propuesta? -preguntó Esperanza.
_ A ustedes no les gustaría convertirse en modelos

Al oír eso las muchachas estallaron en risa.

_ Modelos, pero de mal comportamiento será- apuntó la morena.
_ No. Yo estoy hablando en serio. Yo ahora estoy trabajando con una de las agencias de modelos más importantes de la capital. Ellos están buscando nuevas caras, caras frescas.
_ Pero nosotras de modelos no tenemos nada -aclaró Esperanza.
_ ¿Por qué dicen eso? Ustedes son muy bonitas. Además la agencia no está buscando a las típicas modelos de 1.80 y medidas perfectas. Ellos quieren un prototipo más cercano al de la mujer de este país. ¿Qué dicen? ¿No les suena mi propuesta?

Las muchachas intercambiaron miradas cargadas de escepticismo.

_ A mí la verdad no me suena la propuesta. No me lo tome a mal, pero he escuchado muchas historias de muchachas que participan en esas vainas de modelaje y terminan en poder de redes de trata de blancas -explicó Esperanza.
_ Me está ofendiendo esperancita. Yo nunca me prestaría a participar en un delito como ese. La agencia para la que yo trabajo es muy seria, acreditada.
_ Yo de usted lo pensaría Esperanza. Usted sí tendría futuro como modelo -sentenció María Berenice - a mí si eso no me llama la atención. Eso de estar exhibiéndose como un pedazo de carne para que lo morboseen un montón de cerdos asquerosos. No, nada qué ver.
_ Ustedes no se van a tener que exhibir ante nadie. Van a ser modelos de fotografía, de videos. No van a participar en desfiles. Claro, si no quieren -insistió Jacobo.
_ No Jacobo. Qué pena con usted, pero a mí tampoco  me interesa participar en eso. No creemos que tengamos el perfil para ese trabajo.
_ Bueno, las entendió. De todas maneras les dejo mi tarjeta -y le entregó una tarjeta tanto a Esperanza, como a María Berenice- Durante todo el mes de junio vamos a hacer casting, así que si cambian de opinión no duden en buscarme.

Mientras eso ocurría, Yolanda había acudido a urgencias para ser atendido por un médico. Después de mucha espera la consulta tuvo lugar.

_ Dígame señora, ¿en qué la puedo ayudar.
_ Doctor es que desde hace algunos días me salió una erupción extraña en el pecho y quisiera que usted la revisara -explicó Yolanda con un tono que indicaba la verguenza que sentía en ese momento. el médico se puso de pie y le revisó el pecho a la mujer.
_ Señora, todo parece indicar que esta erupción es producto del herpes.
_ ¿Herpes, doctor?
_ Sí, señora. Sabe lo que es, ¿Verdad?
_ Sí claro ... Es una enfermedad de transmisión sexual -dijo la mujer con un tono apesadumbrado y lastimero.
_ Usted está casada, ¿verdad? -preguntó el doctor mientras revisaba la historia clínica en su computador.
_ Sí doctor.
_ ¿Y su esposo es la única persona con la que sostiene relaciones? Perdone si la pregunta suena un poco impertinente.
_ Claro doctor -contestó Yolanda con tono enfático- Disculpe doctor ¿está enfermedad tiene cura?
_ Desafortunadamente no. Cuando el virus del herpes entra en la sangre es imposible de eliminar. Pero no se preocupe, es una dolencia que se puede controlar. Esa erupción desaparecerá al cabo de un par de días y puede pasar mucho tiempo para que reaparezca. Lo que sí me parece importante es que hable con su marido sobre este tema.
_ Por supuesto doctor. Es lo primero que voy a hacer.
_ Le voy a mandar un medicamento llamado aciclovir y otro medicamento para que se aplique en el cuerpo y tiene que venir a control en un par de semanas...

La vida sexual de Yolanda y Horacio era prácticamente inexistente. Pero días atrás la mujer había accedido a tener relaciones con él dada su insistencia. Además ella, como todos los seres humanos, también necesitaba desfogar sus pasiones y saciar su libido. Yolanda regresó a su casa llena de furia y decidida a pedirle cuentas al responsable de que ahora tuviera en sus venas circulando un virus peligroso que no se podía eliminar. Cuando ingresó a la vivienda, la mujer azotó la puerta con rabia atrayendo así la atención de su esposo.

_ ¿Qué pasó? Va atumbar la puerta Yolanda.
_ ¿Dígame con qué vagabunda me está haciendo infiel?
_ De qué está hablando.
_ Fui al médico y dijo que tengo herpes y adivine quién fue el miserable que me contagió de eso. Usted, ¡¿quién más?!

Horacio se quedó impávido ante esa revelación.

_ ¡Pero hable imbécil!¡No se quede callado como una momia! ¡¿Con qué mujerzuela se ha estado revolcando ahh?! Hombre tenía que ser. Todos están cortados con la misma tijera.
_ Si usted me complaciera como esposa yo no tendría que buscar placer en otro lado -espetó el hombre frente a lo cual Yolanda le zampó una cachetada.
_ Eso es en lo único que piensan ustedes, en quién les calme las ganas. Viven en función de eso. A partir de hoy no quiero volver a dormir con usted. ¡No quiero seguir compartiendo la misma cama con un maldito cerdo!

Dicho y hecho. Horacio debió mudarse al cuarto de servicio.


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