miércoles, 10 de febrero de 2016

LA BASTARDA PARTE 39

JUEVES 11 DE JUNIO

Más rapido de lo previsto llegó el momento de partir hacia la capital. Pero Esperanza aún se sentía inquiera pues su institinto le decía que aquella maravillosa propuesta laboral escondía algo muy turbio. Ella estaba dispuesta a ser partícipe de esa locura ya que sentía que no tenía nada más que perder, pero sus escrúpulos morales no le permitían exponer junto con ella a la ingenua María Berenice. Esos escrúpulos la empujaron a alertar a Berenice vía telefónica sobre lo que estaba pasando.

_ Doña Berenice, ¿Cómo le va? Habla con Esperanza.
_ ¿Mijita y usted cómo está?
_ Bien doña Berenice. Llamo para informarle algo muy importante. Más bien llamo a pedirle un gran favor.
_ Claro mija, dígame qué necesita.
_ Por favor no dejen salir hoy a María por nada del mundo.
_ ¿Cómo así? ¿Por qué mija?

Esperanza le explicó a sus interlocutores los pormenores de lo que estaba pasando.

_ Mijita, ¿y a usted no le parece peligroso hacer ese viaje?
_ Me parece muy peligroso y por eso no quiero que María me acompañe. Ella lo hace por no dejarme sola, pero no quiero que pase un mal rato por mi culpa.
_ ¿Y usted sí está dispuesta a meterse en la boca del lobo? Usted sabe cómo está este pueblo de caliente y que ese dichoso trabajo puede terminar siendo para...
_ Yo lo sé doña Berenice, pero voy a tomar el riesgo. Necesito conseguir dinero rápido para salir de este atolladero en el que estoy metida. Además me han dado buenas referencias de ese trabajo. Pero de cualquier forma no quiero meter a María en esto, ni ponerla en riesgo. Como ya le dije, ella lo hace para no desprotegerme. Pero yo prefiero hacer esto sola.

Horas después y creyendo que estaba sola en casa, María intentó salir de su casa de forma subrepticia y con una maleta a cuestas. Sin embargo Ebelia y Berenice la detuvieron cuando cruzaba la puerta, frustrando así sus planes.

_ ¿Usted para dónde cree que va? -preguntó Ebelia.
_ Esperanza necesita más ropa y yo voy a llevársela.
_ No sea mentirosa María que nosotras ya sabemos para dónde es que pretende ir, pero de esta casa no sale.

A bordo de una pequeña van alrededor de cinco muchachas, incluida Esperanza, viajaban para cumplir su cita con el destino. Se trataba de niñas ingenuas, ambiciosas, convencidas de que la vida ofrece las grandes oportunidas servidas en bandeja de plata.

_ ¿Y usted cómo se llama?
_ Esperanza.
_ Mucho gusto yo me llamo Mayte -indicó una de esas jóvenes mientras le ofrecía la mano a ESperanza.
_ ¿Y está emocionada?
_ Pues sí -contestó Esperanza no muy convencida.
_ Pues no se le nota para nada. Yo en cambio estoy que brinco de una pata de la dicha. Usted se imagino que nos suene la flauta y nos vaya bien haya en la capital. Que nos volvamos famosas y nos llenemos de plata. Yo sí le pido a diosito que nos vaya muy bien.

Encerrada en su cuarto y echada sobre su cama, María no hacía otra cosa que reclamarle a su madre y a su abuela.

_ ¿Ustedes hasta cuándo pretenden controlarme la vida?
_ ¡Por favor María reaccioné! Entonces un día de esto a Esperanza le da por tirarse desde un quinto piso y a usted le da por hacer lo mismo -alegó Ebelia- Entiendo que si hacemos lo que hacemos es por su bien.

Después de unas horas de viaje Esperanza y sus acompañantes arribaron a una finca a las afueras de la capital.

_ Bueno muchachas bájense- ordenó Jacobo.
_ ¿Por qué vinimos a este sitio? -preguntó Esperanza.
_ Porque aquí es dónde van a vivir de ahora en adelante.
_ ¿Cómo así? ¿Aquí es donde nos van a tomar las fotos? -preguntó Mayte.
_ Bueno, entren a la finca para explicarles qué es lo que vamos a hacer. ¡Pero moviéndose que es pa' hoy! -gritó el hombre.

Dentro de las finca se encontraba Débora quien esperaba a las muchachas para revelarles cuál era la razón de su presencia en ese lugar.

_ Bueno niñas. Necesito que se arreglen y se maquillen bien bonitas porque en unas horas llegan los primeros clientes -dijo con frialdad la mujer.
_ ¿Cómo así que los primeros clientes? - preguntó Esperanza.
_ Así como lo oyó niña. Pero antes de que se arreglen necesito que me entreguen sus papeles, sus celulares. Mejor dicho, entréguenme todo lo que trajeron con ustedes.
_ ¿Y eso para qué? Le exijo que nos digan para qué nos trajeron aquí -insistió Esperanza.
_ Usted aquí no exige nada niña. ¿Que a qué las trajimos?: pues a trabajar. ¿No era eso lo que ustedes querían.
_ ¿Trabajar en qué? -preguntó Esperanza visiblemente enojada.
_ ¿Hay que explicárselo en plastilina o qué? Vinieron aquí a putear. Así o más claro.

Las muchachas reaccionaron entre sorprendidas, angustiadas e indignadas. Luego Débora le ordenó a los hombres que se encontraban ahí que requisaran a las jóvenes y decomisaran todas sus pertenencias. Mientras forcejeaba con uno de esos hombres Esperana le reclamó a Jacobo.

_ ¡Usted es un maldito Jacobo! ¡Me engañó!. ¡Me juro que esto no era trata de blancas y resultó mentiras! Lo maldigo rata asquerosa.
_ ¡pero qué escandalosa es esta niña! -señaló Débora.
_ Ella es la sorpresita que nos pidió el patrón -explicó Jacobo.
_ ¡Ah sí! Muchachas traigánla a la oficina que necesito hablar con ella.

Los hombres cumplieron la orden de Débora y llevaron a Esperanza ante su presencia.

_ Usted es muy afortunada niña.
_ ¿Afortunada por qué? ¿Porque me tienen secuestrada y me van a obligar acostarme con quién sabe qué hombres?
_ No. Usted aquí no se va a dedicar a hacer lo mismo que ese resto de vagabundas. Se va a limitar a atender la barra. No va a tener contacto con ninguno de los clientes -explicó Débora mientras miraba el documento de identidad de la mujer que tenía en frente- Esperanza Parra Peláez se llama. Ese nombre me suena familiar. ¿Quiénes son sus papás?
_ Eso a usted no le importa.

Al caer  la noche Débora y Jacobo compartieron impresiones sobre lo ocurrido en el transcurso del día.

_ ¿Y qué le pareció la sorpresita que le tenemos al jefe? BOnita, ¿no?
_ ¿Esa niña de quién es hija?
_ Hasta donde tengo entendido es huérfana o algo así. Se crío con la abuela que falleció hace poco y una tía.
_ No me lo va a creer, pero yo ya conocía a esa niña.





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