jueves, 8 de diciembre de 2016

LA MARAVILLOSA ISLA DE MÉNDEZ (PARTE I)

Gregorio Méndez cuando joven ansió muchas veces la muerte, pero ésta jamás atendió a sus súplicas. Muchos años después la parca segaría con su guadaña la vida del Nóbel, pero, paradójicamente, lo hizo en un momento en que él ya no la deseaba. Mas a Méndez todo siempre le llegó a destiempo. A destiempo llegaron las balas que traspasaron su cuerpo, sin haberle concedido al pobre siquiera el derecho a esgrimir su última defensa. Y el mismo destino cobijó a las quinientas personas que habían decidido prestarse a sus quijotadas al convertirse en la población de su propia isla. La sangre que brotó de él y de su gente tiñó en su lento tránsito las arenas de la playa para luego fundirse con las saladas aguas que se arremolinaban alrededor de la misma. 

Su muerte no fue el único momento aciago que hubo de encarar. Ya estando en la cúspide de su carrera como periodista en su natal Colombia -y trás lo que denominó "una guerra sucia de sus opositores"- hubo de exiliarse a España. La historia comenzó así: el 20 de septiembre del 2020 el diario "La Nación" de Cali reveló un gran "descubrimiento" periodístico... El escándalo que se produjo tras publicada esa noticia se replicó en otros medios: "Nóbel resultó ser testaferro de mafiosos" y otros titulares por el estilo aparecieron impresos con enormes caracteres en los principales periódicos de su país. La gravedad del asunto estribaba principalmente en que Méndez, desde sus primeras incursiones en los medios, fue crítico de la cultura del narcotráfico con un discurso, para muchos, plagado de clichés: "he vivido en Cali, cuna del traquetismo, por muchos años y he decir que desprecio la cultura mafiosa. De acuerdo, puede entenderse que la miseria que pulula en Colombia haya llevado a muchos a querer enriquecerse con cualquier método que estuviera a la mano; pero lo que no tolero es esa tendencia que tiene el traqueto de ostentar sus narcocamionetas, sus casas enchapadas en mármol, sus mujeres esculpidas con silicona y las cadenas que les cuelgan del pecho. Mucho menos acepto la arrogancia que tienen de pensar que todo tiene precio: los barrios, las personas, las conciencias...".

Esa virulencia con la que Méndez en su momento juzgó a los narcos atizó, tras estallado aquel escándalo, la ira de muchos de sus opositores, quienes sin dudarlo se fueron lanza en ristre contra su honra y contra la legitimidad del estatus de gran figura nacional que detentaba. Paralelo a ello, muchos de sus seguidores se sintieron defraudados; ambos sentimientos, los de detractores y seguidores, en contubernio, finalmente arrastraron al ostracismo al Nóbel cuando corría el año 2021. No obstante en el exterior fue acogido con entusiasmo. Y siempre fue así. Desde el momento en que publicó su primera gran obra en el 2013, sus ideas calaron en diferentes latitudes. No es exageración. Ese pequeño libro que, según sus propias palabras, "fue escrito sin pretensiones intelectuales ni de ningún tipo", le tributó a Méndez un espacio no sólo en el firmamento literario, sino también en los afectos de muchos que se volvieron sus fanáticos. Así reseñaba el semanario "7 días" -el más importante de Colombia- el colosal éxito que cosechó Gregorio Méndez a partir de aquella obra:

"sin lugar a dudas Gregorio Méndez es la figura más destacada del presente siglo. Su obra 'La Tragicómica Historia de Alfa y Beta", en la que realiza una incisiva parodia de la biblia, a la vez que una interesante radiografía de la historia de la humanidad, no sólo ha recibido los vítores de la crítica, sino que también ha cautivado la atención de millares de lectores a lo ancho y largo del globo. De hecho este libro ha vendido más ejemplares que todas las versiones de Harry Potter juntas (...) Ya hay quienes dicen que el éxito de Gregorio Méndez se ha encargado de relegar al espacio más recóndito del baúl del olvido a los pescaditos de oro del coronel Aureliano Buendía".

Para muchas personas tales aseveraciones no iban más allá de ser infames exageraciones. Sin embargo esa obra, junto con otras de calidad igualmente sobredimensionada, se tradujeron en unos jugosos réditos monetarios. Gregorio Méndez logró acumular una fortuna sin parangones para literato alguno; de hecho en una ocasión fue incluido en la prestigiosa lista de la revista "Forbes". Como era de esperarse, semejante carrera tan exitosa atrajo la atención de muchos biógrafos ansiosos de retratar la vida de aquel personaje. Uno de los más célebres fue su amigo y escudero Miguel Fuentes quien en su libro Biografía de un Héroe en las Sombras escribió:

"... Gregorio siempre rechazó el hecho de que lo considerasen 'un vulgar acumulador de capital'. En su calidad de genio benefactor de la izquierda, se encargó de invertir cada peso que recibió en obras de beneficio social. Uno de sus primeros grandes proyectos en ese sentido fue establecer una cadena de restaurantes que gozaría de una pequeña peculiaridad: sólo le daría empleo a personas que demostraran estar en la completa inopia. La magna idea se emplazó primero en Cali. Cientos de personas del Distrito de Aguablanca fueron contratadas en los restaurantes, rindiendo tal empresa, como afortunado resultado, una mejoría drástica en la situación de aquel reducto de miseria. Semejante acto elevó para muchos al Nóbel a la categoría de santo. Pero sus detractores empañaron estas iniciativas afirmando que ellas no eran más que alardeos populistas propios de una persona ansiosa de poder y que en un futuro no muy lejano quisiese fungir como político. Si lo hubiese querido, gracias a la simpatía de la que gozaba, Méndez bien pudiera haber ganado alguna curul en el Congreso o algún cargo en el Gobierno. No en vano -y gracias a sus talentos- en poco tiempo se convirtió en una de las figuras más influyentes ante la opinión pública. No obstante una de las piedras angulares de su filosofía fue nunca hacer parte de los engranajes de la política: 'mi lucha es enteramente intelectual', decía".

 

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