domingo, 17 de mayo de 2020

DIARIO DEL COVID 19 (17-05-20) ME DIERON DE BAJA EN ATEXTO

Ya se van a cumplir los dos meses de confinamiento aquí en Colombia. El debate en este tiempo se ha centrado entre mantener una cuarentena estricta que preserve la mayor cantidad de vidas posible y un desescalamiento del confinamiento que evite el colapso de la economía. A mí no me ha dado tan duro el encierro, porque, al menos por ahora, cuento con una entrada económica que me hace sentir tranquilo, pero sé que hay muchísima gente que si no sale a trabajar un día sencillamente no come ese mismo día. Ya se han convertido en un elemento común del paisaje que se ve desde mi ventana los grupos de venezolanos pidiendo limosna, ambulantes vendiendo aguacates o mazamorra e incluso mariachis ofreciendo serenatas a cambio de algunos pesos.
Lo cierto es que para distraerme en medio del encierro y ganar unos pesos extra decidí comenzar a trabajar en una plataforma de transcripciones llamada Atexto. En realidad hace mucho me había inscrito a ese portal, pero decidí renunciar al no ver mayores frutos. Sin embargo la cuarentena sirvió de excusa y motivación para retomar dicha actividad. El trabajo es sencillo: corregir transcripciones de escasos segundos de duración. La primera noche corregí unas cuantas y al día siguiente revisé algunas más. Luego de eso no hubo audios disponibles por alrededor de dos o tres días. Finalmente hoy domingo pude volver a revisar más transcripciones, pero en medio del fragor del trabajo la plataforma me expulsó y una vez quise volver a ingresar no pude hacerlo porque sencillamente la contraseña no servía. Intenté cambiar de contraseña y fue ahí cuando la plataforma desplegó un mensaje que aclaró parte de mis dudas: mi cuenta había sido dada de baja. Lo que no supe es ¿por qué?
Supongo yo que la razón de la cancelación de mi cuenta fue el no seguir al pie de la letra las instrucciones que da la misma plataforma para corregir las transcripciones, indicaciones que a decir verdad yo no consulté a fondo. Ni modo: el trabajo resultaba ser hasta entretenido, pero no era mucho lo que uno se ganaba. Apenas alcancé a facturar cerca de 0.3 dólares, el equivalente de mil pesos colombianos. Una chichigüa. 
Yo ya he tenido experiencia previa como transcriptor. Cerca de dos años trabajé con un empresa desgrabando audios de corporaciones públicas y entidades españolas. También transcribí por mi cuenta audios se audiencias en juzgados, asambleas de accionistas de una empresa azucarera, llamadas telefónicas de agentes de call center y entrevistas para proyectos académicos. Parece un trabajo fácil, mas no lo es pues implica aguzar el oído, descifrar lo que los intervinientes tratan de decir por más enredado que sea y tener una cierta cultura general y apropiación de distintos temas para identificar y transcribir términos que el común de la gente puede que no entienda. Además, dicho sea de paso, es un trabajo que demanda saber escribir medianamente bien y con buena ortografía. Eso sin contar que es una labor tremendamente agotadora que exige mucha concentración y dedicación; si uno se distrae cinco minutos pierde valioso tiempo para transcribir. Fue esta última una de las razones que  me llevó a abandonar ese trabajo.
Se supone que el 25 de mayo acaba esta cuarentena, aunque intuyo que lo más seguro es que la extenderá quién sabe hasta cuándo. Esperemos que nos depara este encierro. 

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