sábado, 31 de octubre de 2015

LA BASTARDA PARTE 4

La familia Peláez Cancino residía en La Esperanza desde hace muchos años. El papá de Yolanda y Marta, Héctor Peláez, había sido un hombre muy conocido y querido en todo el pueblo que se había granjeado la fama de haber formado una familia sólida y ejemplar. Había conocido a la vieja Alicia cuando ésta no era más que una campesino rústica y desarrapada que cargaba un gran peso en la conciencia: haber abandonado al primer vástago que parió. Ese era un secreto que la anciana mujer guardaba celosamente. La familia Peláez Cancino vivía en un barrio de clase media de La Esperanza y había establecido un gran vínculo con sus vecinos más próximo: la familia compuesta por Berenice Contreras, una mujer de raza negra que se distinguía por su simpatía y generpsidad, y su hija Ebelia. Ese día Berenice decidió visitar a sus vecinas porque sabía que la vivaracha Marta había retornado al pueblo.

_ Como está de linda Martica. Le ha sentado muy bien su estadía allá en la capital -sentenció con franqueza la negra Berenice.
_ Gracias doña Berenice. Usted también está muy bonita. Y cuénteme, ¿cómo está ebelia?
_ Muy bien Martica. Feliz con su novio. Ella también se va a casar como su hermana Yolanda.

En ese instante Yolanda se inmiscuyó en la conversación.

_ Deberíamos ponernos de acuerdo y casarnos las dos parejas en una sola ceremonia.
_ ¿Y eso se puede hacer? Yo sólo he visto que pasa en la televisión -anotó con ironía Yolanda.
_ Claro que se puede. Y no sería mala idea. Nos ahorraríamos una buena platica.

Sin embargo no todo marchaba tan bien como lo describía la negra Berenice. Cierto era que su hija Ebelia y su futuro yerno, Eduardo, estaban muy enamorados, pero había un obstáculo para la felicidad de la pareja: la madre del novio, Prudencia.

_ No sé cuándo diablos usted va a entrar en razón Eduardo. La idea de ese matrimonio es un disparate. Usted no puede casarse con esa negra.
_ Mamá, ¿otra vez con lo mismo?. Siempre que vengo a visitarla me sale con la misma perorata. Convénzase de que yo quiero a Ebelia y ese matrimonio es una realidad.

En efecto, cada que Eduardo visitaba a su madre en su vieja casa situada en el sector más exclusivo de La Esperanza, debía soportar los intentos de ésta por disuadirlo de casarse con su prometida.

_ Eduardo, hijo -decía la mujer mientras posaba sus manos sobre los brazos de su hijo- Tiene que recapacitar esa no es mujer como usted. Usted se merece alguien mejor, alguien que esté a nuestro nivel.
_ Y alguien que sea de raza blanca, supongo.

En ese momento la mujer se separó de su hijo y adoptó una postura que revelaba su incomodidad.

_ Pues sí. Si vamos a hablar a calzón quitao yo no concibo la idea de que se case con una negra. La raza negra es una raza inferior.
_ Es increíble mamá que a estas alturas exista gente con semejantes prejuicios tan ridículos.
_ ¿Prejuicios? Mire la realidad a su alrededor. Le parece casualidad que el áfrica que está lleno de negros sea el continente más pobre y atrasado. Que todos los lugares donde viven negros están llenos de pobreza y corrupción. Eso no es coincidencia. Eso pasa porque los negros son brutos, primarios, se dejan llevar por sus instintos.
_ ¡Mamá por favor!
_  Y además de eso los negros son malos, son traicioneros y no respetan ni a los de su propia raza.
_ Ya fue suficiente. Tal parece que usted nunca va a cambiar de opinión, pero yo tampoco pienso cambiar mi decisión. Quédese sola con su amargura Mamá, yo me voy y creo que por mi tranquilidad no la voy a volver a visitar.

Al oir esas palabras el rostro de Prudencia se llenó de Colera.

_ ¿Usted le va a dar la espalda a su propia madre por una negra? Recapacite esa mujer es una advenediza que sólo lo busca a usted por nuestro dinero.
_ Ya no pienso escucharla más, Mamá. Diga lo que diga yo no pienso cambiar de opinión. Y si todos nuestros encuentros van a terminar con sus mismos dircursos ridículos, lo mejor es que yo no vuelva por aquí.
_ ¡Eso! ¡Váyase! Dele la espalda a su propia sangre por irse detrás del culo de ese mojón. Pero ni crea que yo voy a permitir que usted sea case con esa mujer. Voy a hacer hasta lo imposible por evitar ese matrimonio. ¡Primero muerta antes que emparentar con una negra!


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