viernes, 3 de abril de 2020

DIARIO DEL COVID 19 (3-4-2020) COOMEVA

"Coomeva nos facilita la vida", reza el eslogan de esa eps. Yo diría más bien que nos la amarga y nos la vuelve una pesadilla. Por la emergencia del Covid 19 la entidad promotora de salud de marras habilitó un correo electrónico para que sus usuarios solicitaran la autorización de medicamentos. Lleno de una estúpida esperanza solicité por ese medio, el 30 de marzo del año en curso, que me autorizaran las órdenes de los medicamentos pisquiátricos que debo tomar para mantener a raya y aplacar los ímpetus de los distintos demonios que cohabitan en mi cabeza. Se supone que en cinco días me darían respuesta, pero hoy se cumplió el plazo y no recibí nada. No tuve más alternativa que abordar un taxi pedido a través de una aplicación que me llevara a la Sala SIP de Imbanaco, sitio donde regularmente me autorizan las órdenes de medicamentos de manera presencial. Pensé que el lugar estaría atestado de gente que al igual que yo tampoco consiguió sus órdenes médicas por la vía virtual. En cambio me encontré que el lugar estaba desierto y cerrado, y en la puerta habían fijado varios letreros indicando que los trámites solo se realizarían por los canales virtuales. Finalmente me vi en la necesidad de abordar un Mío -he de anotar que los buses estaban menos llenos que de costumbre- para regresar al viejo barrio donde me críe y buscar allí una droguería en la cual pudiera conseguir los medicamentos a un precio módico. La farmacia donde usualmente adquiero la droga cuando Coomeva no me la entrega estaba cerrada, pero por fortuna encontré otro establecimiento en el que sí pude conseguir lo que necesitaba.
No me extraña que haya tenido que vivir esa experiencia. Si bien, repito, guardaba la esperanza estúpida de que esta vez las cosas con mi eps marcharan bien, también tengo muy claro que si Coomeva no funciona en épocas de aparente normalidad menos lo va a hacer en medio de la crisis sanitaria que estamos viviendo. Lo preocupante es que la situación se torné peor a medida que pase el tiempo y el virus vaya ganando terreno. Ojalá que no.
Al margen de eso debo decir que en lo corrido de esta semana salí varias veces a hacer diversas diligencias. El viernes acudí a una droguería a comprar medicinas y alcohol. En varios de estos establecimientos me manifestaron que el alcohol estaba agotado hasta que finalmente encontré uno en donde por políticas internas solo me vendieron una unidad del producto. También pagué los servicios en un Efecty. La cola era extensa y estaba compuesta por gente que procuraba respetar el metro de distancia y que cubría su rostro con tapabocas. Al día siguiente acompañé a mi madre a pagar a Jardín Plaza su tarjeta de crédito. Nos encontramos con una fila extensa de gente que abarcaba un espacio considerable del parqueadero del centro comercial, a lo que hay que añadir que solo dejaban entrar al banco a grupos de cinco personas, pero por fortuna avanzó rápido. Debimos ir a Jardín Plaza porque allí se ubica una de las pocas sucursales habilitadas en el sur para realizar transacciones y llegamos al sitio a bordo de un taxi; los vehículos que funcionan a través de plataformas como Beat no están autorizados para prestar servicios durante la cuarentena.
Ayer acompañé a mi adorada mamá a comprar algunos artículos en Olímpica y el D1. Mientras hacíamos la cola en este último almacén observé cómo un señor ya de edad le reclamaba a otra señora por no respetar el metro de distancia entre persona y persona. Ella le respondió, pero la discusión no pasó a mayores.
Veremos cómo se siguen desarrollando los acontecimientos en el marco de este pandemia. Y veremos también si Coomeva -o más bien Coomierda- estará a la altura de las circunstancias. 

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