domingo, 17 de enero de 2016

LA BASTARDA PARTE 30

MIÉRCOLES 27 DE MAYO

Los esfuerzos de Esperanza por averiguar alguna información sobre un origen fueron inútiles. María Berenice en cambio había logrado encontrar la direcciónd de su abuela, Prudencia Esguerra, y estaba decidida a visitarla y cofrontarla. Aquel miércoles le comunicó telefónicamente a Esperanza sus intenciones.

_ Al menos usted tuvo mejor suerte que yo. Averiguó que su abuela está viva y que además todavía vive en este pueblo. ¿Y qué piensa hacer con esa información?
_ Yo ya se lo dije ayer Esperanza. Voy a ir adonde vive esa señora y voy a tratar de hablar con ella.
_ ¿Y a usted sí le parece buena idea hacer eso? Según su mamá esa señora es una bruja y le hizo la vida imposible a ella. Eso fue lo que usted misma me contó, ¿o no?
_ Quiero que esa señora me dé su versión de los hechos. Estoy en mi derecho.
_ Pues no sé. Es decisión suya. Buena amiga, le tengo que colgar. Tengo que meterme a internet para inscribirme en la Universidad.
_ Mucha suerte con eso amiga. Estamos Hablando.

Tras despedirse María Berenice colgó el teléfono. Su mamá apareció en escena.

_ ¿Con quién hablaba mija?
_ Con Esperanza mamá.
_ Últimamente le dedica mucho tiempo a su amiga. Ayer se la pasaron toda la tarde frente a ese computador. ¿Qué andaban haciendo?
_ Averiguando cosas sobre la carrera que Esperanza quiere estudiar. Hoy son las inscripciones.
_ Y a propósito de eso, ¿usted no piensa ponerse a estudiar algo hija? Debería averiguar alguna carrera que le interese.
_ Mamá, usted sabe que a mí no me fue tan bien en las pruebas de EStado como a Esperanza. Así que seguramente no me van a admitir en una UNiversidad pública. Y ustedes no tienen los recursos suficientes para pagarme una Universidad privada, ¿o sí?
_ Podemos hacer el esfuerzo para hacerlo. Pero usted no se puede quedar sin hacer nada.
_ Está bien mamá, pero seguimos hablando de eso más tarde. Tengo que arreglarme porque voy a salir.
_ ¿Adónde va?
_ A encontrarme con una amiga del colegio que hace rato no veo.

Lo de la amiga del colegio era una mentira. María Berenice pensaba visitar la casa de prudencia Esguerra para intentar hablar con ella. Se arregló, salió de su casa, tomó un taxi que la llevó a la dirección indicada. La mujer a quien pensaba rendirle cuentas vivía en una auténtica mansión. No en vano pertenecía a la familia más rica de ese miserable pueblo. Sin dudarla, la morena tocó el timbre de aquella majestuosa casa y uno de las sirvientas salió a su encuentro.

_ ¿Qué se le ofrece niña?
_ Estoy buscando a la señora Prudencia Esguerra.
_ Ahhh, usted viene por lo del clasificado que pusimos en el periódico buscando muchacha del servicio.

En el rostro de María Berenice se dibujó un gesto de extrañeza, pero decidió seguirle el juego a la señora.

_ Sí... Sí -respondió dudosa- Vengó por lo del clasificado.
_ Ahh bueno, entonces siga.

Más facilmente de lo que imaginaba la intrépida muchacha logró acceder a la mansión de su supuesta abuela y en cuestión de segundos quedó deslumbrado con el lujo que rebosaba en cada resquicio de esa amplia vivienda.

_ ¿Y tiene experiencia como empleada doméstica? -preguntó la mujer que había recibido a maría berenice en la entrada de la casa.
_No- contestó la muchacha de nuevo de manera dubitativa- No tengo experiencia trabajando en casas diferentes a la mía. Pero toda la vida me he hecho cargo de los oficios de mi casa. Sé planchar, lavar, sé hacer aseo y tengo muy buena sazón.
_ Pero el problema es que la dueña de esta casa está nececitando a alguien con referencias acreditadas.
_ Yo le garantizo que soy una excelente empleada. Yo sólo quiero que me den una oportunidad.
_ Usted no es de este pueblo, ¿cierto?
_ Yo sí nací aquí. Pero mi abuela y mi mamá son de la costa pacífico. Llegaron a este pueblo a probar suerte.
_ Hágamos una cosa. Yo hablo con doña Prudencia para que la entreviste y que ella sea la que tome la decisión.

Aquella ama de llaves le explicó a la odiosa prudencia que una muchacha negra sin experiencia aspiraba a convertirse en la nueva empleada de servicio.

_ ¿Una negra me dice? Usted sabe que a mí los negros no me gustan -espetó la amargada patrona de la casa arrellanada en la silla del tocador de su alcoba.
_ Pero esta muchacha me inspira confianza. Además las mujeres de esa raza salen muy buenas empleadas. Y por el otro lado las otras muchachas que han venido por el clasificado... no sé... me parecen que no dan la talla.
_ Claro que las negras son buenas para empleadas de servicio, de hecho creo que es para lo único que sirven. Está bien, confío en su buen ojo. Voy a hablar con esa muchacha y si me gusta la contratamos.

Prudencia acudió al encuentro de la muchacha sin saber que era su nieta. Y empezó a entrevistarla.

_ Voy a ser muy claro con usted niña. No me gustan ni el desorden, ni el relajo, ni los chismes. Las personas que trabajan aquí deben mostrar un excelente comportario. Ahh y algo muy importante, deben ser personas muy aseadas, que se bañen, que huelan bien. ¿Será que usted puede cumplir con esos requisitos? -preguntó sarcásticamente la dueña de la casa.
_ ¡Claro! Yo soy muy limpia y muy ordenada.
_ Pues hagamos una cosa. Usted va a empezar a trabajar aquí, pero va a estar en un periodo de prueba. Si le va bien puede seguir trabajando. Pero si comete el más mínimo error se va a tener que ir de aquí.
_ Me parece bien. Yo le garantizó que voy a ser una excelente empleada.
_ Doris -así se llamaba la ama de llaves- consígale un uniforme de su talla a esta niña y que empiece a trabajar hoy mismo.

Entretanto Horacio había decidido acudir a uno de sus lugares favoritos: el viejo burdel regentaba por Débora Medina, la otrora mejor amiga de Martha Pelaez Cancino. Era el prostíbulo más exclusivo de aquel pueblo y en él Horacio desfogaba todas las perversiones y daba rienda suelta a sus excentricidades sexuales, imposibles de aplicar con su amargada esposa.

_ Horacio, hace mucho tiempo que no lo veía por aquí- comentó débora.
_ Ya ve. Tarde o temprano las necesidades de la carne lo empujan a uno a acudir a este lugar -respondió el profesor.
_ Me imagino que necesita carne fresca, joven.
_ Usted sabe cuáles son mis gustos.

Débora llamó a una jovencita de apenas 17 años recién cumplidos se la presentó al viejo Horacio y luego éste se la llevó a una de las habitaciones. En la intimidad de aquel cuarto el profesor de sociales le hizo el amor a la muchacha con violencia y salvajismo, desfogando así las energías que debía reprimir frente a su esposa.

_ ¿Usted siempre es así de ordinario? -cuestionó la jovencita luego de terminada la faena sexual.
_ Yo le pagó para follar, no para que me dé sus opiniones -replicó el hombre con ligera molestia.
_ Le puedo hacer una pregunta. ¿quién es esa tal Esperanza que mencionó tantas veces? ¿Es su mujer?

En casa de Prudencia María Berenice se aprestaba ya para iniciar labores como nueva empleada del servicio.

_ ¿le quedó bueno el uniforme? -preguntó Dorid, la ama de llaves.
_ Sí señora -contesto la morena mientras terminaba de ajustarse el uniforme.
_ NUnca me imaginé que doña Prudencia la contratara tan rápido. Yo pensé que este proceso iba a ser muy demorado. ES que ella es un poco complicadita. No se lo digo por asustarla, simplemente se lo digo para que esté preparada.
_ ¿Y usted lleva trabajando muchos años con ella?
_ Como 15 años más o menos.
_ ¿Y ella vive sola aquí? ¿No tiene esposo, hijos?
_ Ella enviudó hace mucho tiempo. Antes de que yo llegara a trabajar aquí. Y su único hijo falleció hace muchos años en un accidente de tránsito... Pero bueno, necesito que le lleve este café a la señora. A esta hora siempre toma café.

María Berenice se dirigió con la bebida a la habitación de su abuela.

_ Buenas tardes señora. Le traigo su café.
_ Déjelo en esa mesa.
_Sí señora -exclamó la joven y después se quedó estática frente a la señora Prudencia.
_ ¿qué pasa? ¿Por qué me mira así?
_ Por nada señora. Si quiere me retiro.
_ No. Espere. ¿Sabe? hay algo en su cara que me resulta familiar y no se qué es -Prudencia se levantó de la silla y se aproximó a la mesa donde reposaba la taza de café. Luego bebió un sorbo.
_ ¡Maldita sea! ¡Este café esta muy dulce! -exclamó la señora.
_ Pero si no le echamos azúcar.
_ Si yo digo que está dulce es porque lo está, ¿o me está diciendo que soy una mentirosa? Llevése ese café de aquí.

La joven recogió la tazá, la depositó en la bandeja pero producto de los nervios lo que sostenía en las manos se cayó al piso. La taza se rompí y su contenido manchó la alfombra.

_ ¡Negra estúpida, mire lo que hizo!
_ Perdón señora. Fue un accidente.
_ ¡Accidente! ¡Negra idiota! Ya sabía que era mala idea contratar a una negra para trabajar en esta casa.
_ Tampoco es para tanto señora.
_ ¿que no es para tanto, estúpida? Esa alfombra es finísima y ahora usted la daño manchándola de café.
_ Sí, pero tampoco es para que me humille así - exclamó la joven y dio media vuelta para macharse. Prudencia la tomó de un brazo.
_ adónde va que yo no he terminado. ¿Cómo va a ser para pagarme esa alfombra maldita mojona?
_ Métase su alfombra por el culo.
_ ¡Negra insolente! ¡Negra vulgar! A mi me no me hable así -exigió Prudencia y luego le própinó una cachetada a María Berenice- Todos los negros están cortados con la misma tijera. Todos son unos mandriles ordinarios. Yo no sé qué diablos tiene que hacer una negra como usted en un pueblo del interior. ¿por qué no se quedan en las zonas costeras que es donde deben estar? Maldita sea la hora en que abolieron la esclavitud en este país, porque ustedes los negros debieron quedarse para siempre como eso, como esclavos, como animales sin alma.
_ Mi mamá tenía toda la razón. Usted es una bruja racista.
_ ¿quién es su mamá? - preguntó Prudencia con un rostro lleno de sorpresa y confusión.
_ Averigue señora.

María Berenice descendió al primer piso con el rostro empapada por las lagrimas, mientras prudencia  le exigía que le aclarara quién era ella. Como un rayo la muchacha se quitó el uniforme, se puso su ropa y proceció a abandonar esa casa. Justo en ese instante Prudencia la interceptó. Doris, la ama de llaves, era testigo mudo de toda la escena.

_ Le exijo que me diga quién es usted.
_ ¿De verdad quiera saber? Pues soy su nieta señora. La hija de su hijo eduardo.
_ ¡Eso no puedo ser! -exclamó la señora menando la cabeza en señal de negación.
_ Sí puede. Vine aquí a averiguar sobre mi pasado. A conocerla usted. Y ya que la conocí todo me quedó muy claro. No quiero volverla a ver nunca más en la vida señora.
_ ¡Lárguese de mi casa! ¡Lárguese de mi casa ahora mismo!- exclamó la mujer para luego estar a punto de desvanecerse. Doris la tuvo que sostener.
_ Vieja loca.

Al mismo tiempo que todo ese drama se desarrollaba, Esperanza culminaba su proceso de inscripción a la Universidad.

_ Entonces es un hecho Esperanza. Usted se va para la capital -le preguntó Horacio.
_ Sí Horacio. Esa decisión no tiene reversa. Yo ya no quiero vivir más en este pueblo. Desde que se murió el padre Epifanio la energía de este pueblo se me hace más pesada, más corrupta. Aquí nadie tiene futuro ni porvenir.
_ Sí, fue muy lamentable lo que le pasó a ese cura. Pues Esperanza si su decisión es irreversible no nos queda de otra que desearle éxito. Nos va a hacer mucha falta en esta casa -anotó Horacio no muy convencido de sus palabras.

María Berenice retornó a su casa y ante la evidencia de que había estado llorando no le quedó más remedio que contarles a su mamá y a su abuela lo que había hecho.

_ ¿que usted hizo qué? - reclamó Ebelia.
_ Mijita, ¿usted se está enloqueciendo. ¿Cómo se le ocurre meterse a la casa de esa señora? -agregó Berenice.
_ Yo necesitaba saber la verdad. Ustedes nunca han querido decirme qué pasó con mi papá y yo necesitaba hablar con esa señora.
_ ¿Y qué fue lo que le dijo esa bruja como pa que la hiciera llorar? -indagó Ebelia.
_ Me dijo cosas horribles mamá. Me humilló de la peor manera.
_ Esa bruja me va a oír. Voy a ir a hablar con ella -anunció Ebelia.
_ ¿para qué mija? - discrepó Berenice- Nosotros no tenemos nada que hablar con esa señora. Si a estas alturas de la vida esa señora no ha cambiado y sigue siendo la misma arpía de siempre, pues nunca va a cambiar. Y usted María Berenice nos tiene que jurar que nunca más va a buscar a esa señora. Convénzase de que su única familia somos su mamá y yo. Convenzase de eso.
_ ¿Esa señora tuve que ver en que mi papá nos abandonara? ¡Respóndame por favor!

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