sábado, 21 de noviembre de 2015

LA BASTARDA PARTE 11

Ese fin de semana Marta se aprestaba a acudir a la invitación que le había hecho su gran amiga Débora. Desde que había tomado la decisión de quedarse en el pueblo para sostener su romance clandestino con Fabio, la futura politóloga se había dedicado a a vivir una vida disipada de salidas que no podía justificar y rumba intensa y constante. Lejos estaba de imaginarse Marta que esa noche conocería a una persona que le daría un giro radical a su historia.

_ ¿Otra vez se va de rumba Marta? -le dijo la vieja Alicia a su hija quien ya estaba a punto de abrir la puerta para marcharse.
_ Sí Mamá. Otra vez.
_ Es el colmo. Desde que se le ocurrió esa estúpida idea de renunciar a sus estudios y quedarse aquí en el pueblo no ha hecho más que callejear y pasársela de fiesta en fiesta.
_ Yo ya estoy muy grandecita para esos sermones madre querida. Hace rato que cumplí la mayoría de edad y puedo hacer lo que me plazca.
_ No señora. No me salga con ese cuento. Mientras usted viva en esta casa  no puede hacer lo que se le venga en gana. Dígame qué le pasa Marta. Usted estaba tan entusiasmada con sus estudios, con su trabajo allá en la capital. ¿Por qué de un momento a otro le dio por tirar por la borda todo?.

Marta se dio media vuelta, miró fijamente a su madre y decidió responderle.

_ Ya le dijo que es una decisión temporal. Más adelante voy a retomar mis estudios y mi vida en la capital. Pero mientras tanto tengo razones poderosas para quedarme en este pueblo.
_ ¿Qué razones?
_ En su momento lo va a saber. Y me voy. Ya se me hizo tarde.
_ ¿A qué horas piensa llegar?

Marta no contestó y cerró la puerta antes de salir.

_ ¿Otra vez Marta y sus salidas Mamá? ¿Qué es lo que le está pasando a mi hermana? Se está comportando como si fuera una adolescente -opinó Yolanda quien había aparecido de improviso.
_ No sé. Se enloqueció completamente.
_ A mí esto me da muy mala espina. No sé por qué, pero me da pesíma espina.

El punto de encuentro de Marta y Débora era el bar más exclusivo del pueblo el cual según las malas lenguas pertenecía a personajes involucrados en negocios non sanctos.

_ ¿Qué le parece este lugar Marta? - le preguntó Débora a su amiga alzando la voz para hacerse entender en medio del bullicio reinante. Ambas habían tomado asiento en una de las mesas del sitio.
_ Agradable. No me imaginé que en este pueblo se pudiera encontrar un lugar así. Se parece a los que hay en la capital.
_ Es que la inversión de la hierba mugen se nota.
_ ¿Este sitio es de propiedad de algún mafioso o qué?
_ Más o menos... ¿Y qué? ¿Cómo va su coloquio amoroso con su cuñado?
_ Excelente amiga. Yo cada día siento que estoy más enamorada de ese hombre.
_ ¿Y hasta cuándo va a mantener ese romance oculto? ¿No le da miedo que su hermana empieza a sospechar?
_ Yo no sé Débora, pero yo no quiero seguir mi relación con Fabio a escondidas...

Un hombre interrumpió la charla con un "buenas noches". Era el amigo que Débora le iba a presentar a Marta.

_ Hola querido. Lo estábamos esperando -aseguró Débora mientras se ponía de pie y saludaba de beso al recién llegada- Ella es Marta, la amiga de la que le he hablado.
_ Mucho gusto. Marta -saludó ella extendiéndole su mano al desconocido- Cómo está.
_ ¿Qué cómo estoy? Pues muy intrigado por conocerla. Débora me ha hablado mucho de usted. Mucho gusto. Mi nombre es Oliverio Esguerra -se presentó el hombre mientras tomaba asiento - ¿Y qué desean tomar? Yo invitó.
_ Perdón mi curiosidad, ¿pero usted es de los esguerra...? -interrogó Marta
_ Sí. Yo soy hijo Arturo Esguerra.

Arturo Esguerra era un hombre muy conocido en La Esperanza. No era para menos siendo uno de los personajes más adinerados de ese pueblo. Desde joven se había dedicado a la ganadería, negocio que le había reportado jugosos dividendos.Su hijo, Oliverio Esguerra, no se distinguía por ser muy guapo, pero había algo en él que lo hacía atractivo para las mujeres. Quizás era su chequera. Quizás era su hombría la cual infundía respeto. Lo cierto es que Marta cayó en sus redes. Esa misma noche se entregó a ese hombre con la misma pasión con la que se entregaba a Fabio.

_ Ya acuéstese Mamá. Marta va a terminar llegando al amanecer como siempre que se encuentra con sus amigotes -le aconsejó Yolanda a la vieja Alicia.
_ ¿Usted por qué dice que le da mala espina la actitud que ha tomado su hermana?
_ No sé, es como una intuición. No me gustan las deciciones que ella está tomando. Pero es la vida de ella Mamá. Tampoco nos podemos atormentar por eso.

La vieja Alicia se había abstenido de mencionarlo, pero en ese mismo instante una mala corazonada no la dejaba estar tranquila. Sentía que algo muy grave y muy peligroso estaba a punto de torcer el destino de su familia.









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