domingo, 9 de febrero de 2014

TRABAJANDO CON UNA RELACIONISTA PÚBLICA AMARRADA III

Sí, la labor de free press para el Torneo de Parqués fue un rotundo fracaso que reveló cómo hay temas que por más esfuerzos que se hagan sencillamente no resultan atractivos para los medios. No sé si antes o después de ese fracaso debí hacer free press a un joven llamado Martin Nessi. Chileno de nacimiento, se crió en Cali y posteriormente viajó a los estados Unidos donde empezó a forjar una promisoria carrera en el ámbito de la producción musical. Elaboré, a partir del testimonio que él mismo me dio, un extenso boletín para enviarlo a los medios de comunicación. El joven necesitaba que se publicarán en algunos medios notas sobre su desempeño profesional, ello con el fin de tramitar una visa, o algo así... la verdad no recuerdo bien. Sin embargo los problemas no tardaron en aparecer. Un portal web publicó una extensa nota del joven y en ADN y El Tiempo hicieron lo mismo. Hasta allí todo iba a las mil maravillas. Pero por culpa de un error de interpretación del boletín que yo envié, en la nota de El Tiempo le terminaron adjudicando a Nessi el haber trabajado con unos artistas de renombre con los que nunca hizo equipo. El error salió publicado en la versión digital de El Tiempo. El padre de Nessi lo leyó y conminó a Aljure a lograr una rectificación, ya que dicha información errónea "podría tener repercusiones legales". Gracias a mí mediación la nota en cuestión fue retirada del portal web de El Tiempo, pero no se pudo hacer nada para frenar su publicación en la versión impresa. Para rematar logré gestionar otra nota en el Diario Occidente, pero justo el día en anterior a su publicación olvidé enviar unas fotos de Nessi al medio en cuestión y por ello dicha nota finalmente nunca se publicó. Por otra parte resultaron infructuoso mis esfuerzos para que la Revista Shock le hiciera algún informe a Nessi. Hablé varias veces con un periodista de ese medio, pero nunca accedió a colaborarme. Así son las cosas en las relaciones públicas: uno se enfrenta a escuchar la clasíca frase "mándeme el boletín" , que es el equivalente al "nosotros le llamamos" de los encargados de los procesos de selección en las empresas.

De mi paso por esa oficina de prensa me quedaron muchas anécdotas. Recuerdo que la persona que me antecedió a mí en ese trabajo era la clásica vieja buenona. Cuando ella se marchó y yo llegué a reemplazarla un vigilante me preguntó: "qué pasó con la niña que  trabajaba allá" a lo cual yo le respondí: "no siguió porque se enfermó". "se puso malita la niña... y con lo buenona que estaba", anotó el guachimán con una expresión morbosa dibujada en su rostro. Lo cierto es que esa buenona duró alrededor de siete meses trabajando con Aljure hasta que un día llamó diciendo que estaba enferma y que no podía ir. No obstante aljure me confesó que pensaba que aquella muchacha en realidad se estaba haciendo la enferma porque no quería seguir trabajando en la oficina. La muchacha -ni siquiera recuerdo su nombre- se enfermó un miércoles de manera intempestiva. Al parecer Aljure no encontró con quién más reemplazarla y por eso me llamó a mí el jueves siguiente. Me llamó casi dos meses después de yo haber tenido una entrevista con ella, encuentro en el que por cierto quedo en evidencia el poco convencimiento de Aljure con respecto a mi contratación. A la enferma que se fue de la oficina a principios de noviembre, le pagaron su liquidación bien entrado el mes de diciembre. Lo poco que sé de ella es que era egresada de la Autónoma, con escueta experiencia en protocolo.

Nueve meses después de estar trabajando en esa oficina sencillamente me aburrí y resolví renunciar. Aljure trató de convencerme de desistir de mi decisión, un síntoma de que pese a todo no había hecho las cosas tan mal. Era una escena muy diferente a la que viví en El Maíz, empresa de la cual salí por la puerta de atrás: no me renovaron el contrato, según ellos por ser callado y tímido. Esa historia la contaré en su momento. Pero a pesar de mi renuncia no me desvinculé del todo de la oficina de prensa; Seguí trabajando desde mi casa encargándome de redactar boletines para el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente -DAGMA. La directora de esa entidad llamó a Aljure meses antes de mi renuncia para pedirle una persona que se hiciera cargo de la prensa del DAGMA. Aljure no me tuvo en cuenta para ese cargo por la misma razón de siempre: mi carácter callado, mis pocas habilidades sociales, etc, etc, etc. Acto seguido convocó a varios periodistas con la idea de que alguno de ellos entrará  como comunicador en el Dagma. A instancias del marido de Aljure ella finalmente accedió tenerme en cuenta para ese cargo, aclarando que allá ganaría alrededor de un millón de pesos sin prestaciones pero no podría ni siquiera pedir permisos para citas médicas como constantemente lo hacía en la oficina de Aljute. Lo cierto es que finalmente no aprobaron la llegada de un comunicador externo para que trabajara dentro del DAGMA. Así que a partir de entonces se me encomendó realizar boletines para dicha entidad que debería mandar a medios. Mi labor se limitaría a redactar; la periodista que me reemplazaría en la oficina -una muchacha llamada Laura- se haría cargo de hablar directamente con los periodistas.

Todo parecía marchar bien: ganaría el mismo sueldo -$600 mil- por trabajar desde la comodidad de mi casa. Pero la alegría no duraría mucho. Debí padecer lo indecible por el incumplimiento en los pagos de mi salario. Sí, de hecho la plata me la entregaban pero sin regularidad, con demasiado retraso. De agosto a diciembre trabajé redactando y enviando decenas de boletines. Incluso una vez debí cubrir un evento: la instalación de un solmáforo, dispositivo para medir la radiación ultavioleta. Madrugué para dicho evento, atendí periodistas, grabé entrevistas y realicé un boletín express para mandar a medios. Una vez más, como con el torneo de golf, ejercí la profesión que estudié, el periodismo, haciendo trabajó de campo, desgrabando entrevistas y redactando una noticia tal y como lo haría un reportero de cualquier medio. Fue una experiencia agradable (¡cómo no va a ser agradable desempeñar la profesión por la cual uno se quemó las pestañas durante cinco años en la universidad!) Finalmente el trabajo con el DAGMA se acabó, Aljure se desentendió de esa cuenta, una periodista de la Alcaldía asumió mi labor y yo una vez más quedé en el aire.

Sobra decir que me invadió la desesperación y la angustia: los deseos de abandonar una oficina donde realizaba una labor que repudiaba, se transmutaron en pánico al constatar las terribles consecuencias de ser un desempleado. No me quedó más remedio que hacer lobby para regresar donde Aljure. Sobra decir que en los meses que estuve lejos de esa oficina no logré encontrar otro trabajo como periodista. Afortunadamente para mí Laura decidió renunciar. Logré mi cometido: mi "flamante" regreso a esa jaula. En ese proceso sucedió algo "chistoso" por llamarlo de alguna manera: no llevaba ni una semana de retornar a la oficina cuando envié mi hoja de vida para un medio que solicitaba un community manager. Para mis adentros pensé: "obviamente no me van a llamar, pero peor diligencia es la que no se hace". Contrario a mis expectativas me llamaron a entrevista. El director del medio me preguntó si tenía experiencia como community manager. "no", fue mi respuesta. "Entonces para que aplicó a este cargo", replicó mi entrevistador. "porque la labor de community manager hoy en día tiene mucha demanda y quiero empezar a adquierir experiencia en ese campo  nuevo para mí" expliqué. El director me pidió que lo acompañara hasta la redacción de dicho medio y luego me pidió que escribiera una nota. Así lo hice. Días después me llamó y me dijo que mi ejercicio escrito le había gustado y que ahora debía cumplir un día de prueba en dicho medio. No me quedó más remedio que inventarle a Aljure que tenía una gastroenteritis para así tener el día siguiente libre y cumplir con el periodo de prueba en el otro medio. En el periodo de prueba me fue bien, pero cometí un error: le hice creer al jefe que estaba desempleado, pero luego le tuve que confesar que de hecho si estaba trabajando. El tipo montó en cólera y con toda razón: me dijo que las cosas no se hacían así, que que pretendía ser contratado en ese medio y luego renunciar de manera intempestiva a Aljure abandonando de un momento a otro el trabajo que estaba desempeñando en la oficina. Señaló que el trabajo de los comunicadores era esencialmente de contactos y yo no podía quedar mal con Aljure. Lo gracioso es que yo pensaba hacer tal cual lo que ese hombre me decía: esperar que me contraran en su medio y luego llamar a Aljure para decirle que no podía seguir laborando con ella.

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