martes, 27 de octubre de 2015

LA BASTARDA PARTE 2

Y llegó finalmente el día en que Marta se encontraría con la persona que cambiaría el rumbo de su vida y la de su familia. Todo está dispuesto para el almuerzo. Finalmente  el invitado llegó a la casa de la familia Peláez Cancino. Yolanda no había exagerado con la despripción que había hecho de su prometido; Marta pudo constatar que en efecto era un hombre que atraía en todos los sentidos. Finalmente pasaron a la mesa.

_ ¿Y cuánto tiempo planea quedarse aquí en el pueblo? -le preguntó Fabio a la que supuestamente se convertiría en su nueva cuñada.
_ Pienso quedarme un par de semanas -contesto ella.
_ ¿Y qué esta estudiando en la Capital?
_ Ciencias Políticas.
_ ¿En qué universidad?
_ En la Universidad Estatal de Cabo Esmeralda.

En ese instante Yolanda interrumpió la conversación entre su prometido y su hermana:

_ Fabio también es egresado de esa Universidad. Es administrador de empresas.
_ Muy buena universidad -anotó el hombre- Entrar allá no es fácil. La felicito. Estudiar en esa Universidad abre muchas puertas.
_ Sí, yo sé. Yo casi no lo creo cuando me enteré que había sido admitida. ¿Y usted trabaja Fabio? -inquirió Marta.
_ Trabajo en un negocio familiar.
_ Martica siempre ha sido una niña supremamente inteligente. En el colegio siempre sacaba las mejores notas. Y en la universidad hasta ahora siempre ha ocupado los primeros puestos -sentenció la vieja Alicia.

La anciana mujer siempre se hinchaba de orgullo hablando de los triunfos de Marta. Que no eran pocos. Marta siempre se había perfilado como una triunfadora y una mujer que había venido a este mundo a brillar. Físicamente era más bella que Yolanda. Y su manera de vestir era más moderna, más citadina. La naturaleza no sólo la había bendecido con belleza, sino también con una magnífica oratoria con la que envolvía a los demás. Era una mujer pícara, con carácter, desparpajado. Muy diferente a Yolanda quien era más apocada. Marta había cumplido sus expectativas con respecto al futuro esposo de su hermana. Él la había impresionado gratamente. Una impresión que rayaba en la atracción. El día siguiente, lunes, Marta se encontró en una vieja cafetería del pueblo con su mejor amiga, Débora, una mujer que desbordaba sensualidad y cuya influencia en Marta nunca fue bien vista por la vieja Alicia.

_ ¿Y qué le pareció su futuro cuñado, Martica?
_ Me sorprendió mucho, sabes. Es un tipo muy bien plantado.
_ Todo el mundo dice lo mismo. Aquí entre nos nadie se explica cómo hizo su hermana para conseguir un hombre así.
_ Yo tampoco me lo explicó. A lo mejor le hizo brujería

En ese momento las dos mujeres se rieron al unísono atrayendo la atención de los presentes e aquel local comercial. Con Débora, Marta podía quitarse la careta. Ser ella misma. Desbordar los aspectos más mezquinos de su personalidad.

_ ¿Cómo puede ser tan mala con su propia hermana, Marta? ¿No cree que ella sea capaz de conquistar con sus propios medios a un hombre así?
_ Sólo lo digo por molestar Débora. Pero no le niego que me sorprendí cuando lo conocí. Por más que mi hermana lo describiera como un tipo maravilloso, yo me lo imaginaba muy diferente. Es más, aquí entre nos, me pareció un tipo muy atractivo.
_ Espero que no esté pensando en quitarle el novio a su hermana...
_ Para nada... Yo me alegro de que mi hermana haya conseguido un buen partido...
_ ¿De verdad? No la veo muy convencida.
_ De verdad. Ojalá que mi hermanita de verdad allá conseguido a su príncipe azul -remató Marta con un tono irónico.

Las dos amigas se despidieron. Marta decidió caminar hasta su casa. Quería recordar un poco las polvorientas calles de ese pueblo olvidado por Dios y por el Estado. Estaba absorta contemplando las viejas fachadas de las casas que inundaban el pueblo cuando sintió que alguien pronunciaba su hombre. Quien la llamaba era Fabio a bordo de su autómovil.







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