miércoles, 25 de noviembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 12

Había pasada alrededor de un mes después de que Marta se entregó a Oliverio Esguerra y la situación en casa de las Peláez Cancino era cada vez más tensionante. Ni Alicia, ni Yolanda entendían la extraña decisión de Marta de quedarse en el pueblo renunciando a sus estudios y a su vida en la capital. Con el pasar del tiempo cualquier situación en la que coincidían las tres mujeres desembocaba irremediablemente en una confrontación.

_ Definitivamente este país se llenó de mafiosos - opinó con amargura Yolanda mientras sostenía un periódico que estaba leyendo. Ella se encontraba desayunando en la cocina en compañía de su madre y su díscola hermana.
_ ¿Por qué lo dice mija? -preguntó la vieja Alicia.
_ Mire el periódico Mamá. El 80% de las noticias es sobre narcotraficantes. Y eso no es nada basta ver cómo este pueblo se ha llenado de esos personajes y también de viciosos -respondió Yolanda.
_  ¡Ay Mija, a mí me da tanto pesar de ver cómo la juventud se está perdiendo por ese maldito vicio! -se lamentó la vieja Alicia.
_ No veo cuál es el escándalo -interrumpió Marta- Consumir droga es una decisión personal de cada quién. Si de verdad quieren que este país no se llene de mafiosos, pues la solución es fácil: que legalicen la droga. Así el negocio deja de ser rentable.
_ Mija, habla como si consumir esa hierba fuera lo más normal del mundo. Esa hierba mata y envenena a los muchachos - replicó Alicia.
_ No pierda su tiempo Mamá. Queda claro que desde que se fue a estudiar a la capítal los principios morales de mi hermanita se volvieron muy flexibles- dijo Yolanda con tono de reproche.
_ Esas son las ventajas de salir de este pueblo mojigato y miserable y conocer el mundo, hermanita - contestó Marta.
_ Si este pueblo le parece tan mojigato y miserable ¿por qué insiste en quedarse aquí? ¿Qué es lo que la tiene amarrada?

Marta emitió una risita hipócrita y le contestó a su hermana.

_ ¿De verdad está tan intrigada, hermanita? No se preocupe que...

Marta no pudo continuar. Se había puesto de pie y de inmediato un mareo la hizo tambalear

_ ¿Qué le pasa Marta? -exclamó preocupada Alicia mientras intentaba sostener a su hija.
_ Me dio un mareo... Tengo ganas de vomitar...

Yolanda y su madre sólo se limitaron a intercambiar miradas de sorpresa.

_ ¿Y desde cuándo siente esos mareos? -le preguntó Débora a su amiga. Ambas se habían reunido como de costumbre en aquel viejo café.
_ Desde hace una o dos semanas.
_ Marta, ¿qué tal que esté embarazada?
_ Eso es lo que yo estoy sospechando.
_ Tiene que hacerse una prueba de embarazo... Y si llega a estar embarazada, ¿qué va a hacer?
_ No sé. Jamás ha estado en mis planes tener un hijo.
_ ¿Y ese hijo sería de su cuñado?
_ No sé.
_ ¡¿Cómo así que no sabe?!
_ Yo con Fabio siempre me he cuidado. Yo sospecho que podría ser de su amigo, Oliverio Esguerra.
_ ¡¿Usted no se cuidó cuando estuvo con Oliverio?!
_  Hable más pasito -dijo Marta tratando de reducir al máximo el volumen de su voz- Esa noche yo estaba muy tomada. Me deje llevar por el impulso y no me cuide.
_ Bueno pero no nos adelantemos a lo hechos. Primero debe ir al médico y salir de dudas. Y si llega a estar embaraza la solución es simple. Aborte y ya.

Ese mismo día Marta acudió a un galeno para confimar o descartar sus sospechas. Se hizo los exámenes de rigor que al final diagnosticaron que en efecto la mujer estaba encinta.








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