lunes, 27 de enero de 2014

TRABAJANDO CON UNA RELACIONISTA PÚBLICA AMARRADA

Cuatro experiencias laborales he tenido dignas de mención. De cada una de ellas hablaré en su debido momento, pero hoy repararé en la última de ellas. Estaba trabajando en el diario El Maíz de Cali cuando me comunicaron que mi contrato no sería renovado. Cuando indagué por la razones básicamente adujeron que yo era muy callado. No cabe duda de que mi naturaleza autista es el azote que me ha mantenido postrato en la mediocridad y la angustia. Creo que uno de mis últimos días de trabajo -si no fue el último- decidí despedirme de una de las columnitas del periódico con la cual tuve una mejor relación. Ella manifestó su pesar y preguntó que en qué me podía ayudar. Acto seguido aseguró que hablaría con uno de los pesos pesadas de El Tiempo para que yo pudiera emplearme en ese periódico y también dijo que me recomendaría con una amiga de ella llamada Latifah Aljure, directora de una reconocida oficina de prensa de la ciudad.

Mi trasladó a El Tiempo jamás se concretó; decidí entonces comunicarme con la señora Aljure y acordar una entrevista. Una tarde, creo que de septiembre de 2011, mis ojos vieron por primera vez esa oficina dentro de la cual estaban además de La Aljure, su marido y la periodista que trabajaba con ellos. Entré a la oficina de la señora. Ella manifestó que necesitaba una persona que le ayudará en la redacción de un material escrito y me preguntó cuánto estaba dispuesto yo a cobrar por realizar esa labor. No supe qué contestarle ya que ignoraba cuánto cobrar por ese tipo de servicios. La entrevista finalizó y no volví a saber nada de la señora Aljure en los siguientes dos meses. Asumí que la señora sencillamente no había tenido una buena impresión de mí y por eso había descartado emplearme; de nuevo mi inseguridad y poco roces social habían jugado en mi contra.

En esos dos meses me invadió la desesperación propia de estar sin hacer nada y con la necesidad de responder por los gastos personales, desesperación por supuesto alimentada por la presión indirectas de un padre que al principio, al conocer sobre la no renovación del contrato en El Maíz, se había mostrado comprensivo, pero que semanas después me empezaba a echar en cara mi condición de desempleado. En mi desesperación llevé una hoja de vida a El Tiempo, con recomendación de un periodista de El Maíz a bordo. Ya en el pasado había llevado otras dos hojas de vida y ésta vez tampoco me llamaron. Mi ansiedad me llevó a viajar a Bogotá para repartir hojas de vida allá también, un esfuerzo verdaderamente inútil porque ni en El Tiempo, ni en el Espectador me las recibieron. Con ese viaje contribuí a dilapidar la jugosa liquidación que me habían dado en El Maíz.

La situación se tornaba gris cuando un jueves recibí una llamada: se trataba de la señora Aljure quien me citaba en su oficina. Fui a su encuentro y cuando estuvimos frente a frente me manifestó que su periodista -la que yo conocí dos meses atrás- había renunciado y necesitaba reemplazarla. Decidí aceptar ese puesto y de inmediato, ese mismo jueves en la tarde, sin las miles de inducciones que recibí en El Maíz comencé a laborar en la oficina de la señora Aljure. Mi primer trabajo fue redactar un boletín sobre la apertura de una nueva clínica de la eps Coameva en Tuluá. Aljure alabó mi manera de escribir sobre todo el lead de ese texto y además me mostró cómo realizar una de las actividades que debería desempeñar los meses sucesivos: el free press. Aljure se comunicó con periodistas de Tuluá, se las ingenió para averiguar los datos de los más importantes y armó una agenda en medios para llevar a cabo en esa ciudad. Sin duda el free press requería dones que yo no tenía: poder de convencimiento, habilidad verbal, desparpajo, empuje, "labia" como se diría coloquialmente, virtudes de las que siempre había carecido y que Aljure tenía de sobra. Al día siguiente ella viajó a Tulua y visitó cada medio donde le concedieron una cita acompañada por supuesto de un vocero de Coameva para así promover, dar a conocer y lograr que se sacarán notas periodísticas sobre la apertura del nuevo complejo de salud en Tuluá.

Desde el principio sabía que ese sería un trabajo engorroso, aburridor, desgastante y, sobre todo, mal remunerado. Mi sueldo sería de 600 mil pesos sin ningún tipo de prestaciones ni las garantías laborales de las que gocé cuando estuve en El Maíz. Días después de empezar a trabajar la Aljure me pidió el favor de ir a la oficina un sábado en la mañana para que llamará a unos médicos de Coameva y confirmara su asistencia a una actividad, no recuerdo cuál. Realice decenas de llamadas venciendo mi pésima dicción y vocalización, mi tendencia a hablar casi que susurrando y mi inclinación a tartamudear a cada rato.

A finales de diciembre debí realizar una agenda en medios en Bogotá para promocionar algo relacionado con Bancoameva. Logré citas con periodistas de medios económicos prestigiosos como Portafolio, La república, Dinero, etc. Todo iba bien hasta que Aljure me llamó un sábado; al parecer le entendí que había que cancelar todas las citas ya pactadas, aunque ella intentó, según ella, dar a entender otra cosa. Procedí a cencelar esas citas. Al día siguiente se vino la debacle: Aljure aseveró que yo me había equivocado y debía solicitar nuevamente esas citas. Me vi a gatas para un domingo, desde mi casa, reconfirmar las citas ya canceladas; casi todos los periodistas accedieron, pero como era de esperarse uno de ellos se embejucó arguyendo, palabras más, palabras menos, que "eso era una falta de seriedad". Al final se logró sortear la situación: aljure cumplió con su agenda en medios y logramos un buen cubrimiento informativo de aquella "noticias" que estábamos mercadeando.

Es que el free press básicamente es eso: vender hechos de naturaleza generalmente comercial -lanzamiento de productos, balances económicos, creación de un nuevo centro comercial, etc- como si fueran noticias de carácter trascedental o a las cuales los periodistas les deberían decicar espacio en sus medios sin cobrar un sólo peso por ello. Y obvio para lograr vender esos hechos como noticias había que hacerlos lo más atractivos posibles, hecho que a veces era un auténtica proeza, pero que Aljure lograba porque sea como sea era una mujer muy experimentada que conocía de su trabajo y sabía cómo hacerlo.

Meses después de estar trabajando en esa oficina me pasó algo insólito. Estaba completamente solo cuando de la portería me llamaron a comunicarme que la abogada del edificio necesitaba hablar con Aljure.Le explique que ella no estaba, pero que aún así dejara pasar a la abogada. La susodicha llegó a la oficina acompañado de varias personas cree que de un juzgado; la razón, venían a adelantar el secuestro de la oficina puesto que Aljure adeudaba una cifra millonaria al edificio por concepto de administración. "¿a qué clase de oficina fui a parar?", pensé. Uno de los funcionarios puso sobre el escritorio una máquina de escribir que llevaba consigo y empezó a interrogarme. Sus compañeros se encargaron de inspeccionar cada rincón de la oficina. Al final Aljure llegó a un acuerdo con la abogada y pagó la millonaria suma que adeudaba.

Llegó Marzo y Aljure me encomendó encargarme del free press de un nuevo evento de Coameva: El campeonato Nacional de profesionales de golf. Así, las eps en este país no tienen plata para garantizarle un servicio de calidad a sus pacientes, pero sí la tienen para organizar torneos de una disciplina deportiva tan exclusiva y elitista  Durante ese mes estuve a cargo de ese proyecto y por ello Aljure contrató a otra periodista -Diana- para que se hiciera cargo de los demás. Valga decir que Diana se convirtió en una de mis mejores amigas, pero eso es otra historia. Para promocionar el torneo de golf debi armar una base de datos de periodistas locales y nacionales especializados en deportes. Y luego procedí a concretar citas para realizar una auténtica romería por varias emisoras de radio junto con la vocera del evento. Por supuesto, también se me encargó encargarme del cubrimiento del torneo; durante cuatro días -jueves, viernes,sabado y domingo- debí dirigirme a un prestigioso Club cerca de santander de quilichao para perseguir y hacer entrevistas televisivas a golfitas, atender periodistas y elaborar boletines para mandar a medios. Fue una experiencia muy agradable, no lo niego, porque fue una de las pocas veces en mi corta vida profesional en que me hice periodismo propiamente dicho, ese de buscar fuentes hasta el cansancio, entrevistar, etc. En suma fue una experiencia enriquecedora a pesar de que el domingo que trabajé no me lo pagaron, además de que fui a una zona tan lejana por mis propios medios sin contar con una A.R.P que me protejiera de cualquier imprevisto que pudiera presentarse. El resultado del cubrimiento fue muy bueno: sendas notas en radio, televisión, internet y prensa.

Sin embargo esa misma suerte no nos acompañó a mi compañera Diana y a mí cuando nos tocó cubrir otro torneo de Coameva: el de parqués. Pero esa historia la contaré en mi próximo post.

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