domingo, 6 de marzo de 2016

LA BASTARDA PARTE 47

LUNES 29 DE JUNIO

Había transcurrido casi una semana desde que Esperanza llegó al escabroso acuerdo con OLiverio de casarse con él si éste emasculaba al padre Honorio. Durante ese tiempo el sicólogo que atendió a Pablo dictaminó que el pequeño niño no estaba mintiendo y que en efecto sí había sufrido abuso por parte del sacerdote. Ese dictamen, sumado a las denuncias de otros padres de familia según las cuales sus hijos también habían sido víctimas de Honorio, llevó a la Fiscalía a expedir una orden de captura contra el prelado. A pesar de que al parecer el depravador sacerdote tendría que rendir cuentas ante la justicia humano por sus actos, Oliverio ya tenía listo el plan para raptar al personaje en cuestión, someterlo a una castración y luego desaparecerlo para que no hubiera evidencia.

_ Todo está listo para hacer lo que usted me pidió. Hoy mismo le vamos a hacer pagar a ese curita por lo que le hizo a su primo -le informó el capo a Esperanza mientras desayunaban en la sala. Valga decir que con el pasar del tiempo la muchacha se había resignado a su suerte y ya no se negaba a recibir alimentos, ni tampoco se la pasaba encerrada en su habitación.
_ Yo pensé mejor las cosas y ya no quiere que le haga nada a ese señor. Ya lo capturaron. Con que lo refundan en una cárcel a mí me basta.
_ ¡¿qué?! ¿No fue usted la que me obligó a preparar la venganza contra ese cura? ¿No fue usted la que hizo un show para convencerme de hacerlo? ¿No fue usted la que hace poco me dijo que como yo venía de una familia de ganaderos, debía ser experto en el arte de castrar y que por eso no me quería díficil darle gusto capando a ese cura?
_ Eso lo dije porque estaba dolida, impactada por la noticia. Pero ya pensé bien las cosas y quiero que sea la justicia terrenal la que se encarga de ese degenerado. Yo no quiero vivir con el peso en mi conciencia por mandar a desaparecer a ese tipo.
_  ¡No pues qué fácil! Otra vez dejándose dominar por sus escrúpulos morales. Y dígame: ¿Qué va a pasar con su promesa de matrimonio? ¿También se va a echar para atrás en eso?
_ Usted y yo no hace ni un mes que nos conocemos y para casarse con alguien primero hay que conocerlo bien?

Oliverio reaccionó golpeando la mesa con furia:

_ Entonces sí se va a echar para atrás.
_ No. Yo tengo palabra y sí me voy a casar con usted. Sólo le pido un poco de tiempo.
_ ¿Cuánto? ¡Responda!
_ No sé cómo contestar esa pregunta.
_ Le doy un mes. Va a tener un mes para hacerse a la idea de que va a ser mi mujer. Ni un día más.

En la tarde Oliverio recibió la visita de Débora. Aprovecharon el encuentro para ponerse al tanto de cómo iban los negocios y también para contar qué estaba pasando con sus respectivas vidas.

_ ¿Cómo así que usted se piensa casar? No lo puedo creer.
_ ¿Qué tiene de particular? Usted, mi tía Prudencia, todos me reprochan que a estas alturas no me hubiera casado y organizado mi vida. Pues por fin lo voy a hacer.
_ ¿Pero con esa niñita? Yo pensé que sólo la quería para pasar una noche de pasión y ya.
_ Esa era la idea original. Pero con el tiempo he podido conocer bien a esa niñita como usted la llama y estoy convencido de que quiero que sea mi mujer.
_ Lo desconozco. Usted sólo está encaprichado por esa muchachita.
_ Le agradezco por su opinión, pero al decisión está tomada.

Débora hizo una pausa y reanudó la conversación:

_ Usted no se puede casar con esa muchacha.
_ ¿Por qué?
_ Lo que le voy a decir va a sonar increíble. Sé que debí habérselo contado desde hace mucho...
_ ¡Hable! ¿Qué es lo que sabe?
_ Esa muchacha podría ser su hija.

Oliverio soltó una sonora carcajada.

_ ¿Qué? ¿Y usted de dónde saca eso.

Débora procedió a contarle toda la historia con pelos y señales.

_ Esa historia no tiene ni pies ni cabeza- refutó el hombre.
_ Yo sé que suena descabellado, pero es la verdad. Esa muchacha es hija de esa mujer que yo le presenté hace 18 años y por la cual usted perdió la cabeza.
_ No lo creo una sola palabra. ¿Sabe qué es lo que pasa?: que usted está celosa. Para nadie es un misterio que usted siempre ha estado enamorada de mí. Y cómo sabe que mi interés en esa niña es serio ahora se inventa esa historia de telenovela para separarnos.
_ No diga estupideces.
_ ¿Por qué no me advirtió desde un principio que esa muchacha era supuestamente mi hija? ¿por qué no me lo advirtió si sabía que yo pensaba acostarme con ella.
_ No lo sé. Fue un error de mi parte. Igual nunca pensé que las cosas entre ustedes dos llegaran tan lejos.
_ Lo siento mucho mi querida débora, pero no le puedo creer sus fábulas y sus historias fantásticas. Más bien le recomiendo dejar de ver tanta telenovela - apuntó Oliverio sardónicamente.
_ Es su problema si me cree o no. Es su vida y usted puede hacer lo que quiera. Y no se lo niego: usted siempre me ha atraído como hombre, pero si se quiere casar con esa niña bien puede hacerlo. No se lo voy a impedir. Ni me voy a cortar las venas.

Mientras OLiverio y Débora sostenían aquella conversación, Esperanza escuchaba las noticias. Un juez de control de garantías había legalizado la captura del cura Honorio y lo había enviado a la cárcel del pueblo. El saber eso tranquilizó a la joven pues estaba convencida de que en aquel pueblo corrupto el cura honorio podría perfectamente eludir la acción de la justicia. Pero esa tranquilidad cedió su puesto a la angustia por la proximidad del matrimonio de la muchacha con Oliverio ESguerra.

_ ¿Por qué se quedó tan callado oliverio? ¿Se dio cuenta de que lo que lo le acabé de contar puede ser verdad? Mire a esa niña, es la viva imagen de mi amiga. ¿Usted cree que ese parecido es producto del azar?
_ ¿Y qué se supone que debo hacer yo ahora?
_ Práctiquese la prueba del ADN para que salga de dudas. Yo le cuento esto por su bien. Imagínese usted terminar casado con su posible hija.
_ ¿Y cómo voy a convencer a Esperanza de hacerse esa prueba? ¿Cómo voy a justificar el hecho de que se la tiene que hacer?
_ Pues cuéntele la verdad...
_ ¡Nada de eso! Ella no puede saber nada de eso. Usted no le puede contar ni una sola palabra, porque sabe de lo que soy capaz.

Al día siguiente Oliverio se marchó junto con Esperanza hacia la capital para que la joven se hiciera unos "chequeos médicos".

_ ¿Cómo así que chequeos médicos si yo me siento bien?
_ Nada de eso. Usted hace poco estuvo grave, la tuvieron que hospitalizar. Yo sólo quiero saber como marcha su salud. ¿Es un pecado que me preocupe por su bienestar?

El capo y la joven llegaron a un laboratorio de genética donde efectuarían la prueba. Esperanza no sospechó nada. Le extrajeron sangre. Oliverio no daría crédito a lo que sus ojos leerían horas después al tener los resultados: la correspondencia genética entre él y esperanza era de un 99%. Sí era su hija. Pero a pesar de confirmar lo dicho por Débora, OLiverio decidió quedarse callado. Era más fuerte la obsesión que sentía por Esperanza que los reparos morales derivados del hecho de que ella fuera su hija. La idea del matrimonio seguiría en pie.


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