jueves, 17 de marzo de 2011

Maldita rutina

Siempre es lo mismo. De lunes a viernes todo se repite como un dejavú. Y cada fin de semana es igual al anterior. Entre semana me despierto y tomo el desayuno. Es una maldita tortura tener que madrugar. Entro al baño, salgo y mi mamá se enoja porque se me ha hecho tarde. Llego a la estación del MÍO. Está atestada y eso me produce asco. No sé de dónde sale tanta plebe; parecen cucarachas que emergen como batallones desde cualquier grieta. Los odio a todos, sean jóvenes o viejos; ricos o pobres; mujeres u hombres. Para mí todos son una sucia masa informe que atiborra los articulados. Espero. Frente a mí pasan varios buses repletos. Me subo a alguno que esté medianamente vacío, pero en cada estación suben más de esas cucarachas llenando hasta el más recóndito espacio. Todos los días lo mismo, la misma maldita secuencia: Caldas, Refugio, Pampalinda, Plaza de Toros, Unidad Deportiva, Lido, Tequendama, Estadio, Manzana del Saber, Santa Librada. A veces me bajo en San Pascual; debo hacer trasbordo del T47a al T31. Luego sigue la soporífera secuencia hasta llegar a la estación Piloto. En el infame trayecto no pasa nada. Ningún hombre me rastrilla; no encuentro al amor de vida; ningún terremoto altera el curso del articulado.

Nada pasa. Llego al trabajo. Rebusco en el periódico temas para molino. Me quemo el cerebro y me lleno de ansiedad tratando de buscar un tema que al jefe le guste. Procuro buscar temas godos. A las once de la mañana hay reunión. Me llenó de temor. Propongo temas, pero ninguna gusta. No he aprendido a "pensar", como dice el jefe. Me cohibó, pues no sé a que atenerme con un jefe godo con ciertos arrebatos socialistoides. Escribe el molino y me lleno de más ansiedad esperando a que el señor lo revise. Generalmente lo lee y empieza a lanzar alaridos de disgusto; otras veces no grita, pero igual destroza el molino. Me siento miserable. Es un texto tan pequeño, tan insinificantemente corto, y me lo destrozan. Mi trabajo es tan simple, tan inútil.

Nada pasa. Todo se repite. Paso inadvertido en un mundo se sombras que me ingoran, en un rompecabezas en que no encajo. Nada pasa. No me secuestra un extraterrestre. No me viola salvajemente un negro vergón en una esquina oscura. No ocurre un sismo que desplome los edificios donde viven los traquetos; los bares, estancos, grilles y discotecas donde se ahogan en licor los miserables; los gimnasios donde la asquerosa especie humana desfoga su vanidad; las invasiones en las lomas que han arrasado con el verde de las montañas.

Se repite una y otra vez la misma historia. Las aspas del molino empiezan a acercarse y me cercenan violentamente. Pero no siento dolor, sino aburrimiento, zozobra, desasosiego, decepción. No soporto la simpleza, no soporto lo predecible.

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