jueves, 14 de julio de 2011

La Pola

Hace tiempo una telenovela no lograba atraparme como lo ha hecho 'La Pola, amar la hizo libre', producción de época que recrea la vida de la heroína de La Independencia Policarpa Salavarrieta. La novela no pretende ser un documental histórico, sino que mezcla una interpretación libre de hechos de la historia colombiana a principios del Siglos XIX con elementos de ficción. Pero ello no hace mella en su calidad y factura. Una interesante apuesta fotográfica, vestuario y locaciones bien cuidados, unas buenas actuaciones. Pero lo que de verdad me cautiva de esta novela, es su protagonista, interpretada por la actriz caleña Carolina Ramírez.

Y logra atraparme porque  es la encarnación de lo que le hace falta a la mayoría de colombianos: ideales, convicciones, deseos de luchar por una causa. La Pola es una mujer obsesionada con liberar a su patria del yugo español y acabar por fin con las odiosas distinciones que hacen inferiores a "las gentes" por su raza, su género o su linaje. Siguiendo los patrones del melódrama, las convicciones de La Pola resultan ser, según la novela, alimentadas por el deseo de consumar su amor con Alejo Zabaraín, un joven blanco de padre español que no puede casarse con ella por ser ésta de sangre sucia. Pero uno también puede percibir que tras ese deseo de liberar a su patria, se esconde el profundo rencor que la heroína siente por los españoles. Sea el amor o el rencor el motor de su lucha, lo cierto es que no deja de sorprender, por más que sea un personajes de televisión, ver a una mujer con tantas agallas, con una filosofía de vida tan clara y libre de intereses egoístas, y con uno ideales que no está dispuesta a vender.

Y cómo no sentirse extasiado, cuando se vive en un país donde a la gente, como pasa con los taxis, sólo la mueve la plata, la ambición, la sed de poder. No más ver los supuestos "ejércitos del pueblo", auténticos carteles del narcotráfico que se disfrazan con un camuflado y enarbolan la lucha contra la opresión y la injusticia social para mantener vivo su negocio ilícito. Qué ideales va a uno a ver en unas guerrillas que hablan de lucha social, cuando sólo los mueve el afán de enriquecerse con la minería ilegal, el secuestro. Qué ideales va a ver uno en paramilitares que dicen proteger a la gente de los abusos de la subversión, cuando en realidad sólo defienden intereses de terratienientes, mafiosos, empresarios y cultivadores de palma. Que convicciones se pueden rastrear en unos seudo hinchas del fútbol, que se valen del supuesto amor a ese deporte para justificar sus asesinatos.

En Colombia nadie tiene convicciones, nadie tiene genuinos ideales, nadie tiene una bandera por qué luchar. Y si los tienen, son ideales tan fatuos como tener cuerpos musculosos, o ponerse tetas. Por eso La Pola es inspiradora.

Por otro lado esta producción televisiva ofrece elementos que enganchan al espectador. Su historia es ingeniosa. Muestra a los grandes próceres de La Independencia como seres mezquinos cuyos intereses son lejanos al bienestar de la patria, rompiendo así con ls imágenes impolutas que reproducen los libros de historia. Camilo Torres es mostrado como un engendro elitista que persigue  la emancipación de los criollos, pero sólo si son acaudalados. En pocas palabras poco lo importa redimir de la pobreza a la mayoría de los neogranadinos, mientras los españoles americanos que hayan amasado fortuna sean tratados con igual deferencia que los españoles nacidos en la península Ibérica. Jorge Tadeo Lozano es mostrado como un guiñapo que no tiene reparos en posar sus ojos en la mujer de Antonio Nariño. La imagen de este último quizás es en exceso idealizada: lo muestran como un prócer pulcro, un dechado de virtudes que sólo buscar el bienestar de la gente. Quién sabe que tanto se ajusta ese perfil a lo que fue él en realidad.

La Pola es una historia vibrante llena de traiciones y envidias. Pasan a segundo plano las imprecisiones históricas en las que incurre, porque su trama se aleja de las recetas impuestas por los culebrones. Lástima que el canal RCN la haya relegado a un horario ofensivo. Queda la duda si la historia que durante mucho tiempo gozó de buena audiencia, aburrió a los televidentes. O sencillamente sacrificaron una buena producción para darle espacio a chabacanas historias de costeños, mulas del narcotráfico y una patética versión colombiana de Grey's Anatomy que cada vez pisa más el terreno del absurdo.

Ojalá algún día este país se llené de Polas y Polos, cuyo ideal no sea sólo llenar sus bolsillos de plata; hombres y mujeres que tengan ideales y sean capaces de ofrendar su vida por ellos.

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