miércoles, 30 de noviembre de 2011

NAVIDAD HEDIONDA

Llegó otra vez la navidad. Pero desde septiembre pasado cientos de familias han atiborrado sus casas con las decoraciones alusivas a estas festividades. Y colgado en sus ventanas las emblemáticas lucecitas multicolores. Ya algunos son tan descarados que seguro las van a dejar instaladas hasta diciembre del 2012. Para mí todo ello no es más que una patraña. Si existe una época del año que deteste, es precisamente la navidad. Se supone que es una festividad religiosa en la que se celebra el nacimiento de Cristo. Pero los colombianos se han encargado de "paganizarla", convirtiéndola en la fecha propicia pa' parrandear y llenar sus panzas y venas con cantidades industriales de trago. No se puede negarlo: éste es un país de alcohólicos y esa condición está tan arraigada en los colombianos que aquel que se declare abstemio es visto como un bicho raro, como el mosco en leche, como la ficha que no encaja en el rompecabezas.

Sin embargo la Navidad no es la única celebración cristiana que es despojada de su carácter sacro. Observemos la Semana Santa, supuesta época que se debe dedicar a la reflexión y el recogimiento, pero que ha devenido en temporada vacacional, de relajo y hasta de desenfreno. Todos esos ejemplos dan cuenta de lo inútil que es la religión católica. Es la supuesta guardianas de la moral, el dominio de las pasiones, la abstinencia, pero  sus preceptos se tergiversan  para adaptarlos a las necesidades lúdicas  o de cualquier otra índole de los colombianos.

Ya llegó Navidad, época de la alegría, y yo, que soy un amargado, no puedo soportar las hediondas energías de toda la gente que sale a la calles y se agolpa en la zona del CAM,  para derrochar "alegría" y observar un carísimo e inútil alumbrado navideño. Menos soporto los perturbadores sonidos de la pólvora, su nauseabundo olor, y nunca entiendo cómo a pesar de estar prohibida nunca faltan los ordinarios que la consiguen y la hacen estallar en las narices de uno. Tampoco comprendo la hipocresía de una fecha en la que todos son amigos, compadres, se quieren, se adoran, se desean éxitos y bendiciones, mientras el resto del año se matan, se insultan, se odian, se ultrajan mutuamente de la manera más asquerosa. Los colombianos se comportan como una mierda durante once meses, pero en diciembre se llenan de buenos deseos, buscan a sus familias para compartir con ellos, proyectan objetivos que nunca cumplen el año venidero. Otro detalle de la navidad es que se mercantilizó; se convirtió en la fecha donde todo el mundo espera su regalito del Niño Dios. Por eso los comercios y empresas elaboran sus falsos jingles navideños donde hablan de todo lo bello de esta fecha, pero que de seguro están llenos de mensajes subliminales para incitar a la gente a consumir, consumir y consumir.

Lo único bueno de diciembre es que uno se puede deleitar con una rica natilla, un sabroso pavo relleno, una exquisita ensalada rusa, etc. Sin duda los placeres gastronómicos son lo único bueno que yo lo veo a la llegada de este despreciable mes.

Pero lo más asqueroso del asunto es que después de la Navidad viene esa maldita Feria de Cali, con su cabalgata llena de traquetos ordinarios, su bulla intolerable, sus borrachos insufribles y esa sofocante y hedionda energía que ha convertido en Cali en la supuesta Capital de la Alegría. Voy a tener que soportar una vez más como la cultura del narcotráfico se campea en las calles de Cali cada uno de los días en que esa malhadada Feria concentra la atención de todo el país.

Maldita sea la Navidad con toda su carga de falsa unidad, reconciliación, relajo y trago ventiao. ¿Y del pobre Cristo qué se puede decir? Nada porque en la celebración de su natalicio los colombianos se acuerdan de todo menos de él.

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