miércoles, 2 de marzo de 2016

LA BASTARDA PARTE 45

MARTES 23 DE JUNIO

Esperanza amanecía un día más en la casa de su secuestrador. Poco a poco se empezaba a resignar a su suerte y para romper con la rutina decidió prender un radio que había en la habitación. Lo que escuchó la perturbó:

_ Tenemos aquí a Yolanda Peláez Cancino que vino aquí a nuestra cabina a hacer una grave denuncia. La escuchamos.
_ Gracias por abrirme sus micrófonos para hacer esta denuncia. Yo quiero denunciar el día de hoy al cura Honorio Sánchez como responsable del abuso sexual contra mi hijo menor Pablo Andrés Cabrera. 
_ Una denuncia bastante seria. ¿Cómo se enteró de este presunto abuso?
_ Mi hijo es monaquillo de la parroquia principal de este pueblo donde oficia este cura. Desde el día sábado lo noté muy raro después de visitar precisamente a ese señor. Al día siguiente no quiso ir a misa como es nuestra costumbre de toda la vida. Y ayer tampoco quiso ir al colegio. Estaba muy deprimido y después de mucho insistirle -el llanto y dolor interrumpieron el discurso de la mujer- ...después de mucho insistirle el me confesó que este cura había abusado de él.

Esperanza entró en conmoción y estalló en llanto. Jamás se había imaginado que su querido primo pudiera ser víctima de un acto tan depravado e infame. Luego de la impresión llegó la cólera y la muchacha empezó a destruir la habitación en la que estaba recluida. Oliverio se percató de ello y exigió explicaciones.

_ ¡¿Qué es lo que le pasa ahora?!
_ ¡Usted me tiene que sacar de aquí! ¡Yo necesito ver a mi primo!

Oliverio tomó de los brazos a la muchacha para contener su estado de éxtasis.

_ Yo ya le he dicho que usted de aquí no sale a menos que sea como mi mujer.
_ ¡Usted no entiende! ¡A mi primo lo violaron!. ¡Es un niño inocente y ese cura que reemplazó al padre Epifanio lo violó!

La denuncia de Yolanda a través del programa radial con más audiencia de ese pueblo provocó un pequeño terremoto en ese miserable villorio. Feligreses y partidarios del cura se apostaron frente a la casa de Yolanda para protestar contra lo que ellos consideraban una acusación infame. Horacio corrió a visitar a su exesposa para tratar de entender lo que estaba ocurriendo.

_ ¿Usted está seguro de que ese abuso es real? ¡Esa es una acusación muy grave- manifestó el profesor de sociales.
_ Claro que estoy segura. ¿O es que usted duda de la palabra de su propio hijo?
_ Usted no se imagina la polvareda que se ha formado en este pueblo por esa denuncia.
_ ¿Y eso le preocupa mucho? ¿Le preocupa más eso que lo que le pasó a su hijo?
_ Yo necesito hablar con él.

Oliverio intentaba infructuosamente controlar a Esperanza.

_ ¡Yo necesito ver a mi primo! ¡Yo necesito estar con él!
_ ¿Y si el supuesto abuso es un invento de su primo?

Al oír esa insinuación la ira de Esperanza se exacerbó y la impulsó a abofetear a OLiverio.

_ ¡Nunca se vuelva a atrever a ponerme una mano encima! -amenazó el hombre mientras tocaba su mejilla adolorida.
_ El hecho de que usted sea una porquería sin escrúpulos no significa que todo el resto del mundo lo sea. Mi primo jamás inventaría algo así.
_ Está bien. Le voy a dejar ver a su primo. Pero lo va a hacer acompañada por mí.

A bordo de una flamante camioneta OLiverio y Esperanza se trasladaron a la casa de Yolanda. La muchacha esquivó a las personas que protestaban frente a esa vivienda y tocó la puerta. Después de mucho insistir Yolanda le abrió.

_ ¿Usted qué hace aquí? ¡Lárguese! -exigió con amargura la mujer.
_ Yo necesito ver a mi primo.
_ ¡Usted no tiene nada que hablar con él! ¡Usted no tiene por qué meterse en nuestros problemas! Lárguese- insistió Yolanda para luego cerrarle la puerta a su sobrina en las narices.

De regresó a la casa de Oliverio, Esperanza decidió plantearle a aquel mafioso una contrapropuesta.

_ ¿Quiero proponerle algo?
_ ¿Qué?
_ Yo aceptó casarme con usted, pero usted a cambio tiene que cobrarle a ese cura lo que le hizo a mi primo.
_ ¿Cobrarle? ¿Y cómo?
_ Yo odio a los violadores y ellos sólo merecen un castigo: que los castren.
_ ¿Y usted pretende que yo mande a castrar a ese cura? ¡Por favor! -señaló Oliverio con Ironía.
_ Sí. eso es lo que quiero. Usted no tuvo piedad para mandar matar al padre epifanio que era un santo, ahora no va a ser capaz de castigar a ese cura degenerado que sí se merece lo peor del mundo.
_ Yo no me voy a poner a hacer semejante cosa por una persona que ni siquiera es nada mío.
_ Es eso o no me casó con usted.

Horas después Oliverio se dirigió a la habitación de Esperanza para dejarle claro que no iba a acceder asu chantaje.

_ ¿Por qué no ha probado bocado? ¿Se quiere enfermar otra vez? Convénzase de algo niña: aquí las condiciones las pongo yo, no usted.
_ ¡¿Ah sí?!- contestó Esperanza para luego empuñar un filoso cuchillo que tenía escondido en la cama con el cual amenazó con cortarse las venas.
_ ¿Qué va a hacer? ¡Suelte ese cuchillo!
_ Si estuve dispuesta a dejarme morir de hambre, también soy capaz de cortarme las venas. ¡O hace lo que yo digo o me mato!
_ Yo no puede cometer un crimen así como el que usted me pide. Yo no tengo nada qué ver con ese problema de su primo.
_ ¿Y por qué con el padre Epifanio no tuve ningún reparo?
_ porque ese cura infeliz se estaba metiendo directamente conmigo y yo tenía que dejar claro en este pueblo que yo no me iba a dejar mangonear por nadie.
_ Ese cura honorio es un depravado, un pedófilo, ese sí se merece que lo maten. ¡O hace lo que yo digo o me suicido!
_ Está bien. Usted gana. Voy a hacer lo que me pide, pero suelte ese cuchillo.
_ No le creo. ¡júrelo por su madre! ¡Júrelo por lo más sagrado que tenga!
_ Se lo juro, pero suelte eso...

Esperanza resignada aventó el cuchillo al suelo, se tumbó sobre la cama y prorrumpió en llanto.

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