sábado, 19 de marzo de 2011

De nuevo el demonio adorador de la belleza.

Libio fue un jueves al sauna gay y no le fue muy bien por la soledad del sitio. Para desquitarse fue al día siguiente. Había más gente. Varios manes le 'pararon bolas' como se dice coloquialmente. Pero él se embelezó con un musculoso con dos pectorales que parecían tetas. Era alto, un portento, pero ignoró a Libio sistemáticamente. Ahí sobrevino la debacle. Hacía mucho tiempo que el joven había logrado escapar a la adoración de la belleza. Ignoraba a los musculosos, pero ahora ese lazo que los une a ellos -y que creía roto- apareció nuevamente. Ese resurgimiento abrió la puerta hacia la desesperación y la decepción. Cuando libio no está a merced de la adoración de la belleza, se siente un ser más sublime, más trascendental; un ente que logró superar la frivolidad humana y derrotar una de las fuerzas más poderosas: la que ejercen los cuerpos perfectos y musculosos. Al eludir esa atracción, se siente con autoridad para aplicar la filosofía según la cual los atributos físicos no son un rasero con el cual juzgar a la gente, ni características que hacen más valiosas a las personas. La belleza es un fenómeno aleatorio y como tal no debería ser el parangón con el cual escoger un posible, amor, amante, amigo, empleado, etc. Pero, por desgracia, en este mundo se impuso que la belleza, una 'cualidad' siempre asociada a la egolatría, la banalidad, el egoismo, es de hecho una de las grandes metas a las que aspira el ser humano y que aspira hallar en los demás.

Cuando libio siente que la atracción hacia los musculosos disminuye, logra superar su angustia y se siente un poco más valioso. Pero cuando la atracción renace, lo embarga una sensación de retroceso, de caer en el fango, de sentirse inferior por desear a seres que nunca le van a corresponder. Se siente otra vez invisible, insignificante, un cero a la izquierda que ruega porque el musculoso de turno le regale una mirada, Y eso no es vida. No es justo vivir sintiéndose como si se valiera menos que un bulto de mierda.

El demonio adorador de la belleza muere y renace constantemente. El deseo de libio es que esta vez el demonio hiberne nuevamente y le permita escapar un poco a la angustia de sentirse inferior. Porque no es vida caminar a todas horas, y soportar la arrogancia y el desprecio del musculoso que va en el MÍO, el que se quita la camisa en el gym improvisado del parque al que libio va a correr, etc. Ojalá algún día la vida les cobre a esos musculosos toda esa soberbia nacida de los atributos físicos que tan fantochemente exhiben. Ojalá el maldito demonio adorador de la belleza, desaparezca para siempre llevándose consigo el masoquismo de buscar desesperadamente la atención de quienes nunca la van a dar.

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