jueves, 23 de enero de 2014

DÍA DE PRUEBA PARA CALL CENTER

Han pasado seis meses desde que me echaron de mi último empleo. Seis meses en los que me he dedicado a enviar compulsivamente hojas de vida para aplicar a ofertas que aparecen en Computrabajo, Elempleo.com, el grupo de facebook 'Empleos para comunicadores del Valle, la página de coomeva, y un sinfín de sitios web creados para supuestamente dar oportunidades a los cesantes de abandonar su infeliz situación.

Ya he perdido las esperanzas de ejercer mi profesión de periodista, así que he optado por aplicar a un oficio que muy poco se relaciona con mi carrera de pregrado: agente de call center. Hoy precisamente debí realizar una serie de pruebas para aspirar a uno de esos cargos. Llegue a esos de las siete y media de la mañana a una agencia de empleos ubicada en el norte de la ciudad. Fui citado a las ocho, pero ya el reloj señalaba las nueve de la mañana y aun Paola, la sicóloga que me convocó a mí y a otra treintena de personas para aplicar a las vacantes para call center, no hacía acto de presencia. Finalmente apareció, explicó los pormenores de la oferta de empleo en mención y nos invitó a mí y al resto de convocador a una sala para empezar con el proceso de selección.

La primera fase del proceso consistió en leer un escrito que la sicóloga nos pasó. Eran alrededor de tres párrafos con cuya lectura Paola pretendía verificar qué tan buena era la dicción de los que estabamos allí reunidos. me llené de nervios. A fin de cuentas siempre he sido una persona que habla muy poco y, por ellos, cuando me decidí a pronunciar más de tres frases juntas éstas terminan atropellándose en mi boca y emergiendo como un ridículo y vergonzozo trabalenguas. En pocas palabras, pensé que al leer ese texto la lengua se me iba a trabar. Uno por uno los convocados procedieron a recitar los párrafos; la sicóloha hacía énfasis en los errores en que ellos incurrían al pronunciar palabras como contact center, o exámenes. A algunos el peso de sus errores en la oralidad los castigó y fueron descartados para el proceso de selección. Llegó mi turno y afortunadamente salí bien librado.

Para cuando todos pasaron por esa prueba ya era mediodía. Nos dieron un receso para almorzar, no sin antes explicarnos la  naturaleza de la segunda fase del proceso de selección: una prueba de digitación que mediría nuestros conocimientos en excel y word. Me llené de pánico: la prueba incluía hacer sumas, restas, multiplicaciones y divisisones en excel, algo que yo nunca había hecho. Salí corriendo de la sala, abandoné el edificio de la agencia de empleos y me puse a la tarea de encontrar un café internet para averiguar aquello que ignoraba. Finalmente di con uno, pero mala suerte: el internet estaba lentísimo. Busqué otro sitio y logré esclarecer en parte lo que me inquietaba. Al regresar al salón de las pruebas sentí alivió porque la sicóloga resolvió hacer un repaso de los principales comandos de word (para guardar ctrl + g, para copiar ctrl + c para copiar, ctrl + t para centrar, ctrl + n para poner en negrilla). El repaso también incluyó la manera de hacer sumas y otras operaciones en excel.

Tras el receso llegó el momento de esa segunda prueba. Grupos de cuatro personas se debían parar frente a igual número de computadores y proceder a digitar dos párrafos. La sicóloga contaba cada una de las palabras correctas y al que lograba atinar sólo con muy pocas inmediatamente lo descartaba. Llegó mi turno. Como era de esperarse la ansiedad se trasladó y amontonó en mis dedos llenándolos de torpeza. En el primer párrafo incurrí en multitud de errores. Ya para el segundo intenté concentrarme más y me fue mejor; incluso la sicóloga masculló que gracias a mi desempeñó al digitar ese segundo párrafo me salvé de ser descartado en el proceso de selección.

Finalmente llegó el momento para que se cumpliera la tercera y última fase del proceso de selección. La sicóloga ordenó que formáramos una mesa redonda. La actividad consistiría en que ella a cada uno le asignaría un objeto o producto el cual debería vender de la manera más persuasiva posible en un periodo de un mínuto. Una estúpida prueba de ventas. No entraré aquí a hablar de la sin duda admirable capacidad que cada uno exhibió para improvisar a la hora de ofrecer los más variopintos productos: una olla sin tapa, un cuchillo sin filo, una cepa de ántrax, una corbata eléctrica, un caño, un chicle masticado, un continente desierto, un esmalte de sangre y un perfume con olor a basura, entre muchos otros.

A quien le correspondió tratar de convencer a la sicóloga de adquirir una cepa de ántrax fue un señor de alrededor de unos cuarenta o cincuenta años con la cabeza ya cubierta de canas. Era el mayor del grupo y, podría suponerse, el más experimentado. Sin embargo no dio pie con bola en la estúpida prueba, lo que a muchos nos dios tristeza pues pensábamos con un señor con su edad y su experiencia no debería ser sometido a unas pruebas tan ridículas. Ese hombre debería estar disfrutando de un buen trabajo y estar ad portas de una jubilación, pero a veces se nos olvida que estamos en un miserable país de mierda donde muchos sufren para sobrevivir con cualquier mísero empleo, aunque ello signifique que su dignidad sea pisoteada.

A mí, por su parte, me tocó vender un zombie. Me vi a gatas para tratar de fingir ser lo que no soy: un ser extrovertido, sociable y dicharachero con la suficiente "labia" para venderle una nevera a un esquilmar. Arguí que un zombie era una buena adquisición porque se podía exhibir como un fenómeno de circo cobrando previamente por el derecho a verlo.

Antes de continuar debo reseñar algo importante. En determinado momento la sicóloga nos pidió a cada uno que nos paráramos y dijéramos nuestro nombre, edad, con quiénes vivíamos y nuestra experiencia laboral. Todos los allí presentes hablaron desde la opción sexual hegemónico afirmando que viven con sus esposos y esposas e hijos e hijas. Sin embargo una mujer marcó la diferencia: se paró y dijo: "soy fulana de tal y vivó en una unión marital de hecho con una pareja de mi mismos sexo". Minutos después la sicóloga llamó a la valiente mujer aparte y acto seguido ésta abandonó la agencia de empleos. No sé qué fue lo que le dijo, prefiero no especular.

El proceso de selección concluyó a las siete de la noche con una prueba de ortografía. Ahora resta ser examinado directamente por la empresa que necesita el personal. Esperaba con mucha ansia aprobar ese proceso de selección.... pero por otro lado no puedo dejar de sentirme mediocre.

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