Lunes 16 de febrero de 2015. Una
vez más a los habitantes de un humilde conjunto de apartamentos en el barrio
Alférez Real situado al sur de Cali, les cortaron el suministro de agua. La
interrupción se extendió por varias horas durante las cuales la pobre gente se
tuvo que privar de tomar el vital líquido para calmar su sed que se ha visto
atizada por la ola de calor; varias horas en que esa misma gente se debió
abstener de tomar una duchar, enfrentó problemas para cocinar y, lo que es
peor, debió aguantar las ganas hasta de defecar.
Lo verdaderamente grave es que
esas interrupciones en el servicio de agua no son un hecho aislado y atípico,
sino que ocurren diariamente. Prácticamente se han convertido en parte de la
cotidianidad de los habitantes de este populoso sector de la capital del Valle.
Las razones para este fenómeno aparentemente tienen su raíz en la dependencia
que tiene Cali al río Cauca. Esta enorme arteria fluvial es la que provee el
vital líquido a la mayoría de habitantes de la sultana del valle, pero resulta
que en épocas de intenso invierno es normal que interrumpan el servicio de agua
porque la turbiedad presente en el río hace imposible su tratamiento. Sin
embargo, cuando es el calor el que agobia a los caleños, el tratamiento del
agua también se vuelve imposible porque el caudal del Cauca y los otros ríos
baja provocando que la contaminación en ellos se concentre. Por ende quitan el
agua cuando llueve y también cuando hace sol. ¿Y qué hacen los gobiernos
municipal, departamental y nacional al respecto? Nada. Mientras se prepara un
plan de recuperación del río Magdalena, el pobre y excesivamente contaminado
río Cauca sencillamente se ha quedado sin dolientes.
Emcali, la empresa de servicios
públicos responsablemente del suministro del vital líquido en Cali, tampoco ha
hecho mayor cosa, salvo aplicar paliativos como los llamados reservorios que no
resuelven de fondo la problemática. Se han propuesto diversas altervativas:
construir un embalse, tomar agua de otras fuentes, etc., pero todo se ha quedado
en el papel. Pecando de dramático, me atrevo a pronosticar que en pocos años
Cali, la tercera ciudad más poblada e importante de Colombia, estará sufriendo
una situación similar a la que viven hoy los atribulados habitantes de Yopal,
Casanare.
Resulta paradójico que una ciudad
bañada por siete ríos –algunos de ellos ya convertidos en caños fétidos- sufra
por la falta de agua. Y a la vez resulta triste que se deba pensar en buscar
otras fuentes de agua para abastecer a la ciudad, porque al igual que pasa con
el Cauca, poco a poco van a perecer por cuenta de la contaminación y la
inconciencia humana. Son las consecuencias de una ciudad que ha crecido
desmesuradamente sin pensar en el medio ambiente. Cali ha experimentado un
crecimiento demográfico exagerado sin que contara con una infraestructura que
soportara el arribo de cientos de miles de personas. Se desecaron las lagunas y
humedales en el oriente de esta capital para levantar allí tugurios. Se han
extinguido y contaminado las fuentes de agua. En definitiva, Cali es un
monstruo que se ha hecho grande sin ningún tipo de planeación y protección
ambiental.
Mientras tanto a los caleños les
tocará seguir aguantando las ganas de calmar la sed, de tomar una ducha y hasta
de cagar por cuenta de la desidia de Emcali y los gobiernos del orden
municipal, departamental y nacional. Y, por supuesto, por culpa de ellos mismos
y su manía de depredar el medio ambiente y contaminar a diestra y siniestra.
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