miércoles, 18 de febrero de 2015

Cali sin agua Y NADIE HACE NADA

Lunes 16 de febrero de 2015. Una vez más a los habitantes de un humilde conjunto de apartamentos en el barrio Alférez Real situado al sur de Cali, les cortaron el suministro de agua. La interrupción se extendió por varias horas durante las cuales la pobre gente se tuvo que privar de tomar el vital líquido para calmar su sed que se ha visto atizada por la ola de calor; varias horas en que esa misma gente se debió abstener de tomar una duchar, enfrentó problemas para cocinar y, lo que es peor, debió aguantar las ganas hasta de defecar.

Lo verdaderamente grave es que esas interrupciones en el servicio de agua no son un hecho aislado y atípico, sino que ocurren diariamente. Prácticamente se han convertido en parte de la cotidianidad de los habitantes de este populoso sector de la capital del Valle. Las razones para este fenómeno aparentemente tienen su raíz en la dependencia que tiene Cali al río Cauca. Esta enorme arteria fluvial es la que provee el vital líquido a la mayoría de habitantes de la sultana del valle, pero resulta que en épocas de intenso invierno es normal que interrumpan el servicio de agua porque la turbiedad presente en el río hace imposible su tratamiento. Sin embargo, cuando es el calor el que agobia a los caleños, el tratamiento del agua también se vuelve imposible porque el caudal del Cauca y los otros ríos baja provocando que la contaminación en ellos se concentre. Por ende quitan el agua cuando llueve y también cuando hace sol. ¿Y qué hacen los gobiernos municipal, departamental y nacional al respecto? Nada. Mientras se prepara un plan de recuperación del río Magdalena, el pobre y excesivamente contaminado río Cauca sencillamente se ha quedado sin dolientes.

Emcali, la empresa de servicios públicos responsablemente del suministro del vital líquido en Cali, tampoco ha hecho mayor cosa, salvo aplicar paliativos como los llamados reservorios que no resuelven de fondo la problemática. Se han propuesto diversas altervativas: construir un embalse, tomar agua de otras fuentes, etc., pero todo se ha quedado en el papel. Pecando de dramático, me atrevo a pronosticar que en pocos años Cali, la tercera ciudad más poblada e importante de Colombia, estará sufriendo una situación similar a la que viven hoy los atribulados habitantes de Yopal, Casanare.

Resulta paradójico que una ciudad bañada por siete ríos –algunos de ellos ya convertidos en caños fétidos- sufra por la falta de agua. Y a la vez resulta triste que se deba pensar en buscar otras fuentes de agua para abastecer a la ciudad, porque al igual que pasa con el Cauca, poco a poco van a perecer por cuenta de la contaminación y la inconciencia humana. Son las consecuencias de una ciudad que ha crecido desmesuradamente sin pensar en el medio ambiente. Cali ha experimentado un crecimiento demográfico exagerado sin que contara con una infraestructura que soportara el arribo de cientos de miles de personas. Se desecaron las lagunas y humedales en el oriente de esta capital para levantar allí tugurios. Se han extinguido y contaminado las fuentes de agua. En definitiva, Cali es un monstruo que se ha hecho grande sin ningún tipo de planeación y protección ambiental.

Mientras tanto a los caleños les tocará seguir aguantando las ganas de calmar la sed, de tomar una ducha y hasta de cagar por cuenta de la desidia de Emcali y los gobiernos del orden municipal, departamental y nacional. Y, por supuesto, por culpa de ellos mismos y su manía de depredar el medio ambiente y contaminar a diestra y siniestra.


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