jueves, 25 de febrero de 2016

LA BASTARDA PARTE 43

MIÉRCOLES 17 DE JUNIO

_ ¿es que no piensa probar bocado?- Le preguntó Oliverio a Esperanza quien se negaba a salir de su habitación.
_ Ya le dije que de usted no quiero nada- contestó ésta lanzando por los aires la bandeja con la comida ofrecida por su verdugo.
_ ¿Hasta cuándo va a seguir con esa actitud? No pierda su tiempo. Puede hacer todos los berrinches que quiera, pero de esta casa no sale.
_ Y usted me puede tener aquí secuestrada todo el tiempo que quiera, pero de mí no va a conseguir nada. Yo no voy a permitir que me haga nada, que me toque un pelo.
_ Si yo quisiera obligarla a hacer algo hace mucho que lo hubiera hecho. Piense un poquito niña. Reflexione y se va a dar cuenta que haberme conocido a mí es lo mejor que le pudo haber pasado en su triste vida.

Pasaron dos días y Esperanza siguió sin comer lo que repercutió negativamente en su salud, tanto así que terminó desvaneciéndose tras tener otro enfrentamiento con Oliverio. Hubo necesidad de que su secuestrador la llevara a una clínica para que recibiera asistencia médica. Pero él se cuidó de evitar que aquella presa que consideraba de su propiedad  tuviera opción de comunicarse con el mundo exterior y  pedir ayuda.

_ ¿Dónde estoy? -preguntó Esperanza luego de despertar y darse cuenta de que estaba en el hospital.
_ Esta en la Clínica. La tuvieron que traer por un cuadro de deshidratación severa- le respondió la enfermera.
_ No recuerdo nada.
_ Es obvio. Me dicen que usted llevaba varios días sin comer.

Poco a poco la joven recuperó la conciencia y se percató de que aquella era la oportunidad para alertar a alguien conocido acerca de lo que le estaba pasando.

_ ¿Dónde está ese tipo? ¿Oliverio?
_ Necesita hablar con él.
_ ¡NO! Señorita usted me tiene que ayudar. Ese señor me tiene secuestrada. Usted le tiene que avisar a la policía.
_ La noto muy inquieta. LO mejor es que descanse.
_ No. Yo necesito que usted me ayude. Ese señor es un criminal. Está loco. Yo estoy corriendo peligro.
_ Por favor, traté de comunicarse con una persona. Se llama María Berenice Contreras. Si quiere anote el teléfono.
_ Hagamos una cosa: deme el telefono y yo me trató de comunicar con esa persona.

La enfermera apuntó el número telefónico -o al menos representó la pantomima de que lo hacía- y luego e marchó. Minutos después ingresó a la habitación Oliverio Esguerra.

_ Ya me informaron que se quería escapar y que me quería denunciar. Pues lamento mucho frustrarle sus planes, pero eso no se va a poder.
_ ¡Usted es un miserable!
_ Ya se lo advertí. Prácticamente yo soy el dueño de este pueblo. Siempre me salgo con la mía... Lo mejor es que no me vuelva a hacer pasar estos sustos. De ahora en adelante se tiene que portar bien, comer con juicio para que no se vuelva a enfermar.
_ No sea cínico. Si yo me enferme fue por su culpa. Y me voy a seguir negando a comer. Prefiero morirme de hambre antes que seguir viviendo con usted.
_ ¡Es increíble! Ni siquiera postrada en la cama de un hospital pierde los bríos.

Era sábado y el pequeño Pablo cumplía con su papel de monaguillo. Después de misa el padre Honorio invitó al niño a la casa cural.

_ Está siendo calor, ¿no?
_ Un poquito.
_ ¿Qué te parece si tomamos una ducha, juntos.
_ ¡No! ¡¿Cómo se le ocurre?!
_ ¿Qué tiene de malo? Simplemente vamos a refrescarnos por este calor.
_ Mejor no.
_ Bueno. Está bien. Hablemos de otra cosa. Has vuelto a sentirte atraído por alguno de tus compañeritos.
_ No quiero volver a hablar de eso.
_ ¿Por qué? Eso no tiene nada de malo. Yo también he sentido lo mismo. Es más, no te gustaría que te enseñara cosas que te van a gustar mucho. Te voy a mostrar algo muy interesante.

Fue así como se consumó el abuso en contra del pequeño Pablo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario