domingo, 15 de mayo de 2011

LA INSPIRACIÓN

Renzo había llegado a ese punto en que se pierde la inspiración para escribir. O quizás había llegado a una instancia en que agotó todos los temas que lo empujaron a tomar un lápiz y llenar de trazos decenas de hojas de papel. Había contado todo lo que tenía por contar y por ello dejó de escribir, porque si lo hiciera sería un acto mecánico y poco espontáneo. No quería caer en la trampa de expresar en un papel ideas impostadas y artificiales, pero tampoco deseaba dejar de escribir porque sentía que al hacerlo se liberaría de muchas ataduras que lo angustiaban.

Corrió entonces a un bosque en procura de hallar a una musa que resucitara su inspiración. Caminó debajo del follaje de inmensos samanes y ceibas cuyas ramas más altas se entrecruzaban formando una hermosa catedral que lo cobijaba con su sombra. Aspiró y llenó sus pulmones de un aire fresco que por un momento le hizo olvidar que su cuerpo se podría lentamente. Pero la musa que tanto anhelaba no corría en su auxilio. Renzo se sentía vacío. Era como si alguna fuerza extraña hubiese succionado su alma, dejando un cuerpo hueco que sólo esperaba la muerte. Sus ojos se llenaron de lágrimas que corrieron por sus mejillas hasta llegar a su boca y embargarla de un sabor salado. Hace mucho tiempo que no lloraba y era un desahogo poder hacerlo. Llevo una de sus mano hacia el frío suelo. Sintió la humedad de la tierra y se sintió excitado por un extraño placer. Movió su mano derecha sobre la hierba y de repente sintió una textura distinta a la que hasta ahora había percibido. Se trataba de un objeto plano y macizo: era un libro.

Era extraño encontrar un libro tirado en medio de lo más profundo del bosque. "Quizás en sus hojas esté la inspiración que busco", pensó Renzo. No podría ser casualidad que buscase afanosamente una musa y encontrara un libro en un sitio inhóspito sin ninguna explicación lógica. En ese libro tenían que estar consignadas las ideas que reverdecerían su inventiva. Abrió el hallazgo y empezó a leer: "el ser humano es una mezcla de animal y ser racional, lo que lo vuelve un ser inestable y presa de sus pulsiones primarias que utiliza su inteligencia para satisfacerlas. Es un ser egoísta que siempre busca su propia comodidad  aún a costa de los demás. No le importa destruir a otros si ello le ayuda a procurarse sus placeres: por eso es un ser más inclinado a la maldad que a la bondad. El ser humano es complejo y en él se mezclan la humanidad, la compasión, pero también las depravaciones, el odio, los placeres infames. Infortunadamente en esa batalla de sentimientos que se libra en cada ser humano, siempre salen vencedoras las pulsiones más malsanas. Hace poco leí una noticia en la prensa que daba cuenta de la historia de una niña de dos años violada por su padrastro; como consecuencia su recto y sus riñones quedaron destrozados".

El libro no tenía autor. No había datos que indicaran la fecha de impresión, la editorial. Sólo estaba el cuerpo del libro llenó de reflexiones que Renzo ya conocía. Cerró sus páginas y miró al cielo. Dirigió su vista al texto y reaunudó la lectura: "pero la maldad no sólo se revela en esos actos monstruosos, sino también en las pequeñas acciones cotidianas. Siempre que viajo en el transporte público me indignó al ver el oportunismo y el carácter ventajoso de los hombres. Hacen hasta lo imposible por asegurarse un asiento donde posar sus sucias nalgas. Y aunque haya una anciana junto a ellos, no se preocupan en cederle el puesto porque sólo les interesa su propia seguridad y la garantía de ir cómodos. Esa acción aparentemente insignificante encierra toda la mezquindad y egoismo del ser humano"

"Pero no te engañes si piensas que soy un moralista con una trayectoria vital intachable. En mi mente se anidan los pensamientos y obsesiones más repugnantes que te puedas imaginar..."..

Justo cuando leía esa aparte el aire empezó a enrarecerse, el cielo se puso oscuro. El bosque se tornó amenazador. Los árboles ya no parecían guardianes de la naturaleza, sino gigantes perversos. Todo se volvió cada vez más oscuro y entre esas tinieblas empezaron a vislumbraban ojos de gato que miraban penetrantemente. Todos los monstruos que habitaban en el alma de Renzo emergieron de su boca su nariz y sus oidos y  empezaron a girar en el aire a grandes velocidades.

"He tenido la obsesión de violar a la mujer. -continuó Renzo con el relato-. Me he sentido atraido sexualmente hacia niños. He tenido deseos de asesinar a gentes que despiertan en mi odio y desprecio. En mí mente he cometido las aberraciones más terribles, los abusos más infames, las acciones más sangrientas. He mutilado cuerpos, los he acuchillado, he abalanzado sus cabezas sobre macizos muros; incluso he acometido ese crimen con mi propia madre. Sí, mis aberraciones no respetan ni a los seres más cercanos a los cuales se les debe rendir tributo de amor y respeto. Mi creatividad mental no tiene límites en cuanto a idear posibles actos innobles que confesar ante un polígrafo y luego revelar en un absurdo programa de televisión, ante un público que se burla y escruta. 21 preguntas que dan cuenta de lo más ridículo, patético, criminal, innoble y desvergonzado de un individuo".

Renzo cerró el libro y sintió rabia. El libro no le había dado inspiración. Estaba lleno de reflexiones que conocía de memoria. Él ya sabía que el mundo estaba podrido, y él mismo también lo estaba. También había deseado matar y violar. Y para echarle tierra al lado oscuro de su  vida trataba de servir a los demás, hacía voluntariado en fundaciones, ayudaba económicamente a sus parientes. O simplemente leía confiado en que el cremiento intelectual lo redimiría.

Tiró el libro a un lado y decidió marcharse. De inmediato volvió a salir el sol. Los monstruos retornaron a su cuerpo y los gatos cerraron sus ojos. Renzó comprendió que estaba condenada a escribir siempre sobre lo mismo.

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